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Authors: Clive Barker

Tags: #Terror

Demonio de libro (26 page)

BOOK: Demonio de libro
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¿Es eso lo que quieres? Porque es todo lo que mereces, pútrido y fraudulento cerdo sin corazón: una muerte larga y agónica y un rápido empujón al olvido en la caja más barata que encuentren tus seres queridos.

¿Eso suena bien?

¿No? ¿Te estoy oyendo protestar?

Bueno, si no te parece bien, tal vez deberías aprovechar esta última oportunidad. Vamos, cógela; aquí está, la última, la oportunidad definitiva de cambiar tu destino. No es imposible, ni siquiera ahora, ni siquiera para un pútrido y fraudulento cerdo sin corazón. Solo tienes que evitar que tus ojos sigan moviéndose y evitar que mi cuchillo haga lo mismo.

¿Y bien?

No. Ya me lo imaginaba. Todas mis charlas sobre cuchillos y ojos no te alteran, ¿verdad? Podría seguir prometiendo las cosas más crueles y oscuras hasta que me sangrase la garganta por la afonía y tú seguirías sin alterarte.

Solo quieres que termine la maldita historia, ¿no es cierto? Es como si al contártela fuese a mejorar tu vida carente de sentido.

Deja que te diga algo: no va a mejorar. Pero por si sirve de algo, te daré lo que queda y puedes pagar el precio.

El penúltimo fuego.

Se apoderó de mí de arriba abajo: de mi piel, de mis músculos, de mis huesos y hasta de mi médula. Se apropió de mi memoria y mis emociones, de mi respiración y de mis excrementos. Y lo estaba convirtiendo todo en un lenguaje común. Luego se convirtió más bien en una comezón muy profunda en el fondo de mi ser. Levanté la mano derecha y vi el proceso que se estaba llevando a cabo allí: la luz trazaba las líneas de las yemas de mis dedos y, en la capa inferior, el intrincado dibujo de mis venas y mis nervios, como si fuesen mapas de un país secreto que estuviese oculto en mi cuerpo y se hiciese visible por fin.

Pero en el momento en el que vi esos mapas, el poder que los había dejado al descubierto comenzó a deshacerlos. Los caminos trazados en ellos se erosionaron en el paisaje de mi cuerpo, las líneas de desligaron y la tracería de venas que palpitaban bajo ellas se desató. Si mi cuerpo hubiese sido de verdad un país y yo su rey déspota, las labores conjuntas del Cielo y el Infierno me habrían destronado.

¿Que si grité para protestar por tal sedición? Lo intenté. ¡Demonios, vaya si lo intenté! Pero las mismas fuerzas transformadoras que me estaban desintegrando las manos secuestraron los sonidos de mis labios y los convirtieron en códigos de brillante fuego que se precipitaron contra mi rostro, que también se descomponía en signos.

No me estaban quitando nada; lo que ocurría era que las fuerzas que me habían juzgado estaban modificando mi naturaleza.

Retrocedí dando tumbos hasta salir de la cámara de negociaciones y bajar de nuevo al taller. Pero una vez abajo, todo era igual que arriba. Mis pies ya no eran capaces de establecer un contacto normal con el suelo: igual que mis manos, brazos y rostro, estaban siendo transformados en marcas de luz.

No, en marcas no. En letras.

Y en ciertos sitios, las letras en palabras.

¡Me estaban convirtiendo en palabras!

Tal vez Dios hubiese sido la Palabra al principio. Pero al final, al menos en mi final (¿y quién más importa que uno, en realidad? Lo único que cuenta es lo de uno mismo), la Palabra estaba junto al señor B. Y el señor B. era la Palabra.

Aquel era el modo que los negociadores tenían de silenciarme sin necesidad de derramar sangre en un lugar en el que lo sagrado y lo profano se habían reunido en aquel día tan propicio.

No necesitaba que mis piernas me portasen: las fuerzas que deshacían mi anatomía me transportaban hacia la imprenta de Gutenberg, cuyo funcionamiento podía oír a mis espaldas porque su rudimentario mecanismo estaba poseído por los mismos motores, demoníacos y divinos, que me transportaban hacia ella.

Pude ver, con aquellos ojos míos convertidos en palabra, y oír desde la bóveda de mi cráneo convertido en palabra el ritmo de la prensa mientras se preparaba para imprimir su primer libro.

Recordé que Gutenberg había estado trabajando en la confección de una copia de la
Ars Grammatica
, un librillo de gramática que había elegido para poner a prueba su creación. Ah sí, y un poema también: las
Profecías Sibilinas
. Pero su modesto experimento se había detenido con la muerte o el angelical vuelo de aquellos que trabajaban en la prensa. La hoja que había visto antes había caído lejos de la prensa y ahora estaba en el suelo, olvidada. Un libro mucho más ambicioso permanecía a punto de crearse.

Este libro, el que sostienes entre las manos.

Esta vida mía, tal y como ha sido, contada a través de mi propia carne, mi propia sangre y mi propio ser. Y también aquella muerte, que no fue en absoluto una muerte, sino una condena a la prisión en la que tú me encontraste al abrir este libro.

Por un momento vi las planchas que se estaban fabricando conmigo y que pendían en el aire alrededor de toda la prensa, como si fuese fruta brillante y madura colgando de las ramas de un árbol invisible.

Entonces la prensa inició su trabajo y comenzó a imprimir mi vida. Lo diré al menos una última vez: ¡Demonios! ¡Qué sensación! No hay palabras (¿cómo podría haberlas?) para describir lo que se experimenta al convertirse en palabras, al sentir cómo transcriben tu vida y la plasman con tinta negra sobre el papel blanco. Todo mi amor, mis pérdidas y mi odio fundidos en palabras. Fue como el fin del mundo.

Y a pesar de ello, vivo. Este libro, a diferencia de cualquier otro que haya salido de la prensa de Gutenberg, o de las innumerables prensas que la siguieron, es único. Puesto que estoy tanto en la tinta como en el papel, sus páginas son proteicas.

No, lo siento. Eso ha sido un error de impresión. Esa frase que está unas líneas más arriba y que empieza con «Puesto que estoy…» no debería estar ahí. Está fuera de lugar.

¿Tinta y papel yo? No, no, eso no es cierto. Sabes que no lo es. Estoy detrás de ti, ¿recuerdas? Me acerco un paso más a ti cada vez que pasas una página. Tengo el cuchillo en la mano listo para cortarte del mismo modo…

…del mismo modo que tú lees estas páginas…

…atrás y adelante. Atrás y…

¡Cuánta sangre va a correr! Y tú me suplicarás que pare, pero yo no voy… …yo no voy… …yo no… …voy…

¡Demonios!

¡Basta! ¡Basta! No tiene sentido decir más mentiras para intentar convencerte de cosas que ni yo mismo me creo del todo, todo ello en un lamentable intento por conseguir que quemes el libro, cuando todo este tiempo has sabido (lo sabías, ¿verdad?; puedo verlo escrito en tu rostro) que te estaba mintiendo.

No estoy detrás de ti con un cuchillo a punto de rajarte. Nunca lo estuve, nunca podría estarlo. Estoy aquí y solo aquí, en las palabras.

Esa parte no era mentira. Las páginas son proteicas. Fui capaz de reordenar las palabras en las páginas que ibas a leer. Ahora son mi única sustancia y, a través de ellas, puedo hablar contigo, como estoy haciendo ahora.

Lo único que quería que hicieras era quemar el libro. ¿Era tanto pedir? Lo sé, antes de que digas nada, lo sé: yo he sido mi propio peor enemigo por contarte historias. Debería haber esparcido las palabras en todas direcciones para que ninguna frase, excepto mi súplica de que quemases el libro, tuviera sentido. Entonces tal vez lo habrías hecho.

Pero hacía tanto tiempo que unos ojos no se cernían sobre mí dispuestos a que les contasen una historia… Y tenía esa historia que contar, la de esta vida que he vivido. Y no tenía nadie a quien contárselo excepto a ti. Y cuanto más te contaba, más quería seguir contando; y cuanto más quería seguir contando, más te quería contar.

Mis propias emociones estaban divididas entre la parte que quería contar mi vida y la parte que quería ser libre.

Sí, claro, libre.

Eso es lo que me habría ganado si hubiera jugado mejor mis cartas y te hubiera convencido de que prendieras fuego a estas volátiles páginas: se habrían convertido en humo.

Y yo me habría erigido en ese humo, liberado de las palabras en las que me encarcelaron. No tenía la ilusión de que un cuerpo de carne y hueso me estuviese esperando; eso se ha ido para siempre. Pero me dije a mí mismo que podría hacer que mi vida tuviera sentido. Cualquier cosa antes que la prisión de estas páginas.

Pero no. Nunca caíste en ninguno de mis trucos; utilicé todos los engaños y subterfugios del libro, cada una de las estratagemas que conocía.

¿Querías saber cómo funciona el mal? Simplemente, haz una lista de los modos en que intenté que quemaras el libro; las seducciones (la casa con el viejo árbol), las amenazas (con que me acercaba a ti cada vez que pasabas una página), los llamamientos a tu compasión, a tu ternura y a tu empatía. Todas ellas eran causas perdidas, desde luego. Si alguna hubiese funcionado, ahora mismo no estaríamos aquí.

Pero en realidad aquí sigo, donde me encontraste, con nada por lo que vivir excepto la posibilidad de que algún día otra persona coja este libro y lo abra para leerlo. Tal vez para entonces haya ideado un señuelo mejor, algo infalible, algo que garantice mi huida.

Quizá puedas ayudarme, aunque solo sea un poco… Te he entretenido, ¿no es cierto? Pues hazme este pequeño favor: no me abandones en cualquier estante para que acumule polvo sabiendo que aún sigo en el interior, encerrado en la oscuridad.

Pásame, por favor. No es mucho pedir. Entrégame a alguien que odies, a alguien a quien te alegrarías de que cortasen en pedazos del mismo modo en que se lee una página: atrás y adelante.

Hasta entonces, ¿puedo ofrecerte un consejo? Lo que te he dicho aquí con respecto a la conspiración entre los de arriba y los de abajo tal vez deberías guardártelo para ti. Sus agentes están por todas partes y estoy seguro de que sus medios para rastrear a los herejes y a los impíos son más poderosos que nunca. Es más prudente que no cuentes a nadie lo que sabes, confía en mí. O, si no confías en mí, al menos confía en tu instinto. Ve con cuidado por los lugares oscuros y no te fíes de nadie que te prometa el perdón del Señor o un lugar asegurado en el Paraíso.

Supongo que este consejo no vale tanto la pena como para que me haya merecido un libro quemado, ¿verdad?

No, ya me lo parecía.

Entonces adelante. Cierra la puerta de la prisión y sigue con tu vida. Mi día llegará; el papel arde con facilidad. Y las palabras saben esperar.

Nota sobre el autor

Clive Barker
, uno de los autores contemporáneos de terror y fantasía más aclamados del mundo, nació en Penny Lane, cerca de Liverpool (Reino Unido), en 1952. Tras licenciarse en Literatura Inglesa y Filosofía en su ciudad natal, a los veintiún años se mudó a Londres, donde fundó su propia compañía de teatro para representar las obras escritas por él. Ya en muchas de ellas, como
Colossus
(inspirada en Goya, su pintor favorito), aparecen los ingredientes con que elaborará el resto de su trabajo, cargado de erotismo, terror, fantasía y paisajes oníricos.

En 1984 ve la luz su colección de relatos
Libros de Sangre
, que, tras un discreto lanzamiento en el Reino Unido, gozó del favor de público y crítica con su publicación en Estados Unidos. Un año después, se estrenó como novelista con
El juego de las maldiciones
.

Tras publicar tres volúmenes más de
Libros de Sangre
, dio el salto al mercado internacional: sus obras empezaron a ser traducidas a otros idiomas e, incluso, dos de sus historias
(Rawhead Rex
y
Transmutations
) fueron llevadas al cine. Sin embargo, el propio autor quedó muy decepcionado con estas adaptaciones, hasta el punto de que en 1987 decidió dirigir él mismo su propia película,
Hellraiser
, basada en la novela
The Hellbound Heart (Hellraiser
en la edición en español). El filme se convirtió en una obra de culto del género de terror y dio lugar a la edición de varios cómics y a algunas secuelas cinematográficas, que no alcanzaron, sin embargo, el éxito de la película inicial.

En 1991 publica
Imajica
, obra maestra de la literatura fantástica. En esta ocasión, el escritor británico despliega su talento para crear atmósferas escalofriantes en un universo paralelo donde la imaginación se une con el misterio. Tras continuar con
The Thief of Always
, una serie de cómics de superhéroes para Marvel, y sin abandonar la literatura, Clive Barker da rienda suelta a sus otras dos grandes pasiones: el cine y la pintura. Sus dibujos se exhiben en la actualidad en Nueva York y Los Angeles. En los últimos años ha explorado campos completamente diferentes, como la literatura infantil
(Abarat
), que le ha llevado a firmar un acuerdo con Disney, y textos de corte autobiográfico que abordan la homosexualidad. Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas.

A finales de 2007 se empezó a comercializar, con gran éxito de ventas, la última creación de Clive Barker: el videojuego
Jericho
(PS3, PC y Xbox 360), un proyecto inédito en el que el autor se ha implicado en la ambientación, en la arquitectura de los niveles y en la realización de los diferentes monstruos.

En su última novela,
Demonio de libro
, establece un juego metaliterario en torno a las memorias de Jakabok Botch, un demonio torturado que pretende acabar con su vida con la ayuda activa del lector.

A lo largo de 2009 publicará dos nuevas novelas. Una de ellas es la tercera parte de la serie de Arabat, que promete ser mucho más oscura que sus antecesoras. La otra, Mr.
Maximillian Bacchus And His Travelling Circus
, será una novela compuesta por cuatro historias interconectadas basadas en personajes que Barker concibió en 1974 para varios relatos cortos.

Bibliografía de Clive Barker

—Relatos

— Libros de sangre

1984 — Books of Blood, Volume I

_______ Relatos incluidos en
Libros de sangre
vol. 1. La Factoría de Ideas, Terror n° 13, 2004

1984 — Books of Blood, Volume II

_______ Los relatos de este libro se encuentran en
Libros de sangre
vol. 1 (La Factoría de Ideas, Terror n° 13, 2004) y
Libros de sangre
vol. 2 (La Factoría de Ideas, Terror n° 16, 2004)

1984 — Books of Blood, Volume III

_______ Relatos incluidos en
Libros de sangre
vol. 2. La Factoría de Ideas, Terror n° 16, 2004

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