Deseo concedido (52 page)

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Authors: Megan Maxwell

BOOK: Deseo concedido
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—Es muy fácil, Margaret —respondió encantada al ver que la mujer había picado el anzuelo—. Sarah será mi dama de compañía porque aquí la señora del lugar soy yo, y lo he decidido así.

—¡Qué idea más ridícula! —gruñó la mujer—. Si
lady
Marian os escuchara hacer estos cambios, se reiría en vuestra cara.

—¡Margaret! —vociferó Megan al sentir que la sangre se le espesaba—. Lo que esa mujer piense o deje de pensar no me importa lo más mínimo. A partir de ahora, retened vuestra lengua o yo misma os la cortaré.

Pero Margaret, en vez de callar, se creció.

—Vuestra falta de clase se hace más palpable día a día y…

—¡Calla esa bocaza que tienes! —gritó Sarah con rabia junto con el resto del servicio, cosa que hizo que Margaret se achantara.

—¡Cállate, Margaret, y escucha! —exigió Megan, a quien ya las ganas de cogerla por el cuello la apremiaban.

—Está bien —susurró con altivez—. Para mí,
milady
, ¿tenéis algún cambio?

—Por supuesto —sonrió escudriñándola con la mirada, consciente de que Marlob escuchaba junto al padre Gowan tras un tapiz—. A partir de ahora te ocuparás de que todos los víveres que lleguen al castillo se conserven en perfecto estado. Necesito que la despensa esté totalmente al día. No quiero comida en mal estado, ni olores pestilentes, ni nada por el estilo. Como eso no te ocupará todo el día, serás la encargada de barrer el salón cada vez que sea necesario. Y, por último, ayudarás a limpiar, a fregar y a servir la mesa diariamente.

—¡Ni hablar! —gritó la mujer al sentirse el hazmerreír de todos los demás, quienes la miraban encantados con lo que escuchaban—. Hablaré con Marlob y solucionaré este disparate. Seguro que él no consentirá que me tratéis como a una vulgar sirvienta. Mi saber estar y mi buen hacer durante estos años se merecen algo más que ser una simple criada.

—Ya haces algo más, Margaret —respondió Megan levantando una ceja mientras rezaba para que Marlob la dejara acabar—. Creo que por las noches calientas la cama de Marlob. A mi modo de ver, creo que ser una simple criada durante el día y una furcia por las noches te mantendrá ocupada.

El murmullo general al escuchar aquello se hizo intenso.

—No voy a consentir que me habléis así —gritó Margaret acercándose—. ¿Quién os habéis creído que sois para insultarme y desprestigiarme así delante de todo el mundo?

—Soy la mujer de tu
laird
y tu señora —respondió Megan—, y si te insulto y desprestigio es porque te lo mereces. ¡Maldita arpía!

—Estáis celosa porque antes que vos calenté la cama de vuestro marido —rio sarcásticamente Margaret sorprendiendo a todos por su desfachatez.

—Te equivocas, Margaret —vociferó Megan con una media sonrisa que hizo hervir la sangre de la mujer hasta límites insospechados—. Los celos no son lo que me mueve a hacer los cambios en el castillo, especialmente porque sé que Duncan no se acercaría a ti aunque fueras la última mujer sobre Escocia. Si se tratara de celos, ten por seguro que directamente te daba una patada que te ponía en medio de las
Highlands
. Me mueven otras cosas que yo considero desleales y que merecen ser castigadas con la muerte.

—¡Castigo y muerte! —gritó Margaret ya sin medir sus palabras—. Eso será lo que tú, asquerosa
sassenach
, tendrás cuando
lady
Marian vuelva a este castillo. Entérate de una vez de que tu marido la ama a ella como nunca te amará a ti, y ten por seguro que, en el momento en que ella quiera, Duncan te dejará a un lado para volver con ella. Tu matrimonio con él es por un año. ¿Acaso crees que él querría compartir su vida contigo, cuando Marian tiene toda la clase y la belleza que a ti te faltan?

—¡Cállate, maldita mujer! —gritó Susan al ver la palidez de Megan—. Nuestro
laird
adora a su mujer. Sólo hay que ver cómo la mira y la cuida.

—¡Eres la peor mujer que he conocido en mi vida! —escupió Sarah, que sintió la mano de Megan que la agarraba y le indicaba que fuera tras el tapiz. Necesitaba que, junto al padre Gowan, sujetara a Marlob. Lo que iba a escuchar a continuación le iba a enloquecer.

—Tranquilizaos todos —añadió Megan respirando para no pensar en lo que aquella odiosa mujer le decía—. No voy a creer nada de tus palabras. Especialmente porque de ti no me creo nada. Y ten por seguro que, a partir de este momento, no voy a tener piedad contigo hasta que tus huesos estén bajo tierra.

—Marlob no lo consentirá —aseguró con sarcasmo.

Había llegado el momento.

—Te equivocas, ¡maldita embustera! —susurró con furia en la voz mientras de una bolsa de tela sacaba la taza aún manchada y una de las talegas con las hierbas—. Será él quien te eche cuando sepa que gracias a tus brebajes de tanaceto y adelfa le has estado envenenando con el objeto de llegar a ser la señora del castillo.

—Él no te creerá —rio Margaret con desprecio—. Ya me encargo yo de que ese viejo estúpido escuche sólo lo que yo quiero que escuche, y vea lo que yo quiero que vea.

Todos murmuraban sin entender nada, pero Megan continuó:

—Primero lo intentaste con Duncan, sabías que estaba sufriendo por la ruptura con
lady
Marian y te metiste en su cama —la acusó Megan—. Pero cuando viste que él nunca se casaría contigo y marchó a luchar junto a Robert de Bruce, pensaste que con suerte le matarían, por lo que te metiste en la cama de Marlob para conseguir tu propósito. —Sacando de su bolsillo el broche, dijo viendo la locura y el miedo en la cara de Margaret y la estupefacción en la cara de los demás—: Pero alguien te descubrió e intentó impedirlo, ¿verdad?

—Sí —gritó enloquecida y, tras soltar una carcajada que heló la sangre a todos, añadió—: Esa maldita niña, Johanna, me descubrió. Por eso tuve que matarla.

—¡Ojalá te pudras en el infierno! —gruñó Megan al escuchar un aullido de dolor tras el tapiz—. Johanna descubrió tu sucio juego y por eso la mataste.

—¡Nunca le gusté! —gritó acercándose a una de las ventanas—. Ella me oyó hablar de mis intenciones con Brendan O'Malley la noche de su cumpleaños —reveló fuera de sí—, pero pude reducirla antes de que mis palabras llegaran a los oídos de su abuelo.

—¡Maldita seas! —bramó Marlob, que salió lívido de dolor de detrás del tapiz atrayendo la enloquecida mirada de Margaret—. ¡Mataste a mi niña! Y has tenido la sangre fría de vivir junto a nosotros todo este tiempo. —Las lágrimas inundaron su rostro cuando vio el broche del amor en las manos de Megan. Cogiéndoselo con delicadeza, murmuró—: ¿Cómo has podido hacer algo tan horrible?

—Lo siento —susurró Megan al anciano—. Lo siento de todo corazón, Marlob.

—Oh, ¡Dios mío! —gimió Sarah al fijarse por primera vez en aquel broche, que su amiga Johanna había lucido orgullosamente aquella noche.

—¡Margaret, te voy a matar con mis propias manos! —gritó el anciano, desolado—. No sólo has matado a mi nieta Johanna y me has intentado matar a mí. Además —dijo tomando la fría mano de Megan, mientras con la otra apretaba el broche roto—, has intentado matar a Megan trayendo a este castillo a los O'Malley.

—Ella se estaba convirtiendo en otra molestia —gruñó Margaret, a quien el miedo y la locura cegaban.

—El Señor te cerrará sus puertas, Margaret —gritó el padre Gowan al escuchar la maldad de aquella mujer—. ¡Arderás en el infierno para el resto de tus días!

Todos gritaban enloquecidos.

—¡Encerrémosla y esperemos a que vuestros nietos lleguen para que se haga justicia con ella! —gritó con lágrimas en los ojos Susan, sorprendida por haber estado viviendo todos aquellos años con una asesina.

—Yo la mataré con mis propias manos —susurró Sarah, furiosa y angustiada.

—¡Te voy a matar, maldita bruja! —gritó Marlob lanzándose hacia ella, pero Margaret al verle, dio un quiebro que hizo caer al anciano estruendosamente por el suelo.

—¡Marlob! —exclamó Megan, que corrió a ayudarle junto a todos los demás, momento que Margaret aprovechó para lanzarse hacia la puerta y salir corriendo.

Megan dejó a Marlob junto a Susan y Edwina, y se lanzó a correr tras ella. Justo cuando salía por la arcada, la vio subir las escaleras. Con Sarah a sus talones, llegaron hasta las almenas, donde varios de los guerreros le gritaban a Margaret que se bajara de la torre a la que se había subido. La locura de la mujer había llegado a su punto más álgido. Gritaba, reía y maldecía fuera de sí, dejando patente su locura. Cuando Marlob, ayudado por el padre Gowan, Susan, Edwina y el resto del servicio, llegaba a allí, Margaret se lanzó al vacío y cayó estruendosamente contra las piedras, muriendo en el acto.

—Lo siento. Lo siento, Marlob. Yo lo descubrí y… —susurró Megan, pálida, tomándole cariñosamente de la mano, mientras todos los criados se miraban incrédulos por lo que había pasado—. Lo siento muchísimo.

—Lo sé, hija. Lo sé. —Mirándola con una triste sonrisa, le susurró—: Gracias a ti, mi niña ya puede descansar en paz.

Aquella noche, cuando todos se fueron a sus habitaciones, la soledad que Megan sintió a su alrededor casi la ahoga. Tras lo ocurrido en las almenas, varios guerreros bajaron a recoger el cuerpo sin vida de Margaret. Megan ordenó que lo enterraran lejos de Eilean Donan. Tres de aquellos hombres desaparecieron y no volvieron hasta bien entrada la noche. Aturdida por los acontecimientos, se recostó sobre el lugar donde había dormido Duncan. Al percibir su olor, se quedó dormida pensando en él.

Capítulo 36

Durante los días siguientes, Megan se ocupó personalmente de que la angustia y la tristeza de Marlob desaparecieran poco a poco, y no descansó hasta que lo vio sonreír. Con tacto y cariño, fue contándole cómo había ido atando cabos para descubrir la maldad de Margaret, gracias a la ayuda de Sarah, que ahora, como dama de compañía, se sentía feliz. La tos y los dolores de estómago de Marlob comenzaron a remitir gracias a las hierbas medicinales que Megan elaboraba cada mañana y cada noche, ante la atenta mirada de Susan, Fiorna y Edwina, que prestaban atención a todo lo que ella les contaba sobre el poder medicinal de las plantas. Y fue en esos días cuando Megan descubrió que estaba embarazada, pero guardó el secreto hasta que su marido regresara. No quería que nadie le pudiera estropear aquella maravillosa sorpresa.

Por las tardes, le gustaba sentarse con Marlob a escuchar sus historias sobre cómo navegaba en las galeras junto a otros señores de los mares. Gracias a aquellos relatos, Megan conoció que los pictos fueron bautizados así por los romanos, quienes les dieron ese nombre al ver la costumbre que tenían de pintarse el cuerpo. También se sorprendió al conocer que fueron también ellos quienes llamaron «Caledonia» a Escocia, por un gran bosque de pinos caledonios que se extendía por todo el país. Por su parte, Marlob se interesó por el pasado de la muchacha, que a veces entre risas y otras entre lamentos le contó todo lo ocurrido con sus padres y su abuelo.

El tiempo era frío y helado. A veces las brumas eran tan densas que desde las ventanas no se podía ver absolutamente nada. Hacía más de treinta días que Duncan se había marchado a Inverness, aunque las últimas noticias decían que los guerreros se habían desplazado hasta Edimburgo. El mes de febrero estaba llegando a su fin y los picos de las montañas seguían nevados.

Todas las mañanas, antes de que el castillo despertara, Megan bajaba a las caballerizas y, tras montar a Stoirm, agarraba a lord Draco de las riendas y daba un paseo por los alrededores de Eilean Donan, donde las campanillas de las nieves cubrían los prados, mientras las liebres, ahora con su pelaje blanco, se escabullían entre su manto. Quería aprovechar al máximo aquellos paseos, pues sabía que en cuanto Duncan conociera su estado con seguridad le prohibiría hacerlo, por ello disfrutaba con cuidado de aquellos momentos. Marlob la observaba galopar desde el alféizar de su habitación. Mirar a aquella jovencita se había convertido en uno de sus más curiosos entretenimientos. Ver cómo se entregaba en cuerpo y alma a todas las tareas le ocasionaba regocijo. Y pronto comprobó cómo todo el servicio y los aldeanos que en un principio la habían rechazado terminaron por besar por donde ella pisaba. Se había ganado el cariño de todos. Más que a su señora, veían en ella a una persona de confianza que hacía todo lo que podía por ellos y estaba pendiente de que no les faltara de nada. Era una luchadora, y eso le gustaba tanto como que su nieto Duncan fuera un excepcional guerrero.

A Megan le gustaba cabalgar por las laderas de los montes, con el viento frío dándole en la cara y con Stoirm como compañero, mientras los piquituertos parecían cantar cuando ella galopaba bajo los abetos, los pinos y los alerces. Le encantaba pararse a mirar a las vacas peludas, que levantaban la cabeza y parecían saludarla al verla pasar. La relación entre Stoirm y lord Draco cada vez era más curiosa. Siendo lord Draco un caballo viejo y Stoirm uno joven e impetuoso, siempre se observaba cómo el joven corcel buscaba al adulto para seguirlo y estar junto a él. Tener a esos dos caballos hacía feliz a Megan. Uno era regalo de su padre, y el otro, de su marido.

Las cabalgadas de la mañana templaban los nervios y la ansiedad que sentía por la ausencia de noticias de su marido. Por culpa de esa lejanía y por las palabras de Margaret, las dudas y el miedo comenzaron a ser sus compañeros, y no podía dejar de pensar: ¿y si Margaret tenía razón?

Una tarde en la que estaba observando su pequeño, helado y fangoso huerto, Zac apareció muy enfadado junto a Fiorna y su hijo.

—¡Megan! —gritó enfadado el niño—. No quiero bañarme.

—Milady
—dijo Fiorna sin hacerle caso—. ¿Podéis echarle una mirada a la cabeza de estos pequeños diablos?

Arremangándose la capa de piel, Megan hizo lo que la mujer le pedía.

—Oh, Dios mío —susurró Megan al mirar la cabeza de los niños—. Están plagaditos de liendres. Lo mejor, Fiorna, es que les cortemos el pelo y les echemos agua con aliso negro.

—¡Yo no pienso cortarme el pelo! —protestó de nuevo Zac, que intentó escapar mientras Megan lo retenía por la oreja.

—Una pregunta más,
milady
. Mi hijo mayor se cayó ayer de un árbol y tiene un moratón tremendo en una pierna. ¿Qué puedo darle para bajarle la hinchazón?

—Avellana de bruja —indicó Megan, que dio a Zac un pescozón, pues el crío acababa de darle una patada—. Pásate luego por la cocina y te la daré. Tienes que aplicársela en la zona afectada. Verás cómo le ayudará a disminuir la hinchazón y el dolor, y eliminará el tono azulado.

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