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Authors: Dalai Lama y Howard C. Cutler

Tags: #Ensayo

El arte de la felicidad (8 page)

BOOK: El arte de la felicidad
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Debido al aumento de la soledad, los investigadores han empezado a examinar las complejas variables que pueden contribuir a fomentarla. Así han descubierto, por ejemplo, que los individuos solitarios tienen problemas para abrirse hacia los demás, dificultades para comunicarse y para escuchar y les faltan ciertas habilidades sociales como saber mantener una conversación (cuándo asentir con un gesto, cómo responder apropiadamente o cuándo callarse). Esta investigación sugiere que una estrategia para superar la soledad sería la de trabajar en la mejora de estas habilidades sociales. La estrategia del Dalai Lama, sin embargo, parecía soslayar la cuestión de las habilidades sociales o de los comportamientos externos, para dirigirse directamente al corazón, al valor de la compasión y el cultivo de la misma.

A pesar de mi sorpresa inicial, mientras le oía hablar tuve el firme convencimiento de que, efectivamente, nunca se sentía solo. Había pruebas que apoyaban su afirmación. Yo mismo había sido testigo con frecuencia de su primera interacción con alguien totalmente extraño para él, y el resultado era invariablemente positivo. Empezó a quedar claro que estas interacciones positivas no eran accidentales o simplemente el resultado de una personalidad afable. Percibí que había dedicado mucho tiempo a pensar en la importancia de la compasión, a cultivarla cuidadosamente y a utilizarla para preparar el terreno de su experiencia cotidiana, haciéndolo fértil para las interacciones positivas con las demás personas, un método que puede utilizar cualquiera que sufra de soledad.

DEPENDENCIA DE LOS DEMÁS FRENTE A INDEPENDENCIA

—La semilla de la perfección está presente en el interior de todos los seres. No obstante, se necesita compasión para activarla.

El Dalai Lama introdujo con estas palabras el tema de la compasión ante un público silencioso, compuesto por unas mil quinientas personas, buena parte de las cuales estaban consagradas al estudio del budismo. A continuación empezó a hablar de la doctrina budista del campo de mérito.

En el sentido budista, el mérito son las huellas positivas en la mente, o «continuum mental», como resultado de acciones positivas. El Dalai Lama explicó que un campo de mérito es una fuente de la que se puede extraer mérito. Según la teoría budista, son los méritos acumulados los que determinan las condiciones de los renacimientos futuros. La doctrina budista especifica dos campos de mérito: el de los budas y el de otros seres sensibles. Una forma de acumular mérito consiste en generar respeto, fe y confianza en los budas, en los seres iluminados. La otra supone practicar la amabilidad, la generosidad, la tolerancia, y evitar acciones negativas, como matar, robar y mentir. Esta forma exige interacción con los demás, en lugar de interacción con los budas. Por eso, señaló el Dalai Lama, los otros pueden sernos de gran ayuda para acumular mérito.

La descripción que hace el Dalai Lama de otras personas como un campo de mérito posee una hermosa calidad lírica, producto de una gran imaginación. Su lúcido razonamiento y su poder de convicción se combinaron para que la charla de aquella tarde sobrecogiera a los concurrentes. Al mirar alrededor pude darme cuenta de que muchos estaban visiblemente conmovidos. Yo mismo me sentía cautivado. Como resultado de nuestras conversaciones anteriores sobre la importancia de la compasión, me sentía todavía fuertemente influido por años de formación y práctica científicas, que me hacían considerar toda conversación sobre el tema como demasiado sentimental. Mientras él hablaba, mi mente empezó a distraerse. Miré furtivamente alrededor, en busca de rostros famosos, interesantes o familiares. Puesto que había comido demasiado antes de la charla, empecé a sentir sueño. Mi conciencia captaba a medias lo que el Dalai Lama decía y, en un momento determinado, mi mente sintonizó de nuevo con la realidad y le oí decir:

—… el otro día hablé sobre los factores necesarios para disfrutar de una vida feliz y gozosa, como la buena salud, los bienes materiales, los amigos, etcétera. Y todos ellos dependen de nuestros semejantes. Para mantener una buena salud se necesitan los medicamentos fabricados por otros y servicios de atención sanitaria ofrecidos por otros. Si examinan todas las cosas que les proporcionan bienestar, descubrirán que no existe ningún objeto que no tenga conexión con otras personas. Si lo piensan cuidadosamente, verán que en la fabricación de esos objetos intervienen muchas personas, ya sea directa o indirectamente. No hace falta decir que cuando hablamos de buenos amigos y compañeros como otro factor necesario para llevar una vida feliz, hablamos de interacción con otros seres sensibles, con otros seres humanos.

»Como pueden ver, todos esos factores se hallan inextricablemente unidos con los esfuerzos y la cooperación de otras personas. Los otros seres son indispensables. Así que, a pesar de que el proceso de relacionarse con los demás suponga a veces momentos difíciles, disputas, debemos intentar mantener una actitud de amistad y cordialidad, de modo que la interacción con ellos nos proporcione una vida feliz.

Mientras él hablaba, experimenté una resistencia instintiva. A pesar de que siempre he valorado y disfrutado de mis amigos y mi familia, siempre me he considerado una persona independiente. De hecho, me enorgullezco de esta cualidad. Secretamente, tiendo a considerar con cierto desprecio a las personas dependientes, lo que no deja de ser una señal de debilidad.

Aquella tarde, sin embargo, mientras escuchaba al Dalai Lama, ocurrió algo. Puesto que «nuestra dependencia de los demás» no era precisamente mi tema favorito, mi mente empezó a distraerse de nuevo y me quité con actitud ausente un hilo suelto de la manga de la camisa. Sintonicé por un momento con la charla, le escuché hablar sobre las numerosas personas que participan en la creación de todas nuestras posesiones materiales. Al escuchar sus palabras, empecé a pensar en las muchas personas implicadas en la confección de mi camisa. Me imaginé al campesino que cultivó el algodón. A continuación, a la persona que le vendió el tractor para arar el campo. Luego, a los cientos o incluso miles de personas que participaron en la fabricación de ese tractor, incluidas aquellas que extrajeron el mineral para elaborar el metal que se había utilizado. Y los diseñadores del tractor. Luego, naturalmente, las personas que procesaron el algodón, las que tejieron la tela, las que cortaron, tiñeron y cosieron esa tela. Los mozos y conductores de camión que transportaron la camisa hasta la tienda y la dependienta que me vendió la camisa. Se me ocurrió pensar que prácticamente todos los aspectos de mi vida eran el resultado de los esfuerzos de los demás. Mi preciosa independencia no era más que una ilusión, una fantasía. Al darme cuenta de ello, me sentí abrumado por un profundo sentido de interconexión e interdependencia con todos los seres humanos. Experimenté algo parecido a un resquebrajamiento. No sé muy bien qué fue. Pero en aquel momento hubiera deseado echarme a llorar.

RELACIONES ÍNTIMAS

Nuestra necesidad de los demás es paradójica. Al mismo tiempo que en nuestra cultura exaltamos la más feroz independencia, también anhelamos la intimidad y la conexión con una persona especial y querida. Centramos toda nuestra energía en encontrar a esa persona que pueda curar nuestra soledad y que, sin embargo, intensifique nuestra ilusión de seguir siendo independientes. Aunque resulta difícil alcanzar esa conexión con una persona, descubrí que el Dalai Lama mantiene relaciones con tantas personas como le es posible y que eso es lo que nos recomienda a todos. De hecho, su objetivo es conectarse con todos.

Una tarde, al reunirme con él en la suite de su hotel en Arizona, empecé diciéndole:

—En su charla de ayer por la tarde habló de la importancia dé los demás, describiéndolos como un campo de mérito. Pero hay realmente tantas formas diferentes de relacionamos con los demás…

—Eso es muy cierto —dijo el Dalai Lama.

—Existe, por ejemplo, una clase de relación que es muy valorada en Occidente —observé—. Me refiero a la que se caracteriza por una profunda intimidad entre dos personas, compartiendo los sentimientos más profundos. La gente cree que si no se mantiene una relación semejante es como si algo faltara en sus vidas… De hecho, la psicoterapia occidental trata de ayudar a menudo a las personas a que desarrollen ese tipo de relación íntima…

—Sí, creo que esa intimidad puede verse como algo positivo —asintió el Dalai Lama—. Si alguien se ve privado de esa clase de intimidad, puede sufrir trastornos.

—Me preguntaba entonces… —seguí diciendo—. Mientras estaba en el Tíbet usted no sólo fue considerado un rey, sino también una divinidad. Supongo que la gente le respetaba e incluso se sentía un poco nerviosa o asustada en su presencia. ¿No creaba eso una distancia emocional con los demás, una sensación de aislamiento? El hecho de estar separado de su familia, de haber sido educado como monje desde una tierna edad y de no haberse casado nunca…, ¿no contribuyeron todas estas cosas a crear una sensación de aislamiento? ¿Ha tenido alguna vez la sensación de haberse perdido la experiencia de una profunda intimidad personal con los demás, o con una persona especial, como una esposa?

—No —me contestó sin vacilación—. Nunca he experimentado falta de intimidad. Mi padre falleció hace muchos años, pero me sentí muy cerca de mi madre, de mis maestros, tutores y otras personas; y con muchos de ellos pude compartir mis sentimientos, temores y preocupaciones más profundas. Cuando estaba en el Tíbet, en las ceremonias de Estado y en los actos públicos se observaba una cierta formalidad, un cierto protocolo, pero eso no siempre era así. En otras ocasiones, por ejemplo, solía pasar bastante tiempo en la cocina y estuve cerca de algunas personas que trabajaban allí, y bromeábamos, cuchicheábamos y compartíamos cosas de un modo bastante relajado, sin formalidad o distancia.

»Así que ni en el Tíbet ni fuera de él, cuando me he convertido en un refugiado, me han faltado personas con las que compartir cosas. Creo que buena parte de esto tiene que ver con mi naturaleza. Me resulta fácil compartir. ¡Simplemente, no sé guardar secretos! —Se echó a reír—. Claro que eso puede ser a veces un rasgo negativo, como por ejemplo si después de una discusión en el
Kashag
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acerca de asuntos confidenciales, yo hablara abiertamente sobre ellos. Pero ser abierto y compartir cosas puede ser muy útil. Debido precisamente a esta característica de mi naturaleza, puedo hacer amigos con facilidad; no se trata únicamente de conocer a alguien y mantener una conversación superficial, sino de compartir realmente mis más profundos problemas y sufrimientos. Sucede lo mismo cuando recibo buenas noticias: las comento inmediatamente con los demás. De ese modo, experimento un sentimiento de intimidad y conexión con mis amigos. Claro que en general me resulta fácil establecer una conexión porque mis interlocutores se sienten muy felices de compartir el sufrimiento o el gozo con el Dalai Lama, con "Su Santidad el Dalai Lama". —Se echó a reír de nuevo—. En cualquier caso, disfruto de esa intimidad. En el pasado, por ejemplo, si me sentía decepcionado por la política del gobierno tibetano, o si estaba preocupado por otros problemas, incluso por la amenaza de una invasión china, me retiraba a mis habitaciones y compartía mis sentimientos con la persona que barría el suelo. Desde cierto punto de vista, a algunos les puede parecer bastante estúpido que el Dalai Lama, jefe del estado tibetano, enfrentado con problemas de rango nacional e internacional, quiera compartir sus preocupaciones con un barrendero. —Se echó a reír de nuevo—. Pero personalmente me parece que es muy útil, porque la otra persona participa y entonces podemos afrontar juntos el problema.

EXPANDIR NUESTRA DEFINICIÓN DE INTIMIDAD

Prácticamente todos los investigadores de las relaciones humanas están de acuerdo en que la relación íntima es fundamental para nuestra existencia. El muy influyente psicoanalista británico John Bowlby escribió que «las vinculaciones íntimas con otros seres humanos son el centro alrededor del cual gira la vida de una persona… Estas vinculaciones fortalecen a las personas y favorecen el disfrute de la vida. Sobre esto la Ciencia actual y la sabiduría tradicional están de acuerdo».

Está claro que la intimidad promueve tanto el bienestar físico como el psicológico. Al observar los beneficios de las relaciones íntimas, los investigadores médicos han descubierto que las personas que tienen amigos íntimos, a los que pueden dirigirse para buscar seguridad, empatía, afecto, son las que más probabilidades tienen de sobrevivir a desafíos, como ataques al corazón y operaciones quirúrgicas, y las menos propensas a padecer enfermedades como cáncer e infecciones respiratorias. Un estudio de más de mil pacientes cardíacos del Centro Medico de la Universidad de Duke descubrió que entre aquellos que no tenían cónyuge o confidente íntimo, se verificaba un índice de mortalidad, en los cinco años posteriores al diagnóstico de enfermedad cardiaca, tres veces mayor que el registrado entre aquellos que estaban casados o tenían un amigo íntimo. Otro estudio efectuado sobre miles de residentes del condado de Alameda, en California, a lo largo de un período de nueve años, demostró que quienes contaban con mayor apoyo social y relaciones íntimas tenían índices más bajos de mortalidad y de cáncer. Y un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nebraska sobre ancianos estableció que a quienes mantenían una relación íntima les funcionaba mejor el sistema inmunológico y tenían niveles de colesterol más bajos. Durante el transcurso de los últimos años se han realizado por lo menos media docena de grandes investigaciones, dirigidas por grupos científicos diferentes, que examinaron la relación entre intimidad y salud. Después de entrevistar a miles de personas, todos los investigadores parecen haber llegado a la misma conclusión: las relaciones íntimas benefician la salud.

La intimidad es igualmente importante para mantener una buena salud emocional. El psicoanalista y filósofo social Erich Fromm afirmó que el temor básico de la humanidad es verse separado de otros seres humanos. Estaba convencido de que la experiencia de la separación, si se producía por primera vez en la infancia, constituía la fuente de toda ansiedad. John Bowlby se mostró de acuerdo y citó una buena cantidad de pruebas experimentales en apoyo de la idea de que la separación de las personas que nos cuidan, habitualmente la madre o el padre, durante la última parte del primer año de vida, crea inevitablemente temor y tristeza en los bebés. En su opinión, la pérdida de relación interpersonal se encuentra en las raíces mismas de las experiencias humanas de temor, tristeza y pena.

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