El arte de la prudencia (10 page)

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Authors: Baltasar Gracián

Tags: #Ensayo, Filosofía

BOOK: El arte de la prudencia
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173. Nunca seas susceptible como el vidrio.
Y mucho menos seas así en la amistad. Los que se quiebran con gran facilidad, muestran su inconsistencia. Por cualquier tontería se sienten ofendidos, provocando el enfado de los demás. Son más sensibles que la niña de los ojos, que se irrita al más suave toque. Un gran esfuerzo tienen que hacer quienes los tratan, siempre pendientes de sus delicadezas, ya que el más leve señalamiento les molesta. Son generalmente muy caprichosos, esclavos de sus deseos. Por sus querencias y malquerencias atropellan todo y a todos, pues son idólatras de su honrilla. Sé contrario a ellos, pues el buen trato y las amistades son como el diamante: la mitad de su valor está en su durabilidad y resistencia.

174. Tómate tu tiempo, vive sin prisa.
Saber repartir es saber disfrutar. Muchos tienen larga vida, pero sin felicidad. Dañan los momentos de alegría en vez de gozarlos, y luego quieren volver atrás cuando ya es demasiado tarde. Convierten el vivir en un largo dolor, y usan el paso del tiempo para atropellarse y sentirse mal. Quieren después devorar en un día lo que no degustaron en toda su existencia. Viven desesperados por ser felices, en una alocada carrera en que desperdician sus años, y como van tan de prisa, acaban pronto con todo, incluso su vida. Aun para la sabiduría hay que tomarse su tiempo, para no saberla mal sabida. Los días son más que las dichas. En el gozo, ve despacio; en el trabajo, a buen paso. Lo bueno de las hazañas es cuando están ya hechas. Lo bueno del contento es cuando no se ha acabado.

175. Aprende a ser hombre de fundamento.
Y el que lo es no se confía en los que no lo son. Es triste para una persona saber que no tiene fundamento, sustancia. No todos los que parecen hombres lo son: los hay de mentira, que conciben solo quimeras y engendran entelequias. Y hay otros semejantes a ellos, quienes les hacen el juego y prefieren lo incierto y falso, porque lo apoyan muchos. Huyen de la verdad, pues los que siguen la verdad siempre son pocos. Pero a la larga, sus caprichos y superficialidades les salen mal, ya que no tienen fundamento. En cambio, únicamente la verdad da reputación auténtica, y el fundamento es lo que la sostiene. Una falsedad requiere otras muchas, y así, todo lo que se dice o hace en esta dirección es equivocado, y como solamente se basa en el aire, es lógico que caiga a tierra. La mentira nunca llega a vieja, pues con sólo saber sus excesivas promesas se hace sospechosa. Lo que requiere demasiadas pruebas, viene a ser falso.

176. Escucha siempre al que sabe, y déjate aconsejar.
Sin conocimiento no puede vivirse: se tiene propio o se toma prestado. Hay personas que ignoran tanto que no saben que no saben, y otras tan ignorantes que piensan que saben sin saber. Gran mal sufren, pues como el ignorante no sabe que lo es, no busca remedio a su falta. Muchos serían sabios, si supieran que no lo son. Casi nadie aconseja a la gente para que tenga cordura, y muy pocos piden esos consejos. Sin embargo, nada se pierde con buscar ayuda y pedir sabiduría, pues eso no resta grandeza ni pone en duda la capacidad del que es aconsejado. Todo lo contrario, quien busca consejo, se prestigia. Escucha y debate las razones, para que luego no te derroten las desdichas.

177. No seas informal en el trato.
La informalidad, ni la uses ni las permitas a otros. El que cae en lo informal pierde la superioridad que le daba la entereza, el respeto, y pierde también la estimación. Los astros conservan su esplendor porque no se rozan con los otros. La divinidad requiere decoro. Si te dejas ver como simple ser humano, eso facilitará el desprecio. Cuanto más se conozcan tus detalles humanos, se verán más tus defectos que estaban cubiertos por el recato. Con nadie es conveniente el roce informal: Con tus jefes no, por el peligro que implica. Con tus subalternos tampoco, porque te irrespetarán. Con la gente de la calle, menos, porque hay muchos atrevidos y necios, que no reconociendo la cortesía que has tenido de igualarlos a ti, presumen que estás obligado a hacerlo. La facilidad lleva a la vulgaridad.

178. Hazle caso a tus corazonadas.
Y más cuando tienes pruebas anteriores de que aciertan. Nunca las ignores, pues pueden darte el pronóstico más importante: corazón sincero, oráculo casero. Muchos han perdido la vida a causa de lo mismo que habían temido en su corazón. ¿De qué les sirvió temerlo si no les remedió? Algunos tienen muy buenas corazonadas, ventaja natural que siempre los previene, y les hace ver la desdicha próxima, para que traten de evitarlas. No es prudente salir a buscar los males, pero sí prevenirlos para vencerlos.

179. En lo que callas está tu poder.
Pecho sin secreto es carta abierta. El espíritu profundo posee secretos hondos. Tiene espacio para guardar sus tácticas y planes. Para saber callar hay que tener gran dominio sobre sí, saber vencer las pasiones y deseos, y este es el verdadero triunfo. Por algo pagan al que se delata. La serenidad interior es la mayor virtud de la prudencia. Guardar secretos tiene sus riesgos: buscando que los digas, tratan de confundirte, de contradecirte para desvirtuar tus palabras; te amenazan: a todo esto se cierra el hombre cuidadoso. Las cosas que vas a hacer, no debes decirlas. Las cosas que digas, no debes intentar hacerlas, pues tus contrarios estarán ya prevenidos.

180. No te guíes por lo que haría tu enemigo.
El necio nunca hará lo que el sensato, porque así no logrará lo que busca. Si eres discreto, no habrás de hacer lo que el necio, pues irás contra tus propósitos, y además, es lo que él estará esperando que hagas. Piensa bien los asuntos, observándolos desde todo punto de vista, conociendo bien las dos vertientes: la tuya y la de tu contrario. Tienes que saber decidir. Pon atención, pues no debes hacer cualquier cosa, indiferentemente. Debes hacer lo que te dicta tu carácter, y no lo que haría quien se te opone.

181. Dí sólo una parte de la verdad.
No hay cosa que requiera más cuidado que decir la verdad, que es abrir el corazón. Tan necesario es saberla decir como saberla callar. Con una sola mentira que digas, pierdes toda tu credibilidad. Si al engañado se le considera torpe, al engañador se le ve como falso, que es mucho peor. No todas las verdades pueden decirse: unas porque te afectan a ti, otras porque afectan al otro.

182. Con un grano de audacia, mostrarás tu gran cordura.
Debes tener un concepto moderado de los demás para no hacerte una idea tan alta de ellos que queden como invencibles. No dejes que los excesos de tu imaginación dominen tu corazón, pues muchos aparentan ser muy grandes, y cuando te le acercas, puedes ver su pequeñez; te desengañas y pierdes la estimación que les tenías. Todos no somos más que simples humanos. Todos tenemos altas y bajas, unos en el conocimiento, otros en la inteligencia. Los altos cargos dan una autoridad que hace pensar que quienes los ocupan son de verdad excepcionales seres, pero en realidad pocas veces están dotados con verdaderos atributos de grandeza. Suele ser paradójica la suerte, que otorga grandes cargos a los de pequeños méritos. Entonces, la imaginación se encarga de hacerlos ver muy grandes. Confunde las virtudes que ve con las que podrían ser. Prudente es que uses tu razón para desengañar a tu imaginación, y te librarás de decepciones. Es difícil de hacer, pues casi siempre la necia fantasía vence a la temerosa razón. Y si los hombres simples se ganan tu confianza, con más facilidad han de ganarla los virtuosos, sabios y notables.

183. No te obstines en tus opiniones.
Todo necio es obstinado, y todo obstinado es necio, y cuanto más equivocado está, con mayor tenacidad se aferra. Es mejor ceder, aun cuando evidentemente tengas la razón. Ganas más con la caballerosidad que muestras que con el juicio que ganas. Lo que pierdes encerrándote en una idea, lo ganas multiplicado cuando cortésmente cedes. Obstinarte no es defender la verdad, sino ser grosero. Si en una cabeza se juntan la obstinación y el capricho, se transforma en un ciego y duro hierro difícil de tratar. Es un extremo irremediable de la necedad. Tu firmeza debes concentrarla en tu voluntad, no en el razonamiento, que ha de ser flexible. Sólo en casos excepcionales no debes ceder: cuando signifique una derrota para tus altos propósitos. Ahí no has de ceder, pues perderías dos veces: una en las palabras y otra en los actos.

184. Nunca seas muy ceremonioso.
La misma ceremonia y formalidad de los reyes es sólo por la singular naturaleza del cargo. Produce molestia el que exige exactitud ceremoniosa, y hay países a los que esto les ha causado mucho mal. Ser muy ceremonioso es uno de los vicios del necio, y con esta actitud muestra que su encopetada nobleza tiene poco fundamento, pues teme que cualquier detalle pueda dañarla. Lo valioso es ganarte el respeto sin necesidad de estar pontificando sobre exigencias en el trato. Si bien es cierto que un hombre sin formalidad, echa a perder sus virtudes, no es menos cierto que no debes despreciar la cortesía por ser ceremonioso. Una muestra de grandeza es no reparar demasiado en pequeñeces.

185. No arriesgues todo en una sola jugada.
Si no te sale bien, lo perdiste todo, y el daño es irreparable. Con frecuencia es probable errar en la primera, pues no siempre estás en tus mejores condiciones. Ya se ha dicho, ocasiones hay en que “ese no es tu día”. Deja siempre recursos para una segunda partida, y ella te salvará de la posible pérdida de la primera. Y si aciertas en la primera, podrás decir que ganaste dos veces: la primera salvó a la segunda y se salvó ella misma. Siempre debes guardar una reserva para recuperarte en caso de perder, y tener de dónde sacar. Todo depende del azar, y lo raro es que todo salga bien desde el principio.

186. Descubre los defectos de los más encumbrados.
Ten ojo avizor para descubrir al vicioso, aunque se disfrace con elegancia. Tal vez lo verás coronado de oro, pero no podrá disimular sus errores. Por más que se encumbre, no puede desprenderse de sus faltas. Quizás alguien encubra los vicios, pero nunca podrán hacerlos pasar por virtudes. Algunos necios dicen: “Es un héroe, aunque cometió tal error” en vez de decir lo correcto: “Por cometer ese error, no es un héroe”. Es tan falsa su grandeza que a sus engaños se aferra y quiere presentarlos como virtudes, sin que sus lisonjeros se den cuenta de que la aparente grandeza no puede disimular las abominables bajezas.

187. Muestra que lo bueno lo haces tú, y lo odioso, obra de otro.
Con lo primero, consigues seguidores, con lo segundo, pierden argumentos tus contrarios. Has de saber que para los grandes hombres es de mayor satisfacción hacer el bien que recibirlo, y para los virtuosos la mayor felicidad es practicar la generosidad. En cambio, pocas veces darás un disgusto a otro sin que eso te disguste a ti, ya sea por compasión o arrepentimiento. Cuando actúas bien, recibes un premio y un apremio. Siempre que haces un bien a uno, has hecho un mal a otro. Por eso es importante tener a alguien al que atribuir la parte mala, causante del descontento que conduce al odio y la murmuración contra quien se cree que lo ha hecho. Es una vieja costumbre que la gente al molestarse reacciona golpeando al perro que lo muerde, sin detenerse a pensar en el dueño que lo estimuló. Es decir, desconoce la causa verdadera del daño, y culpa al instrumento usado, el cual padece la pena y el castigo.

188. Trae tus buenas nuevas, en vez de hablar del pasado.
Es muestra de tu buen gusto, de tus elevados sentimientos, y de que les debes respeto a los que te escuchan. Quienes supieron reconocer las glorias del pasado, sabrán reconocer las del presente. Por eso, en vez de hablar del pasado, es mejor que traigas tus buenas nuevas, y te conviertas en el tema de agradables conversaciones, y tratarán de imitar tus correctas maneras. Es una táctica forma de valorar las bondades del presente. No hagas como otros que, contrario a esto, se dedican a insultar al antecesor y a dar vanas lisonjas al actual, cometiendo el abuso de despreciar al que está ausente y no puede defenderse. Esto sólo sale bien si tratas con ignorantes y torpes, que no se dan cuenta la maledicencia que es hablar mal de una persona con otra. Que no te confundan los que estiman más las mediocridades de hoy que las grandezas de ayer. Usa tu inteligencia para descubrir las sutilezas del que llega. Así no te causará sorpresa oír la exageración de él ni las lisonjas de algunos necios que lo reciben. Porque ambos usan del mismo falso truco: cambiar la dirección de sus huecas palabras para ajustarse al lugar en que se hallan.

189. Aprovecha a tu favor las necesidades de la gente.
Lo que no se tiene se desea, y quien lo ofrece, controla la voluntad del que lo desea. Los filósofos no dan importancia a las necesidades de la gente. Para los políticos son lo más importante, y saben sacarles el mejor provecho. Para alcanzar sus fines, avanzan sobre el deseo de las gentes. Aprovechan la necesidad que tienen, y diciéndoles que es difícil satisfacerlas, les excitan el apetito. Destacan más el sufrir por no tener, que la felicidad de conseguir. Exageran los problemas que sufre la gente al no tener lo que añora, la hacen sentir el desagrado profundo en que está, por lo que el deseo se multiplica. La mayor habilidad consiste en dejar siempre una parte insatisfecha, para que la gente siga dependiendo de ti y tus promesas.

190. Sé feliz con lo que te ha dado la vida.
Cada uno posee su fortuna. Los tontos poseen con frecuencia la de una larga vida. No hay afán sin consuelo. Los necios tienen en ocasiones el de ser dichosos. Y bien dice un dicho: “La suerte de la fea, la hermosa la desea”. Para vivir mucho parece ser necesario valer poco. El vaso roto a la vida es devoto, la vasija cuarteada tarda mucho en romperse. El destino parece ensañarse contra la gente importante, pues les da breve vida, mientras alarga la de los inútiles. El que vale mucho muere pronto, y el que para nada vale vive mucho. Al desdichado parecen olvidarlo tanto la suerte como la muerte. Por eso, ten consuelo con fortuna o sin ella, con larga o corta vida.

191. No te fíes de la mucha cortesía.
Es una especie de engaño. Gente hay que para hechizar no necesitan de las hierbas de Tesalia, pues con quitarse el sombrero en muestra de una falsa pleitesía, encantan y seducen a los necios… digo, a los envanecidos desvanecidos. Ponen precio a tu honra, y la compran con el soplo de unas simpáticas palabras. Muchos te prometen de todo, cuando en el fondo de su alma planean no cumplir nada. La cortesía verdadera es la que se hace porque se siente como un deber hacerla; la que se expresa por dar cumplidos es un engaño. Peor es la cortesía exagerada, desusada, desacostumbrada. No es muestra de decencia, sino de dependencia. No hace reverencia a la persona sino a su fortuna. Se combina con la lisonja, que no elogia las virtudes que ve, sino el beneficio que espera.

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