113. Cuando tengas fortuna, prepárate para cuando no la tengas.
Aprovecha el cálido verano y prepárate a recibir el duro invierno. En tus buenos tiempos te será más cómodo ese trabajo, pues fácilmente te harán favores que pidas y te abundarán las amistades. Bueno es guardar para cuando venga el mal tiempo, porque entonces todo será adverso, caro y limitado. Cuando seas ofortunado, no abandones a tus amigos, que algún día te harán falta, y luego no vendrán si ahora no les haces caso. El farsante nunca tiene amigos: en la prosperidad porque los ignora, y en la adversidad porque lo ignoran a él.
114. Evita la rivalidad y no se sabrá tu debilidad.
Cuando entras a polemizar, buscando deslucir a otro, te desluces tú. Son pocos aquellos para los que es buena una pelea, pues la riña hace público los defectos que guardaba la cortesía. Muchos tuvieron reputación hasta que entraron en disputas. El furor del combate aviva y resucita las faltas que se habían olvidado. Además, desentierra malquerencias pasadas y antepasadas. La competencia se basa en desprestigiar al contrario con lo que se puede, y llega a lo que no se debe. Y aunque a veces puedas sacar provecho a las ofensas que te hagan, te arrastran a querer vengarte, y hacen perder el decoro. El bondadoso y benévolo hombre de prestigio siempre será pacífico.
115. Debes saber convivir con quienes te rodean.
También con los que te muestran odio. Hay que lograr un entendimiento con los que estamos obligados a convivir. La gente de dificilísimo carácter es problemática estando lejos o cerca. Debes acostumbrarte a la idea de que ellos son y serán siempre así, y evitarás ocasionales choques. La primera vez, te asombrarán, pero luego irás habituándote, pues si usas tu sabiduría, prevendrás un disgusto y tolerarás otro.
116. Trata siempre con gente de palabra.
Tienes la ventaja de que puedes comprometerte con ellas y comprometerlas contigo. La mejor razón para confiar en este tipo de personas es su manifiesto sentido de responsabilidad, porque aún en las disputas se comportan con respeto al otro. Vale más competir con gente responsable que triunfar con gente de mala espina. La gente irresponsable nunca te dará verdadero buen trato, porque no tiene compromiso con la moral. Es por lo que entre inmorales nunca hay amistad de veras, ni será nunca gente buena, aunque se disfracen, porque no aman la honradez. Aléjate de la gente que no cumple sus compromisos, ya que carecen de virtud, que es el tesoro de la entereza.
117. Nunca hagas alabanzas a ti mismo.
Al hablar de ti, puede que te alabes, que es vanidad, o que insultes a otros, que es mediocridad. Es falta de sensatez, y por eso los que te escuchen te mirarán con despreciativa pena. No debes ensalzarte en la intimidad familiar o amistosa, y mucho menos hacerlo desde un alto cargo, caso en que resulta una abusiva necedad. Tan malo es alabarte tú mismo, como alabar mucho a los presentes en un encuentro, pues pecarás por un lado o por los dos: caes en la lisonja pueril o en el vituperio vil.
118. Gana fama de cortés.
Es sencillo: basta que te hagas agradable. La cortesía es la mayor muestra de cultura, es una especie de hechizo que todos reciben con alegría. Al revés de la descortesía, que produce el enfado y desprecio universal. Si muestras descortesía por soberbio orgullo, eres abominable. Si es por pura grosería, eres despreciable. Siempre debes dar más cortesía de la que recibes, nunca igual. Si das menos cortesía de la que te dan, serás injusto. Hasta los enemigos se deben cortesía unos a otros, con lo cual cada uno muestra su valentía. Cuesta poco y vale mucho, pues todo el que honra a otros, recibe honra. La caballerosidad en el trato y rendir honor a los demás te darán siempre esta ventaja: El elegante comportamiento define a quien lo usa, y brindar respeto, hace que se nos respete.
119. No te hagas odiar.
Nunca des motivos para que te odien. Hay gente que aborrece a los demás sin saber por qué lo hace, y así obligan a la gente a retirarle su aprecio y cariño. Siempre al enfurecerte es más lo que pierdes que lo que ganas. Muchos son de tan mal genio que se molestan con todo y con todos. Generan un desprecio difícil de olvidar. A los hombres juiciosos se les respeta, a los odiosos se les aborrece. Por presumidos asquean y son abominados y alejados del afecto de la gente. Muestra, pues, que estimas a las personas, para que te estimen a ti.
120. Compórtate de acuerdo a la circunstancia.
Si tienes sabiduría y estás en un lugar donde no se requiere mostrarla, compórtate como si la ignoraras. Los tiempos y circunstancias son cambiantes: no debes vivir en el pasado, sino acorde a lo que está de moda. Descubre cuál es el gusto de la gente en cada caso, para entonces acomodarte a él en el momento adecuado. Es muestra de sabiduría adaptarte al presente aunque te parezca mejor el pasado, así en asuntos íntimos como sociales. Sólo en la bondad y la moral no vale esta regla, puesto que todo el tiempo debes practicar la virtud. Por ejemplo, ahora parece cosa del pasado el decir la verdad y el cumplir con la palabra empeñada; los hombres que dicen la verdad y cumplen su palabra, serán siempre apreciados. Es lamentable, sin embargo, que pocos los imiten. ¡Gran desgracia de nuestro tiempo, que se vea el decir la verdad como algo raro y la mentira como lo normal! Vive como puedas, aunque no sea como quieras. Y aprecia más lo que te ha dado la vida que lo que te ha negado.
121. No des importancia a lo que no la tiene.
Algunos, todo lo convierten en chiste, otros todo en algo serio. A cada cosa le dan más importancia de la cuenta, convirtiendo en disputa aquello que no lo era. Muchas cosas grandes se vuelven pequeñas, se disuelven solas, si no les haces caso. Otras pequeñas se vuelven grandes por hacerles mucho caso. Toma en cuenta que siempre será fácil terminar algo que comienza, pero después que toma tiempo, es difícil. Muchas veces la enfermedad es el mismo remedio, si la dejas que se sane ella misma. Son frecuentes las ocasiones en que es bueno dejar hacer, dejar pasar.
122. Muestra ser respetable al actuar y hablar.
De este modo, te ganarás un lugar de importancia dondequiera que estés, tendrás el respeto de todos. Siempre influye la forma en que hagas las cosas, tanto conversando, rezando y hasta caminando y mirando. Con el respeto, tendrás gran éxito y conquistarás el corazón de la gente. Nunca te ganarás la admiración por ser intrépido y arriesgado ni presentándote como muy chistoso. Lo lograrás cultivando la autoridad que viene del hombre inteligente, agradable y con méritos morales.
123. Evita presumir tus méritos.
Quien sabe que tiene virtudes no necesita de artificios para mostrarlas. Una de las grandes virtudes es no apurarse por exhibirlas. Esto es molestoso a los demás y muy trabajoso para quien lo hace, pues tendrá que estar siempre esforzándose por destacarse. Por exhibir demasiado, puedes perder tu prestigio, ya que la gente llega a pensar que los méritos que muestras no son reales, sino producto de un artificioso teatro, una apariencia, y que esa no es tu naturaleza. La gente aprecia más el comportamiento que surge de forma natural, y no el que artificiosamente presumimos. Cuídate del error inverso: presentarte artificioso y falso, por querer ostentar demasiado tu espontaneidad. Nunca la persona sensata presume de sus virtudes, sino todo lo contrario. El mismo desinterés en darlas a conocer, las destaca más.
124. Gánate el aprecio de la gente.
Si consigues caer en gracia a la gente común tanto como a la culta, serás feliz. El mejor camino para conseguir este premio es hacer bien aquello a lo que te dediques, y hacerlo con honestidad y agrado. Si te han dado un cargo, demuestra que éste se engrandece contigo, más que tú con él. Que en vez de ser tú digno de él, el es digno de ti. Unos se honran con el puesto, otros honran al puesto. No es ventajoso que te presentes como bueno en tu cargo, en comparación con quien lo desempeñó mal, pues no te ganarás el verdadero afecto de la gente. Gánatelo por tus méritos propios, y no por el desmérito de otro.
125. No busques fama detractando a otros.
La mejor señal de carecer de méritos es dedicarse a desmeritar a los demás. Se vería que quieres limpiar tus manchas manchando a otros, en vez de limpiarlas por ti mismo. Igual error cometes al consolarte diciendo que también los demás tienen tus faltas. En esas cosas, quien más escarba, más se enloda. Nadie está libre de culpas. Sólo a quien se conoce poco se le conocen pocas faltas. Huye siempre, como hombre sensato, a ser el libro de registro de infamias ajenas, pues te harás abominable y desalmado.
126. No está mal que te equivoques, si sabes disimular y rectificar.
Sé discreto en tus afectos y disimulado en tus defectos. Todos nos equivocamos, pero los habilidosos saben rectificar sus errores, mientras los torpes hacen más grandes los suyos. Ganas más siendo disimulado con tus defectos, que destacando tus hechos. Si no eres casto, sé cauto. Porque las faltas de los grandes se notan más que sus méritos. A tus propios amigos, cuídate de mostrarles tus defectos. Y en tu yo íntimo, trata de rectificar tus faltas, y luego olvidar que las tuviste.
127. Hazlo todo con inspiración.
Eso da vida a tus méritos y aliento a tus palabras, pone alma a tus acciones y realce al mismo realce. Las demás virtudes que tengas te dan brillo, pero la inspiración da lustre a esas virtudes. Con ella, hasta lo común se exalta. Está por encima de los estudios o la disciplina que tengas. Supera a la soltura y se impone a la valentía. La inspiración te da confianza y multiplica tus méritos. Sin ella, toda belleza está muerta y toda gracia, sin gracia. Ante ella son pequeños el valor, la discreción, la prudencia, y hasta la misma distinción. Bajo la inspiración todo queda bien y te ayuda a superar cualquier obstáculo.
128. Ten grandeza de alma.
Ser magnánimo es de los principales requisitos del heroísmo, porque fortalece los grandes valores morales. Realza el comportamiento, engrandece el corazón, eleva el pensamiento, dignifica la condición y sustenta la distinción. Dondequiera que estés, tu magnanimidad brillará, aunque trate de opacarla el envidioso que desespera por destacarse. Fortalecerá tu voluntad para cuando sea necesaria la violencia. Todos reconocerán que eres magnánimo cuando muestres tu generosidad en la victoria y dignidad en la derrota. He ahí la mayor virtud del heroísmo.
129. Nunca te quejes.
El que se queja se desacredita. Es más probable que quien te escucha se moleste en vez de consolarte. Además, tu queja hará que otros también lo hagan, y luego la culpa por todas las quejas te será echada a ti, por haber sido el primero en hacerlo. Tampoco te quejes por tus males del pasado, pues dará pie a que conozcan tus debilidades, y eso sirva para producirte nuevos males ahora. Mejor es cumplir con alegría nuestros deberes, para garantizarnos la compensación por ellos. En vez de quejarnos, debemos recordar la estimación que en tiempos pasados nos dieron otras personas, que es una forma de pedir a los presentes que nos den la misma estimación. Con ello, unos y otros sentirán que reconocemos sus virtudes, y nos repetirán el buen trato. Otro motivo para no quejarte es que el varón cuidadoso nunca hace públicos sus fracasos, debilidades y defectos. Todo lo contrario, publica sus logros, que le sirven para ganar amigos y frenar enemigos.
130. Tan importante es que seas virtuoso como que lo parezcas.
Las cosas no se recuerdan por lo que son sino por lo que parecen. Ser virtuoso y saber mostrarlo es ser dos veces virtuoso. Lo que no se conoce es como si no existiera. No es venerado quien no tiene cara de venerable. Son muchos más los engañados que juzgan sólo por lo que parecen las cosas, que los sabios que juzgan a profundidad. En la sociedad prevalece el engaño, y se juzga sólo por su exterior. Hay cosas que son muy distintas de lo que parecen. La muestra exterior de virtud es la mejor prueba de la virtud interior.
131. Compórtate siempre con caballerosidad.
Las grandes almas tienen su generosidad, su espíritu gallardo, caballerosidades que muestran un elevado corazón. No es cualquiera quien puede alcanzar estos niveles. Para lograrlo debes ser magnánimo. La primera muestra consiste en hablar bien de tus enemigos y actuar con honestidad frente a ellos. Otra de las mejores pruebas de que tienes gran alma está en tu actitud hacia la venganza. Logra convencer a los demás de que si te ves obligado a vengarte, lo haces únicamente para vencer a un enemigo que no te deja otra salida. También puedes renunciar a ella, en una sorprendente muestra de generosidad. Otro ejemplo de finura lo das cuando no exhibes tu importancia social. Nunca ostentes tus éxitos. Y cuando haces algo por lo que todos saben que mereces honor, disimúlalo con discreta ingenuidad.
132. Piensa las cosas más de una vez.
Volver a reflexionar sobre lo ya pensado es importante para tu seguridad. Tomarte tu tiempo para conceder lo que te han pedido o para mejorarlo, es útil. Encontrarás así nuevas razones para fundamentar tus decisiones. Si se trata de dar algo, la gente estima aquéllo que has ponderado bien antes de dárselo, más que lo que le entregas fácil y rápidamente. Siempre se estima más lo que se ha durado un tiempo deseándolo. En caso de que vayas a negar lo pedido, si te das un tiempo para pensarlo, tendrás oportunidad de madurar el “no”, para que sea más suave, menos ofensivo. Y la mayoría de las veces, cuando vienes a dar el “no”, ya la persona ha perdido el calor con que deseaba lo pedido, tiene la sangre más fría, y siente menos el desaire de negárselo. A quien te pide aprisa, concédele tarde, que es otra táctica para disminuir la tensión.
133. Prefiere estar loco igual que todos, y no cuerdo y solitario.
Así dicen los políticos, con toda razón. Que si todos son locos, tú no saldrás perdiendo por estarlo. Si eres el único cuerdo, te acusarán de loco. Por eso es importante seguir la corriente de la gente. Muchas veces, la mayor sabiduría consiste en no saber, o aparentar no saber. Has de vivir con la gente, y la mayoría son ignorantes. Una máxima dice: “Para vivir a solas tendrías que tener mucho de Dios o todo de bestia”, pero yo moderaría ese aforismo, diciendo: “Mejor cuerdo junto a la mayoría, que loco a solas”. Algunos prefieren ser excéntricos, pero es disparate.