3. Lleva las cosas creando suspenso.
Aquellos a quienes sorprendas con tus novedades, estimarán tus aciertos. Por eso, jugar con todas las cartas al descubierto no es de utilidad ni buen gusto. El no declarar mucho crea suspenso, y más cuando la importancia de tu cargo da lugar a que todos estén atentos a tus actos. Haz ver misterio en todo lo que hagas, y eso hará que te veneren. Aun buscando darte a entender, huye de decirlo todo claramente. En el trato personal con los demás no debes mostrar completo tu interior. Es el recatado silencio lo más sagrado de la cordura. La voluntad declarada, nunca fue estimada, y si es publicada previo a su ejecución, da tiempo a ser cuestionada. Si se conoce por azar, será dos veces dificultada. Imita, pues, el proceder divino, que tiene siempre un misterio que hace al hombre estar todo el tiempo dándole amor y atención.
4. Sabiduría y valor juntos te dan grandeza.
Porque ambos son inmortales, dan eternidad a quien los tiene. Mientras más conoces eres más admirable, pues el sabio todo lo puede. Un hombre sin conocimientos es como un mundo a oscuras. Hay que saber usar sabiduría y fuerza, ojos y manos. Sin valentía es estéril la sabiduría.
5. Haz que dependan de ti.
Al ídolo no lo hace quien lo dora, sino quien lo adora: el hombre sagaz quiere tener más personas necesitadas de él que gente que le agradezcan. Tu esperanza de mantenerte en el poder se reducirá si te confías sólo en el agradecimiento de la gente. Pues con la misma intensidad con que tú deseas el trono, olvidan ellos el bien que les hiciste. Más sacarás del que te necesita que de quien te agradece. Aquel que ha satisfecho su sed, le da la espalda a la fuente, como la naranja exprimida es tirada del oro al lodo. Quien deja de depender, deja de corresponder, y con ello la estimación. Sea para ti una importante lección de experiencia, entretener a los demás, conservando en ellos siempre la necesidad de ti. Hazlo así también con tus superiores. Y no olvides esto: tus superiores no deben saber nunca las veces en que te has quedado callado para dejarlos que yerren y vean que necesitan de tu consejo. Pero cuida esta norma moral: nunca hagas o dejes que les ocurra un daño incurable a los demás, sólo por provocar el que te necesiten, para beneficio tuyo.
6. Busca alcanzar la excelencia.
No naces hecho, sino que vas perfeccionándote diariamente, en tu vida personal, en tu trabajo, hasta llegar al punto del consumado ser, habiendo adquirido las prendas de sabiduría que te hacen superior. Se te reconocerá entonces en tu refinado gusto, cultivada inteligencia, maduro juicio y decidida voluntad. Algunos nunca llegan a ser cabales, siempre les falta algo. Otros, tardan en hacerse. El varón sabio en dichos, cuerdo en hechos, es admitido y aún más, deseado, en el estrecho círculo de los espíritus más elevados.
7. Celebra las victorias de tus superiores.
Todo vencido odia a quien lo venció. Y si es a tu amo a quien vences, te considerará necio, y será fatal para ti. Siempre tu superioridad es aborrecida, y más cuando tiene que reconocerla tu superior jerárquico. Si tienes sobre él ciertas ventajas sencillas pero visibles, debes disimularlas. Por ejemplo, desmentir tu propia elegancia con cierta simpleza en el vestir. Es fácil hallar a quien quiera reconocer en otro un mejor carácter. Pero en la sabiduría, ninguno, y menos quien ostenta autoridad. La autoridad siempre verá su capacidad como un atributo de la más alta importancia, y considerará crimen de lesa majestad que no le sea reconocida. Son soberanos en poder, y quieren serlo en lo que es máximo: en el saber. Los príncipes gustan que se les ayude, y no que se les supere, y que cuando les adviertas de algo, se lo presentes como cosa que él sabía y había olvidado, y no como asunto ignorado por él y que tu inteligencia le hace ver. Enséñannos esta sutileza los astros hijos del sol, que, aunque brillantes como él, nunca se atreven a desafiar su luz.
8. Es bueno que seas hombre desapasionado.
Controlar el estado de ánimo es tu prenda mayor como persona. Es tan importante que te salva de ser arrastrado a peregrinas y vulgares impresiones. No hay mayor señorío que adquirir dominio de ti mismo, de tus pasiones, pues de ahí sale el triunfo de tu voluntad. Y cuando la pasión arrope tu persona, no te atrevas a actuar. Actúa menos, cuanta más pasión sientas: es un modo sutil de ahorrarte disgustos, y más aún, de evitar que se afecte tu reputación.
9. Disimula los defectos de tu país.
Recuerda que el agua participa de las cualidades buenas o malas del tubo por donde pasa, y el hombre participa de las del ambiente donde nace. Todos deben, unos más que otros a sus patrias, pues a unos les fue favorable el momento de apogeo de ésta. No hay nación que no tenga algún defecto: incluso las más cultas, que por ello censuran a las demás, por cautela o consuelo propio. Corregir o por lo menos disimular o desmentir estas faltas, será una victoriosa destreza tuya. Con ello consigues plausible crédito entre tu gente, pues lo que se veía como un defecto lo conviertes en virtud. Hay también achaques de la ascendencia o linaje, del estado, del empleo o la edad que si afectan todos a una persona, y no se atienden a tiempo, hacen que sea vista como un monstruo intolerable.
10. Haz fama y fortuna: las dos en una.
Lo que tiene la una de inconstante, tiene la otra de firme. La primera para vivir, la segunda para el mañana. Aquélla contra la envidia, ésta contra el olvido. La fortuna se desea y tal vez se ayuda, la fama se diligencia. El deseo de reputación debe nacer de la virtud. La fama siempre ha sido hermana de la grandeza. Por ello la gente famosa anda siempre por los extremos: son monstruos o prodigios, dignos de abominación o aplauso.
11. Trata con quien puedas aprender.
Convierte siempre el trato amigable con gente que sean escuela de erudición, y cuya conversación sea enseñanza culta. Haz de tus amigos maestros, aprovechando el gusto de conversar para el útil aprendizaje. Ten buena relación con los entendidos, valorando lo que te dicen, recibiendo con aplauso lo que te enseñan y tiene sabiduría. Generalmente nos ganamos al otro, al realzar sus virtudes. Frecuenta con atención las casas de aquellos caballeros que aman más el heroismo que la vanidad. Hay hombres con fama de ponderados que, además de ser ellos mismos ejemplo de grandeza y buen trato, también se rodean de personas sensatas.
12. Refina lo que te dio la naturaleza.
No hay belleza que no haya sido trabajada, ni virtud que no luzca bárbara sin el brillo de la elaboración. Lo que se pule mejora lo malo y perfecciona lo bueno. Si te quedas en lo que te dio la naturaleza, seras común y corriente. Aplícate cada día al arte de superarte. Sin este esfuerzo, la mejor persona luce rústica, y a quien carece de cultura le falta la mitad de las virtudes. Todo hombre luce tosco si no se ha cultivado, y es menester refinarse para alcanzar la perfección.
13. Obra siempre con una intención inesperada.
La vida del hombre es una lucha contra la malicia del hombre. En las competencias, aprende a ser sagaz en materia de fingir tu intención. Nunca actúes de modo que el otro pueda saberla. Apunta hacia un objetivo, para deslumbrar, amaga al aire con destreza, pero en la realidad ejecuta lo que nadie espera, dejando siempre lugar para disimular tus verdaderos fines. Muestra una intención, y esto hará que tu contrario muestre la suya, y vuélvete luego contra la tuya, y vencerás por haber hecho lo inesperado. Pero cuídate de las inteligencias incisivas, que ponen mucha atención y son capaces de descubrir tus planes, usan su capacidad de reflexion, y pueden deducir lo contrario de lo que tú quieres que se entienda, y de este modo conocer cualquier intención falsa. No te dejes llevar de la primera intención, está en espera de la segunda e incluso una tercera. Cuídate de quien tiene mucha experiencia en peleas, pues habiendo alcanzado gran maestría, aumenta su simulación, a tal grado que puede pretender engañarte con la misma verdad. Cambia de juego, y lo obligarás a cambiar su treta, con el artificio de no hacer artificio. Basa esta astucia en aparentar candidez. En ese caso, actúa siempre con observación cuidadosa, y entenderás su perspicacia, descubrirás las tinieblas que tu contrario revistió de deslumbramiento. Descifrarás su objetivo, que es cuanto más solapado, más sencillo. Semejante a cuando combaten la calidez de Pitón contra la candidez de los penetrantes rayos de Apolo.
14. La dura realidad, endúlzala con
buenas formas.
No basta la sustancia, hay que ver la circunstancia. Si no tienes un buen modo de hacer o decir las cosas, todo se te dañará, aun cuando tengas razón y justicia en tus propósitos. Quien se muestra bueno, todo lo cura: dora el “no”, endulza de buen modo la verdad y embellece hasta a la misma vejez. En todo tiene gran importancia el “cómo”, y la buena manera de actuar funciona a la manera de un mago que complace a todos. El correcto comportamiento es gala del vivir, y todo lo lleva a buen término.
15. Rodéate de gente inteligente.
La felicidad de los poderosos está en acompañarse de personas con sabiduría, que le saquen de todo aprieto causado por la ignorancia, que le ayuden a luchar con las complejidades de la vida. Singular grandeza es servirse de sabios, grandeza que supera el bárbaro gusto de Tigranes, aquel que cometía el error de usar como criados a los reyes vencidos. Absurda nobleza es la que hace siervos a los que la naturaleza dotó para dirigir. En el mundo hay mucho qué aprender y poco tiempo para conocerlo, y no se vive si no se conoce. Es pues, una singular destreza el adquirir sabiduría gratuitamente, y es lo que logras escuchando mucho a muchos, que así luego sabrás más que todos. Dice una sabia sentencia: por la boca de muchos hablan los sabios que les aconsejaron. De este modo, consigues crédito de entendido con el esfuerzo ajeno. Estudian aquéllos primero la lección y te sirven a ti la quintaesencia de su saber. Si no logras sacar sabiduría de la experiencia de tu vida, búscala en la de tus relacionados.
16. Combina el saber con la correcta intención.
Juntos aseguran productivos aciertos. Pero si la sabiduría y la mala voluntad se juntan en una misma persona, producen una monstruosa violencia. La intención malévola es un veneno que daña tus perfecciones y, ayudada del saber, la maldad es mayor. ¡Infeliz eminencia la que se pone al servicio de la ruindad! Ciencia sin seso, locura en exceso.
17. Ten variados estilos, para que no prevengan lo que harás.
No actúes siempre del mismo modo, pues todos sabrán de antemano lo que vas a hacer, sobre todo tus contrarios. No hagas las cosas siempre de una manera determinada, pues notarán tu uniformidad en el hacer, y prevendrán y frustrarán tus acciones. Es fácil matar al vuelo el ave que sigue constantemente el mismo sendero, sin torcerlo. No obres todo el tiempo con tu segunda intención, porque cuando lo repitas, descubrirán ese ardid. Espera siempre la malicia, pues es menester tener gran sutileza para vencerla. Haz como el jugador sagaz, que nunca lanza la pieza que el contrario espera, y mucho menos la que desea.
18. Combina siempre sabiduría y esfuerzo.
No hay grandeza sin el juego de ambas, pero no tengas ninguna en exceso. Más consigue un talento mediano con dedicada aplicación, que un genio sin ella. La reputación se compra a precio de trabajo, y se valora por él, pues poco vale lo que poco cuesta. Aun para los empleos más sencillos se requiere aplicación, que rara vez se opone al genio. Muchos no son excelentes en un puesto mediano, porque se lo impide la desesperación que tienen por llegar a un cargo más alto, donde no pasarán de ser mediocres. Eso está muy mal. Pero está peor conformarte con ser mediocre en un puesto alto, pudiendo ser excelente en el mediano. Se requiere, pues, que tengas talento natural y el esfuerzo que lo completa.
19. No crees demasiada expectación.
Es frecuente que lo muy celebrado antes de realizarse, parezca después menos que la expectativa que se creó. Nunca lo real ha igualado a lo imaginado, porque es fácil concebir algo perfecto, pero muy difícil realizarlo con exactitud. La imaginación se casa con el deseo y crea una fantasía que es lejana a lo que puede dar la realidad. Por grandes que sean las excelencias que hagas, no bastan a satisfacer tu idea, y mientras más hayas engañado a la gente creándoles exorbitante expectación, más pronto se desengañarán y dejarán de admirarte. La esperanza es la gran falsificadora de la verdad: corríjela con la cordura, y procura que la satisfacción sea superior al deseo. Mejor es dar unos principios, unos detalles para despertar la curiosidad, sin engrandecer demasiado el objeto buscado. Mejor es cuando la realidad excede a la idea y da más de lo que se creyó. Olvida esta regla, si las cosas te salen mal, pues en ese caso lo que te ayudará será la exageración. Cubrirás lo que resultó mal con aplausos, y lo que se temió fuese un fracaso llegaría a parecer bien a todos.
20. Cada hombre tiene su momento.
Que una persona sea desfasada o no, depende de si su forma de ser responde al tiempo en que vive. No todos tuvieron el tiempo que merecían, y otros, lo tuvieron, pero no acertaron a aprovecharlo. Algunos tuvieron virtudes que los hicieron dignos de mejor siglo, pero lo bueno no siempre triunfa. Los hombres y las cosas tienen determinado su instante feliz, y hasta a los más excelentes les está determinada su hora de uso. Pero el hombre que posee sabiduría, que es eterna, lleva una ventaja: sabe que si este no es su momento, muchos otros lo serán.
21. Practica el arte de ser dichoso.
Reglas hay para conseguir la ventura, y acaso sólo puedan aplicarlas los sabios. Pero al que no lo es, puede ayudarlo el esfuerzo. Algunos se conforman con ponerse a las puertas de la fortuna a esperar que ella les dé la dicha. Hacen mejor los que dan un paso al frente y se valen de su audacia, la cual si se acompaña de las alas de la virtud, puede alcanzar al triunfo y acariciarlo y recibir sus beneficios. Pero si lo pensamos bien, la mejor manera de conseguir la ventura personal es el buen uso de la virtud y la atención, pues no hay mayor dicha que la prudencia ni mayor desdicha que la imprudencia.
22. Cultiva el buen conversar.
La fina erudición es herramienta de discretos y cuidadosos. Es bueno que en tu conversación muestres estar al corriente de todo, más de lo importante y menos de lo superfluo. Es bueno tener frases graciosas en cantidad suficiente, tener galantería en el comportamiento, y saberlas emplear oportunamente. A veces es más efectiva una nota de humor que la más grave y profunda cátedra. La sabiduría en la conversación les valió más a muchos que las siete artes liberales, con ser tan importantes profesiones.