El banquero anarquista

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Authors: Fernando Pessoa

Tags: #Relato, #Cuentos

BOOK: El banquero anarquista
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¿Es posible ser a la vez un rico y ladino banquero y un anarquista consumado que lucha por la liberación de la sociedad? Según Pessoa, sí. Es lo que intenta demostrar El banquero anarquista, un sorprendente relato publicado en 1922. La producción literaria pessoana, como violenta suma de excepciones que es, nos enfrenta a menudo a la excepción de la excepción. Es insólita en verso y en prosa. Y lo es hasta el punto de que hay textos cuyo origen parece inescrutable. El lector acostumbrado a los versos de Pessoa o a su más conocido Libro del desasosiego, se pasma ante una pieza narrativa como El banquero anarquista, que despliega una feroz diatriba razonada contra el mito del igualitarismo, sustento falaz de nuestra sociedad, y contra las posibilidades de emancipación del ciudadano, que no contra las del individuo. Pero este salto a la arena de la discusión ideológica bajo forma de narración dialogada entre un sujeto que se dice banquero y anarquista, todo en uno y lo uno por lo otro, y un joven que le escucha incrédulo, guarda relación con un sector de la obra pessoana poco conocido: Pessoa fue un apasionado y original comentarista de la vida política portuguesa y europea, siempre dispuesto a desbaratar las ilusiones del ciudadano en las modernas sociedades democráticas. Esta edición de El banquero anarquista presenta por primera vez en España los fragmentos «inéditos hasta 1997» con que Pessoa pretendió realizar durante el último año de su vida una nueva edición corregida del libro. Son textos que enriquecen notablemente la obra y la reafirman en su estatus de pieza maestra en el libre ejercicio de la lucidez.

Fernando Pessoa

El banquero anarquista

ePUB v1.0

Laura A
11.02.12

Título original:
O banqueiro anarquista

Fernando Pessoa, 1922

Traducción: Rodolfo Alonso

Epílogo comentado: Manuela Parreiro da Silva

Diseño/retoque portada: Labibliopop (http://labibliopop.blogspot.com.es/)

Editor original: Laura A (v1.0)

ePub base v2.1

Si después de yo morir quisieran escribir mi biografía, no hay nada más sencillo. Tiene sólo dos fechas, la de mi nacimiento y la de mi muerte. Entre una y otra todos los días son míos.

(Fernando Pessoa/Alberto Caeiro, Poemas Inconjuntos)

Escrito entre 1913-1915. Publicado en Atena nº 5, febrero de 1925

Nota previa

En la actual edición digital de
El banquero anarquista
se reproduce el texto publicado en vida por Fernando Pessoa, en 1922, en la revista Contemporánea (nº 1, mayo, pp. 5-21). La ortografía se encuentra actualizada, y se homologó el uso de la abreviatura
ud. (usted)
que, seguramente por deslices tipográficos, aparecía originalmente escrita, en ocasiones, en mitad de la frase, a veces con
u
minúscula y a veces con
u
mayúscula.

Se publican también, en
Apéndices
, algunos textos existentes en el Legado de la Biblioteca Nacional de Lisboa, como la traducción al inglés, hecha por el propio poeta, de las primeras dos páginas del texto de 1922 (dos hojas mecanografiadas con cuatro agregados a mano), y los distintos escritos (manuscritos, mecanografiados o mixtos) destinados a una proyectada edición corregida y aumentada de la novela, que no llegaría a concretarse, ni siquiera a ser concluida por el autor.

Esos textos se presentan, en el Legado, en estado de borrador, sin indicación del lugar exacto del texto original donde deberían ser insertados. En su fijación, se remiten como nota al pie a las variantes encaradas por Fernando Pessoa, entendiéndose por variante la palabra o palabras agregadas sobre, bajo, a continuación (entre paréntesis) o al margen de una palabra o expresión, con vistas a una posible alteración del texto, así como el señalamiento de las palabras dudosas; esto es: consideradas de redacción provisoria por el autor. Se corrigen también algunos lapsus evidentes de redacción y se utiliza la señal convencional , cuando que aparece un espacio en blanco dejado por Pessoa.

Cada texto de estos apéndices es precedido por el número de la referencia que consta en el Legado y por la indicación de la forma en que se presenta: manuscrito
[M.]
, mecanografiado
[Mec.]
o mecanografiado con agregados a mano
[Mixto]
.

La presentación de estos textos alternativos y complementarios se hace según el orden de catalogación de la citada Biblioteca Nacional, atendiendo al hecho de que no siempre es posible determinar, con rigor, el lugar de su inserción en la versión de 1922, ya que algunos de ellos podrían, inclusive, venir a sustituir por completo muchos parágrafos del texto publicado, independientemente de su secuencia, y de que otros, además, no tienen ningún antecedente discursivo que remita a ellos.

El banquero anarquista

H
abíamos concluido de cenar. Frente a mí, el banquero, mi amigo, gran comerciante y acaparador notable, fumaba como quien no piensa. La conversación, que había ido apagándose, yacía muerta entre nosotros. Intenté reanimarla, al azar, sirviéndome de una idea que me pasó por el pensamiento. Me di vuelta hacia él, sonriendo.

—Es verdad: me dijeron hace días que ud. en sus tiempos fue anarquista…

—Fui, no: fui y soy. No cambié con respecto a eso. Soy anarquista.

—¡Ésa sí que es buena! ¡Usted anarquista! ¿En qué es ud. anarquista?… Sólo si ud. le da a la palabra cualquier sentido diferente…

—¿Del habitual? No; no se lo doy. Empleo la palabra en el sentido habitual.

—¿Quiere ud. decir, entonces, que es anarquista exactamente en el mismo sentido en que son anarquistas esos tipos de las organizaciones obreras? ¿Entonces entre ud. y esos tipos de la bomba y de los sindicatos no hay ninguna diferencia?

—Diferencia, diferencia, hay. Evidentemente que hay diferencia. Pero no es la que ud. cree. ¿Ud. duda quizás de que mis teorías sociales no sean iguales a las de ellos?…

—¡Ah, ya me doy cuenta! Ud., en cuanto a las teorías, es anarquista; en cuanto a la práctica…

—En cuanto a la práctica soy tan anarquista como en cuanto a las teorías. Y en la práctica soy más, mucho más anarquista que esos tipos que ud. citó. Toda mi vida lo demuestra.

—¿¡Qué!?

—Toda mi vida lo demuestra, hijo. Ud. es el que nunca prestó a estas cosas una atención lúcida. Por eso le parece que estoy diciendo una burrada, o si no, que estoy jugándole una broma.

—¡Pero, hombre, yo no entiendo nada!… A no ser…, a no ser que ud. juzgue su vida disolvente y antisocial y le dé ese sentido al anarquismo…

—Ya le dije que no; esto es, ya le dije que no d oy a la palabra anarquismo un sentido diferente del habitual.

—Está bien… continúo sin entender… Pero, hombre, ¿ud. quiere decir que no hay diferencia entre sus teorías verdaderamente anarquistas y la práctica de su vida, la práctica de su vida como ella es ahora? ¿Ud. quiere que yo crea que ud. tiene una vida exactamente igual a la de los tipos que habitualmente son anarquistas?

—No; no es eso. Lo que yo quiero decir es que entre mis teorías y la práctica de mi vida no hay ningún desacuerdo, sino una conformidad absoluta. De allí que no tenga una vida como la de los tipos de los sindicatos y de las bombas, eso es verdad. Pero es la vida de ellos la que está fuera del anarquismo, fuera de sus ideales. La mía no. En mí, sí, en mí, banquero, gran comerciante, acaparador si ud. quiere, en mí la teoría y la práctica del anarquismo están reunidas y ambas son verdaderas. Ud. me comparó con esos tontos de los sindicatos y de las bombas para indicar que soy diferente de ellos. Lo soy, pero la diferencia es ésta: ellos (sí, ellos y no yo) son anarquistas sólo en la teoría; yo lo soy en la teoría y en la práctica. Ellos son anarquistas y estúpidos, yo anarquista e inteligente. Es decir, mi viejo, soy yo quien es el verdadero anarquista. Ellos, los de los sindicatos y las bombas (yo también estuve allí y salí de allí precisamente a causa de mi verdadero anarquismo), ellos son la basura del anarquismo, los hembras de la gran doctrina libertaria.

—¡Eso ni el diablo lo ha oído! ¡Eso es espantoso! ¿Pero cómo concilia ud. su vida, quiero decir su vida bancaria y comercial, con las teorías anarquistas? ¿Cómo lo concilia ud., si dice que por teorías anarquistas entiende exactamente lo que los anarquistas ordinarios entienden? ¿Y ud., todavía por encima, me dice que es diferente de esa gente por ser más anarquista que ellos, no es verdad?

—Exactamente.

—No entiendo nada.

—¿Pero ud. pone empeño en entender?

—Todo el empeño.

Él se quitó de la boca el cigarro, que se había apagado; volvió a encenderlo lentamente; miró el fósforo que se extinguía; lo depositó suavemente en el cenicero; después, irguiendo la cabeza, por un momento inclinada, dijo:

—Oiga. Yo nací del pueblo y en la clase obrera de la ciudad. De bueno no heredé nada, como puede imaginar, ni la condición ni las circunstancias. Apenas me aconteció tener una inteligencia naturalmente lúcida y una voluntad un tanto más fuerte. Pero ésos eran dones naturales, que mi bajo nacimiento no me podía quitar.

»Fui obrero, trabajé, viví una vida ajustada; fui, en resumen, lo que la mayoría de la gente es en aquel medio. No digo que absolutamente pasase hambre, pero anduve cerca. Por otra parte, podía haberla pasado, que eso no hubiera alterado nada de lo que sucedió o de lo que voy a exponerle, ni de lo que fue mi vida ni de lo que ella es ahora.

»Fui un obrero común, en suma; como todos, trabajaba porque tenía que trabajar, y trabajaba lo menos posible. Lo que yo era, era inteligente. Siempre que podía, leía cosas, discutía cosas y, como no era loco, nació en mí una gran insatisfacción y una gran rebelión contra mi destino y contra las condiciones sociales que lo hacían así. Ya le dije que, hablando claro, mi destino podía haber sido peor de lo que era; pero en aquel entonces me parecía que yo era un ente a quien la Suerte había hecho todas las injusticias juntas, y que se había servido de las convenciones sociales para hacérmelas. Esto era así allá por mis veinte años, veintiuno a lo sumo, que fue cuando me volví anarquista.

Se detuvo un momento. Se volvió un poco más hacia mí. Continuó, inclinándose todavía más.

—Fui siempre más o menos lúcido. Me sentí sublevado. Quise entender mi rebelión. Me volví anarquista consciente y convicto: el anarquista consciente y convicto que ahora soy.

—¿Y la teoría que ud. tiene hoy es la misma que tenía en ese entonces?

—La misma. La teoría anarquista, la verdadera teoría, es una sola. Tengo la que siempre tuve, desde que me volví anarquista. Ud. ya va a ver… Le iba diciendo que, como era lúcido por naturaleza, me volví anarquista consciente. ¿Pero qué es un anarquista? Es un sublevado contra la injusticia de que nazcamos desiguales socialmente; en el fondo es sólo eso. Y de ahí resulta, como es evidente, la rebelión contra las convenciones sociales que volvieron esa desigualdad posible. Lo que le estoy indicando ahora es el camino psicológico, esto es, cómo es que la gente se vuelve anarquista; ya vamos a la parte teórica del asunto. Por ahora, comprenda ud. bien cuál sería la rebelión de un tipo inteligente en mis circunstancias. ¿Qué es lo que ve por el mundo? Uno nace hijo de un millonario, protegido desde la cuna contra aquellos infortunios, y no son pocos, que el dinero puede evitar o atenuar; otro nace miserable, para ser, cuando niño, una boca más en una familia donde las bocas resultan de sobra para la comida que puede haber. Uno nace conde o marqués, y tiene por eso la consideración de todo el mundo, haga lo que haga; otro nace así, como yo, y tiene que andar derechito como una plomada para ser al menos tratado como gente. Unos nacen en tales condiciones que pueden estudiar, viajar, instruirse, volverse (puede decirse) más inteligentes que otros que naturalmente lo son más. Y así por ahí adelante, y en todo…

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