El comodoro (49 page)

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Authors: Patrick O'Brian

Tags: #Aventuras, Historico

BOOK: El comodoro
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Una de las fragatas francesas de la cala optó por jugársela. Cortó el cable del ancla, se abrió paso como buenamente pudo a través de un improbable agujero y marchó al este ante la tormenta, con toda la lona de que disponía, para reunirse con el barco de línea en su derrota de regreso a Francia. El resto se rindió ante semejante despliegue de fuerzas, ya que a esas alturas el
Bellona
se había unido a los demás navíos en la cala.

—William —dijo Jack Aubrey a Reade, al regresar al buque de pertrechos—, le ruego que vaya corriendo a ver al doctor y le informe de que el capitán Geary nos prestará algunos marineros para que nos ayuden con las bombas; este capitán cuidará de que regresemos a bahía Bantry para las reparaciones, mientras el
Warwick
remolca al desgraciado
Stately
. Dígale que todo ha ido bien y que espero volver cabalgando en un día o dos. Hay un trecho corto por tierra, es por ello que se supo en Bantry la noticia de nuestra presencia; según parece, un muchacho montado en un asno avisó que por fin habían llegado los franceses.

* * *

Por fin habían llegado los franceses, tanto habían ansiado su ayuda, prometida hacía tiempo. La situación parecía ir por mal camino; sin embargo, ahí estaba finalmente el espléndido barco francés, cargado de gente y cargado de armas.

Se retiró la marea, lejos, increíblemente lejos, y el barco francés tocó fondo con la madera malherida crujiendo e incluso cediendo bajo su peso. Se encerró a la mayoría de prisioneros bajo cubierta, aunque algunos echaron una mano al trozo de presa en diversas tareas, y otros ayudaron a Stephen a trasladar a los heridos al hospital del Sagrado Corazón, situado en lo alto, más allá de Duniry. Algunos habitantes del pueblo habían formado parte de uno u otro de los regimientos irlandeses que sirvieron bajo bandera francesa antes de la Revolución, y no habían olvidado la lengua; fueron ellos quienes descubrieron el propósito de la expedición y la naturaleza del cargamento que transportaba el barco. Se extendió la noticia, y para cuando Stephen volvió del hospital acompañado por el padre Boyle encontró a una muchedumbre ruidosa y amenazadora junto al barco encallado, cuyo costado, que daba a la costa, estaba prácticamente seco. Se había colocado una especie de escalera, y en una plataforma a sus pies formaba la guardia de los infantes de marina del
Bellona
, con aspecto cruzado y aprensivo, ya que no sólo los del pueblo se sentían tentados de apedrearlos, sino que, además, la playa rebosaba algas, barro y todo tipo de inmundicias, y las mujeres, que ya se habían soltado el pelo, eran perfectamente capaces de arrojarles lo que fuera necesario, y echar a perder la factura de sus uniformes.

La gente abrió paso al padre Boyle y a Stephen.

—Me temo que pretenden subir por el costado —les susurró un joven oficial.

—Hombres de Duniry, son las armas lo que deseáis —dijo Stephen en gaélico, al volverse mientras subía la escala.

—Así es, y las conseguiremos —gritaron a modo de respuesta.

—Si os hacéis con esas armas, armas que provienen del mismo hombre que ha tenido prisionero al santo padre, que se volvió turco en El Cairo y que rindió culto a Mahoma, se convertirán en vuestra ruina y en vuestra muerte; Dios se interpone entre nosotros y el mal. ¿No sabíais que toda la baronía se ha levantado en armas al conocer la llegada del francés? Los propietarios rurales de todo Cork Occidental y del condado de Kerry están en pie de guerra, y se ahorcará a todo aquel que sea atrapado en posesión de un mosquete de este barco. Al anochecer no encontraréis más que horcas a vuestro paso, y ni un solo tejado cuya paja no arda. —Se volvió al cura y exclamó—:
Mors in olla, vir Dei: mors in olla
. Por el amor de Dios, convénzalos de que se tranquilicen, querido padre, o mañana a estas horas habrá docenas de viudas. —Recurrió de nuevo al gaélico para decir—: Hubo un profeta llamado Elíseo, tal y como nuestro buen padre Boyle podría contaros, quien, en compañía de sus discípulos, fue invitado a una comida en el desierto. Sin embargo, alguien exclamó con una voz retumbante, que surgió como un rugido del interior de su pecho: «¡No la toquéis, oh, hombre de Dios, que la olla está envenenada!». Paisanos, ese maldito barco será para vosotros como la mortífera olla del profeta. Y así será si os atrevéis a tocarlo, Dios no lo quiera. —Y subió hasta llegar a cubierta de la presa, dejándolos en silencio.

Después, a lo largo de aquella noche y durante toda la mañana siguiente, los propietarios, la milicia y los soldados, con el aparato habitual de triángulo, cadenas y fuego, registraron Duniry, además de todas las propiedades y cabañas de las proximidades. No encontraron nada a excepción de cierta cantidad de licor ilícito, que se bebieron.

Al día siguiente, en misa, Stephen fue recibido con el respeto debido a un representante de la corona en el condado, y probablemente con mayor afecto. Más de uno le preguntó si honraría su casa probando sus manjares, y muchos acercaron al barco obsequios en forma de pudín, crema y jalea. A esas alturas había llevado a cabo todas las operaciones quirúrgicas de urgencia, y los médicos del lugar se habían hecho cargo del resto de pacientes. Disponía de tiempo libre, tiempo para pasear por los alrededores, y sucedió que uno de los muchos gentilhombres del lugar, que se habían acercado a ver el barco francés, llamó su atención desde un dócar.

—¡Maturin! ¡Cuánto me alegro de verle! Habrán pasado años… Venga, acompáñeme a esta tabernilla ilícita y tomemos un trago de jerez; ¿o prefiere un trago de aguardiente, del que podrá fiarse más? ¿Cómo está? Por mi honor que me alegra oír eso. Yo también, yo también. Doy por sentado que se dirigía a visitar a Diana. Salí con ella a finales de marzo, con los perros de Ned Taaffe. Menudo día, matamos dos zorros. Tabernero. Tabernero: dos copas de jerez, si es tan amable, y algo sólido para bajarlas. ¿No tendrá usted anchoas por alguna casualidad?

Stephen observó el vino, levantó la copa, y dijo haciendo una reverencia:

—Que Dios le bendiga. —Cogió su elegante reloj, lo colocó bajo la luz y observó atentamente la manecilla de los segundos hasta que ésta completó una vuelta.

Su amigo le observaba a su vez, también con toda la atención del mundo.

—Sin duda está tomándose el pulso —dijo.

—Así es. Recientemente he padecido una miríada de emociones fuertes, y querría asignar un cálculo al efecto general, al efecto físico, dada la imposibilidad de que la calidad pueda verse sujeta a una medición. Mi cálculo alcanza los ciento diecisiete por minuto.

—Ése es el número más afortunado del mundo, según creo; número primo, imposible dividirlo o multiplicarlo por otro.

—Está usted en lo cierto, Stanislas Roche: ni mucho ni poco. Escuche. ¿Sería tan amable de hacerme un favor? ¿Me llevaría a Bantry en su elegante coche, hasta que pueda alquilar un caballo o un calesín?

—Voy a hacer algo más que eso, dado que Bantry se encuentra en la dirección contraria al menos la mitad del camino. Le llevaré a Drimo, ¿no le parece encantador por mi parte?

—Un acto digno de inscribirse con letra dorada —respondió Stephen con aire ausente.

Y ausente, muy ausente, fue la conversación que mantuvieron durante todo el trayecto. Por suerte, Stanislas tenía conversación de sobras para dos. Describió los pormenores de la jornada de caza con los perros de Ned Taaffe, la destreza de Diana al sortear una cantidad prodigiosa de terraplenes y arroyos a lomos de un castrado árabe y, en fin, hasta el menor detalle de una larga cacería a través de un terreno que Stephen desconocía por completo, cacería que terminó de forma tan sorprendente como inesperada.

—¿No le parece asombroso? —preguntó Stanislas.

—Estoy profundamente asombrado —respondió Stephen sin faltar un ápice a la verdad. Sin embargo, lentamente resolvía su estado de confusión, dotaba de cierto orden a sus asuntos, casi mentalizado de que en cuestión de unos minutos podía ver aquello que más deseaba su corazón, fueran cuales fuesen las consecuencias. Al parecer, Diana había residido desde hacía tiempo con el coronel Villiers, un anciano familiar de su primer marido. Aunque Stephen no recordaba si era un tío, o un tío segundo, sí sabía que el caballero había servido en la India, y que era un gran amante de la pesca.

—Ya hemos llegado —dijo Stanislas al tirar de las riendas—. Y no hemos tardado nada. Ahora sea usted tan amable de abrir la puerta, ¿quiere? Casi nunca encuentro a nadie en la caseta del guarda. Oh, antes de que se me olvide, como oficial al servicio del rey debería informarle de que, en cierta manera, tendría que estar de luto. Está mañana estuve en Bantry, tal y como ya le he dicho, observando al
Bellona
y al
Stately
, y le habían puesto una especie de palo, me refiero al
Stately
. Para disgusto mío vi que ondeaba una bandera a media asta. Envié a alguien a preguntar si eso suponía que el valiente capitán Duff había muerto. No, dijeron; sólo ha perdido la pierna. La bandera, que por supuesto ondeaba también en las demás embarcaciones, cosa que pude comprobar al observarlas, se debía a la muerte de un miembro de la realeza, bueno, casi de la realeza, el duque de Habachtsthal, dueño del castillo Rossnacreena, representante de la corona en este condado. Según parece se degolló en Londres el jueves pasado, y la noticia acaba de llegar.

Este comentario añadió asombro al conjunto de emociones, un asombro que no tenía tanta importancia como el anterior, por supuesto, pero que era asombro al fin y al cabo. Con la muerte de ese hombre no habría dificultad alguna para obtener los perdones de Padeen y Clarissa, y la fortuna de Stephen estaría a salvo en cualquier lugar. Si la aceptaba, podía regalar una corona de oro a Diana.

—Stanislas —dijo Stephen desde el margen del camino—. No abriré la puerta. Me despido de usted en este momento y le agradezco lo bien que se ha portado conmigo. No he visto a Diana desde hace tanto tiempo y tantos millares de millas marinas… Querría verla a solas.

—Claro, claro. Lo entiendo perfectamente. Ella también se llevará una sorpresa.

—Que Dios le bendiga, Stanislas.

Accedió a un amplio patio al atravesar el portillo, un patio algo estropeado por un muro derruido de piedra gris de veinte pies de extensión, y por el esqueleto de un bergantín de dos toneladas apuntalado junto a la fuente que había en el centro. Detrás del patio, la casa que se extendía ante su mirada bajo el sol brillante tenía dos alas y un bloque central de tres pisos, con un pórtico clásico y una estupenda escalinata, enteros la mayoría de los peldaños.

Estaba a punto de llegar a la escalinata, entre cuyos peldaños crecía una curiosa hepática, cuando la puerta se abrió y se oyó la voz de Diana:

—¿Es usted el del pan?

—No —respondió Stephen.

Diana surgió de la oscuridad, con una mano sobre los ojos, a modo de sombrilla.

—Stephen, amor mío, ¿eres tú? —Bajó la escalinata, perdió pie al llegar al último escalón y cayó en sus brazos con lágrimas en los ojos.

Se sentaron allí mismo, muy juntos.

—Menuda costumbre tienes de aparecer por sorpresa, cuando coincide que tengo tu nombre en los labios y tu imagen en mi cabeza. Pero, Stephen, querido, si estás amarillo y delgadísimo. ¿Te han dado de comer? ¿Has estado enfermo? Estarás de permiso, supongo. Debes quedarte, el coronel te obsequiará con salmón, anguila y trucha ahumadas. Llegará antes de la hora de comer. Dios mío, cuánto me alegra verte, amor mío. Ahora iremos a descansar; tienes un aspecto lamentable. Ven, acompáñame a la cama.

—¿A tu cama?

—A mi cama, pues claro que sí. Y no debes abandonarla jamás. Stephen, nunca más deberías hacerte a la mar.

FIN

Notas.-

1) En Cambridge, se conoce al laureado en matemáticas como Wrangler, voz que en sus acepciones más comunes alude a pendenciero y querellador (
N. del T.
)
[volver]

2) Seven Dials, zona de Londres conocida entonces por su pobreza y sordidez. (
N. del T.
)
[volver]

GLOSARIO
Abatir
—Separarse un buque del rumbo al que tiene la proa por causa del viento, corrientes o de la mar.
Adrizar
—Enderezar, poner derecho un objeto. Lo contrario de escorar.
Aduja
—Vuelta o rosca circular u oblonga de todo cabo.
Aferrar
—1. Enganchar en un sitio el bichero, ancla u otro utensilio semejante.
—2. Agarrar el ancla en el fondo. 3. Plegar y sujetar velas bajo las vergas cuando no se iba a utilizar.
Ala
—Vela de fortuna que con buen tiempo se larga por una o las dos bandas de las velas de cruz de gavias y juanetes, la baja del trinquete se llama rastrera.
Alcázar
—Espacio que media en la cubierta superior de los barcos entre el palo mayor y la popa o la toldilla, donde está el puente de mando.
Aduja
—Maderas curvadas que forman la última cuaderna de popa y van unidas a las extremidades de los yugos.
Amantillo
—Cada uno de los dos cabos que sirven para mantener horizontal una verga.
Ampolleta
—Reloj de arena.
Amura
—Nombre o indicación de la dirección media del casco entre la proa y el través.
Amuras
—Ancho del buque en la octava parte de la eslora a partir de la proa y parte extrema del costado en ese sitio.
Andana
—Fila de cañones de una batería.
Aparejar
—Poner jarcias y velas a un barco.
Aparejo
—Conjunto de la arboladura, la jarcia y las velas de un buque; si tiene vergas y velas cruzadas se llama de cruz, y si todas las velas están en el plano diametral es de cuchillo.
Araña
—Grupo de cabos delgados que parten de un punto en donde están hechos firmes y abriendo en abanico van a terminar a varios puntos de un objeto: coy, vela (para la bolina), cumbre de un toldo, estay, etc.
Arboladura
—Conjunto de palos y vergas de un buque.
Arbolar
—Poner los palos a una embarcación
Arfar
—Levantar la proa el buque impelido por las olas, debiendo después bajarla, lo que es cabecear.
Armada
—Grupo de buques de guerra que en el siglo XVI acompañaban a un convoy. Modernamente conjunto de las fuerzas navales de un país.
Arribar
—Meter el timón a la banda conveniente para que el navío gire a sotavento, aumentando el ángulo de la proa con el viento.
Arrizar
—Tomar rizos. Colocar alguna cosa en el barco de modo adecuado para que se sostenga a pesar del balanceo.
Atagallar
—Navegar un barco muy forzado de vela.
Atarazana
—Desde el siglo XIII, lugar en donde se construyen y reparan naves.
Avante
—Adelante; tomar por avante: dar el viento por la cara de la proa de las velas de cruz.
Babor
—Banda o costado izquierdo de un barco, mirando de popa a proa.
Balas
—En el siglo XVIII había los siguientes tipos de munición: Rasa: esfera sólida de hierro fundido, bolaño (piedra). Metralla: saquete con varias balas pequeñas. Roja: esfera de hierro, calentada al rojo, usada desde 1613. Encadenada: eran pesadas balas unidas por una cadena. Se enredaban en el aparejo y lo destrozaban.
Bao
—Cada una de las piezas que unen los costados del barco y sirven de asiento a las cubiertas.
Barcalonga
—Cierto barco de pesca.
Barloventear
—Avanzar contra la dirección del viento.
Barlovento
—Lado de donde viene el viento.
Batayola
—Caja cubierta con encerados que se construye a lo largo del borde de los barcos en la que se recogen los coyes de la tripulación. Barandilla de madera sobre las bordas del barco que servía para sostener los líos de ropa que se colocaban como defensa al ir a entrar en combate.
Batería
—Espacio interior entre dos cubiertas y la fila o andana de cañones, que había en los navíos en cubierta corrida de proa a popa.
Batiportar
—Trincar el cañón contra el costado, apoyando su boca en el borde alto de la porta.
Batiporte
—Cada una de las piezas que forman los cantos alto y bajo de las portas.
Bauprés
—Palo grueso que sale de proa con inclinación de 30° a 50° según las épocas, que sirve para hacer firmes los estays de trinquete, para laborear las bolinas o montar las cebaderas y foques; sobre él se monta el botalón y a finales del siglo XVII el tormentín.
Bergantín
—Buque de dos palos —mayor y trinquete— de velas cuadradas y de estay, foques, con gran cangreja como vela mayor en el siglo XVIII.
Bergantina
—Buque propio del Mediterráneo, mixto de jabeque y polacra o bergantín con palos triples.
Bichero
—Asta larga con un hierro con punta y gancho en el extremo, que sirve en las embarcaciones menores para ayudar a atracar y desatracar.
Bolaño
—Bala de piedra esférica.
Bolina
—1. Cabo con que se cobra la relinga de barlovento de una vela, hacia proa, cuando se ciñe el viento.
—2. La disposición del buque ciñendo el viento.
Bombarda
—Pequeño buque al que en lugar de palo trinquete se monta uno o dos morteros en un pozo de cubierta muy reforzado, teniendo un palo mayor cruzado, y un mesana con cangreja.
Bombero
—Cañón corto y de grueso calibre, para disparar bombas o granadas.
Bordada
—También bordo. La parte navegada por un buque cuando va ciñendo alternativamente por cada banda.
Bornear
—Girar el buque sobre sus amarras estando fondeado.
Botalón
—Palo o percha redonda que se arma en prolongación hacia afuera de las vergas, bauprés o costados.
Botavara
—Palo redondo que asegurado por popa al mesana sirve para cazar la cangreja.
Bracear
—Tirar de las brazas para hacer girar las vergas y orientar las velas.
Braguero
—Cabo grueso o guindaleza, con sus extremos afirmados en la amurada; envolvía a la cureña y al cañón, y sujetaba a éste en su retroceso.
Brandal
—Cada uno de los cabos largos sobre los que se forman las escalas de viento. Cabo con que se afirman los obenques.
Braza
—1. Unidad de longitud igual a seis pies.
—2. Cabo que sirve para mantener fijas las vergas y hacerlas girar horizontalmente.
Brazalete
—Cabo que une el pie de la verga con la polea por la que pasa la braza doble.
Brocal
—El reborde alrededor de la boca del cañón.
Burda
—Cabo o cable que hace el oficio de obenque de un mastelero y se hace firme en la borda o en la mesa de guarnición.
Cabecear
—Bajar la proa el buque por las olas después de arfar, y también al conjunto de los dos movimientos.
Cabo
—Todas las cuerdas que se emplean a bordo y en los arsenales; por eso hay el dicho de que en los buques sólo hay dos cuerdas, la del reloj y la de la campana.
Calado
—De un buque, medida desde la flotación a la parte baja de la quilla.
Calcés
—Parte superior de los palos mayores comprendida entre la cofa y el tamborete.
Cangreja
—Vela de cuchillo trapezoidal sujeta por dos relingas que se iza en el palo mesana.
Capear
—Disponer el buque de forma que se aguante sin retroceder; se emplea en temporales, si el buque es de vela; sin éstas, a palo seco.
Carbonera
—Nombre vulgar de la vela de estay mayor.
Carraca
—Antiguo barco de transporte, de hasta dos mil toneladas, inventado por los italianos.
Carronada
—Cañón corto, de poco peso y mucho calibre; nombre originario de Carron (Escocia).
Castillo
—Parte de la cubierta superior desde el palo trinquete hasta la roda, y también a la construcción por encima de dicha cubierta en esa parte, y a veces también en la popa.
Cataviento
—Pequeño cabo con rodajas de corcho con plumas clavadas o pequeño embudo de tela ligera para indicar el viento, sujeto en la jarcia o en el mastelerillo.
Cazar
—Atirantar la escota hasta que el puño de la vela quede lo más cerca posible de la borda.
Cebadera
—Vela que se envergaba en una percha cruzada bajo el bauprés, fuera del buque.
Ceñir
—En un buque de vela, navegar en contra de la dirección del viento en el menor ángulo posible.
Ciar
—Ir hacia atrás el buque.
Cofa
—Plataforma colocada en algunos de los palos de barco, que sirve para maniobrar desde ella las vergas altas y para vigilar, etc.
Combes
—Espacio entre el palo trinquete y el mayor, en la cubierta superior o de la batería más alta.
Compás soplón
—O simplemente soplón. Aguja náutica de techo o cámara. Antes fueron usadas para que los capitanes pudieran conocer el rumbo que seguía el navío, sin necesidad de salir de la cámara.
Condestable
—Antiguo título de dignidad equivalente a capitán general. Desde el siglo XVII, suboficial de marina, especialista en artillería.
Corbeta
—Buque de guerra parecido a la fragata, pero sólo con menos de 32 cañones (siglo XVIII). Las hubo mercantes de 150 y 300 toneladas, con trinquete y mayor cruzados y el mesana sólo con cangreja, llamándose entonces barca.
Corredera
—Cordel sujeto por un extremo a un carretel y por el otro a la barquilla, junto con la cual sirve para medir lo que anda el barco.
Coy
—Hamaca que sirve de cama a la marinería.
Cruceta
—Meseta de los masteleros, semejante a la cofa de los mayores.
Cruz
—Denominación de las velas cuadriláteras envergadas a vergas simétricas. Aparejo de cruz. Aparejo de un buque con vergas de uno o dos palos, e incluso cuatro.
Cuaderna
—Cada una de las piezas curvas que arrancando de la quilla forman la armadura del barco.
Cuadra
—Dirección del viento de través.
Cuarta
—Cada uno de los rumbos o vientos en que está dividida la rosa náutica y vale 360°/32 = 11° 25.
Cúter
—Lancha; una de las que llevan a bordo los barcos, menor que la chalupa y mayor que el chinchorro.
Chafaldete
—Cabo que sirve para cargar los puños de las gavias y juanetes llevándolos al centro de sus vergas.
Chinchorro
—Pequeño bote de remos y la red debajo del bauprés para aferrar los foques.
Derivar
—Caer a sotavento, cuando se produce por la acción de una corriente.
Derrota
—Rumbo o distintos rumbos que hace un buque para trasladarse de un puerto a otro.
Descuartelar
—A un…: navegar con el viento abierto a 78° 30' (siete cuartas) del rumbo.
Descubierta
—Reconocimiento que se hace del horizonte desde lo alto de los palos al amanecer o anochecer. También el que hacen los gavieros y juaneteros del estado de la jarcia.
Driza
—Cabo con que se suspenden o izan las velas, vergas, picos.
Efemérides
—Almanaque náutico o tablas astronómicas que dan día a día la situación de los planetas y circunstancias de los movimientos celestes.
Empuñidura
—Cada uno de los cabos firmes en los puños altos o grátil de las velas y en los extremos de las fojas de rizo con que se sujetan a las vergas.
Escobén
—Agujero en la roda (proa) para dar paso a los cables de un barco.
Escorar
—Inclinarse un barco hacia una de las bandas. Lo contrario de adrizar.
Escota
—Cabo sujeto a los puños bajos de las velas que permite cazarlas.
Espejo de popa
—Superficie exterior de la popa de un barco.
Espiche
—Estaquilla que sirve para tapar un agujero en una barca o en una cuba.
Esquife
—Barco pequeño de los que se llevan en los grandes para saltar a tierra.
Estacha
—Cable con que se sujeta un barco a otro fondeado o a un objeto fijo.
Estay
—Cabo que sujeta un mástil para impedir que éste caiga sobre popa.
Estribor
—Banda o costado derecho de un barco, mirando de popa a proa.
Estrobo
—Pedazo de cabo que se emplea para cualquier uso.
Fachear
—Mantener un buque casi parado, si es de vela disponiendo éstas de forma que se contrarresten sus efectos.
Falúa
—Pequeña embarcación usada en los puertos por los jefes y autoridades de marina.
Falucho
—Embarcación costera que lleva una vela latina.
Flechaste
—Cada uno de los cordeles que, ligados a los obenques, sirven de escalones para subir a ejecutar maniobras en lo alto de los palos.
Foque
—Vela triangular que se larga a proa del trinquete, amurándola en el bauprés.
Fragata
—Buque de guerra de los siglos XVII y XVIII menor que el navío, pero con aparejo similar de tres palos cruzados con cofas y crucetas y una sola batería corrida, que es la del combés, con 40 o 60 cañones. Las hubo mercantes de más de 300 toneladas.
Fresco
—Se dice del viento que en los veleros permite llevar todas las velas.
Galerna
—Viento recio del SO al NO que se desencadena inesperadamente en la costa N de España y el golfo de Vizcaya.
Gata
—Bote noruego.
Gavia
—Vela que va en el mastelero mayor de una nave.
Gaviero
—Marinero a cuyo cuidado está la gavia y el registrar cuanto se pueda alcanzar a ver desde ella.
Goleta
—Pequeño buque raso y fino de dos palos, con velas cangrejas.
Grátil
—Borde de la vela por donde se une al palo.
Guindola
—Andamio que rodea un palo. Salvavidas colgando de un cabo largo, colgando por la popa de un barco.

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