El dios de la lluvia llora sobre Méjico (94 page)

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Authors: László Passuth

Tags: #Histórico

BOOK: El dios de la lluvia llora sobre Méjico
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—¿Debemos hacer un sacrificio en memoria de
Muñeca de Esmeralda
?

—¿Qué ofrecerías en sacrificio, señora y madre?

—Ofrezco en sacrificio el odio en el que me eduqué y viví. Por eso te traje conmigo; tú no llevas ya ningún nombre antiguo; pero ahora, según antigua costumbre y conforme a la antigua ley, con el derecho de único superviviente de aquellos que fueron engendrados por el Terrible Señor, te llamaré el
Nivelador-de-Senderos-cegados.
Ofrezco como sacrificio la discordia entre las castas reales de Tezcuco y Tenochtitlán. Sea olvidado el nombre de
Flor Negra
y que logre él encontrar el camino que, por los infinitos campos, conduce a las regiones donde están sus mayores, el Señor del Ayuno y el Lobo del Desierto.

—Por la voluntad del Señor que hizo mojar con agua del bautismo nuestras frentes para salvar así nuestras almas, ruego por mi padre para que encuentre, no el camino que conduce a la mansión de sus antepasados, sino el que conduce a la de los bienaventurados.

—Ahí estás tú, Ixtlixochitl, entre los dos caminos y vacilas.

—Todos vacilan, señora y madre. Todo Anahuac, llamada ya Nueva España, hasta por nosotros mismos, ve todo lo antiguo a través de sus lágrimas; pero se agarra con todas sus fuerzas a la nueva fe para hacerse iguales a los españoles en el alma.

"Yo llevo la Cruz de la Orden de Santiago. No creo en la Serpiente Alada; no creo en Tlaloc; ni creo tampoco que la rueda del sol ruede sobre un camino hecho de corazones arrancados a niños; pero si alguien me dijese que debo negar todo eso, que he de destruir con mis manos a
Muñeca de Esmeralda,
o romper la coraza del rey Molch, entonces yo, comendador de Santiago, preferiría hacerme cortar las manos a hachazos antes que negar que mi madre, cuando niña, adoró a estos dioses antiguos.

—Todos hicimos ya nuestro sacrificio ante
Muñeca de Esmeralda.
Todos: tú, princesa, y tú, hijo mío, y el joven Hernando y también el padre de mi hijo que desde el reino de los justos mira con cariñosos ojos y que ordenó que una vez muerto, su cadáver fuese traído a través de las inmensas tierras para descansar en esta tierra. También él había ya ofrecido su sacrificio, a la manera de los hombres, con un mar de sangre, con más sangre tal vez, cm mucha más sangre de la que hizo derramar tu padre, Tecuichpo, el día de tu nacimiento, en que fueron arrancados veinte mil corazones sobre la terraza superior del Teocalli. La mano de Malinche no estaba manchada de sangre, es cierto. No estranguló a nadie y a nadie le arrancó el corazón; pero fue el primero que aquí hizo quemar vivo a un hombre, el cacique aquél de la provincia de la costa. Y Alvarado, que con su espada cortó los tallos de las mazorcas maduras, era su hombre de confianza… Esta es la sangre que ofreció Cortés en sacrificio…, toda la sangre derramada en su nombre y en nombre del amor… Y, sin embargo, cabalgó horas enteras cada vez que llegó a sus oídos que en alguna aldea lejana se querían sacrificar cautivos a los dioses. Limpió las jaulas, libertó a los prisioneros, pero dejó a los demás bañados en sangre.. El hierro candente silbó al quedar los cuerpos desnudos. Cortés vino como viene un castigo del Cielo, porque el camino de Anahuac se perdía y los antiguos dioses eran ya viejos, débiles e impotentes.

—Todos hicimos nuestro sacrificio a
Muñeca de Esmeralda,
la que trajo aquí el odio
y
la discordia y que era más fuerte que Tlaloc, padre de nuestra estirpe, pues éste no pudo despejar el camino y sólo le cupo llorar sobre las ruinas de los muros y los templos.

—Madre. Grisea ya el día; pronto saldrá el sol. Estamos aquí en un círculo; contemplamos las cosas antiguas y lentamente nos caeremos del tiempo.

—Tú cegarás la entrada con una azada, Martín. Nosotros somos ya gente vieja y no volveremos a ver más a
Muñeca de Esmeralda.

—¿Quieres decir, señora y madre, que con ello quedarse enterrado el odio?

—Tu padre,
Flor Negra,
en las noches de verano se deslizaba hasta la selva, se transformaba entonces en jaguar y saltaba a la garganta de los horrorizados seres que por allí pasaban. Era el que guiaba a un grupo de jóvenes con los cuales hacía tal suerte de excursiones. Al amanecer, estaba ya de nuevo en su palacio, y esperaba con los ojos bajos al Señor del Ayuno. Ya ves; cuando yo hablo de esto, que soy posiblemente de una edad igual a la de tu padre y oí hablar de tales noches cuando era niña en mi casa…, cuando hablo de ello tú te sonríes y en tu rostro se dibuja la impresión de que te cuentan un cuento, un cuento viejo como los del padre Bernardino como el de Barbarroja… ya ves, se trata de tu padre, tu padre que aún se arrastra enfermo y viejo por los jardines de Tezcuco… Créeme. Odio, Amor, Paz y Reconciliación pesan a menudo menos que un puñado de tierra como éste con el cual taparás el acceso a este refugio.

Los papagayos parecieron reír cuando salieron de nuevo al aire libre. La piedra del calendario, rodeada de lianas, mostraba el lugar por donde antes pasaba el camino y por el que el rey Molch trajo aquí un día a los suyos. Las plantas rastreras habían crecido por encima del antiguo templo y ahora, bajo la vegetación, parecía su masa la de un pequeño otero, una de esas innumerables colinas que encerraban sepulcros que el tiempo destruyó lentamente y ahora están cubiertas ya por aromática vainilla. El camino bajaba una pendiente y desde lejos podían verse dos mujeres viejas, dos indias que por él caminaban. La luz de las antorchas se fundió en la luz del nuevo día, esa luz imprecisa que en Anahuac precede solamente en algunos minutos a la salida rápida del sol de los trópicos.

FIN

László Passuth
(Budapest, 1900-1979) se especializó en el género de la novela histórica, terreno en el que alcanzó gran renombre, y colaboró en diversas revistas. Para el lector, su tarjeta de presentación fue la presente obra, a la que siguieron
Don Juan de Austria
,
Señor natural
y
Más perenne que el bronce
, un recorrido por la corte de Felipe IV de la mano de Velázquez. Entre sus títulos destacan también
Nacidos en la púrpura
, una genial recreación de Bizancio,
Imperia
, cortesana y romana,
El músico del duque de Mantua
y
Amor y muerte en las lagunas
, entre otras. La obra de Passuth fue silenciada durante varios años tras la implantación del régimen comunista en Hungría, pero, gracias en parte al éxito que cosechó en Occidente, el escritor fue finalmente admitido en la cultura oficial del su país.

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