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Authors: Montesquieu

Tags: #Clásico, #Filosofía, #Política

El espíritu de las leyes (57 page)

BOOK: El espíritu de las leyes
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Si ocurriese que en algún Estado se formara una compañía que emitiera un número considerable de acciones, cuyo valor se hubiera hecho subir en pocos meses hasta hacerlo veinte o veinticinco veces mayor, y que ese mismo Estado tuviera un Banco, o lo estableciera entonces, cuyos billetes circularan como la moneda y que el valor de los mismos fuera prodigioso para responder del prodigioso valor de las acciones (que es el sistema de Law), resultaría, por la naturaleza misma de las cosas, que acciones y billetes se destruirían del mismo modo que se establecieron. No se habría podido hacer subir de pronto las acciones hasta un valor veinte o veinticinco veces mayor que el primitivo sin dar a mucha gente el medio de procurarse inmensas riquezas en papel; cada uno trataría de asegurar su fortuna, y como el cambio abre la vía más fácil para desnaturalizarla o llevarla donde se quiera, todos enviarían una parte de sus valores al país que regula el cambio. La continua remesa de fondos al extranjero haría bajar el cambio. Supongamos que en tiempo del sistema era el cambio de cuarenta groses por escudo, según el peso y la ley de la moneda de plata: cuando una gran cantidad de papel se convirtió en moneda, ya no se quiso dar por un escudo más de treinta y nueve groses o mediosueldos; luego, treinta y ocho; después, treinta y siete, etc., etc. A fuerza de bajar, se llegó a no dar más que ocho, hasta que al fin no hubo cambio.

Era el cambio lo que debía regular en Francia la proporción del dinero con el papel. Suponiendo que por la ley y el peso de la moneda el escudo de plata valiese cuarenta groses y que, efectuándose el cambio en papel no valiese más que ocho groses el escudo de tres libras, la diferencia era de cuatro quintas partes menos que el escudo en metálico.

CAPÍTULO XI
De las operaciones que hicieron los Romanos con las monedas

Cualesquiera que sean las medidas aplicadas autoritariamente en Francia a la moneda, más importantes fueron las de los Romanos, y no en la época de la República ya corrompida, ni en la de la República decadente y anárquica, sino cuando se hallaba en la plenitud de su fuerza, tanto por su sabiduría como por su valor, después de haber vencido a las ciudades de Italia y disputado el imperio a los Cartagineses.

Me interesa ahondar un poco en esta materia, con el fin de que no se tome por ejemplo lo que no es tal.

En la primera guerra púnica
[15]
, el as, que valía doce onzas, no pesaba más que dos; y en la segunda guerra púnica no pesaba más que una. Este cercenamiento responde a lo que hoy llamamos
Zaumento del valor de las monedas
; quitar de un escudo de seis libras la mitad de la plata para hacer dos o darle el valor de doce libras, es la misma cosa.

No quedan antecedentes de cómo los Romanos efectuaron dicha operación durante la primera de las guerras púnicas; pero la manera de hacerla que adoptaron durante la segunda de aquellas guerras descubre una gran sabiduría. La República no podía pagar sus deudas; el as pesaba dos onzas de cobre, y el denario, como valía diez ases, pesaba veinte. Acuñó la República ases de una onza de cobre
[16]
; ganó, pues, la mitad con relación a sus acreedores, pues pagó con diez onzas el valor de un denario. Esta operación perturbó profundamente el Estado y era menester aminorar la perturbación, en lo posible; encerraba una injustcia y debía procurarse atenuarla cuanto se pudiera. Su objeto era liberar a la República para con sus ciudadanos, sin liberar a éstos entre sí. Hízose necesaria una segunda operación, la que consistió en disponer que el denario, en lugar de seguir valiendo diez ases como hasta entonces, valiera diez y seis. Resultó de la doble operación, que mientras los acreedores de la República perdían la mitad
[17]
, los de los particulares no perdían más que un quinto
[18]
. Este mismo fue el aumento que tuvieron las mercaderías y el que tuvo el valor real de la moneda; las demás consecuencias es fácil presumirlas.

Los Romanos, pues, se condujeron con más acierto que nosotros, que hemos englobado en nuestras operaciones la fortuna pública y la de los particulares. Y esto no es todo: vamos a ver que ellos las hicieron en circunstancias más favorables.

CAPÍTULO XII
Circunstancias en que los Romanos hicieron sus operaciones sobre la moneda

Antiguamente, en Italia, el oro y la plata escaseaban mucho; es un país donde no se han conocido minas de estos metales, o ha habido muy pocas. Los Galos, cuando se apoderaron de Roma, sólo encontraron allí mil libras de oro
[19]
, aunque los Romanos habían saqueado muchas ciudades llevándose todas sus riquezas a la capital. Durante mucho tiempo se sirvieron solamente de la moneda de cobre, pues hasta la paz de Pirro no tuvieron plata suficiente para acuñarla
[20]
. Entonces fue cuando hicieron monedas de este metal, los denarios, que valían diez ases
[21]
o diez libras de cobre. La proporción, por tanto, de la plata con el cobre, en aquella época, era de 1 a 960; porque siendo el denario romano de diez ases o diez libras de cobre, valía ciento veinte onzas de cobre; y como era a la vez un octavo de onza de plata, resulta la expresada proporción
[22]
.

Roma, al hacerse dueña de la parte de Italia más próxima a Grecia y a Sicilia, se encontró poco a poco entre dos pueblos ricos: los Griegos y los Cartagineses. Dispuso de más plata, y no pudiendo sostenerse ya la proporción de 1 a 960 entre la plata y el cobre, realizó diversas operaciones con las monedas que no conocemos. Se sabe únicamente que, al comenzar la segunda guerra púnica, el denario romano no valía más que veinte onzas de cobre
[23]
y que, por consiguiente, la proporción de la plata con el cobre era de 1 a 160. La reducción fue considerable, puesto que la República ganó cinco sextas partes sobre toda la moneda de cobre; pero no se hizo sino lo que exigía la naturaleza de las cosas, es decir, restablecer la proporción entre los metales utilizados como moneda.

La paz que puso término a la primera guerra púnica hizo a los Romanos dueños de Sicilia. No tardaron en ir a Cerdeña y empezaron a conocer a España. La masa de plata aumentó en Roma, y se hizo entonces la operación que redujo el denario de plata de veinte onzas a diez y seis
[24]
, con lo cual volvió a establecerse la proporción de la plata con el cobre, que de 1 a 160 pasó a ser de 1 a 128.

Estúdiese a los Romanos, y se verá que en nada fueron tan superiores como en la oportunidad, esto es, en la elección de las circunstancias en que hicieron lo mismo lo bueno que lo malo.

CAPÍTULO XIII
Operaciones sobre las monedas en tiempo de los emperadores

En las operaciones de que fueron objeto las monedas en tiempo de la República, se procedió por disminución del peso: el Estado notificaba al pueblo sus necesidades y no abusaba de su confianza. En tiempo de los emperadores se le engañaba conservando el peso y alterando la liga: aquellos principes, arruinados por sus mismas liberalidades, tuvieron que adulterar las monedas, medio indirecto de atenuar el mal sin parecer tocarlo; se retiraba una parte del don y se ocultaba la mano: sin hablar de reducción en las donaciones a las pagas, el hecho era que se las reducia.

Aun se ven en los museos
[25]
medallas que no tienen más que una lámina de plata recubriendo el cobre. Se habla de estas monedas en un pasaje del libro LXXVII de Dion
[26]
.

Didio Juliano empezó a bajar la ley de la moneda. La de Caracalla
[27]
tenía más de la mitad de aleación; la de Alejandro Severo dos terceras partes
[28]
. En los días de Galiano ya no había más que cobre plateado
[29]
.

Se comprende bien que estas falsificaciones son imposibles en la actualidad; el príncipe se engañaría a sí mismo sin engañar a nadie. El cambio ha enseñado a los banqueros a conocer y comparar todas las monedas del mundo y a darle a cada una su valor exacto; la ley de las monedas no es ya un secreto. Si un príncipe comienza a emitir bellón, todos los demás siguen su ejemplo; si baja la ley de la plata sin bajar la del oro, éste desaparecería quedándose él reducido a su plata enferma. El cambio, como dije en el libro anterior (cap. XVI), ha impedido estos abusos de autoridad o, a lo menos, las malas consecuencias de semejantes abusos.

CAPÍTULO XIV
El cambio es una traba para los Estados despóticos

Moscovia querría librarse del despotismo y no puede. El establecimiento del comercio exige el del cambio, y las operaciones del cambio tropiezan con toda la legislación de aquel país.

En 1745, la zarina
[30]
dió una ordenanza expulsando a los Judíos por haber enviado a países extranjeros los caudales de los Moscovitas relegados en Siberia y los de los extranjeros, que servían en la milicia. Los súbditos del imperio son esclavos, y por lo mismo no les permiten las leyes ni salir del país ni hacer salir sus bienes sin licencia del monarca. Por eso el cambio, que facilita la traslación del dinero de un país a otro, se halla en oposición con las leyes moscovitas.

El comercio también las contradice. El pueblo se compone de siervos del terruño y de otros que se llaman
eclesiásticos
o
caballeros
por ser los señores inmediatos de aquellos siervos, pero todos son esclavos; no existe, por lo tanto, lo que llamamos
el tercer estado
, que debe componerse de artesanos y de comerciantes.

CAPÍTULO XV
Usos de algunos países de Italia

En algunas comarcas italianas han dictado leyes que impiden a los súbditos vender sus propiedades, para que no puedan llevarse al extranjero sus fortunas. Estas leyes acaso fueran buenas cuando las riquezas de cada Estado eran tan suyas que era difícil llevárselas a otro Estado; pero desde que, gracias al cambio, las riquezas no puede decirse que sean de un Estado particular, pueden trasladarse fácilmente de un país a otro y es mala cualquiera ley que lo impida. Si cada cual dispone de su dinero, ¿por qué no ha de disponer de sus fincas? Es una ley mala, porque hace más ventajosos los bienes muebles que los inmuebles, porque les quita a los extranjeros el deseo de establecerse en el país y, en fin, porque puede eludirse con facilidad.

CAPÍTULO XVI
Utilidad que el Estado puede sacar de los banqueros

La función de los banqueros es cambiar dinero, no prestarlo
[31]
. Si el príncipe no se sirve de ellos más que para el cambio de su dinero, como sus operaciones (las del príncipe) son siempre de consideración, por poco que les dé, les proporciona un considerable beneficio. Como le pidan grandes créditos, puede estar seguro de que tiene la culpa la administración. Cuando, por el contrario, se acude a los banqueros para tomar anticipos, su arte consiste en sacar provecho de sus fondos sin que pueda acusárseles de usura.

CAPÍTULO XVII
De las deudas públicas

Algunos han creído que es bueno para un Estado el deberse a sí mismo, por pensar que el aumento de circulación multiplica las riquezas.

Yo creo que se confunde el papel circulante representativo de la moneda, o el que es signo de las ganancias de una compañía, con el que representa una deuda. Los dos primeros son muy útiles al Estado; el último no, ya que sólo puede servir de prenda a los particulares para que la nación pague su deuda. Pero he aquí sus inconvenientes.

1° Si los extranjeros poseen muchos títulos que representan una deuda, sacan del país una suma anual considerable en concepto de intereses.

2° En una nación que tiene deuda perpetua, el cambio debe de estar muy bajo.

3° Los impuestos que se exigen para el pago de los intereses de la deuda, perjudican a los fabricantes porque encarecen la mano de obra.

4° Se les quitan las verdaderas rentas del Estado a los activos que fomentarían la industria; para dárselas a la gente ociosa, esto es, se facilitan medios de trabajar y se priva de ellos a los que trabajan.

Quedan expresados los inconvenientes; no conozco las ventajas.

Diez personas tienen cada una mil escudos de renta en fincas o en industria: esto representa para la nación, al cinco por ciento, un capital de doscientos mil escudos. Si las diez personas gastan la mitad de sus rentas, esto es, cinco mil escudos, en pagar los intereses de cien mil que han pedido prestados a otras personas, para el Estado no hay diferencia, pues podría decirse en el lenguaje de los matemáticos: 200.000 escudos - 100.000 + 100.000 = 200.000.

Lo que puede hacer que se incurra en un error es que un título representativo de una deuda nacional sea signo de riqueza, porque solamente un Estado rico puede soportar semejante carga sin caer en el descrédito; si no sucede así, es que tiene grandes riquezas de otra clase. Dicen algunos que no hay mal cuando se conocen los medios de combatirlo, y aun agregan que el mal es un bien cuando aquellos medios son sobrados.

CAPÍTULO XVIII
Del pago de las deudas públicas

Es menester que haya proporción entre el Estado acreedor y el Estado deudor. Un Estado puede ser acreedor hasta lo infinito, pero no puede ser deudor sino hasta cierto punto; y pasado este punto, el título de acreedor se desvanece.

Cuando el Estado ha mantenido su crédito sin menoscabo alguno, puede hacer lo que ha hecho con fortuna cierta nación de Europa
[32]
, es decir, proporcionarse gran cantidad de especies y ofrecer el reembolso a los particulares, a menos que no quieran reducir el interés. En efecto, los particulares son los que fijan la tasa del interés cuando el Estado toma a préstamo; pero cuando quiere pagar es el Estado quien la establece.

No basta reducir el interés: es indispensable que con el beneficio de la reducción se constituya un fondo de amortización para pagar anualmente parte de los capitales, operación de éxito tanto más feliz por cuanto da cada año mejores resultados.

Si ha padecido el crédito del Estado, razón de más para que se procure constituir un fondo de amortización, porque tan luego como este fondo exista renacerá la confianza.

1° Si el Estado es una República, la cual permite por la índole de su gobierno que se hagan proyectos para largo, el fondo de amortización puede ser de poca monta; en una monarquía tiene que ser un capital importante.

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