El fulgor y la sangre

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Authors: Ignacio Aldecoa

Tags: #Clásico, Drama

BOOK: El fulgor y la sangre
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El fulgor y la sangre
, finalista del Premio Planeta 1954, narra la tensa espera de unas mujeres, esposas de guardias civiles, que, situadas en un pueblo castellano, saben que hay entre los suyos un muerto en acto de servicio, ignorándose de momento quién pueda ser. Mediante una precisa alternancia del presente y el pasado, desfilan ante el lector las lentas horas de congoja, las pequeñas humillaciones de la vida diaria y los recuerdos de la guerra civil que persiguen a cada uno de los personajes, con sus temores e insatisfacciones.

Son apenas ocho o nueve horas de un día de verano en las que el tedio de un presente sumido en la depresiva y taciturna vida cuartelera se une al moroso sondeo de la memoria. Su alternancia desvela la miseria, la sordidez y los descalabros físicos y morales de la guerra civil y la posguerra. Aldecoa consigue en
El fulgor y la sangre
la máxima temperatura sensorial, en una singularidad testimonial matizada por la fusión de elementos trágicos y grotescos.

Ignacio Aldecoa

El fulgor y la sangre

ePUB v1.1

Zorindart
03.08.12

Título original:
El fulgor y la sangre

Ignacio Aldecoa, 1954

Diseño de portada: Hans Romberg

Editor original: Zorindart (v1.0 a 1.1)
sobre un fb2 digitalizado por
slstc 2012

ePub base v2.0

Prólogo

Ignacio Aldecoa comenzó a escribir poesía, luego publicó diversos libros de cuentos y en 1954 publica su primera novela:
El fulgor y la sangre
, que fue finalista del Premio Planeta de ese año, siendo la novela ganadora
Pequeño teatro
de Ana Mª Matute. La novela tendría una continuación, aunque con una acción distinta en
Con el viento solano
 .

Aldecoa había proyectado escribir tres trilogías que no completó. La primera,
La España inmóvil
, dedicada al mundo de la Guardia Civil, los gitanos y los toreros. A esta primera trilogía corresponden
El fulgor y la sangre
(1954) y
Con el viento solano
(1956). La segunda trilogía estaba dedicada a los hombres del mar y escribió,
Gran Sol
(1957) y trata del mundo de los pescadores de altura y la tercera pensaba dedicarla al mundo de la mina y a los trabajadores del hierro, pero ni siquiera la comenzó.

Para el comienzo de la escritura de la novela se produjo una génesis externa que motiva la situación novelesca inicial. Así explicaba Aldecoa el primer fogonazo de su novela: «Dando vueltas por Castilla, sin rumbo, yendo con Josefina por la carretera de Extremadura, en Maqueda vi un castillo dentro del cual había un cuartel de la Guardia Civil. Aquello fue el primer golpe del tema. Luego vino la coincidencia de una noticia periodística, de esas tan corrientes, de reyertas de gitanos, y ya estuvo allí la idea de la novela» (en
Pueblo
, 5/5/1957:
Así trabaja Ignacio Aldecoa,
de Julio Trenas).

El argumento es el siguiente: En las afueras de un pueblo de Castilla, en la casa-cuartel de la Guardia Civil, construida dentro de las murallas de un castillo, viven un cabo (comandante de puesto) y cinco guardias civiles con sus familias. Por teléfono se recibe la noticia de que uno de los agentes, que prestaba servicio en la feria de un pueblo cercano, ha sido asesinado. Por el momento se ignora la identidad del fallecido. Las primeras en conocer el suceso son las esposas de los guardias que están de servicio en el cuartel, y éstas han de preparar a las otras para la noticia. Las tensas horas de la espera son interrumpidas por el narrador para contar el pasado de las mujeres, una a una, antes de ser esposas de los guardias civiles. Las presenta desde la infancia hasta el presente y a cada una de ellas le dedica uno de los capítulos, alternando el pasado (tiempo evocado) con el tiempo presente (vivido), que rompen la tensión de la espera.

La historia se ordena en 7 capítulos titulados con las horas que van desde el mediodía de un ardiente verano (el fulgor) hasta el crepúsculo, cuando se sabrá, por fin, el nombre de la víctima (la sangre).

Al atardecer traen el cadáver del guardia asesinado, a quien un gitano le ha disparado un tiro de pistola en la feria del pueblo vecino. La vida sigue. El guardia Baldomero recibe la orden de perseguir al asesino y piensa en él, imaginándoselo en la noche, miedoso y sin rumbo: «Un hombre caminaba en la noche, a través de los campos, sin dirección fija, azuzado por el miedo».

Estructura:

El fulgor y la sangre
está estructurada en 7 capítulos, cada uno con su título, que van señalando el paso del tiempo; que va del «Mediodía» (primer capítulo) al «Crepúsculo» (el 7º). Además cada capítulo está dividido en dos tipos de secuencias; unas van separadas por asteriscos que van alternando y marcan el tiempo vivido (presente) y el tiempo evocado. El otro tipo de secuencias se separan por medio de espacios en blanco y las encontramos tanto dentro del tiempo vivido como en el evocado. Dentro del tiempo vivido separan espacialmente, mientras que en el evocado la separación es tanto espacial como temporal.

Los capítulos llevan títulos, que señalan las horas del día:
Mediodía, Dos de la tarde, Tres de la tarde, Cuatro y media, Seis de la tarde, Siete de la tarde y Crepúsculo
. El primero y el último abren y cierran la intriga del relato primario de la novela, cuya duración aproximada es de unas nueve horas, desde unos minutos antes del mediodía hasta el crepúsculo de un atardecer veraniego del mes de julio. Y también es el tiempo aproximado que un lector normal emplearía en la lectura de toda la novela.

Al principio, «Mediodía», se recibe en el castillo, que sirve de casa-cuartel a la Guardia Civil en un innominado pueblo de Castilla («El timbre del teléfono corrió nervioso las cuatro paredes», una vaga y funesta noticia: «han matado a uno de los nuestros. Ha sido en el campo. Un pastor ha llevado la noticia al pueblo. Hubo esta mañana lío en la feria». Dos parejas: Baldomero Ruiz con Cecilio Jiménez, y Guillermo Arenas con el cabo Francisco Santos, han salido por la mañana de servicio para la feria de un pueblo cercano. Cualquiera de ellos puede ser la víctima, y solo al final se resolverá la angustiosa espera. El asesino fue un gitano borracho que armó una zaragata en la feria y al ser perseguido por las dos parejas alcanzó con un tiro de pistola a uno de los guardias, huyendo después.

En los cinco capítulos centrales la acción del relato primario es lineal y escueta: Ruipérez y Pedro, pareja de servicio en el cuartel comunican la noticia a sus respectivas esposas y éstas a las tres mujeres de los guardias que han salido de servicio a la feria. Y no sucede más. Y es que a Aldecoa no le interesa el potenciar el «suspense», sino utilizar el suceso como pretexto para presentarnos cinco historias, las de la cinco mujeres de los guardias, desde su infancia hasta el momento presente. A cada una de ellas dedicará un capítulo alternando el relato del tiempo vivido y del tiempo evocado.

Así a las «Dos de la tarde» conocemos la vida pasada de Sonsoles, huérfana, interna en un colegio de monjas, acogida, después, en casa de unos tíos paternos, donde conocerá al guardia Pedro Sánchez. En el capítulo siguiente, «Tres de la tarde» nos informa de la suerte de Felisa, hija de un obrero, madre de 4 hijos y esposa de Regino Ruipérez. En «Cuatro y media de la tarde» entra en escena María Ruiz, maestra de profesión, hija de un militar retirado y esposa de Baldomero Ruiz (matrimonio sin hijos). A las «Seis de la tarde» el narrador nos informa sobre Carmen, peluquera madrileña, de familia obrera, que se casa con Cecilio Jiménez. A «Las siete de la tarde» se nos ofrece la historia de Ernesta, hija de un labrador pobre extremeño y esposa de Guillermo Arenas.

Sonsoles recuerda el asesinato de su padre el 5 de mayo de 1937. El padre de Felisa fue detenido el mismo 18 de julio de 1936 y estuvo varios años en la cárcel. María asistió en el pueblo de la sierra, donde ejercía de maestra, al fusilamiento del cura. Carmen vivió la guerra en Madrid y Ernesta y vio la recluta de los mozos del pueblo para la guerra. Todos estos relatos evocados (analepsis) rompen la tensión de la espera y la desvían hacia unas vidas vulgares, cuyos ideales, frustraciones y esperanzas nos quiere transmitir, que es, al fin y al cabo, la vida de una generación traumatizada por la experiencia de la guerra civil, y donde el castillo (casa-cuartel) actúa como metáfora de la existencia. El mismo Aldecoa lo dice en una entrevista: «Yo he visto y veo (…) cómo es la pobre gente de España. No adopto una actitud sentimental ni tendenciosa. Lo que me mueve, (…) es el convencimiento de que hay una realidad española, cruda y tierna, a la vez, que está casi inédita en nuestra novela» .

En el capítulo final, «Crepúsculo», se produce el desenlace y se cierra la acción comenzada en «Mediodía». Sigue la estructura alternante del tiempo vivido y el evocado. En el tiempo presente la acción avanza linealmente hasta la llegada del cadáver al cuartel y en el tiempo evocado, el cabo Francisco Santos relata su vida antes de ingresar en la Guardia Civil.

La naturaleza se despide en un horizonte de sangre: «vaca desollada lo llamaban los campesinos»

El tiempo:

El verdadero estructurador de la novela es el tiempo.

El tiempo vivido está rigurosamente marcado a lo largo de la novela por la alternancia en la guardia de los dos números que han quedado de servicio en el cuartel: «Ruipérez dijo, mirando a su reloj. —Ya es la una menos cuarto. Voy a relevarte».

Pero además de las horas del reloj que van marcando los relevos, está el movimiento del sol, desde el mediodía hasta el poniente, que va marcando con su sombra el paso lento del tiempo, con menos exactitud, pero con más densidad significativa. Así tenemos la metáfora del hombre reloj de sol: «Las doce con las dos agujas, el fusil y el hombre, unidas, sin sombra». Y poco antes del crepúsculo: «Del servicio, (…) meditaba Ruipérez, mientras el fusil y el hombre formaban una larga sombra en el umbral de la puerta del castillo».

Además hay otro recurso para mostrar el paso del tiempo en los personajes, como las referencias al aspecto físico de las mujeres: «En la cabeza de Sonsoles aparecieron las primeras canas. El trabajo cotidiano, monótono, igual, la desgastaba suave, paulatinamente». Pedro al contemplar a su mujer observa. «Sus amplias caderas, sus grandes nalgas, sus gordas y toscas piernas, en otro tiempo, recordaba, ágiles y bien formadas. ¡Cuánto podía el tiempo!» y por último María al mirarse en el espejo exclama: «Estoy vieja, pensó, vieja y cansada, si siquiera hubiera tenido un hijo…».

Luego ya vendría el tiempo presente que viene marcado por los títulos de los capítulos: mediodía, dos de la tarde hasta el crepúsculo, que forman las 9 horas de espera en el cuartel, que han constituido la anécdota generadora del relato y éstas se ensanchan hacia el pasado de las mujeres con un alcance de hasta 20 años atrás.

En efecto, se da una alternancia entre el tiempo vivido y el tiempo evocado como principio organizador de las secuencias narrativas. El tiempo vivido (el presente) es la tensa espera en el cuartel desde el mediodía hasta el crepúsculo y tiene un tratamiento lineal. En el primer capítulo, «Mediodía», se nos cuenta la noticia que reciben por teléfono; —«El teléfono, como objeto mortuorio, sobre una repisa»—: han matado a uno de los guardias que han salido de servicio, pero no se sabe a quién.

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