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Authors: José Hernández

El gaucho Martín Fierro (3 page)

BOOK: El gaucho Martín Fierro
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No teníamos más permiso,
Ni otro alivio la gauchada,
Que salir de madrugada,
Cuando no había Indio ninguno,
Campo ajuera á hacer boliadas
Desocando los reyunos.

Y cáibamos al cantón
Con los fletes aplastaos-
Pero á veces medio aviaos
Con plumas y algunos cueros-
Que pronto con el pulpero
Los teníamos negociaos.

Era un amigo del Jefe
Que con un boliche estaba;
Yerba y tabaco nos daba
Por la pluma de avestruz,
Y hasta le hacía ver la luz
Al que un cuero le llevaba.

Solo tenía cuatro frascos
Y unas barricas vacías,
Y a la gente le vendía
Todo cuanto precisaba
Algunos creíban que estaba
Allí la proveduría.

Ah! pulpero habilidoso
Nada le solía faltar-
Ay juna! y para tragar
Tenía un buche de ñandú,
La gente le dió en llamar
«El boliche de virtú.»

Aunque es justo que quien vende
Algún poquito muerda,
Tiraba tanto la cuerda
Que con sus cuatro limetas
El cargaba las carretas
De plumas, cueros y cerda.

Nos tenía aputaos á todos
Con más cuentas que un rosario,
Cuando se anunció un salario
Que iban á dar, ó un socorro-
Pero sabe Dios qué zorro
Se lo comió al comisario.

Pues nunca lo ví llegar,
Y al cabo de muchos días-
En la mesma pulpería
Dieron una buena cuenta-
Que la gente muy contenta
De tan pobre recebía.

Sacaron unos sus prendas,
Que las tenían empeñadas,
Por sus deudas atrasadas
Dieron otros el dinero;
Al fin de fiesta el pulpero,
Se quedó con la mascada.

Yo me arrescosté á un horcón
Dando tiempo á que pagaran,
y poniendo güena cara
Estuve haciéndome el poyo,
A esperar que me llamaran
Para recibir mi boyo.

Pero ahi me puede quedar
Pegao pa siempre al horcón-
Ya era casi la oración
Y ninguno me llamaba-
La cosa se me ñublaba
Y me dentró comezón:

Pa sacarme el entripao
Vi al mayor, y lo fí á hablar-
Yo me lo empecé á atracar,
Y como con poca gana
Le dije: «Tal vez mañana
Acabarán de pagar.»

«-¡Que mañana ni otro día»
Al punto me contestó,
«La paga ya se acabó,
«Siempre has de ser animal»-
Me raí y le dije: «Yo...
«No he recebido ni un rial.»

Se le pusieron los ojos
Que se le querían salir,
Y ay no más volvió á decir
Comiéndome con la vista:
«-¿Y qué querés recebir
«Si no has dentrao en la lista?»

«-Esto si que es amolar»
Dije yo pa mis adentros,
«Ván dos años que me encuentro
«Y hasta aura he visto ni un grullo,
«Dentro en todos los barullos
«Pero en las listas no dentro.»

Vide el pleito mal parao
Y no quise aguardar más...
Es güeno vivir en paz
Con quien nos ha de mandar-
Y reculando pa trás
Me le empezé a retirar.

Supo todo el Comendante
Y me llamó al otro día,
Diciéndome que quería
Averiguar bien las cosas-
Que no era el tiempo de Rosas,
Que aura á naides se debía.

Llamó al cabo y al sargento
Y empezó la indagación
Si había venido al cantón
En tal tiempo ó en tal otro...
Y si había venido en potro,
En reyuno o rodomón.

Y todo era alborotar
Al ñudo, y hacer papel,
Conocí que era pastel
Pa engordar con mi guayaca,
Mas si voy al coronel
Me hacen bramar en la estaca.

¡Ah! hijos de una... la codicia
Ojála les ruempa el saco;
Ni un pedazo de tabaco
Le dán al pobre soldao,
Y lo tienen de delgao,
Más ligero que un guanaco.

Pero qué iba á hacerles yo,
Chavarón en el desierto;
Más bien me daba por muerto
Pa no verme más fundido-
Y me les hacía el dormido
Aunque soy medio despierto.

V

Yo andaba desesperao,
Aguardando una ocasión
Que los indios un malón
Nos dieran y entre el estrago
Hacérmeles cimarrón
Y volverme pa mi pago.

Aquello no era servicio
Ni defender la frontera—
Aquello era ratonera
En que sólo gana el juerte—
Era jugar á la suerte
Con una taba culera.

Allí tuito va al revés:
Los milicos son los piones,
Y andan en las poblaciones
Emprestaos pa trabajar—
Los rejuntan pa peliar
Cuando entran indios ladrones.

Yo he visto en esa milonga
Muchos Jefes con estancia,
Y piones en abundancia,
Y majadas y rodeos;
He visto negocios feos
A pesar de mi inorancia.

Y colijo que no quieren
La barunda componer—
Para eso no ha de tener
El Jefe, que esté de estable,
Más que su poncho, y su sable,
Su caballo y su deber.

Ansina, pues, conociendo
Que aquel mal no tiene cura,
Que tal vez mi sepoltura
Si me quedo iba á encontrar,
Pensé en mandarme mudar
Como cosa más sigura.

Y pa mejor, una noche
Qué estaquiada me pegaron,
Casi me descoyuntaron
Por motivo de una gresca—
¡Ay juna, si me estiraron
Lo mesmo que guasca fresca!

Jamás me puedo olvidar
Lo que esa vez me pasó:—
Dentrando una noche yo
Al fortín, un enganchao,
Que estaba medio mamao,
Allí me desconoció.

Era un gringo tan bozal,
Que nada se le entendía—
¡Quién sabe de ánde sería!
Tal vez no juera cristiano;
Pues lo único que decía
Es que era pa­po­litano.

Estaba de centinela
Y por causa del peludo
Verme más claro no pudo,
Y esa fué la culpa toda—
El bruto se asustó al ñudo
Y fí el pavo de la boda.

Cuando me vido acercar:
«¿Quién vívore?»... preguntó
«Qué vívoras, —dije yo—
«Ha garto» —me pegó el grito:
Y yo dije despacito:
«Más lagarto serás vos».

Ay no más — Cristo me valga!
Rastrillar el jusil siento—
Me agaché, y en el momento
El bruto me largó un chumbo—
Mamao, me tiró sin rumbo
Que si nó, no cuento el cuento.

Por de contao, con el tiro
Se alborotó el avispero—
Los oficiales salieron
Y se empezó la junción—
Quedó en su puesto el nación—
y yo fí al estaquiadero.

Entre cuatro bayonetas
Me tendieron en el suelo—
Vino el mayor medio en pedo,
Y allí se puso á gritar,
«Pícaro te he de enseñar
Andar reclamando sueldos»

De las manos y las patas
Me ataron cuatro cinchones—
Les aguanté los tirones
Sin que ni un ¡ay! se me oyera,
Y al gringo la noche entera
Lo harté con mis maldiciones.

Yo no sé porqué el Gobierno
Nos manda aquí a la frontera,
Gringada que ni siquiera
Se sabe atracar á un pingo—
Si creerá al mandar un gringo
Que nos manda alguna fiera!

No hacen más que dar trabajo
Pues no saben ni ensillar,
No sirven ni pa carniar;
Y yo he visto muchas veces
Que ni voltiadas las reses
Se les querían arrimar.

Y lo pasan sus mercedes
Lengüetiando pico á pico
Hasta que viene un milico
A servirles al asao—
Y eso si, en lo delicaos,
Parecen hijos de rico.

Si hay calor, ya no son gente,
Si yela, todos tiritan—
Si usté no les da, no pitan
Por no gastar en tabaco,—
Y cuando pescan un naco
Uno al otro se lo quitan.

Cuando llueve se acoquinan
Como perro que oye truenos—
Qué diablos —sólo son güenos
Pa vivir entre maricas—
Y nunca se andan con chicas
Para alzar ponchos ajenos.

Pa vichar son como ciegos,
No hay ejemplo de que entiendan,
Ni hay uno solo que aprienda
Al ver un bulto que cruza,
A saber si es avestruza,
O si es ginete, ó hacienda.

Si salen á perseguir
Después de mucho aparato,
Tuitos se pelan al rato
Y va quedando el tendal—
Esto es como en un nidal
Echarle güebos á un gato.

VI

Vamos dentrando recién
A la parte más sentida,
Aunque es todita mi vida
De males una cadena—
A cada alma dolorida
Le gusta cantar sus penas.

Se empezó en aquel entónces
A rejuntar caballada,
Y riunir la milicada
Teniéndola en el Cantón,
Para una despedición
A sorprender á la indiada.

Nos anunciaban que iríamos
Sin carretas ni bagajes
A golpiar á los salvajes
En sus mesmas tolderías—
Que á la güelta pagarían
Licenciándolo al gauchaje.

Que en esta despedicion
Tuviéramos la esperanza,
Que iba á venir sin tardanza,
Según el Jefe contó,
Un menistro o qué sé yo—
Que le llamaban Don Ganza.

Que iba á riunir el Ejército
Y tuitos los batallones—
Y que traiba unos cañones
Con más rayas que un cotin—
Pucha... las conversaciones
Por allá no tenían fin.

Pero esas trampas no enriedan
A los zorros de mi laya,
Que esa Ganza venga ó vaya,
Poco le importa á un matrero—
Yo también dejé las rayas...
En los libros del pulpero.

Nunca juí gaucho dormido
Siempre pronto, siempre listo—
Yo soy un hombre, ¡qué Cristo!
Que nada me ha acobardao,
Y siempre salí parao
En los trances que me he visto.

Dende chiquito gané
La vida con mi trabajo,
Y aunque siempre estuve abajo
Y no sé lo que es subir—
También el mucho sufrir
Suele cansarnos —¡barajo!

En medio de mi inorancia
Conozco que nada valgo—
Soy la liebre ó soy el galgo
A sigún los tiempos andan,
Pero tambien los que mandan
Debieran cuidarnos algo.

Una noche que riunidos
Estaban en la carpeta
Empinando una limeta
El Jefe y el Juez de Paz—
Yo no quise aguardar más,
Y me hice humo en un sotreta.

Me parece el campo orégano
Dende que libre me veo—
Donde me lleva el deseo
Allí mis pasos dirijo—
Y hasta en las sombras, de fijo
Que donde quiera rumbeo.

Entro y salgo del peligro
Sin que me espante el estrago,
No aflojo al primer amago
Ni jamás fí gaucho lerdo:
Soy pa rumbiar como el cerdo
Y pronto caí á mi pago.

Volvía al cabo de tres años
De tanto sufrir al ñudo,
Resertor, pobre y desnudo—
A procurar suerte nueva—
Y lo mesmo que el peludo
Enderecé pa mi cueva.

No hallé ni rastro del rancho—
Sólo estaba la tapera!—
Por Cristo, si aquello era
Pa enlutar el corazón—
Yo juré en esa ocasión
Ser más malo que una fiera!

Quién no sentirá lo mesmo
Cuando ansi padece tanto!
Puedo asigurar que el llanto
Como una mujer largué—
Ay! mi Dios —si me quedé
Más triste que Jueves Santo!

Solo se oiban los aullidos
De un gato que se salvó,
El pobre se guareció
Cerca, en una vizcachera—
Venía como si supiera
Que estaba de güelta yo.

Al dirme dejé la hacienda
Que era todito mi haber—
Pronto debíamos volver
Sigún el juez prometía,
Y hasta entonces cuidaría
De los bienes, la mujer.

Despues me contó un vecino
Que el campo se lo pidieron—
La hacienda se la vendieron
En pago de arrendamientos,
Y qué sé yo, cuántos cuentos;
Pero todo lo fundieron.

Los pobrecitos muchachos,
Entre tantas afliciones
Se conchavaron de piones
¡Mas qué iban á trabajar,
Si eran como los pichones
Sin acabar de emplumar!

Por ahi andarán sufriendo
De nuestra suerte el rigor:
Me han contao que el mayor
Nunca dejaba á su hermano—
Puede ser que algun cristiano
Los recoja por favor.

¡Y la pobre mi mujer
Dios sabe cuánto sufrió!
Me dicen que se voló
Con no sé qué gavilán—
Sin duda á buscar el pan
Que no podía darle yo.

No es raro que á uno le falte
Lo que á algún otro le sobre—
Si no le quedó ni un cobre
Si no de hijos un enjambre,
¿Que más iba á hacer la pobre
Para no morirse de hambre?

¡Tal vez no te vuelva á ver,
Prenda de mi corazón!
Dios te dé su proteción
Ya que no me la dió á mí—
Y á mis hijos dende aquí
Les echo mi bendición.

Como hijitos de la cuna
Andarán por ahi sin madre—
Ya se quedaron sin padre
Y ansi la suerte los deja,
Sin naides que los proteja
Y sin perro que les ladre.

Los pobrecitos tal vez
No tengan ande abrigarse,
Ni ramada ande ganarse,
Ni rincón ande meterse,
Ni camisa que ponerse,
Ni poncho con qué taparse.

Tal vez los verán sufrir
Sin tenerles compasión—
Puede que alguna ocasión
Aunque los vean tiritando,
Los echen de algún jogón
Pa que no estén estorbando.

Y al verse ansina espantaos
Como se espanta á los perros,
Irán los hijos de Fierro,
Con la cola entre las piernas,
A buscar almas más tiernas
O esconderse en algun cerro.

Mas también en este juego,
Voy á pedir mi bolada—
A naides le debo nada
Ni pido cuartel ni doy;—
Y ninguno dende hoy
Ha de llevarme en la armada.

Yo he sido manso primero,
Y seré gaucho matrero—
En mi triste circustancia,
Aunque es mi mal tan projundo,
Nací, y me he criado en estancia,
Pero ya conozco el mundo.

Ya les conozco sus mañas,
Le conozco sus cucañas,
Sé cómo hacen la partida,
La enriedan y la manejan—
Deshaceré la madeja
Aunque me cueste la vida.

Y aguante el que no se anime
A meterse en tanto engorro,
O sino aprétese el gorro
O para otra tierra emigre—
Pero yo ando como el tigre
Que le roban los cachorros.

Aunque muchos cren que el gaucho
Tiene una alma de reyuno—
No se encontrará ninguno
Que no le dueblen las penas—
Mas no debe aflojar uno
Mientras hay sangre en las venas.

VII

De carta de más me vía
Sin saber á donde dirme;
Mas dijeron que era vago
Y entraron á perseguirme.

Nunca se achican los males,
Van poco a poco creciendo,
Y ansina me vide pronto
Obligado á andar juyendo.

No tenía mujer, ni rancho,
Y á más, era resertor,
No tenía una prenda güena
Ni un peso en el tirador.

A mis hijos infelices,
Pensé volverlos á hallar—
Y andaba de un lao al otro
Sin tener ni qué pitar.

Supe una vez por desgracia
Que había un baile por allí—
Y medio desesperao
A ver la milonga fuí.

Riunidos al pericón
Tantos amigos hallé,
Que alegre de verme entre ellos
Esa noche me apedé.

Como nunca, en la ocasion
Por peliar me dió la tranca,
Y la emprendí con un negro
Que trujo una negra en ancas.

Al ver llegar la morena
Que no hacía caso de naides
Le dije con la mamúa:
—«Va... ca... yendo gente al baile.»

La negra entendió la cosa
Y no tardó en contestarme
Mirándome como á perro:
«Más vaca será su madre.»

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