El juego de Caín (28 page)

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Authors: César Mallorquí

Tags: #Intriga, Policiaco

BOOK: El juego de Caín
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—Un momento —la contuve—. Sólo una pregunta: ¿con quién te vas a casar, con Rubén o con Simón?

Durante un instante, apenas una fracción de segundo, la luminosa fachada de aquella mujer se resquebrajó. Fue algo apenas perceptible, un leve titubeo en las pupilas, un tenue rictus en la comisura de los labios, una fugaz ráfaga de tristeza nublándole la mirada, prácticamente nada, pero yo lo percibí, y ella se dio cuenta, de modo que sonrió de nuevo con distante ironía y, antes de marcharse, dijo:

—Sinceramente, Carmen, a estas alturas, ¿eso qué importa?

* * *

Ese mismo verano, el Deportivo de Chamartín se deshizo de Rubén Mochedano traspasándolo a un equipo inglés, creo que al Liverpool. La prensa deportiva le dio muchas vueltas al asunto, pues, aunque la última temporada de Mochedano había sido decepcionante, nadie se explicaba por qué el Chamartín había aceptado la oferta de veinte millones —diez menos de lo que costó— que los ingleses habían realizado por el jugador. Resulta paradójico: los expertos no lo entendían, pero yo, que no sabía nada de fútbol, sí. Era un timo.

Falsificar dinero es la única estafa que convierte en cómplice, encubridor y delincuente al estafado. Si te endosan un billete falso de cincuenta euros, no corres a denunciarlo a la policía; te lo guardas e intentas colárselo a alguien. Pues bien, al contratar a Mochedano, Vázquez se había encontrado con un billete falso entre las manos, e hizo lo que todo el mundo: endosárselo a otro primo.

No seguí con atención la carrera de Mochedano. Según me contaron, su estrella languideció poco a poco hasta esfumarse y acabó militando en un equipo japonés. Supongo que eso, la mediocridad de su juego, significa que Rubén está vivo y Simón muerto. Abel cargándose a Caín, resulta irónico. Al final, Mochedano se retiró prematuramente y, por lo que sé, continúa casado con Raquel Tena.

En cuanto a mí, no llegué a aficionarme al fútbol; cuando menos, al fútbol que la gente ve en la televisión y los estadios, aunque sí a otra clase de fútbol. El domingo siguiente a los sucesos de La Moraleja asistí, como le había prometido a Óscar, al partido final de la liga de cadetes: los Tigres de Pozuelo contra el Bernadette. Ambos estaban en cabeza de la clasificación, empatados a puntos, pero el Bernadette tenía el
gol average
(sea esto lo que sea) a su favor, de modo que los Tigres debían ganar el encuentro si querían ser campeones. Al final empataron, dos a dos, pero me apasioné tanto con el partido que yo, la mayor ignorante futbolística del mundo, acabé transformándome en una especie de
hooligan
tan volcada en mi equipo que a punto estuve de llegar a las manos con la madre de uno de los rivales, y todo por una supuesta falta que yo ni siquiera había visto.

Ésa es la clase de fútbol a la que me aficioné. Lo otro, lo que practicaban los Mochedano, lo que se maquinaba entre las bambalinas del Deportivo de Chamartín, los manejos de Müller, de Vázquez o de Emilio Santamaría, todo eso no era fútbol; era otra cosa, un juego distinto, el juego de la traición y del engaño, del dinero, los celos y el poder.

El viejo juego de Caín.

AGRADECIMIENTOS

Quisiera dar las gracias a las amables, solícitas y encantadoras personas que me ayudaron durante el proceso de escritura de esta novela.

En primer lugar, a mi hijo, Óscar Mallorquí (¿o es Mayoral…?), que puso a mi disposición toda la sabiduría futbolística que a él le sobra y a mí me falta.

En segundo lugar, a Bibiana Patricia Rojas Alonso, por echarme una mano con las peculiaridades del bellísimo castellano de Colombia.

También deseo agradecerles a Ana Rosa Semprún y a Miryam Galaz el entusiasmo con que acogieron el texto, así como sus oportunas y sabias observaciones.

Y,
last but not least
, todo mi afecto y agradecimiento a la encantadora Care Santos, por lo que ella y yo sabemos y por quererme tanto conociéndome tan poco (aunque, bien pensado, quizá me quiere precisamente por conocerme poco).

A todos ellos: muchas gracias.

* * *

* * *

CÉSAR MALLORQUÍ, nació en Barcelona, en 1953, aunque al año siguiente su familia se trasladó a Madrid. Dada la profesión de su padre, José Mallorquí, el creador de
El Coyote
, su afición por la literatura germinó ya en la infancia y muy pronto publicó su primer relato en una revista.

Posteriormente estudió periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y trabajó en
La Codorniz
y en la cadena SER. De 1981 a 1991 se dedicó a la publicidad como creativo de varias agencias, pero sustituyó esta profesión por su verdadera vocación, la literatura, para dedicarse a ella plenamente. Desde entonces no ha dejado de publicar sus obras, con las que además ha obtenido diversos galardones. Algunas de ellas:
La pared de hielo
(Premio Alberto Magno 1992),
El coleccionista de sellos
(Premio UPC 1995),
La casa del Doctor Pétalo
(Premio Gigamesh 1996),
El círculo de Jericó
,
El último trabajo del Señor Luna
(Premio EDEBÉ 1996),
El maestro oscuro, La catedral
(Premio Gran Angular 2001),
La cruz de El Dorado
(Premio EDEBÉ 1999),
Las Lágrimas de Shiva
(Premio EDEBÉ 2002)…

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