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Authors: Cliff McNish

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y juvenil

El maleficio (18 page)

BOOK: El maleficio
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—¿Por qué no habías hecho nada de esto antes? —preguntó Raquel.

—No sabía que podía —dijo—. Ocurrió por accidente. Morpet estaba practicando su magia. Yo me aburría. Quise que se detuviera y ¡zas!

Raquel arrugó la nariz pensando qué decir.

—Eres… ¡No puedo hacer nada que se le parezca!

Eric sonrió feliz. Era la primera vez que Raquel le veía hacerse el presumido desde que llegaron a Itrea. «¿Será posible?», pensó ella. Por un momento se imaginó a sí misma luchando contra Dragwena mientras Eric ondeaba su dedo antimagia para deshacer los hechizos de la bruja, uno a uno.

Se sentó a una larga mesa de piedra y siguió armando alboroto respecto a los poderes de Eric hasta que Morpet le trajo un cuenco de sopa y un trozo de pan.

—Me temo que no hay emparedados de chocolate —se disculpó.

Mientras comía, Eric se acercó, observando de cerca el cabello de Raquel.

—¡Ag! —dijo alejándose—. Es gris. Tu cabello se ha vuelto del todo gris.

Raquel se levantó un mechón. Su cuero cabelludo estaba reseco y escamoso. Se precipitó hacia un espejo cercano y observó con atención su pelo. Por dondequiera que mirara, bajo la superficie, su cabello era blanco y delgado. Le dio un tirón y un mechón se le quedó en la mano.

—¿Qué me está pasando, Morpet? —preguntó pasmada—. ¿Estoy… estoy
envejeciendo
como tú y Trimak porque he utilizado demasiada magia?

Morpet le tocó el cabello.

—Probablemente no es nada —replicó con ligereza—. La tensión de los recientes eventos. Usar la magia no te transforma con tanta rapidez.

Raquel siguió mirándose en el espejo para ver si tenía las arrugas típicas de los sarrenos alrededor de los ojos. No había arrugas pero sí había
otros
cambios: su mandíbula era flácida y sus ojos parecían cansados.

Mientras pensaba, Trimak apareció en la puerta. Parecía agotado.

—¿Quieres conocer la Sima de Latnap, Raquel? —preguntó—. Aunque me temo que no es… un hermoso lugar.

Raquel tomó la mano de Eric, se frotó los ojos todavía hinchados y entraron en las cuevas principales.

Estaban llenas de sarrenos heridos. Pequeñas camas hechas con poco más que harapos que cubrían el suelo y docenas de hombres y mujeres que yacían quietos o se quejaban apenas. Unos cuantos heridos leves se movían entre los demás administrándoles hierbas medicinales y ofreciéndoles consuelo como mejor podían.

Raquel se quedó mirando a los sarrenos, aturdida.

—¿Qué ha ocurrido?

—Han luchado contra los neutranos bajo el palacio —dijo Trimak—. La mayoría solo contaba con sus manos como armas. Solo quedan cien, más o menos. El resto murió en los túneles o en el camino hasta la Sima de Latnap.


¿Habéis caminado
? —se maravilló Raquel—. Quiero decir, ¿habéis venido todo el camino, por la nieve, sin que Dragwena se diera cuenta?

—Fue una caminata muy penosa —dijo Trimak—. El miedo a la bruja nos guiaba a través de los vendavales. Creo que lo logramos porque los espías de Dragwena estaban buscando algo más importante: te buscaban
a ti
.

Raquel se quedó mirando con tristeza a los sarrenos heridos y, de pronto, todo lo que había pasado, todo lo que ellos habían sufrido desde que ella y Eric habían llegado a Itrea le pareció demasiado duro de soportar.

—¡Es culpa nuestra! —dijo—. Dragwena
me dejó
escapar solo para atrapar juntos a los sarrenos bajo el palacio. Luego usó a Eric para poder seguirme. Quizá todavía nos está utilizando a ambos. Dragwena podría averiguar que todos estáis aquí, en la Sima de Latnap, debido a
nuestra
presencia. ¿Ya habéis pensado en eso?

—Sí. Por supuesto —dijo Trimak—. Es un riesgo que debemos correr.

—¿De verdad? —preguntó Raquel—. Sé que pensáis que soy la niña-esperanza. Queréis que me enfrente a Dragwena. Sé que debo hacerlo. Pero… —contuvo las lágrimas mientras se aferraba a Eric—. Pero…

—Tienes miedo de la bruja —dijo Trimak—. Lo sé. Todos la tememos —sus ojos se nublaron y bajó la cabeza—. Te estamos pidiendo demasiado.

Raquel se mesó el cabello, ahora gris, con ambas manos.

—A mí no me importa —dijo—. Pero ¿os habéis dado cuenta de esto? Ya no soy la niña del cabello oscuro, ¿lo veis? —miró a Morpet a los ojos—. Haré lo que sea necesario para que vosotros y Eric estéis seguros, pero ¿qué he logrado hasta ahora? Ni siquiera pude espantar a unos cuantos lobos. Eric señala con su dedito y mis encantamientos desaparecen en un tris. ¿Cómo esperáis que venza a la bruja? No tenéis ni idea de lo poderosa que es. Creo que Dragwena solo está jugando con nosotros. Vuela y se divierte matando sarrenos mientras acaricia a su desagradable serpiente. ¿Qué puedo hacer para asustarla de verdad?

Durante un momento hubo un silencio tenso en la cueva. Luego Raquel se percató de un hombre que estaba arrodillado a corta distancia, un hombre que Raquel reconoció: Grimwold.

—Te recuerdo —dijo—. Me has dado la oportunidad de escapar de la torre-ojo.

El rostro de Grimwold estaba muy lastimado. Una de sus orejas había sido arrancada.

—La niña-esperanza —jadeó—. En ese caso, todas esas muertes… no fueron en vano —se acercó y tomó el brazo de Raquel—. ¿De verdad eres la niña-esperanza? ¿Lo eres? ¿Cuántas muertes más tiene que haber?

Raquel leyó la expresión de Grimwold: su desesperación y su esperanza.

—Sí, claro, esos estúpidos versos —murmuró—. No sé lo que significan. ¿De qué nos sirven? Ni siquiera puedo
recordarlos
con claridad.

Grimwold no aflojó su mano sobre el brazo de Raquel, y dijo:

«Niña morena será

a los enemigos liberará

en armonía cantarán

al amanecer, del dormido mar

surgiré…

para el regocijo infantil contemplar».

—Sigo sin entender qué significa —dijo Raquel.

—Me sé otros versos —murmuró Eric.

Todos se quedaron helados.

—Una versión algo sombría —dijo.

Raquel miró a Trimak.

—¿Entiendes lo que quiere decir?

Todos los sarrenos negaron temerosos con la cabeza. Eric se aclaró la garganta y dijo:

«Niña morena será

heridos los corazones buenos

la ira despertará

los niños no nacerán

los magos bajo el suelo yacen

hoy las tinieblas renacen».

Cuando Eric terminó, todos los sarrenos se cubrieron las orejas aullando de dolor.

—¿Qué significa? —preguntó Raquel desconcertada.

—Significa esto —dijo Eric entre dientes—.
«Heridos los corazones buenos, los niños no nacerán, los magos bajo el suelo yacen, hoy las tinieblas renacen
». Dragwena va a matar a todos los niños y los magos, tal como se lo dijo a Raquel.

—¿Por qué no nos lo habías dicho antes? —dijo Raquel—. Algo tan importante…

—No he sabido las palabras hasta ahora —protestó Eric con un hilo de voz—. ¡No me preguntéis por qué!

—Soy yo, ¿no es así? —dijo Raquel—. Dragwena
me necesita
para que se cumplan los versos sombríos. Necesita mi poder. Y si me convierte en una bruja, la ayudaré a hacer todas esas cosas terribles. Soy la niña-esperanza o…
el fin
de toda esperanza.

Morpet y Trimak se quedaron mirando al suelo, incapaces de sostenerle la mirada.

—No sabéis
nada
, ¿verdad? —dijo apenas capaz de contener su frustración—. ¡Esperáis que yo lo sepa! ¿Vamos a esperar sencillamente a que Dragwena venga y nos atrape? Estoy harta de eso, de esconderme y de huir. Debe de haber algo que podamos hacer. ¿Cuánto tardará Dragwena en encontrarnos?

—Quizá semanas —dijo Trimak—. Puede que solo unos días. La bruja puede ya saber que estamos aquí.

Raquel atrajo a Eric hacia ella.

—¿Qué vamos a hacer?

Eric comenzó a llorar y grandes lagrimones rodaron por sus mejillas.

—Raquel, no lo sé. Piensa en algo. La bruja todavía no te ha atrapado.

Y entonces Raquel oyó una feroz carcajada.

No era una voz humana. Raquel la reconoció al instante: era Dragwena.

17
Dientes

Raquel miró con desesperación por toda la cueva.

—No
estoy en este pozo inmundo
—refunfuñó la voz de Dragwena.

Raquel pensó: «Entonces, ¿dónde?».


Dentro de ti, niña
.

Un enorme terror la estremeció. «¿C-cómo puede ser?».


Mira tu mano
.

Raquel la abrió. La estrella de cinco puntas de la marca de la bruja, ahora trazada en gruesas líneas negras, resplandecía en la palma de su mano.


Estoy terminando la tarea que interrumpieron los sánenos en la torre-ojo
—explicó Dragwena—.
La herida que te infligí entonces se ha hecho más profunda. La transformación en bruja será indolora y rápida a partir de ahora. Tu sangre ya se ha debilitado y su color es distinto. Al final será de un vibrante color esmeralda, demasiado brillante para que lo soporte el ojo humano. Pero para entonces tus ojos ya tampoco serán humanos

Raquel trató de arrancarse la marca de la bruja con las uñas.

La sangre que salió era amarilla. Su mente chilló: «¿Qué me has hecho? ¡Esto no puede estar ocurriendo!».


Tus amigos en las cuevas se sorprenderán, sin duda
—rió Dragwena—.
Creen que eres la niña-esperanza que los guiará de vuelta a casa. ¡Qué sorpresa se llevarán cuando surjan de tu rostro cuatro mandíbulas de bruja, con arañas que reptan en su interior
!

Raquel pasó la lengua por su boca. Distinguió una masa sólida y dura que emergía bajo la carne de las mejillas.


Dentro de unas cuantas horas se habrá completado la transformación
—le dijo Dragwena—.
Ya no necesitarás dormir. Tus párpados desaparecerán. Las aletas de tu nariz se partirán y se doblarán en dos, revestidas de una piel tan sensible que te revelará aromas extraordinariamente nuevos. Disfrutarás de todo eso, te lo prometo
.

Raquel cerró los ojos con fuerza, en un desesperado intento por bloquear la voz.

—Eso
no funcionará
—dijo Dragwena—.
Ahora puedo leer cada uno de tus pensamientos, conocer tus miedos y tus esperanzas. No hay escape posible. No te resistas. Ríndete a mi voluntad
.

El cuerpo de Raquel se convulsionó de miedo. Miró a todas partes para pedir ayuda, tropezó y cayó al suelo.

—¿Qué te pasa, Raquel? —dijo Morpet apresurándose a levantarla.

Eric atravesó la cueva e hizo algo que no había hecho desde que era casi un bebé: le echó los brazos alrededor del cuello. La apretó con fuerza y Raquel sollozó en su abrazo, derramando una oleada de lágrimas tras otra.

—Lo sé —murmuró—. Dragwena está dentro de ti, ¿verdad?

Raquel se hundió aún más en su hombro, demasiado espantada para responder.

Morpet miró a Eric a los ojos.

—¿Cómo sabes qué es lo que está ocurriendo? ¿Cómo puedes saberlo?

—Lo sé. Raquel necesita estar a solas.

Morpet llevó en brazos a Raquel desde la cueva hasta una pequeña habitación con un poco de intimidad. Eric le estrechó la mano durante todo el recorrido animándola con pequeñas sonrisas jocosas, muy despreocupado. Raquel sabía que Eric no se comportaba así habitualmente. ¿Significaba eso que nunca más podría sobrevivir sin su ayuda?

Morpet la colocó con suavidad en el suelo y le limpió las lágrimas.

—Ya está —murmuró acariciando su barbilla—. Estamos solos, tú, yo y Eric.

—No estoy sola —dijo—. Dragwena está dentro de mí. Sabe
todo
lo que yo sé.

—¿Qué deberíamos hacer? —preguntó Morpet. Le preguntaba a Raquel, pero también se volvió hacia Eric, y fue Eric quien respondió.

—No estoy seguro —dijo Eric—, pero creo que si la bruja puede entrar en su cabeza, entonces Raquel debería ser capaz de entrar en la de Dragwena también —tomó a Raquel por los hombros—. Inténtalo, Raquel. Vamos. Averigua cosas sobre la bruja.

Raquel asintió, desolada. Aferrándose a la mano de Eric, consiguió relajarse. Cerró los ojos y aclaró su mente. Luego, poco a poco, vacilante, con el mayor cuidado, comenzó a intentarlo. Descendió hasta que entró en contacto con otra presencia, una presencia que ardía en sus propios antiguos, muy antiguos, deseos: Dragwena.


Vaya, qué bien
—susurró Dragwena—.
Anhelaba este momento, niña. Hubiera preferido atraparte antes de que llegaras a la Sima de Latnap, pero ya no importa. ¡Ha pasado mucho tiempo desde que pude leer abiertamente los pensamientos de otro, como ahora! Solo las brujas tenemos ese don. Comenzamos a hablar de esta manera en la torre-ojo. Ahora es mucho más fácil. De modo que, ya lo ves, pronto las dos seremos brujas y estaremos juntas. No tendré ningún secreto para ti, a partir de ahora. Mira más adentro
.

La mente de Dragwena se abrió invitándola y Raquel recorrió los oscuros secretos de su memoria. Experimentó sensaciones que le proporcionaban placer a la bruja: la caricia de su serpiente-alma, la alegría de montar un torbellino hasta llegar al extremo del mundo, las arañas escondiéndose en la seguridad de su garganta. Y los lobos. Raquel sintió cómo era para Dragwena estar en medio de la manada: el olor de los lobos juntos durante una cacería, y la bruja entre ellos, corriendo por todos lados para perseguir a la presa donde quiera que fuese.

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