El Maquiavelo de León (29 page)

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Authors: José García Abad

Tags: #Política

BOOK: El Maquiavelo de León
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—Vino a mi despacho porque los que teníamos las acciones del banco éramos nosotros y no él. ¿Quién era el dueño?

Era lunes, y el constructor y el banquero dedican los primeros minutos a comentar el partido Atlético de Madrid-Real Sociedad, que había tenido lugar el día anterior. Resuelta esta cuestión, el primero entra directamente en materia:

—Quiero que sepas que hay una operación en marcha para entrar en el BBVA. Contamos con el apoyo del gobierno y del Partido Popular; con los accionistas de Sacyr Vallehermoso que podemos movilizar mucho dinero: Juan Abelló, José Manuel Loureda, Demetrio Carceller… ya sabes; y con buenos amigos como Santiago Ibarra, presidente de Vocento; y tenemos el apoyo de accionistas importantes a los que echó FG de la dirección del banco. Superaremos con creces el 5 por ciento, lo que nos da derecho a cinco consejeros. Quizás lleguemos al 10 por ciento, mucho más que lo que tienen todos los consejeros del banco juntos.

Al mencionar a los accionistas despedidos por FG, Del Rivero se refería básicamente a José Domingo Ampuero, que fue vicepresidente y que aspiraba a presidir la entidad, pero que tuvo que dimitir, como Ibarra y Uriarte, tras el escándalo de las cuentas secretas colocadas en paraísos fiscales.

El murciano añade, al parecer, una amenaza: Francisco González no tendrá más remedio que dimitir porque disponen de un abultado
dossier
de las irregularidades de la venta de su sociedad de valores a Merrill Lynch. El
dossier
de referencia se lo había entregado el presidente de Intermoney, Pepe Pérez, a Javier Ruiz, un redactor de la SER, como se contó en otro capítulo.

—Así que —concluye Del Rivero— está todo en marcha y Zapatero apoya la operación porque Miguel Sebastián le ha convencido. No sólo por lo que representa el banco en sí mismo, sino también porque el BBVA posee un 5 por ciento de Telefónica y no se te oculta que Alierta también tendrá que dimitir.

Goiri no da crédito a sus oídos y no termina de entender qué espera de él aquel hombre: ¿Qué se convierta en un simple mensajero o algo más? Ni siquiera tiene ocasión de preguntárselo, Del Rivero se ha disparado.

—Te voy a hacer una oferta que no podrás rechazar, je, je, je, lo que te propongo es que nos apoyes y te haremos vicepresidente primero y seguirás siendo consejero delegado. Al presidente y al vicepresidente segundo los pondremos nosotros.

Goiri parece que se deja querer y el murciano, eufórico, no se corta un pelo. Está seguro de que el asalto a la torre negra llegará hasta sus más altas almenas, así que continúa con su épica canción:

—Alguien, con autoridad suficiente, va a llamar a tu jefe, será el Elefante Blanco, je, je, je, y a partir de ahí las cosas irán muy rápidas, así que no lo dudes…

El «Elefante Blanco», una referencia obvia al asalto de Tejero al Congreso de los Diputados, cuando anuncia la presencia de una autoridad, «militar por supuesto», es en este caso una autoridad «monetaria, por supuesto», concretamente Pedro Solbes, la máxima autoridad económica. ¿Hablaba el murciano de farol o se lo habían prometido? En los cuarteles de Sebastián y Taguas se piensa que Solbes les traicionó, que primero le dice a Abelló en un almuerzo en casa de éste que adelante, y más tarde, tras hablar con FG, se pone de su parte. Pero volvamos a la conversación de Luís del Rivero con Goiri:

—Mira, José Ignacio, la cosa ya está perfectamente diseñada y hay pleno acuerdo, como te digo, de José Luís Rodríguez Zapatero y de José María Aznar.

Goiri pregunta quién será el presidente, a lo que el murciano se muestra algo dubitativo:

—Queremos que sea aceptable por el gobierno y por la oposición. Lo más probable es que sea Juan Abelló, muy amigo de Aznar como sabes. Juan tendrá que cesar como consejero del Santander, como es natural, pero está dispuesto a ello; aunque los socialistas prefieren a Pepe Pérez, que ya sabes que fue director general de tu banco, además de director general del Banco de España y que es de los de Intermoney, donde estuvo Miguel Sebastián. Ya veremos.

Y es cuando, al parecer, Goiri, se insinúa, cuando le dice que tiene poco que ganar con la operación y que si no le hacían presidente que no contaran con él.

En cuanto Goiri llega a su despacho telefonea a su jefe, que se encontraba en América, a quien cuenta lo acontecido. FG parece tomárselo con calma, no precipita su vuelta a España adonde regresa cuando lo tenía previsto. Pocos días después tendría lugar la reunión del consejo de administración, que según es costumbre se celebra una vez al año, en Barcelona.

Como es habitual en estos consejos, en el que se celebra un jueves de noviembre, el presidente ofrece un cóctel a accionistas y clientes en la Lonja de la Ciudad Condal. A González nadie le pregunta nada sobre el asunto, pero el director de comunicación del banco, Javier Ayuso, recibe las llamadas de tres periodistas que se habían olido algo. Los periodistas son: Miguel Ángel Noceda, jefe de economía de
El País
; Jesús Cacho, director de
El Confidencial
, y Ángel Laso, redactor jefe de economía de
ABC
. Todos ellos le dicen que hay un rumor fortísimo de que FG presentará su dimisión al día siguiente.

Ese mismo día Francisco González había recibido la llamada de Luís del Rivero, quien le anuncia la próxima llamada de Pedro Solbes y le pide su rendición, pero el primero decide resistir a toda costa. Cree contar con los accionistas —en los bancos las acciones son nominativas—, de los que el 50 por ciento son fondos de inversión que suelen mantenerse al margen de estas batallas corporativas, y que, en general, abominan de las intervenciones estatales.

En la reunión del consejo, el presidente da cuenta del asunto y al concluir la reunión el banco emite una nota informando de un hecho relevante en el que consta la petición del constructor y la negativa del banco a la misma en razón de que no contaba con el 5 por ciento que aseguraba Del Rivero, y dice que, aunque lo tuviera, según la normativa vigente no tenía derecho a un consejero sin poseer un paquete que representara el 6,5 por ciento. En todo caso era preceptivo que Del Rivero acudiese a la junta general de accionistas y obtuviera la aprobación de la misma. El consejo apoya a su presidente al cien por cien. González no recibe la anunciada llamada del vicepresidente económico y al día siguiente se marcha a Venezuela, según tenía programado. Y el lunes
El Confidencial, ABC
y
La Gaceta de los Negocios
destapan el pastel.

A partir de entonces se produce una lucha sin cuartel, que puede seguirse en las hemerotecas. Solbes no llama; Moncloa dice que no tiene nada que ver en el asunto; tanto Aznar como Rajoy denuncian la operación como maniobra intervencionista del gobierno; Luís del Rivero no logra juntar más del 3,5 por ciento. El murciano llama insistentemente a FG, pero éste no se pone al teléfono hasta que, finalmente, lo hace. Del Rivero ha rebajado entonces sus pretensiones: no le dice que se vaya y se limita a pedirle la entrada en el consejo de la entidad con un vicepresidente y dos consejeros. FG se limita a comentar:

«Ya te contestaré». El murciano insiste en que quiere verle, pero González alega una serie de viajes que tiene previstos. «Cuando vuelva nos vemos», promete. Quedan en una fecha, pero el 30 de noviembre Caruana rechaza la petición de Del Rivero, alegando que no alcanza una participación significativa, y ya no tiene sentido el encuentro. Del Rivero vuelve a verse con Solbes y ahora es éste quien se lava las manos como Pilatos: «Lo que diga Jaime».

El murciano no se rinde y acude a Matías Cortés, que como he contado estaba en la operación y que es secretario del consejo de administración de Prisa, para obtener el apoyo del grupo periodístico más influyente del país. Matías Cortés, un personaje sumamente inquietante, pero que, junto con su amigo y ex socio Navalón, había ayudado a Polanco frente a Javier Gómez de Liaño y el gobierno Aznar en el asunto Sogecable, pide ayuda al presidente de Prisa. Como consecuencia de su gestión, Juan Luís Cebrián, consejero delegado de la editora, se entrevista, al parecer, con Miguel Sebastián, que le confirma la operación y que, también al parecer —la información la recibo de una sola fuente— le asegura que Prisa tendrá mucho que ganar cuando el control de Telefónica sea un hecho.

De esta forma el constructor consigue que el grupo Prisa apoye al murciano, al tiempo que
El Mundo
se manifiesta a favor del banquero que había colocado Rodrigo Rato; y lo mismo hacen el diario económico
Expansión
, y
ABC
, entre otros medios de ideología conservadora. En definitiva, se reproducen una vez mis los frentes mediáticos: la izquierda con el gobierno, de quien nadie dudaba entonces que estaba detrás de la operación, y la derecha a favor de las posiciones del Partido Popular. Hasta que Cebrián y la gente de Vocento
(ABC
y numerosos periódicos regionales) se dan cuenta de que la operación no saldrá adelante.

—¿Cuáles son las razones para que Solbes, que lo veía razonable, deja de verlo así? —reflexiona el murciano—. Yo no especulo, yo soy un hombre de acción que a los 22 años era ingeniero de caminos. Nosotros lo vimos interesante porque vimos que el banco era el primer accionista de Repsol, de Telefónica, de Iberdrola, de Gamesa, de Iberia. Otra gente lo veía en términos políticos. Para que fuera interesante, nuestra participación tenía que ser significativa, pero no éramos nosotros quienes decidíamos esto. Sus razones tendría el banco. Nosotros somos quienes somos, basta de historia y de cuentos. Fuimos adonde teníamos que ir, que es a La Moncloa, nos mandaron donde nos mandaron. Pues con la música a otra parte. Sombrero y bastón.

Se da entonces, diciembre de 2004, un acontecimiento interesante. Cada año por estas fechas la Asociación de Periodistas Parlamentarios celebra una cena en el hotel Palace que resulta siempre muy divertida; en el transcurso de la misma se otorgan premios y castigos a los diputados en razón de distintos méritos: por brillar en la elocuencia o por la persistencia en la opacidad; se premia al látigo del gobierno y al de la oposición; a los más feos y a los
sex symbol
del arco parlamentario. En la fiesta se canta, se baila, se hacen parodias y todos lo pasan la mar de bien.

Dicha cena es patrocinada tradicionalmente por el BBVA y a ella acude su presidente; en esta ocasión tampoco se la perdió el jefe del ejecutivo, José Luís Rodríguez Zapatero. Era, pues, el momento adecuado para que FG y Goiri hablaran con aquél y reclamaran respetuosamente una explicación. Así que los dos banqueros, en compañía del director de comunicación, Javier Ayuso, esperan al presidente en la bella y espaciosa rotonda del hotel, ya que, contra lo acostumbrado, no tendrán ocasión de compartir la misma mesa. Según costumbre, el representante del Gobierno se sienta junto a los patrocinadores: el BBVA y El Corte Inglés, pero en esta ocasión José Enrique Serrano, director del gabinete de Zapatero, había informado al banco de que el presidente prefería sentarse con los periodistas, así que los patrocinadores tuvieron que acomodarse en una mesa próxima. De modo que FG, Goiri y Ayuso no tienen más opción que abordar al presidente de pie en la amplia rotonda del hotel. Javier Ayuso, que conocía a Zapatero de sus tiempos de periodista en el diario
El País
, se dirige a él, que estaba hablando con periodistas en un pequeño corrillo, y le dice:

—Presidente, te presento a Francisco González y a José Ignacio Goirigolzarri.

El les da la mano un poco cortado y entonces FG le aborda en tono desabrido:

—Tenemos que hablar, porque eso que me está haciendo Miguel Sebastián no es de recibo.

Zapatero le contesta nervioso.

—Yo no sé nada de eso —y se da la vuelta y continúa charlando con la gente que se agolpa en torno a él.

Sus interlocutores bancarios esperan a pie firme a que el presidente les diga algo más. Al cabo de unos minutos, cuando la situación se pone violenta, éste se encara a ellos y les repite:

—Yo no sé nada de eso, pero si quieres que hablemos, llámame. Pasa la cena sin que Zapatero le dirija un solo gesto. Los días siguientes el banquero llama una y otra vez al presidente, pero éste no se pone al teléfono, ni consigue cita alguna por medio de su secretaria. FG se preocupó lo suyo, pues si el gobierno decide en serio despedirle no habría nada que hacer, como no pudo hacer nada Paco Luzón, a la sazón presidente de Argentaría, entidad con la que se fusionó el BBV, para impedir que Rodrigo Rato colocara al frente de ella a Francisco González.

El presidente de Sacyr, por su parte, explicaría el asunto en la memoria de la sociedad referida al ejercicio de 2004: la sociedad había tomado durante el segundo semestre 90 millones de acciones, con los que adquirió 16 millones de acciones del BBVA. Al no considerar el Banco de España que semejante participación fuera significativa, a pesar de que era muy superior a la del siguiente accionista y a los demás, y al no poder consolidar los resultados de acuerdo con las NIF (Normas de Información Financiera), el 16 de febrero de 2005, el grupo decidió desprenderse de sus derechos sobre el BBVA con unas plusvalías de 148,6 millones de euros.

Conjurado el peligro, el presidente del BBVA intenta recomponer las relaciones con el jefe del ejecutivo, pero FG no logra hablar con el presidente hasta la segunda legislatura. La primera vez que le ve es en la convocatoria que hace el jefe del ejecutivo a banqueros y cajeros para acordar medidas para enfrentarse con la crisis financiera. Entonces se le aparece a González un Zapatero nuevo para él, un hombre cariñoso que le coge del brazo, que le dice como a un amigo: «Paco, esto lo tenemos que arreglar, que hay que olvidar lo pasado, que todos tenemos que echar una mano para salir de la crisis», que él va a ayudar a los bancos, etc. Y, desde ese momento, las relaciones se hacen cordiales: Zapatero le llama varias veces, y cuando es FG quien le llama el presidente se pone al teléfono. Se ven y se saludan cordialmente cuando se encuentran en actos públicos. Sin llegar a hacerse amigos, lo que se dice amigos, se tratan con total normalidad. Algo influye, naturalmente, que ya no esté Sebastián en la Oficina Económica de Moncloa, sino en el Ministerio de Industria, en la Castellana, casi enfrente de la sede del banco, pero muy alejado de él en contenidos, pues ahora se ocupa de la industria, la energía y el turismo. Tiene su influencia en el deshielo que FG mantenga buena relación con David Taguas el entonces nuevo director de la Oficina Económica del Presidente y hoy presidente de SEOPAN, quien hace, cuando se tercia, buenos oficios de acercamiento.

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