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Authors: Agatha Christie

Tags: #Intriga, #Policiaco

El misterio de la guía de ferrocarriles (23 page)

BOOK: El misterio de la guía de ferrocarriles
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—Y así es. Era abominable no tanto el asesinato de su hermano, sino la crueldad con que condenaba a un desgraciado a una muerte en vida. Coger una zorra, encerrarla en una jaula y no soltarla jamás. ¡Esto no es deporte! Megan Barnard lanzó un hondo suspiro.

—No puedo creerlo... No puedo. ¿Es verdad?

—Sí, mademoiselle. La pesadilla ha terminado. Poirot se volvió hacia Fraser.

—Mademoiselle Megan tenía un miedo terrible de que fuera usted el autor del segundo asesinato.

—Hubo un tiempo en que yo mismo lo creí —murmuró Donald.

—¿A causa de un sueño? —Poirot se acercó más al joven y bajó confidencialmente la voz—. Su sueño era de muy fácil explicación. Usted notaba que la imagen de una de las hermanas se desvanecía en su memoria y era re— emplazada por la otra hermana. Mademoiselle Megan ocupa en el corazón de usted el puesto de Betty, pero como usted no quiere ser tan pronto infiel a la muerta, trata, en sueños de matar a la que le arrebata el alma. ¡Ésa es la explicación de aquel sueño!

Los ojos de Donald se iluminaron.

—Creo que tiene usted razón.

Todos rodearon a Poirot, haciéndole preguntas y pidiéndo la aclaración de algún detalle.

—¿Y aquellas preguntas que hiciste, Poirot? ¿Qué fin tenían?

—Algunas eran simples bromas. Sólo deseaba saber una cosa, si Franklin estaba en Londres cuando se echó al correo la primera carta. También deseaba observar su rostro cuando interrogué a mademoiselle Thora. Estaba desprevenido, y en su rostro se reflejó el odio que sentía.

—No tuvo usted en cuenta mis sentimientos —dijo Thora Grey.

—No esperaba que me contestara la verdad, mademoiselle —replicó secamente Poirot—. Y ahora se viene al suelo su segunda esperanza, Franklin Clarke no heredará la fortuna de su hermano.

—¿Es necesario que permanezca aquí y sea insultada? —inquirió la joven con la cabeza erguida.

—De ninguna manera —replicó cortésmente Poirot, abriendo la puerta.

—La huella dactilar fue decisiva, Poirot —dije, pensativo—. Cuando la mencionaste, Clarke quedó vencido. —Sí, las huellas dactilares son muy útiles.

Y añadió pensativamente:

—Lo inserté para complacerte, mon ami.

—¡Pero Poirot! —exclamé—. ¿No era verdad?

—En absoluto, mon ami,

***

Debo mencionar una visita que días después me hizo el señor Alexander Bonaparte Cust. Después de estrujar la mano de Poirot y de intentar, inocentemente, inútilmente, darle las gracias, dijo:

—¿Sabe que un periódico me ha ofrecido cien libras, ¡cien libras!, por un breve relato de mi vida? No... no sé qué hacer.

—Yo no aceptaría cien libras —dijo Poirot—. Muéstrese firme. Pida quinientas libras.

—¿Cree usted que puedo...?

—Debe tener en cuenta que es usted un hombre famoso —sonrió Poirot—. Prácticamente, es el hombre más famoso de Inglaterra.

—Creo que tiene usted razón, ¿sabe? ¡Famoso! En todos los periódicos. Seguiré sus consejos, señor Poirot. El dinero será muy agradable. Me permitiré unas vacaciones... Y además, quiero hacer un regalito de boda a Lily Marbury... Una muchacha muy linda y muy buena, muy buena, señor Poirot.

Mi amigo le palmeó cariñosamente la espalda.

—Tiene usted razón. Diviértase. Una indicación... ¿Por qué no va a visitar a un oculista? Esos dolores de cabeza se deben probablemente a que necesita indispensablemente unos cristales nuevos.

—¿Cree que siempre se han debido a eso?

—Sí.

—Es usted un gran hombre, señor Poirot.

Como de costumbre, Poirot no desdeñó el halago. Ni siquiera logró aparecer modesto.

Cuando el señor Alexander Bonaparte Cust se hubo re, tirado, con los aires de un emperador, mi viejo amigo me sonrió.

—Bien, Hastings, hemos ido una vez más de caza. ¿Verdad? Vive le sport!

Notas

[1]
Departamento de Investigación Criminal.

[2]
Se refiere a la canción: It's a long way Tipperary.

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