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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia, Ensayo

El monstruo subatómico (23 page)

BOOK: El monstruo subatómico
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Como resultado de sus investigaciones, Vesalio escribió uno de los mayores clásicos en la historia científica, la obra
Acerca de la estructura del cuerpo humano.
Se publicó en 1543, cuando él tenía veintinueve años, y fue el mismo año en que Copérnico publicó el libro en el que explicaba que la Tierra giraba en tomo del Sol, y no al revés. Constituyó un doble éxito para la ciencia griega.

El libro de Vesalio fue el primero relativamente exacto acerca de anatomía, y se imprimió. Esto significó que pudo tener ilustraciones que se podían reproducir con exactitud un gran número de veces, y Vesalio consiguió un artista de primera clase para que las hiciese, un tal Jan Stephen van Calcar (1499-1550), discípulo de Ticiano (1477-1576). Las ilustraciones eran naturalistas, y las de los músculos en particular nunca se habían hecho mejor.

Otros anatomistas, más ancianos y conservadores, combatieron con fuerza el libro, simplemente porque no podían apartarse de Galeno. Veinte años después, consiguieron que Vesalio fuese acusado de herejía, de destrozar cadáveres y de efectuar disecciones. Se vio obligado a realizar una peregrinación a Tierra Santa como penitencia, y murió en el transcurso de una tormenta.

No obstante ni siquiera Vesalio abandonó a Galeno. Estaba a favor de Galeno y en contra de Aristóteles, en lo de preferir el cerebro al corazón como sede de la inteligencia; y desde entonces nadie ha tenido la menor duda al respecto.

Además, en sus investigaciones anatómicas, Vesalio no encontró el modo de explicar la naturaleza de bomba doble del corazón, excepto de la misma forma en que lo hiciera Galeno. Por lo tanto, aceptó los poros invisibles en la pared interventricular del corazón, aunque se supone que al final de su vida empezó a tener dudas al respecto.

A pesar de los problemas de Vesalio con los poderes establecidos de su tiempo, revolucionó la anatomía. Después de él, los anatomistas diseccionaron con cuidado y estudiaron con detalle todo cuanto veían.

Uno de ellos fue Girolamo Fabrici (1537-1619), conocido usualmente como Fabricius ab Aquapendente. En 1574, estudió las venas de las piernas y observó que tenían pequeñas válvulas en toda su longitud. Otros anatomistas de su época informaron acerca de ellas. y se produjeron fuertes discusiones acerca de la prioridad.

Sin embargo, Fabrici llevó a cabo el estudio más cuidadoso y total, y permitió a uno de sus estudiantes publicar ilustraciones de esas válvulas en 1585, y por ello generalmente se ha atribuido a Fabrici ese descubrimiento.

No obstante, Fabrici no interpretó correctamente su función. Seguía esclavo de la noción galénica de los poros interventriculares que permitían que una sola corriente sanguínea se moviera centrífugamente desde el corazón hasta los tejidos, donde se consumía.

Quedaba claro que las válvulas impedían que la sangre fluyese hacia abajo en las venas. La acción muscular, al andar y al realizar otros movimientos, oprimía las venas de las piernas y otras venas de la parte baja del cuerpo, y obligaba a la sangre a ir hacia arriba porque era la única dirección en la que podía circular. Si trataba de ir hacia abajo, en la dirección de la atracción gravitacional, las válvulas se lo impedían.

Esto significaba que la sangre de las venas y, posiblemente, en todas las venas, podía moverse
sólo en dirección al corazón.

Pero Fabrici no podía aceptarlo, a pesar del hecho de que (ahora lo sabemos) sencillamente era así. Dio por supuesto que las válvulas tan sólo retardaban e igualaban el flujo sanguíneo que iba hacia abajo, para que todas las partes del cuerpo recibiesen su ración. Con esto, Fabrici salvaba la teoría galénica de la acción del corazón, pero perdió la inmortalidad.

¿Nadie puso en tela de juicio los poros galénicos?

Algunos lo hicieron, ciertamente, pero el primero no fue un europeo, sino un estudioso árabe, Ibn al-Nafis (1210-1288), nacido cerca de Damasco.

En 1242 escribió un libro que trataba de cirugía, y en el mismo negaba específicamente la existencia de los poros de Galeno. Afirmó que la pared interventricular era gruesa y sólida, y que no había modo de que la sangre la atravesase.

Y, sin embargo, la sangre tenía que ir de un lado de la pared al otro de alguna forma. Una bomba doble no tenía sentido.

Al-Nafis sugirió que la sangre del ventrículo derecho era bombeada en la arteria pulmonar que la llevaba a los pulmones. Allí, en los pulmones, se dividía en vasos cada vez más pequeños. dentro de los cuales la sangre tomaba aire de los pulmones. Esos vasos eran luego reunidos en otros cada vez más grandes, hasta que se vaciaban en las venas pulmonares que llevaba la sangre, junto con su mezcla de aire, a la aurícula derecha, y de ahí hasta el ventrículo izquierdo y a la aorta.

De este modo, al-Nafis descubrió la «circulación menor» de la sangre, y la descripción era muy interesante. La sangre (creada tal vez en el hígado, como Galeno creía) se vertía en la aurícula derecha y en el ventrículo derecho, luego viajaba hasta la aurícula izquierda y el ventrículo izquierdo a través de los pulmones. A continuación, aireada, iba hasta los tejidos en general.

De este modo, se eliminaban los poros galénicos y se explicaba la razón de la bomba doble. Era una manera de asegurar que la sangre cogía aire antes de dirigirse a todos los tejidos.

Pero había dos trampas en las teorías de al-Nafis. En primer lugar, no existían signos de vasos sanguíneos continuos en los pulmones. La arteria pulmonar se dividía y subdividía hasta desaparecer, mientras las venas pulmonares se formaban, aparentemente, de la nada. Era justo suponer que la subdivisión final se hacía demasiado pequeña para verla, y que las arterias y venas más pequeñas se conectaban de esta manera. Sin embargo, en este caso, unos vasos invisibles sustituían a unos poros invisibles. ¿Constituía esto realmente un progreso?

La segunda trampa es que el libro de al-Nafis no se conoció en Occidente hasta 1924 (!) y, por lo tanto, no tuvo la menor influencia en el desarrollo de la moderna teoría médica.

Europa tardó más de trescientos años en captar la inspiración de al-Nafis, y el que lo hizo fue un médico español llamado Miguel Servet (1511-1553).

Era la época de la reforma protestante, y toda Europa se hallaba convulsionada con las discusiones teológicas. Servet desarrolló unas ideas radicales que incluso hoy se describirían como unitarias. Las expuso sin el menor cuidado, con lo que enfureció tanto a los católicos como a los protestantes, dado que ambos estaban comprometidos con la divinidad de Jesús. En 1536, Servet conoció a Juan Calvino en París. Juan Calvino era uno de los más destacados de los primeros protestantes, un firme y terco doctrinario. Cuando Servet envió a Calvino un ejemplar que contenía sus puntos de vista, Calvino quedó horrorizado e interrumpió la correspondencia, pero no se olvidó del asunto.

En 1553, Servet publicó anónimamente sus ideas teológicas, pero Calvino conocía aquellos puntos de vista y reconoció al autor. Lo comunicó a las autoridades francesas, que arrestaron a Servet. Este consiguió escaparse tres días después y se dirigió a Italia.

Sin darse cuenta, pasó cerca de Ginebra, que entonces se hallaba bajo el estricto control del sombrío y amargado Calvino, quien había fundado una de las más notables teocracias de la Europa moderna. Servet no era súbdito ni residente de Ginebra. y no había cometido ningún delito en esa ciudad, por el que pudiese ser retenido legalmente. No obstante, Calvino insistió en que se le condenara a muerte, por lo que Servet proclamando hasta el fin su doctrina unitaria fue quemado en la hoguera.

Calvino no quedó satisfecho quemando el cuerpo de Servet. Le pareció necesario quemar también su mente. Persiguió todos los ejemplares que pudo del libro de Servet y los quemó también. No fue hasta 1694, un siglo y medio después de la muerte de Servet, cuando se descubrieron algunos ejemplares que permanecieron sin quemar, y los eruditos europeos tuvieron la posibilidad de leer sus puntos de vista unitarios.

Eso hicieron y, tal vez ante su asombro, descubrieron que también había descrito en el libro la circulación menor (exactamente como había hecho al-Nafis, si Europa lo hubiera conocido.)

Servet perdió el crédito del descubrimiento, excepto retrospectivamente, pues en 1559 un anatomista italiano, Realdo Colombo (1516-1559), había publicado un libro que describía la circulación menor exactamente como habían hecho al-Nafis y Servet, y esta obra sobrevivió. Por lo general, se atribuye a Colombo el mérito del descubrimiento, pero su trabajo fue más detallado y cuidadoso que el de los otros dos y, dadas las circunstancias, fue la obra de Colombo la que influyó en los avances posteriores, por lo que tiene bien merecida su fama.

Luego apareció el médico inglés William Harvey (1578-1657).

Era hijo de un comerciante acomodado, y el mayor de nueve hijos. Recibió su graduación en Cambridge en 1597, y luego se fue a Italia a estudiar medicina. Fabrici fue uno de sus maestros.

Harvey regresó a Inglaterra y tuvo un gran éxito profesional, pues fue médico de la Corte tanto del rey Jacobo I como de Carlos I.

Harvey era un experimentador. Para él, el corazón era un músculo que sin cesar se contraía y expulsaba sangre, y debía investigarse sobre esta base y no otra.

Mediante la disección, estudió las válvulas entre las dos aurículas y los dos ventrículos de forma cuidadosa, y observó que eran de una sola dirección. La sangre podía viajar desde la aurícula izquierda al ventrículo izquierdo y desde la aurícula derecha al ventrículo derecho, pero no a la inversa.

Y lo que es más, naturalmente Harvey conocía las válvulas venosas, según le había enseñado el viejo maestro Fabrici. Con el concepto de las válvulas de una dirección muy claro en su mente, evitó el error de Fabrici. En las venas, la sangre iba sólo en una dirección hacia el corazón. Incluso experimentó ligando venas en el transcurso de sus experimentos con animales. De una forma inevitable, la sangre llenaba y abultaba la vena en el lado alejado del corazón, mientras trataba de fluir hacia éste y no podía hacerlo. La situación era precisamente inversa cuando ligaba una arteria, que al instante se llenaba de sangre y abultaba en el lado hacia el corazón.

En 1615, para Harvey el asunto estaba claro. Finalmente conocía las diferencias fisiológicas entre arterias y venas. La sangre salía del corazón a través de las arterias, y luego regresaba al mismo gracias a las venas. La circulación menor de la que había hablado Colombo era
sólo
la menor. Desde el ventrículo izquierdo, la sangre era bombeada a la aorta y luego se dirigía a los tejidos corporales en general, regresando por las venas a la aurícula derecha y al ventrículo derecho, desde donde era bombeada a los pulmones para volver a la aurícula y ventrículo derechos.

En otras palabras; la sangre está, constantemente, volviendo al punto de partida. «Circula».

Harvey hizo algunos cálculos sencillos que podría haber hecho Galeno, si la idea de la medición relacionada con la biología hubiera sido algo claro para los griegos. Harvey mostró que, en una hora, el corazón bombeaba una cantidad de sangre que era tres veces el peso de un hombre. Parecía inconcebible que la sangre se formase y consumiese en esa proporción, por lo que la noción de la circulación de la sangre pareció una necesidad tanto biológica como experimental.

Harvey, que no era polemista, comenzó a dar conferencias acerca de la circulación de la sangre en 1616, pero no vertió sus conocimientos en un libro hasta 1628. Era un ejemplar de 72 páginas, miserablemente impreso en los Países Bajos, con un papel delgado y barato, y lleno de erratas tipográficas. Sin embargo, los experimentos en él descritos estaban claros, eran concisos y elegantes, y las conclusiones resultaban incontrovertibles. El libro, llamado
Acerca de los movimientos del corazón y de la sangre,
se convirtió en uno de los grandes clásicos científicos.

Inevitablemente, el libro de Harvey al principio fue atacado, pero él vivió lo suficiente para ver que la circulación de la sangre era aceptada de modo general por la medicina europea. Fue su libro el que terminó de una vez para siempre con la fisiología galénica.

Y, sin embargo, también aquí había una trampa. La sangre salía del corazón a través de las arterias y volvía por las venas, pero no había conexiones visibles entre ambas. Se tenía que dar por supuesto que existían unas conexiones invisibles: unos tubitos demasiado pequeños para poder verse, como los poros galénicos invisibles en el músculo interventricular.

Mientras dependamos de la invisibilidad, no podemos estar seguros.

Ah, pero, ahora había una diferencia. Durante la última década de la vida de Harvey, los fisiólogos estaban comenzando a emplear microscopios, muy imperfectos, pero que podían ampliar los objetos que, de ordinario, eran demasiado pequeños para ser vistos, haciéndolos visibles con cierto detalle.

El primero en aparecer por un tiempo en este campo fue el fisiólogo italiano Marcello Malpighi (1628-1694), que había aprendido medicina en la Universidad de Bolonia y que con el tiempo, aunque a desgana, acabó convirtiéndose en el médico privado del papa Inocencio XII.

Malpighi comenzó su trabajo con el microscopio en los años 1650, cuando investigaba los pulmones de las ranas. Empezó por ver pequeños vasos sanguíneos parecidos a cabellos, que no podía percibir sin el microscopio. Al observar las membranas de las alas de los murciélagos al microscopio, en 1661, pudo ver realmente pequeñas arterias y venas conectadas con estos vasos parecidos a cabellos. Los llamó capilares, de las palabras latinas que significan «parecido a cabello».

El descubrimiento, que completó e hizo perfecto el concepto de la circulación de la sangre, se efectuó, por desgracia, cuatro años después de la muerte de Harvey. Pero estoy seguro de que Harvey confiaba en que los capilares existían y que llegarían a descubrirse.

Un último punto. Cuando el ventrículo izquierdo del corazón bombea su sangre en la gran aorta, aparecen casi inmediatamente tres arterias pequeñas, que llevan la sangre más recientemente oxigenada al —¿dónde si no? —mismo músculo cardiaco. El corazón se sirve el primero y con la mayor abundancia. ¿Y por qué no? Se lo merece.

Esos vasos son las «arterias coronarias» (porque rodean el corazón como una corona). Incluso más que las arterias ordinarias, las coronarias tienen tendencia a obstruirse con el colesterol, si uno come y vive de forma alocada.

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