"¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, hijo de Dios altísimo? ¡Te conjuro por Dios que no me atormentes!" (Marcos. 5-7).
Después que Abram regresó a Canaán, se volvió un hombre rico, lo cual es símbolo del poder creciente de la fe. El y Lot tenían tanto ganado que no podía sostenerlo la tierra, y sus pastores peleaban continuamente por hacer valer sus derechos sobre las tierras en donde pacían sus rebaños. Aunque Abram era el líder de los hebreos y podía haber hecho uso de su autoridad, como tal, demostró su gran generosidad sugiriéndole a Lot que se separaran y dándole a escoger las tierras que él deseara para sí. Lot (la fe en las cosas materiales) escogió la sección más fértil, el valle alrededor de Sodoma y Gomorra. Y Abram se quedó con la parte montañosa del país cerca de Hebrón. Parecía realmente que a Abram le había tocado la peor parte al proceder tan generosamente, con Lot, pero el señor le dijo:
"Alza los ojos y mira desde el lugar donde estás hacia el norte, y hacia el sur. y hacia el oriente, y hacia el occidente; porque toda la tierra que ves, te la daré". (Gén. 13:14-15).
Es desde "la colina" o lugar elevado en la conciencia desde donde podemos obtener una visión más amplia de la vida y de todo lo que ella encierra, y Dios siempre nos da de acuerdo con nuestra habilidad para percibir. "Ver" o reconocer nuestro bien es el primer paso para la demostración. Cuando vemos desde lo alto, nuestra bendición es mayor de lo que esperábamos: "toda la tierra que ves, a ti te la daré".
Ninguna persona que obra egoístamente puede tener éxito duradero, y Lot pronto se vio envuelto en dificultades. Las tribus vecinas hicieron la guerra a Sodoma y Gomorra, y Lot y todos los de su casa fueron hechos prisioneros. Uno de sus siervos escapó y fue a pedir ayuda a Abram, quien reunió sus hombres y acudió a rescatar a Lot. Sus guerreros cayeron inesperadamente durante la noche sobre el enemigo y los obligaron a huir abandonándolo todo. De regreso a su hogar, Abram conoció dos Reyes que salieron a su encuentro, uno de los cuales, el Rey de Sodoma se mostró tan agradecido por haber Abram librado a su país, que le ofreció la mitad del botín de guerra. Abram rehusó y le entregó, no solamente los prisioneros sino todos los bienes que había tomado. El otro Rey Melquisedec, Rey de Salem, quien trajo pan y vino para bendecir a Abram, pues Melquisedec también rendía culto a Dios. Abram dio el diezmo de todo lo que traía a Melquisedec. "Melquisedec realmente representa la Mente Crística o "superconciencia", aquello que cuando predomina en la conciencia del hombre, hace que se establezca y sostenga una conducta recta, ajuste perfecto, paz, y perfección".
Más tarde cuando Abram tuvo aviso de que las ciudades de Sodoma y Gomorra serían destruidas por la perversidad de sus habitantes, él oró para que éstos fueran perdonados. Sin embargo, no había ni siquiera diez hombres justos en ellas y su suerte quedó sellada. Solamente Lot, su esposa y sus hijas escaparon. La esposa de Lot no se benefició de la huida "volvió la vista" (Gén. 19:26) y se convirtió en una estatua de sal.
Cuando uno se libera de una dificultad, es funesto volver la vista atrás. Jesús dijo "dejad que los muertos entierren a sus muertos" (Mateo 8:22).
Abram y Sarai no tenían hijos, y Abram los deseaba más que nada para que éste continuara la misión que Dios le había encomendado con relación a los hebreos. El Señor les había prometido un hijo, pero ellos estaban muy impacientes porque se realizara esta promesa que, a sugestión de Sarai, Abram tomó como mujer a la sierva egipcia de ésta llamada Agar. El fruto de esa unión fue Ismael; pero éste no era el hijo que Dios les había prometido. Debemos aprender a descansar en el señor y esperar pacientemente por él. Cuando tratamos de forzar nuestro bien, el resultado no nos satisface. Abram sabía esto y esperaba la palabra del Señor, la cual fue "Mi pacto es contigo, y serás Padre de una multitud de naciones. Y no serás llamado más Abram, sino que "Abraham" será tu nombre; porque te he constituido padre de una multitud de naciones". (Gén. 17:4-5).
"El cambio de nombre denota siempre un cambio tan pronunciado en el carácter, que el nombre anterior no puede volver a aplicarse a la nueva persona... El nuevo nombre, Abraham, "padre de una multitud", cuando nosotros lo aplicamos individualmente significa que nuestra Fe debe ser expresada trayendo la multitud de pensamientos al Reino del Espíritu y bajo la dirección del Cristo" (Misterios del Génesis 151).
Para esa época, el nombre de Sarai fue también cambiado, y el Señor dijo a Abraham: "Tocante a Sarai, tu mujer, no la llamarás más Sarai, sino que Sarah será su nombre. Y yo la bendeciré, y de ella también te daré un hijo... y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos procederán de ella" (Gén. 17:15-16).
El nombre Sarai significa "amargada" o "contenciosa", mientras que Sarah significa "mujer noble".
En el simbolismo espiritual la mujer representa el alma o la parte intuitiva del hombre. Sarah es la fase más elevada del alma. En Sarai el alma contiende por su lugar apropiado en la conciencia; el individuo empieza a reconocer que sus afectos y emociones son divinos en esencia y no deben fundirse con las condiciones materiales sino con el espíritu. En Sarah esto queda expresado plenamente (Misterios del Génesis 155).
Para la razón humana, la promesa de Dios a Abrahám y Sarah parecía imposible de cumplirse por la razón que Sarah era ya una mujer avanzada en años; pero Abraham "creyó a Jehová, el cual se lo imputó a justicia" (Gén. 15:6). Con frecuencia nos parece que nuestra oración no será contestada. Esto sucede debido a que hacemos uso de una limitada visión y en verdad lo que Dios nos pide es que confiemos en él para guiarnos.
El hijo que nació a Abraham y Sarah se llamó Isaac. Este nombre significa "risa", o "alegría". La cualidad gozosa (Isaac) es la criatura o el producto de la fe (Abraham) y la intuición (Sarah). Varios años después, Abraham tuvo una gran prueba relacionada con el hijo que Dios les había dado.
Y aconteció, después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y el respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma a tu hijo, a Isaac, tu hijo único, a quien amas, y vete a Tierra de Moria, y ofrécele allí en holocausto sobre uno de los Montes que yo te diré (Gén. 22:1-2).
Algunas veces parece como si se nos pidiera que abandonáramos aquello que más valor tiene para nosotros. Se nos ha enseñado, "Jehová ha dado, y Jehová ha quitado; ¡sea el nombre de Jehová bendito!" (Job. 1:21). Esto es solamente creencia del hombre. Sin embargo, debemos obedecer la inspiración de lo Alto y confiar en Dios a pesar de que nos parezca un gran sacrificio de nuestra parte. La obediencia es la base de la fe. Abraham creía que todo lo que Dios le ordenaba hacer era lo mejor, sin importarle su apariencia. Hasta que aprendemos a amar la rectitud más que a nuestros deseos personales, nuestra fe no será firme. ¿No hemos luchado con nosotros mismos y finalmente hacer lo que creíamos, no obstante parecemos difícil? Nuestra buena disposición para hacer lo que creemos que es recto, nos librará de sentirnos luego entristecidos. Tenemos que llegar al borde del desastre, sin embargo: Abrahám había amarrado a Isaac al Altar de madera y había tomado su cuchillo en la mano para matar a su hijo.
Entonces el Ángel de Jehová le llamó desde los Cielos y le dijo:
¡Abraham! ¡Abraham! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano contra el muchacho ni le hagas nada; pues ahora conozco que tú temes a Dios, y que no me has negado a tu hijo, tu hijo único. Entonces Abraham alzando los ojos, miró, y he aquí un carnero más allá de él, enredado por las astas en un matorral, y fue Abraham, y tomó el carnero y ofrecióle en holocausto en lugar de su hijo (Gén. 22:11-13).
El animal representa pensamientos de los sentidos, arraigados, no redimidos, y éstos son los que el Señor desea que sacrifiquemos. Abraham fue premiado por su obediencia con la renovada promesa de Dios de que habría de engrandecerle.
"¿Qué cosa ésta que me has hecho? ¿Por qué no me dijiste que ella es tu esposa?" El nombre de Sarai fue cambiado a Sarah (princesa). En la simbología espiritual, la mujer representa el alma o la parte intuitiva del hombre. Abraham no dudó de la promesa que el Señor le hizo de darle un hijo, pero procedió como lo hacen todos los humanos impacientes, que en lugar de esperar que Dios manifieste Su Voluntad, deciden ayudarlo, empujando las cosas en el plano material, de manera que tuvo un hijo en la camarera de Sarah. AGAR, la empleada de Sarah representa el alma natural y Dios no reconoce como legítimo el fruto de una unión por voluntariedad humana.
La lámina de la "Poderosa Presencia YO SOY", el Padre mismo, Única e Indivisible, hemos de dividirla en tres partes principales para su mejor comprensión:
Entre las dos figuras, aunque no ilustrado en la lámina, se encuentra el cuerpo mental superior o inteligencia selectiva y discernidora que conoce la perfección de la Presencia y la imperfección humana, o sea, la creación indeseable que el hombre ha traido a su alrededor.
El Rayo de Luz que desciende hasta la parte superior de la cabeza, para fijarse en el corazón del cuerpo carnal, es la Vida, la Luz, la Substancia, la Energía, la Inteligencia y la Actividad, mediante las cuales, el cuerpo físico tiene Vida y puede moverse. Cuando nuestra atención se dirige a la "Poderosa Presencia YO SOY", este Rayo de Luz y de Energía se empieza a intensificar y expandir. Así se inicia el proceso de arrojar del cuerpo físico todas las cualidades más densas y a medida que esta acción se intensifica, la Radiación forma un tubo de Luz alrededor del cuerpo físico, tan INVENCIBLE, TAN IMPENETRABLE, que deviene un "INVENCIBLE MURO DE LUZ" que nos envuelve, y no hay pensamiento, sentimiento o sugestión humanos que puedan penetrarlo o en manera alguna perturbarnos. Esta es hoy una de las grandes necesidades humanas.