El Palestino (51 page)

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Authors: Antonio Salas

BOOK: El Palestino
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Yo estaba nervioso. Me había dicho que solamente tenía una hora para grabar la entrevista. Pero mi currículum como colaborador de diferentes medios de comunicación árabe-venezolanos y mi supuesta relación con Al Jazeera y VTV interesaban a Vladimir tanto como él me interesaba a mí. Vladimir, principal valedor de la defensa de su hermano, sabía que, si podía encontrar apoyos para Ilich en algún lugar, era en el mundo árabe, por eso estaba más que dispuesto a aquella entrevista. Pero ni él, ni yo, ni nadie, podía imaginar lo que iba a ocurrir entonces.

En cuanto Vladimir llegó a la oficina le pedí que se sentase junto al ordenador, encendí la cámara para grabar todo lo que me pudiese decir, incluso mientras hacíamos los preparativos, le coloqué el micro de corbata, conecté los auriculares y, justo cuando ponía en marcha el DVD que debía ir pasando las fotos del Chacal en la pantalla del ordenador, el teléfono de Vladimir Ramírez comenzó a sonar. Y Vladimir aceptó la llamada. Cuando dijo: «Ilich, ¿cómo estás?», yo supuse que estaba bromeando. Pero cuando añadió: «Bien, ¿cómo te va? ¿Cómo está la cosa por allá?», mi corazón empezó a bombear más deprisa.

Vladimir le explicó a la persona que estaba al otro lado del auricular con quién se encontraba y lo que estaba haciendo en esos instantes. Y entonces se giró hacia mí, al tiempo que me tendía el teléfono y me decía que al otro lado del auricular estaba su hermano Ilich Ramírez Sánchez y que quería saludarme.

Creo que la sangre se me había congelado en las venas. No estaba preparado para esa situación. La divina providencia se había esforzado mucho al provocar todo ese cúmulo de coincidencias para que Vladimir Ramírez se hubiese quedado libre casualmente ese día, a esa hora y muy cerca de la Gran Mezquita de Caracas a la que yo acudía todos los viernes. Y se había esforzado también para que Vladimir decidiese que grabásemos justo en ese instante la entrevista. Y para que Ilich Ramírez Sánchez, el terrorista más peligroso de la historia, llamase a su hermano desde la cárcel de París justo en ese preciso momento. Lo más fantástico de todo es que mi cámara de vídeo estaba grabando cada palabra, cada movimiento. Y grabó cómo entro yo en plano y tomo el teléfono de Vladimir, temblando. Había transcurrido exactamente un año y dos meses desde que el teniente coronel Pascualino Angiolillo Fernández, agregado militar de la embajada venezolana en Madrid, me había hablado por vez primera del temible Carlos en aquel curso de contraterrorismo que hacíamos juntos en la Academia Militar de Jaca. Al otro lado escuché la voz inconfundible del Chacal, la misma voz que había escuchado en el mensaje a las Juventudes Comunistas que me habían facilitado Alí Costa y Sergio Gil. Y como Vladimir le había dicho a su hermano que yo era palestino, la conversación se inició en lengua árabe:

6

Como ya he dicho, mi primera conversación con Carlos el Chacal comenzó en árabe. Al menos hasta que me vi incapaz de comprender su acento palestino y pasamos al español. Me sometió a un profundo interrogatorio sobre mi apellido, sobre mi linaje palestino, si era materno o paterno, etcétera. Pero debí de superar el examen, porque año y medio más tarde, cuando el Chacal fue trasladado a una prisión de menor seguridad en París, con acceso libre al teléfono, se ocupó de conseguir mi número para encargarme varias «misiones» a su servicio en Líbano, Suecia o Portugal, entre otros...

Cuando Vladimir me pidió de nuevo su teléfono, sonreía. Y le dijo a su hermano:

—Discúlpalo, es que se ha emocionado.

También tuve suerte en eso. Vladimir había interpretado mi terror a que el Chacal pudiese sospechar que yo era un periodista infiltrado, como el nerviosismo de un admirador que acaba de hablar por primera vez con su ídolo de juventud. Y yo le dejé creerlo. Como el sabio Nasruddin, a veces es mucho mejor que te tomen por bobo...

Después de aquella inesperada interrupción, Vladimir Ramírez no tuvo ningún problema en responder a todas mis preguntas, reescribiendo para mí la historia de su hermano Ilich. Según él, ninguno de los autores de los numerosos libros sobre Carlos el Chacal se había tomado la molestia de acudir a la familia, y se habían limitado a repetir una y otra vez las informaciones publicadas en la prensa occidental. «Como si fuese tan sencillo localizar a esta familia», pensé. Pero ahora, por fin, su hermano pequeño estaba dispuesto a responder a todas mis preguntas. Y eran muchas...

Ilich Ramírez: memorias de familia

—Para resumir lo que ha sido Ilich toda su vida con un solo calificativo —empezó declarando Vladimir—, yo diría que ha sido un revolucionario internacionalista. Ha sido un luchador reconocido de la causa palestina y con gran afinidad hacia cualquier otra causa emancipadora existente. Aunque ciertamente sus orígenes y su formación parten de esa enseñanza marxista que heredó de mi padre. Lógicamente, se identifica como un venezolano comunista, un venezolano marxista, pero hoy en día está claro que él trascendió las fronteras venezolanas. Indudablemente que es un revolucionario internacional.

A decir verdad, lo que más me interesaba de Vladimir era esa información sobre Carlos el Chacal que no aparece en ninguna de sus biografías. Recuerdos, anécdotas, vivencias que solo puede conocer el entorno más cercano:

—En realidad, Ilich fue siempre un ser ejemplar como hijo, como hermano y hasta cierto punto como padre, habida cuenta de que mi papá y mi mamá estaban divorciados y él como hermano mayor asumió el rol de padre de familia. Como contrafigura de mi mamá, era el encargado de tomar las riendas del hogar, desde el punto de vista de los actos y responsabilidades que corresponden al hombre; es decir, mamá era la mujer de la casa e Ilich el hombre de la casa. Él tomaba decisiones con respecto a las inversiones familiares, se encargaba de las diligencias, etcétera. Con respecto a mí, que soy el hermano menor, él decidía en qué escuela estudiaba, era mi representante, mi guía formativo en lo ético y en lo moral. Realmente, Ilich cumplió cabalmente su papel de padre sustituto. Como hermano igualmente y siendo el mayor de tres varones, era un ser abnegado. Yo solo conseguí en él un ejemplo de lo que se debería ser y hacer, con mucha dignidad y consideración.

»Creo que tuve la enorme suerte de que esa figura paterna fuese a la vez mi hermano mayor, porque con tan poca diferencia de edad entre ambos, nueve años, entendía la fase por la que yo estaba pasando; sin embargo, él tenía la suficiente experiencia para tener una opinión cualificada, con autoridad, sobre lo que yo estaba haciendo bien o mal. Como hijo siempre fue el compañero abnegado de mi mamá y siempre adoró a mi papá por lo que significó en su formación revolucionaria y por ser ejemplo a seguir como ser humano. Papá y mamá siempre fueron ejemplos a seguir para los tres hermanos. Claro está, desde enfoques distintos, porque mamá es una mujer sencilla de origen humilde, pero con un gran valor propio en lo humano y espiritual, católica y muy creyente; y papá, el hombre educado en la universidad, con formación rigurosa, en lo profesional, en lo ético y en lo político.

—Hay un momento en que Ilich se distancia de la familia para dedicarse casi en exclusiva a la lucha armada... ¿Cómo fue ese momento?

—Fue imperceptible para nosotros. Yo creo que nadie creería que mientras Ilich estaba involucrándose en las actividades de la lucha palestina, particularmente a partir de 1970, en su otro frente, que era su vida familiar, no había ninguna señal de esa vida paralela que él llevaba a cabo. Eso se ha demostrado en las numerosas entrevistas que se realizaron a la comunidad venezolana que vivía en Londres entre 1970 y 1975, concretamente después de los sucesos de la rue Toullier, París, en el verano del 75, cuando tanto los cuerpos policiales como la prensa entrevistaron a los venezolanos de Londres. Hay una constante en la opinión que todos emiten: la sorpresa porque ese joven formal, respetuoso, que tenía esa gama de responsabilidades como páter familia, como hermano, como hijo y que era muy afable en el trato, educado y de gran conocimiento histórico y político, llevara esa vida en paralelo.

»Era un dedicado jefe de familia, hermano, estudiante universitario, a quien no se le conocía ninguna actividad extraña. Tenía sus amigas y disfrutaba de la vida nocturna, incluso yo tuve mis primeras experiencias de vida nocturna a su lado. Es decir, era una persona que disfrutaba enormemente las diferentes bondades de la vida londinense, la cultura, etcétera. De hecho, existen muchos mitos en torno a él, como que participó en la toma de rehenes israelíes en las olimpiadas de Múnich, cuando lo cierto es que Ilich y yo las vimos por televisión en nuestra vivienda en Londres.

—A muchos les costará entender por qué un venezolano se implica activamente en la lucha por la causa palestina.

—Bueno, yo creo que influyó la forma en que papá se formó como marxista: desencantado por acontecimientos y conductas que llegó a conocer y presenciar durante su formación como seminarista en los años treinta y que resultaban contrarias a los principios y valores pregonados por la Iglesia católica, papá abandona el seminario, ubicado en el estado Táchira, a los diecisiete o dieciocho años, se declara ateo y se va a Bogotá para iniciar sus estudios de Derecho. En esa ciudad se hace discípulo de Gaitán y, cuando regresa a Venezuela, decide que no quiere estar encasillado en partidos políticos y verse limitado por una óptica local o sectaria de la actividad política. Consideró que la estrategia hegemónica del imperialismo norteamericano se ha cumplido en parte al mantener a sus enemigos divididos y en parte al inculcarles, a quienes no son sus enemigos, una visión endógena y egoísta de la realidad y de los conflictos del mundo, de manera que no existan movimientos de solidaridad entre los pueblos que sean contrarios a los intereses del imperialismo y hegemonía norteamericanos.

»Yo creo que eso se lo transmitió mi papá a Ilich en una de sus tantas discusiones políticas, y se consolida como principio y mecanismo de acción cuando este afronta la primera oportunidad, la primera prueba, el primer teatro de ensayo, de puesta en práctica de esa solidaridad en la Universidad Lumumba de Moscú, donde entra en contacto con estudiantes, no solamente de países sudamericanos, sino de otros continentes, con religiones y realidades totalmente distintas. Creo que esa experiencia sirvió de catalizador para que apareciera ese revolucionario internacionalista que Ilich llevaba por dentro. Y no es raro por tanto su incorporación a la causa palestina. De hecho, su negación a seguir unas líneas sesgadas por parte de las autoridades comunistas venezolanas en Moscú le valen su expulsión de la Unión Soviética. Y él, en ese momento, decide incorporarse de lleno a la causa palestina.

Una de las cosas que me inspiraban mayor curiosidad, tras leerme todo lo publicado sobre Carlos, era la reacción de su padre, comunista convencido y ateo, cuando su hijo se convirtió al Islam.

—Lo respetó —me aclara Vladimir—. Papá era un hombre sumamente respetuoso de las decisiones y opiniones de todas las personas. Y aun cuando él no compartió esa decisión, debido a que él era ateo, seguramente habida cuenta de la realidad y del entorno de Ilich, particularmente cuando vivió en el Medio Oriente, habrá considerado que era un paso lógico a seguir. No lo discutió con Ilich abiertamente, se lo respetó y creo que nunca llegó a cuestionar a Ilich porque decidiera profesar una religión. Siempre primó que ambos eran marxistas y luchaban por la causa de la liberación mundial, del flagelo del imperialismo norteamericano y sionista, apoyado por otras potencias de Occidente.

—¿No crees que la manifestación pública que nuestro presidente Hugo Chávez ha hecho a favor de Ilich, en lugar de favorecer a tu hermano, le perjudicó?

—Es correcto. Tanto Ilich como yo y el resto de los miembros de la familia estamos convencidos de que el presidente Chávez tiene intenciones plenas de asistir a Ilich en su difícil momento y que tiene todo el deseo de revertir la situación de violación de derechos humanos que padece Ilich, pero aun siendo el líder máximo de este proceso de cambio que vive nuestro país, y que ha catalizado a su vez movimientos de cambio en el mundo entero, es tan solo un hombre y tiene que depender de un aparato de Estado para que sus intenciones y propuestas sean llevadas a cabo. En el caso de Ilich y en términos de diplomacia internacional, las opiniones emitidas sobre su situación por Chávez a un estado «amigo» de Venezuela, como se supone que es Francia, por lógica generan una reacción de sus autoridades diplomáticas y judiciales. Lamentablemente, cuando nuestra cancillería no apoya con hechos y acciones las palabras del presidente, entonces la reacción que ha tenido el gobierno francés para con cada manifestación de Chávez a favor de los derechos de Ilich se ha traducido en un endurecimiento y empeoramiento de sus condiciones de encarcelamiento. Los cancilleres que hemos tenido hasta el momento, exceptuando a Nicolás Maduro, con quien aún no he tenido la oportunidad de conversar, no tuvieron una gestión efectiva para siquiera revertir las condiciones, cada vez más duras, que ha impuesto el gobierno francés cuando Chávez ha dicho algo a favor de Ilich. Teniendo en cuenta eso, quiero decir algo que no debe malinterpretarse como una crítica a Chávez, pero, en términos absolutos, la situación de Ilich hoy en día, comenzando 2007, es peor que cuando Chávez asumió el gobierno en 1999...

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