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Authors: Charles Berlitz

Tags: #Ensayo, #Ciencia Ficción

El Triangulo de las Bermudas (12 page)

BOOK: El Triangulo de las Bermudas
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En una de las primeras entrevistas hechas por radio a bordo de la nave, un pasajero que era jugador de fútbol profesional dijo: «El capitán me contó que estamos sentados justo en el medio del Triángulo de las Bermudas». En cambio, las informaciones posteriores parecieron eludir cuidadosamente toda referencia a esta funesta región.

Resulta interesante anotar, como corolario del incidente, que un miembro de la tripulación de un cúter de la Guardia Costera que seguía al navío informó haber observado que el
Queen Elizabeth 2
había desaparecido del radar de su embarcación. El hecho ocurrió cuando el transatlántico estaba entrando en el Triángulo, a una velocidad de 35 nudos. El cúter dejó de registrarlo en el radar, aunque permanecía visible a simple vista. Poco después desapareció. La comunicación radial y el contacto por radar entre las dos naves pareció verse afectada en el momento en que el
Queen Elizabeth 2
entró en el Triángulo. Aunque hasta ahora no se ha sugerido que las misteriosas fuerzas de esta zona tuvieron alguna relación con las averías del barco de crucero, es posible que la comunicación por radar con el cúter se vieran afectadas por las conocidas anomalías radiales y eléctricas existentes dentro del Triángulo de las Bermudas.

Cuando pensamos en el número total de desapariciones de barcos y aviones ocurridas en esta región, así como en la manera en que otras naves han escapado —aparentemente— a las fuerzas que allí imperan, debemos también considerar la posibilidad de que estos sucesos tengan una explicación lógica, o una serie de justificaciones razonables. Sin embargo, cuanto más profundizamos en el problema, más empezamos a preguntarnos si realmente existe lo que, dentro de nuestro marco de referencia científica conocido, podríamos llamar una explicación lógica.

Capítulo 5

¿Existe una explicación lógica
?

EL AFÁN DE MINIMIZAR LA IMPORTANCIA DEL
Triángulo de las Bermudas, o incluso de negar su existencia, ha hecho decir en algunas ocasiones que no hay tal misterio, puesto que los barcos y los aviones suelen desaparecer en el mundo entero. Si se proyectase un triángulo sobre cualquier área de rutas marítimas importantes, el resultado sería una perturbadora incidencia de pérdidas, si hiciéramos el triángulo suficientemente amplio. Además, el océano es enorme, los barcos son relativamente pequeños y las aguas están en perpetuo movimiento, tanto en la superficie como en las corrientes submarinas.

Hay barcos y aviones pequeños que se han perdido entre las Bahamas y Florida, donde la Corriente del Golfo fluye hacia el Norte a más de cuatro nudos, y luego han aparecido a una distancia tan grande del punto en que se les vio por última vez, que se ha llegado a darlos por desaparecidos. No obstante, la velocidad de esta corriente es conocida por la Guardia Costera, cuyas misiones de búsqueda y rescate la tienen muy en cuenta, al igual que las desviaciones debidas a los vientos, cuando rastrean el área aproximada de la desaparición de alguna nave. Al iniciar una búsqueda, establece de inmediato un radio de rastreo circular que abarca ocho kilómetros si se trata de un barco grande; 16 en el caso de un avión, y 24 en el de una embarcación de tamaño menor. Enseguida, se determinan otros radios que cubren el primero, según las corrientes, los vientos y la dirección o rumbo de la nave.

Más aún: algunos barcos se han hundido, para reaparecer luego en otro lugar, como ocurrió con el
A. Ernest Miles
, que naufragó con una carga de sal frente a la costa de Carolina. Cuando la sal se disolvió, el buque fantasma volvió a la superficie y fue inmediatamente recuperado.
La Dahama
, otro buque perdido, o fantasma, que resurgió desde el fondo del mar, es mencionado frecuentemente en relación con el Triángulo. Se le dio por hundido en abril de 1935 y sus pasajeros fueron rescatados por el vapor
Rex
. Sin embargo, poco después El
Aztec
lo halló a la deriva frente a las Bermudas. La tripulación del
Aztec
no sabía que ya antes se había hundido, ni que sus pasajeros habían sido rescatados, y creyeron que
La Dahama
era un barco perdido hasta que llegaron las noticias del
Rex
, de regreso en su puerto de Italia.
Porqué
el buque volvió a la superficie es todavía un misterio.

Por otra parte, puede ocurrir muy fácilmente que los restos de, barcos y aviones desaparecidos en el fondo del mar se desvanezcan en medio de bancos de arenas movedizas o queden cubiertos por las tormentas, o que otras tormentas los descubran, hasta ser recuperados por buceadores o submarinos. Mel Fisher, un viejo buzo y especialista en salvatajes de barcos y cargamentos, lleva algunos años dedicado a la exploración de la plataforma continental de la zona del Triángulo, en el Atlántico y el Caribe. Mientras se hallaba ocupado en la búsqueda de oro español, del que ha acumulado una gran cantidad, hizo otros hallazgos sorprendentes en el fondo del mar. Sin duda, se trataba de objetos que fueron muy buscados en la época de su pérdida, pero que luego quedaron olvidados. Se trata de concentraciones de metales que son detectadas por un magnetómetro, un compás de una intensidad multiplicada por mil, que indica la ubicación del metal sumergido y cuyas virtudes han solido dirigir a Fisher hacia reliquias distintas de los galeones españoles cargados de tesoros que suele buscar habitualmente.

(Es importante señalar que el magnetómetro mejorado no estaba en uso en la época en que se produjeron muchas de las desapariciones dentro del Triángulo de las Bermudas.) Cuando los buceadores bajan hasta el fondo del océano, siguiendo las indicaciones del magnetómetro, ocurre a menudo que, en lugar de galeones españoles, encuentran aviones civiles o de guerra desaparecidos, diversos tipos de barcos y, como ocurrió en una ocasión, a muchos kilómetros mar afuera, hasta una locomotora de ferrocarril, que Fisher dejó hundida, para que la encontraran los arqueólogos marinos del futuro.

Mel Fisher piensa que algunas de las numerosas desapariciones ocurridas en la zona de Florida - as Bahamas han sido producidas por bombas sin explotar, caídas desde algún avión de la Fuerza Aérea, o por torpedos aún activos, o por minas flotantes que quedaron allí desde guerras pasadas o después de alguno de los actuales ejercicios de combate. En una oportunidad, mientras buceaba en los alrededores de un barco español cargado de tesoros, empezó a llevar a la superficie lo que creyó era un antiguo cañón, hasta que descubrió que aquel artefacto incrustado de lapas tema un extremo puntiagudo que demostraba que era una bomba. ¡Y activa!

Por el número de restos de naufragio no identificados que ha descubierto en el fondo, mientras busca los que le interesan particularmente (dos galeones españoles,
La> Margarita
y
La Santa María de Atocha
, que contienen un tesoro de un valor estimado entre 400 y 600 millones de dólares), Fisher ha llegado a la conclusión de que cientos de navíos se han estrellado contra los arrecifes durante las tormentas y que muchos permanecen enterrados en las arenas frente a la costa. Para llegar hasta algunos de los barcos con tesoros que ya ha encontrado, ha tenido incluso que excavar el fondo del océano. Señala que en el lugar donde la Corriente del Golfo deja atrás el extremo de Florida existen arenas movedizas, y que allí han sido tragados barcos bastante grandes, que luego quedan atrapados en el fondo arenoso.

Los caprichos de las corrientes y el fondo movedizo podrían, pues, explicar algunas de las búsquedas infructuosas de aviones y barcos. Sin embargo, esta zona presenta otras características submarinas que podrían también esconder las huellas de algunas de esas desapariciones.

Existen allí los extraños «agujeros azules», dispersos entre los acantilados de piedra caliza y otras formaciones submarinas semejantes que se encuentran a lo largo de las Bahamas, junto a las anchas cornisas y las caídas abisales. Hace miles de años, estos agujeros eran cuevas de piedra que estaban por sobre la superficie de las aguas. Cuando el mar subió de nivel, como consecuencia del derretimiento de la tercera generación de glaciares, hace unos 12 a 15 mil años, las cuevas tomaron su forma actual y se convirtieron en un lugar favorito de pesca, en especial para los actuales y osados buceadores. Estas cavernas y pasajes submarinos van directamente hasta el borde de la plataforma continental, y algunos continúan hacia abajo, a través de toda la formación calcárea, hasta una profundidad de 500 metros. Otros están conectados a través de túneles y más cuevas con lagos interiores y grandes charcas situadas en las islas Bahama de mayor extensión. Aunque se encuentran a muchos kilómetros de distancia del océano, estos pequeños pozos de agua suben y bajan de nivel según el ritmo de las mareas. Allí suelen encontrarse algunos peces que son transportados por las corrientes internas de este sistema submarino y aparecen de pronto kilómetros tierra adentro. En una ocasión, en uno de estos tranquilos estanques situados a 35 kilómetros de la costa apareció un tiburón que medía seis metros de largo, causando sensación y gran alarma entre los habitantes de la región, habituados a nadar en aquellas serenas aguas.

Los agujeros azules se hallan en el interior del océano y situados a diversas distancias de la superficie. Los buceadores que penetran por estas cavidades submarinas notan que las cámaras de las cavernas parten desde los pasajes, exactamente como ocurre en las cuevas de la tierra. Las galerías parecen abrirse en muchas direcciones, confundiendo hasta a los pescados, que suelen incluso nadar de arriba hacia abajo. Algunos de los pasajes que comunican las cavernas parecen estar tan simétricamente diseñados que los buceadores han llegado a buscar señales de cincel, para verificar si fueron talladas a mano en la época en que los arrecifes se hallaban por sobre el nivel del mar. También han notado las peligrosas y fuertes corrientes que penetran en los agujeros azules. Esto se debe al flujo de las mareas, que hace que grandes masas de agua entren a las cavidades y creen una especie de efecto de tiraje de chimenea que produce fuertes remolinos en la superficie, a pesar de que en los alrededores no hay tierra sobre el nivel del océano.

Semejantes remolinos podrían arrastrar un bote pequeño con su tripulación al interior de uno de los agujeros azules. Esta posibilidad cobró cierto grado de verosimilitud cuando el oceanógrafo Jim Thorne encontró un bote pesquero atrapado en una de las cavidades, a una profundidad de 25 metros, mientras participaba en una expedición submarina. Otros exploradores han encontrado también botes de goma y pequeñas embarcaciones dentro de los agujeros. Sin embargo, aunque algunos botes pequeños, o incluso los restos de otros más grandes pudieran haber ido a parar allí, permaneciendo atrapados en el interior de las cavernas, este efecto de remolino no explicaría la desaparición de buques ni, por cierto, la de los aviones.

Aunque las vorágines marinas suelen aparecer en distintas zonas del mundo, en épocas diversas, y especialmente dentro de la región de las Bahamas, en el Triángulo de las Bermudas, ninguno de esos fenómenos conocidos podría compararse con el remolino de Noruega, descrito por Edgar Allan Poe en su cuento «Un descenso al Maelstrom», excepto tal vez algunos grandes movimientos sísmicos o perturbaciones atmosféricas. Al describir este torbellino destructor de barcos desde algún punto de su vasta y vertiginosa pared, el narrador dice:

… Jamás olvidaré las sensaciones de sobrecogimiento, terror y admiración con que contemplé lo que me rodeaba. Parecía como si la embarcación estuviese colgando, por arte de magia, a medias y apoyada en la superficie interior de un túnel de vasta circunferencia y prodigiosa profundidad, cuyos costados perfectamente lisos podrían haber pasado por superficies de ébano, a no ser por la asombrosa rapidez con que daban vueltas… Al sentir la sacudida del descenso, que me trastornaba, me así instintivamente, con más fuerza… y cerré los ojos… Ahora, al contemplar la desolada inmensidad a que nos habían conducido, advertí que nuestra barca no era el único objeto atrapado por el abrazo del torbellino. Encima y por debajo de nosotros podíamos ver fragmentos de navíos, grandes masas de madera para construir y troncos de árboles junto a muchos objetos pequeños, como trozos de muebles de hogar, cajas rotas, barricas y duelas. Y entonces comencé a observar, con extraño interés, los numerosos artículos que flotaban en nuestra compañía…

De pronto me oí decir: «Este abeto será sin duda el que habrá de desaparecer ahora, en esa terrible zambullida», y luego me sentí decepcionado al comprobar que los restos de un barco mercante holandés se le adelantaban y se hundían primero…

Este tipo de narraciones puede haber influido sobre algunas de las teorías en torno de las desapariciones de barcos dentro del Triángulo y sobre las versiones acerca de la forma de «los abismos (que) nos arrastran» en el mar. Las grandes mareas que se levantan repentinamente, o incluso las trombas marinas, o los grandes tornados que se producen en el mar en algunas estaciones, levantando un vasto chorro de agua hacia el cielo, a gran altura, constituyen amenazas más verosímiles para las embarcaciones grandes y pequeñas que recorren esta zona. Una o varias trombas marinas pueden perfectamente destrozar una pequeña embarcación, o un avión que vaya volando bajo, de la misma forma en que los tornados que se desencadenan en tierra firme levantan casas, vallas, vehículos y personas hacia el cielo. Por otra parte, aunque las trombas marinas son visibles durante el día, cuando hay tiempo para eludir el peligro, por la noche son bastante más difíciles de eludir, sobre todo cuando el afectado es un avión que vuela en condiciones de escasa visibilidad. Pero los fenómenos más temidos en relación con los hundimientos repentinos de barcos son las grandes marejadas que se levantan repentinamente, como consecuencia, casi siempre, de terremotos submarinos. La aparición de estas enormes olas depende de varios factores: maremotos, deslizamientos de tierra, presión atmosférica, vientos, tormentas y huracanes, que no se producen necesariamente en una zona vecina, o bien, erupciones de volcanes sumergidos. También pueden aparecer en aguas serenas, por diversas razones, pero las que se levantan en mares tempestuosos suelen alcanzar, según observadores competentes, una altura de por lo menos 40 metros (buque de los EE.UU.
Ramapo
, 6 de febrero de 1963).

Las olas producidas por perturbaciones sísmicas
(tsunamis
) han llegado a elevarse hasta 60 metros, tan alto como un gran rascacielos. Estas tsunamis pueden sobrevenir sin advertencia previa y son capaces de hundir un barco, si está anclado, o de hacerlo zozobrar si se encuentra navegando. Algunas veces, incluso barcos de gran tamaño se han partido por la mitad ante el embate de estas olas, como resultado de la tensión y según cómo las enfrenten o qué distancia haya entre una y otra. Aunque las embarcaciones más pequeñas pueden cabalgar sobre la cresta de las olas y deslizarse entre una y otra sin dificultades, se dio el caso de un destructor que resultó partido en dos, porque su largo era equivalente a uno y medio de estos senos que se forman sobre una oleada y la siguiente.

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