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Authors: Charles Berlitz

Tags: #Ensayo, #Ciencia Ficción

El Triangulo de las Bermudas (23 page)

BOOK: El Triangulo de las Bermudas
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En diversos lugares de América, existen otras líneas geométricas y algunas figuras enormes que pueden verse también desde el aire, como por ejemplo las grandes formas humanoides del desierto de Tarapacá, en Chile, el laberinto Navajo, en California, las montañas Elefante y Serpiente, en Wisconsin, y otras en diversos lugares del mundo, que a menudo no tienen una historia arqueológica anterior.

El Egipto faraónico, ese gran depósito de elementos arqueológicos, ha revelado recientemente algunos signos sorprendentes relativos a los principios de vuelo de cuerpos más pesados que el aire, que se habrían conocido en la antigüedad. A diferencia de los aviones dorados de Colombia, éstos están hechos de madera y se encuentran en las tumbas, donde se conservaron al abrigo de la desintegración durante miles de años, gracias al clima seco de la región. En algunas colecciones de museos se han encontrado los que parecerían ser modelos de planeadores y que antes, cuando se les descubrió en tumbas remotas, se creyó que eran modelos de pájaros. En el Museo de Antigüedades de Egipto puede verse un objeto de madera que fue identificado y estudiado por el doctor Khalil Messiha en 1969 y que, lejos de ser un pájaro, posee las mismas características de los modelos de aviones monoplanos actuales. El timón, o cola, está levantado, y la estructura tiene una sección que hace las veces de ala. Al comentar acerca de los ángulos diedros que se advierten a cada lado, el hermano del doctor Messiha, G. Messiha, que es ingeniero de vuelo, observó:

El ángulo diedro negativo cumple las mismas funciones que el positivo: una sección muestra que la superficie del ala es parte de una elipse que proporciona estabilidad durante el vuelo; y las formas aerodinámicas de la estructura disminuyen la resistencia al aire, lo cual es un hecho que fue descubierto en aeronáutica tras años de trabajos experimentales.

Después de miles de años, el avión es todavía capaz de volar y, cuando se le lanza desde la mano, como si fuera un modelo de planeador, se comporta admirablemente, demostrando que sus antiguos constructores tenían conocimientos de aerodinámica.

Desde el momento en que el doctor Messiha comprobó que la extensión de las alas de algunos de los modelos de pájaros era idéntica a la del nuevo avión Caravelle, se han identificado otros modelos potenciales de aviones o planeadores, y en 1972 se abrió en el Museo de Antigüedades de El Cairo una exposición de catorce de ellos, como demostración de que en el antiguo Egipto se tenían conocimientos de vuelo. No sabemos si estos artefactos fueron inventados o heredados de otra cultura. Sin embargo, puesto que la mayoría de los modelos encontrados en las tumbas egipcias están relacionados con originales más grandes, es posible que bajo las arenas del desierto exista un avión o planeador original esperando al excavador.

Los documentos escritos más completos acerca de aviones son probablemente los del
Mahabharata
, el relato épico hindú que, aún cuando se estima que fue escrito en su forma actual en el año 1.500 A.C. aparentemente fue copiado y recopiado desde la más remota antigüedad. La obra se refiere a los actos de los dioses y de los antiguos pueblos de la India, pero contiene tal riqueza de detalles científicos que, cuando fue traducido, a mediados del siglo XIX, las referencias a los aviones y a la propulsión por cohetes no tenían sentido para los traductores. Los mecanismos descritos hacía miles de años no iban a aparecer en la época moderna si no más de un siglo después. Muchos de los versos del
Mahabharata
están dedicados a máquinas voladoras llamadas
vimanas
y encierran una información detallada acerca de los principios de su construcción, que llenó de asombro a los traductores. En otro antiguo texto hindú, el
Samarangana Sutradhara
, se discuten con detalle las ventajas y desventajas de distinto tipo que presentan los aviones, así como sus capacidades relativas de ascensión, velocidad de crucero y todo lo relativo al descenso.

Incluso se hace una descripción del tipo de combustible a utilizar —mercurio— y se recomiendan determinadas clases de maderas y metales ligeros y con capacidad de absorción del calor, que son los adecuados para la construcción de aviones.

Además, hay detalles informativos acerca de cómo tomar fotografías de aviones enemigos, sobre métodos de determinación de sus características de aproximación, sistemas para hacer que sus pilotos pierdan el conocimiento y, finalmente sobre cómo destruir los
vimanas
enemigos.

En otro antiguo clásico de la India, el
Ramayana
, existen curiosas descripciones sobre viajes de aviones realizados hace miles de años. Los detalles que se proporcionan sobre la vista aérea de Ceylán y de algunas zonas de la costa están escritos con tanta naturalidad y son tan similares a los que ahora se ven —las rompientes de las olas, la curvatura de la tierra, la altura de las colinas, el aspecto de ciudades y bosques— que llega uno a convencerse de que
algunos
seres que viajaron por el aire en la Antigüedad vieron realmente la tierra desde el cielo, no la imaginaron. En una versión contemporánea del
Ramayana
, el
Mahariva Chanta
, el héroe-dios Rama, a su regreso de Lanka, donde acaba de rescatar a su mujer Sita, recibe como presente un
vimana
, que es descrito así: «Tiene completa libertad de movimientos, se desplaza a la velocidad que se desee, totalmente bajo control, y su accionar es siempre obediente a la voluntad (de quien lo maneje)… dispone de compartimientos con ventanas y tiene excelentes asientos…», es un caso de texto clásico que parece un aviso de Air India. En este mismo texto encontramos un diálogo que resulta particularmente asombroso cuando advertimos que se adelantó en varios miles de años a los viajes espaciales y a las narraciones acerca del aspecto que tenían las cosas en el espacio:

Rama
: El movimiento de este excelente carruaje parece cambiado.

Vishishara:
… Este carruaje está abandonando ahora su cercanía al mundo medio.

Sita
: ¿Cómo es que, siendo de día, aparece… ese círculo de estrellas?

Rama
: ¡Reina! Ciertamente, es un círculo de estrellas, pero debido a la gran distancia no podernos percibirlo de día, ya que nuestros ojos están encandilados por los rayos del sol.

Ahora que ha desaparecido, con el ascenso de este carruaje… (y así podemos ver las estrellas).

Ya sea que estos relatos constituyan recuerdos de una civilización técnicamente muy adelantada, o que se trate de simples fantasías, comparables a algunas de las imaginadas por los actuales escritores de ciencia ficción, algunos de estos relatos del pasado remoto suenan extrañamente contemporáneos, excepto en lo relativo al material usado como fuente de poder para el avión (lo cual, naturalmente, podría haber sido mal traducido del original):

… Dentro de él uno debe colocar el motor de mercurio con su sistema de calefacción debajo. Gracias a las energías latentes en el mercurio, que hacen funcionar la turbina, el hombre que fuera sentado en su interior podría viajar a gran distancia por el cielo… debe haber cuatro depósitos de mercurio en su interior. Cuando son calentados por medio de un fuego controlado… el
vimana
desarrolla un poder de trueno por medio del mercurio…

Si este motor de hierro, con uniones adecuadamente soldadas, es llenado de mercurio y el fuego se dirige hacia la parte superior, desarrolla una gran potencia, con el rugido de un león… e inmediatamente se convierte en una perla en el cielo…

Pero los modelos y descripciones de aeronaves y los relatos acerca de cohetes y vuelos espaciales son sólo una indicación, no una prueba, de un alto desarrollo científico.

No obstante, hay algunas técnicas y artefactos que fueron reconocidos como lo que eran muchos años después de su descubrimiento y que proporcionan una prueba más tangible acerca de las capacidades tecnológicas del pasado remoto, que antes no se sospechaban.

La «computadora estelar" de Antikythera es un buen ejemplo de esto. Se trata de un pequeño objeto de bronce que consiste en láminas y ruedas o radios soldados por el mar, que fue recogido hace setenta años junto a otros objetos, estatuas en su mayoría, de un antiguo naufragio depositado en el fondo del Mar Egeo. A comienzos de la década del 60, cuando fue sometido a un estudio detallado y a la acción de ácidos por diversos arqueólogos, como Derek de Solía Price y George Stamires, resultó que se trataba de un aparato para la localización de las estrellas y un computador de órbitas planetarias. Era un mecanismo para verificar posiciones por la noche que demostraba un conocimiento astronómico y de navegación insospechado en épocas remotas. Como decía el doctor Price: "En ningún otro sitio se conserva un instrumento como éste… Encontrar una cosa así es como encontrar un avión a chorro en la tumba del rey Tut…», lo cual es una posibilidad que tal vez no está del todo fuera de los límites de lo verosímil, dados los recientes descubrimientos.

En algunos museos podrían hallarse otras pruebas concretas de adelanto técnico, clasificadas como objetos religiosos, juguetes o sencillamente «sin clasificar". Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando excavaba en un lugar cercano a Bagdad y de una antigüedad calculada en 2.000 años, el arqueólogo alemán Wilhelm Kónig extrajo ciertos artefactos muy curiosos, que consistían en cilindros cubiertos de asfalto. Se hallaban dentro de unos jarrones y estaban provistos de un tapón de hierro. En otras palabras, eran pilas secas desprovistas del electrodo, que posiblemente se habían evaporado. Cuando se les agregó un nuevo electrodo —sulfato de cobre— algunas de estas baterías funcionaron perfectamente. Después de su primer hallazgo, Konig identificó algunas partes de otras baterías que ya se hallaban en exhibición en los museos y que estaban catalogadas como objetos "de uso desconocido». Desde que las encontró y las identificó, se han hallado muchos otros ejemplares en Iraq y en otros lugares del Oriente Medio.

Estas pilas eran usadas aparentemente para niquelar metales, pero habría que preguntarse si este antiquísimo conocimiento de la electricidad, heredado tal vez de una cultura primitiva y luego olvidado, hasta su redescubrimiento en el siglo XIX, no era aprovechado para otros fines, aparte del niquelado. En el mundo de Grecia y Roma se utilizaban antorchas y lámparas de aceite para la iluminación, y en todos los lugares donde existen pasajes entre edificios de la época pueden hallarse trazas de humo en los techos. Sin embargo, en el caso de la más remota civilización egipcia, los techos de túneles subterráneos, bellísimamente labrados y pintados, no muestran señales de antorchas ni de lámparas de aceite. Tampoco las hay en las paredes ni en los cielos rasos de ciertas cuevas de Europa Occidental donde los pintores de cavernas de La Madeleine y Aurignac realizaron sus obras maestras, con admirable sofisticación, hace 12.000 y hasta 30.000 años.

En el Templo de Hathor, en Dendera, Egipto, existe una antigua pared tallada que durante mucho tiempo ha sido considerada un enigma arqueológico. En ella se representa una escena en que dos sirvientes parecen transportar gigantescos bombillos luminosos con filamentos interiores en forma de serpientes muy finas y conectados a una caja o interruptor con cables trenzados y que se asemejan poderosamente a potentes lámparas eléctricas apoyadas en aisladores de alta tensión. El doctor John Harris, de Oxford, ha señalado lo siguiente:

Los cables son virtualmente una copia exacta de las actuales ilustraciones de obras de ingeniería. Parecen muy pesados y estriados, lo que indica un haz de muchos conductores más bien que un simple cable de alto voltaje.

Existen otras ilustraciones en papiro y en piezas talladas que han sido conservadas durante miles de años, gracias al clima seco de Egipto y que, al ser examinadas con un criterio moderno y no comprometido, parecen ilustrar claramente el uso desde antiguo de ciertos artefactos contemporáneos. Debe recordarse que en los documentos egipcios se hace referencia al reino de los dioses anteriores a la I dinastía, que fue una época de superior civilización y poderes milagrosos, compartidos, según los recuerdos y documentos existentes, por las más antiguas culturas de la Tierra.

Resulta sorprendente comprobar que algunas antiguas culturas, considerablemente más antiguas que Grecia y Roma, poseían conocimientos de astronomía, matemáticas superiores, cálculos del tiempo y medidas de la Tierra y el sistema solar, miles de años antes de que fueran redescubiertos o vueltos a determinar, en la época moderna. Para obtener esa información, las antiguas culturas tendrían que haber dispuesto de telescopios u otros instrumentos suficientemente precisos como para realizar los cálculos exactos.

Al estudiar algunos mapas medievales se han hecho extraordinarios descubrimientos.

El profesor Charles Hapgood, que ha realizado algunos de los más notables, pasó muchos años examinándolos y verificó que contenían mucha información acerca de la Tierra que suponemos era desconocida en la época en que fueron diseñados. Algunos han sido copiados y recopiados durante siglos, a partir de originales desaparecidos de la biblioteca de la antigua Alejandría, y demuestran un conocimiento asombrosamente exacto de tierras aún por descubrir (de acuerdo con la historia que se nos ha enseñado) en el momento en que fueron realizados los originales e incluso las copias. Por ejemplo, se alude a la existencia de América del Norte y del Sur y a la Antártida, miles de años antes de Colón.

El mapa Piri Reís, que es una sección de otra carta mundial mucho mayor existente en la Antigüedad y que fue hallado en 1929, en medio del desorden del harem del derrocado Sultán de Turquía, muestra con toda claridad la costa de la Antártida, tal como
habría sido
sin los hielos que la cubren, y describe la topografía del interior, desprovista de hielos también. Un examen de los núcleos terrestres de la Antártida hecho en las proximidades del Mar de Ross, indica que este continente habría estado cubierto de hielo durante 6.000 años, como mínimo. Esto significaría que el mapa original fue trazado mucho antes del comienzo de la historia escrita, durante la era en que se supone existió la Atlántida y su famosa cultura mundial.

Otro mapa, el Planisferio del Rey Jaime, que data de 1502 y que es copia también de mapas muy anteriores, muestra que el desierto del Sahara era en tiempos remotos una tierra fértil, con grandes lagos, ríos y ciudades. El Mapa Mundial Buache de 1737 muestra la Antártida, según la copia hecha de otro griego antiguo, como si estuviera compuesta de dos islas muy grandes y separadas por un mar interior. (Anotemos que la existencia misma de la Antártida sólo era supuesta en el mundo moderno, hasta que se la descubrió oficialmente, en 1820.) Si pudiera eliminarse el hielo, el continente Antártico tendría justamente ese aspecto, cosa que no se supo hasta que lo descubrieron las expediciones realizadas durante el Año Geofísico de 1958. Otros mapas muestran algunos de los glaciares de la última era de los hielos y que aún existen en ciertas regiones de Europa, Gran Bretaña e Irlanda y en otro, todavía, se muestra el Estrecho de Bering, no como estrecho, sino como el istmo que fue en una época.

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