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Authors: Charles Berlitz

Tags: #Ensayo, #Ciencia Ficción

El Triangulo de las Bermudas (25 page)

BOOK: El Triangulo de las Bermudas
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En Sudáfrica se encuentran otras pinturas murales muy sofisticadas, dentro de cuevas del mismo período, aproximadamente, y que representan viajeros blancos, vestidos con ropas de complejo diseño pero imposibles de identificar, empeñados en lo que pudo ser un safari prehistórico o un viaje de exploración.

Las nociones de evolución prehistórica señalan que un tipo de hombre sigue al otro, dentro de la escala ascendente de la evolución y que los mejor dotados y más desarrollados reemplazan a los más primitivos. Aunque esto es en general cierto, y el tipo Cro-Magnon sustituyó al embrutecido hombre de Neanderthal, durante la prolongada historia de la Tierra fue posible que aquellos dos tipos coexistieran, protagonizando una situación que subsiste incluso hoy, con una población que incluye a los científicos atómicos y a los aborígenes de Australia.

Si hubiese existido una civilización anterior a la que conocemos, parecería razonable esperar que existiese alguna señal que lo demostrase y que nos proporcionara una prueba concluyente (si es que algo puede ser concluyente en la investigación arqueológica) de que tal cultura técnicamente desarrollada existió, no sólo hace algunos años, sino miles de años atrás. Sin embargo, tal como sucedería si nuestra civilización fuese destruida, la mayor parte de los edificios, máquinas y artefactos se pudrirían o enmohecerían y quedarían diseminados o irreconocibles, antes de que pasaran algunos miles de años.

Podrían sobrevivir algunos indicios, si quedasen enterrados en la Tierra en movimiento, debajo del subsuelo y los hielos del Norte o de la Antártida, o escondidos ten el fondo del mar.

El desarrollo del carbono-14, el argón potásico, el uranio teórico, la termoluminiscencia, la dendrocronología y otros sistemas de identificación de edad, han sacudido algunas de nuestras más antiguas teorías acerca de las primeras fechas de la civilización. En Ngwenya, Lesotho, existe una mina de hierro que era trabajada por mineros desconocidos hace 43.000 años. En Irán se han encontrado herramientas de piedra a las que se ha atribuido una antigüedad de 100.000 años. En el norte de Michigan se han descubierto labores mineras de cobre de gran magnitud que aparentemente son anteriores a los indios en miles de años. En Wattis, Utah, un nuevo túnel perforado en una mina de carbón permitió descubrir una serie insospechada de túneles de antigüedad desconocida. El carbón hallado en esos túneles había estado tan expuesto a los elementos, que resultó inservible para quemar. No había leyendas indias relativas a dichas minas, y los indios no utilizaban técnicas de túnel para extraer el mineral.

A medida que el hombre ha explorado más el interior de la Tierra, se han ido descubriendo algunos artefactos conservados dentro del carbón, piedras u otras capas sólidas, lo cual sugiere una edad tan antigua, que solamente se la ha podido calcular de manera estimativa. En Fisher Canyon, Nevada, se halló la huella de un yacimiento de carbón cuya antigüedad se calculó en 15 millones de años. Se estima que otra huella de tacón o sandalia encontrado en una roca arenisca, bajo el desierto de Gobi, tendría también varios millones de años de edad. Y en Delta, Utah, quedó al descubierto la marca fosilizada de una sandalia que contenía trilobites, lo cual significaba que se habían depositado allí después de haber quedado grabada la huella, o bien que estaban pegados a la sandalia. Los trilobites eran animales marinos paleozoicos que se extinguieron hace unos 200 millones de años. En 1959, en Italia, se extrajo un esqueleto humano fosilizado rodeado de estratos cuya edad se calculó en millones de años.

Al examinar un trozo de cuarzo hallado en California, se encontró en su interior un trozo de hierro completamente envuelto, como los insectos prehistóricos conservados en ámbar en el Mar del Norte. Y en Nevada, un trozo de feldespato que se extrajo de la mina Abbey, en Treasure City, en 1865, contenía un tornillo metálico de dos pulgadas, que se había oxidado, pero que dejó la huella de su diseño y el molde de sus roscas
dentro
del feldespato. La edad de la piedra misma fue calculada en millones de años. El siglo pasado se descubrió en la aldea de Schündorf, cerca de Vócklabruck, Austria, un pequeño objeto metálico con forma de cubo, de menos de un centímetro de largo y ancho, que se hallaba en el interior de un bloque de carbón. En torno del cubo hay una línea que forma una especie de canal y que tiene bordes redondos, como si hubiese sido hecha a máquina.

Naturalmente, no hay explicación acerca de qué era o cómo llegó hasta el interior del bloque de carbón, hace millones de años.

En la época de la conquista del Perú, un grupo de indios dirigidos por españoles descubrió un clavo dentro de una roca. El hecho produjo conmoción, no sólo por la aparente antigüedad del clavo, sino porque el acero era desconocido en América antes de la llegada de los españoles.

En Blue Lick Springs, Kentucky, se extrajo un mastodonte de una profundidad de cuatro metros. Pero, al seguir excavando, se halló un pavimento de piedras un metro más abajo del lugar donde había estado el animal. Este es sólo un ejemplo de los varios hallazgos de antiguas obras de piedra hechos dentro de Estados Unidos. Resultó tan antiguo, que no se ha aceptado la determinación de su edad por medio de los objetos que le rodeaban o se hallaban sobre él (como en el caso del mastodonte).

Estos y muchos otros casos son tan difíciles de explicar en términos históricos, que muchos se inclinan a no atribuirles seriedad; otros los atribuyen a visitantes de otros mundos, que dejaron sus huellas en nuestro planeta en épocas tan remotas que lo que es ahora roca maciza era entonces un material maleable y viscoso. Sin embargo, existe la posibilidad de que esas huellas y simples objetos fuesen hechos por hombres de razas extremadamente antiguas que poblaban la Tierra, y que los descubrimientos en las minas signifiquen que esa civilización era tan remota, que sólo ha podido encontrarse lo que estaba escondido dentro de la tierra o conservado en el interior de otros materiales, pero sin que hasta ahora se lo haya podido identificar. Uno se pregunta cuántos pequeños secretos han sido destruidos a lo largo de los siglos, ya que sólo quedan muy pocos enigmas que demuestren alguna evidencia acerca de una civilización remota, aparte de las leyendas.

Las leyendas y representaciones pictóricas de animales extinguidos pero reconocibles podrían ser otros tantos indicios acerca de la antigüedad de la cultura humana. En ciertos jarrones encontrados en Tiahuanaco se puede ver un animal que se parece mucho al toxodón. El toxodón es un animal prehistórico que se parece en algo al hipopótamo y que se pensaba que se había extinguido mucho antes del desarrollo del hombre civilizado. En todo caso, se creía que no podía adaptarse a una árida meseta de 4.000 metros como Tiahuanaco, y además, esa zona no parecía un lugar probable para la existencia de una gran cultura. Existen indicios, como la presencia de terrazas por encima de la actual línea de nieves en las montañas circundantes y la fauna oceánica que existe en un profundo lago, que hacen pensar que toda la zona podría haber estado miles de metros más abajo cuando se construyó Tiahuanaco; tal vez en el nivel del mar y en la costa.

En la meseta de Marcahuasi, cerca de Kenko, Perú, hay enormes tallas en piedra, y en ciertos casos se dan laderas completas que han sido modificadas por el tallado. Estas obras preincaicas, pese a hallarse desgastadas por épocas incontables, pueden ser identificadas como leones, caballos, camellos y elefantes, ninguno de los cuales se sabe que haya vivido en Sudamérica durante la era del hombre civilizado. También pueden hallarse en el Perú llamas dibujadas sobre cerámicas muy antiguas, que se encontraron en las ruinas de una ciudad costera cerca de Pisco y que son representadas con cinco dedos, como eran hace muchos miles de años, en lugar de los cascos hendidos que desarrollaron posteriormente.

En ciertos petroglifos esculpidos en formaciones rocosas de Norte y Sudamérica se han descubierto animales que parecieran ser dinosaurios. Pero, puesto que los lagartos comunes, los
gilamonsters
(grandes lagartos venenosos de Arizona, Nuevo México, etc.) y las iguanas, por ejemplo, se parecen a sus remotos ancestros, los dinosaurios, resulta difícil precisar si dichos petroglifos representan monstruos prehistóricos o lagartos ordinarios. Ese podría ser también el caso de un pictógrafo indio o preindígena que muestra a un gran lagarto grabado en una formación rocosa de Big Sandy River, Oregon.

Sin embargo, la pintura tiene un gran parecido a un estegosaurio, un tipo especial de dinosaurio.

En 1924, la expedición Doheny encontró petroglifos de una edad antiquísima en el Cañón Havasupai, cerca del Gran Cañón del Colorado. Uno de ellos mostraba a un grupo de hombres atacando a un mamut, lo cual resulta muy inesperado en América, donde el hombre ha sido habitualmente considerado un ser de aparición muy reciente, geológicamente hablando. Entre otros de los pictógrafos examinados se encontró una representación bastante exacta de un tiranosaurio, que aparecía de pie y parcialmente apoyado en la cola, exactamente como en las reproducciones posteriormente realizadas en los museos. En otros petroglifos a lo largo del Amazonas y sus tributarios se encuentran los que parecieran ser otros animales prehistóricos, sobre todo el estegosaurio.

Cerca del pueblo de Acámbaro, en México, durante una excavación realizada en 1945, se desenterraron estatuillas de arcilla que han sido motivo de conmoción arqueológica durante años. Consisten en modelos de rinocerontes, camellos, caballos, monos gigantescos y dinosaurios de la era Mesozoica. (El hallazgo fue posteriormente desacreditado, ya que el descubridor Waldemar Julsrud, al ofrecer recompensa sólo por las estatuillas completas, estimuló inadvertidamente la confección de reproducciones por parte de los indígenas locales.) Sin embargo, las pruebas de carbono-14 a que han sido sometidas las figuras, indican que su edad varía entre los 3.000 y 6.500 años. Una de las figuras se parece tanto a un tipo de dinosaurio llamado brachiosaurio, que si no fuera por las eras geológicas transcurridas, uno podría creer que el artista había visto realmente el animal.

Naturalmente, el hecho de que el hombre primitivo dibujara o modelara animales que se parecían a los dinosaurios no constituye una prueba de que los hubiese visto alguna vez (aunque pudo haber visto sus huesos). El dragón de San Jorge y el dragón de China, lo mismo que el
sirrush
(un vertebrado similar al dragón, que aparece representado entre los animales reales en las paredes de Babilonia), eran apenas realidades físicas. No obstante, algunos detalles sugieren que el hombre primitivo pudo haber aparecido mucho antes de lo que se cree comúnmente y que tuvo alguna relación con ciertos animales que se suponían extinguidos en su época.

Algunos de estos sobrevivientes habrían sido localizados en las épocas tardías de la era Terciaria. Sin embargo, puesto que algunos de los pictógrafos parecen representar reptiles de la era Mesozoica, muy anterior al advenimiento del hombre, cabría sugerir una inquietante explicación. Si en una época anterior a la nuestra hubiese existido un hombre altamente civilizado, su curiosidad científica le habría llevado a descubrir la presencia de dinosaurios jurásicos, como ha ocurrido con nosotros. Con la desaparición de esta civilización primitiva, este conocimiento podría haber sido conservado a través de leyendas (acerca de dragones) y pictógrafos. Una vez más, como en el caso de nuestra propia civilización, debemos recordar que hace poco más de 100 años, los tradicionalistas explicaban la presencia de enormes fósiles en la Tierra sosteniendo que Dios había creado los fósiles al mismo tiempo que nuestro planeta.

Andrew Thomas, escribiendo acerca de los anacronismos históricos en su libro
We> are not the First
(No somos los primeros), cuenta de un cráneo de auroch (antiguo buey salvaje) que ahora se encuentra en el Museo Paleontológico de Moscú. El cráneo, cuya edad se calcula en varios miles de años, muestra en su parte frontal un pequeño agujero que fue evidentemente provocado por un proyectil redondo. La falta de líneas radiales quebradas, la velocidad y el calor desarrollados por el proyectil, al igual que su forma, sugieren que se trataba de una bala. La supuesta bala no fue disparada después de la muerte del auroc, ya que la investigación mostró que la herida había sanado algún tiempo después de haber sido inflingida. En el Museo de Historia Natural de Londres hay otro ejemplar similar. Se trata de un cráneo humano encontrado en una cueva en Zambia y con una edad atribuida de 40.000 años, que muestra un agujero similar en el costado izquierdo, igualmente sin trizaduras radiales. Las posibilidades que sugieren estos disparos prehistóricos, si es que son tales, resultan inquietantes.

Aunque estos descubrimientos podrían considerarse aislados, apuntan hacia la posibilidad de que el hombre civilizado haya existido en la Tierra desde hace mucho más tiempo que el que antes se creyó. Sin siquiera considerar la posibilidad de que alguna civilización hubiese llegado a la Tierra desde el espacio exterior, como se ha sugerido frecuentemente, habría habido tiempo y espacio en la historia de nuestro propio planeta como para que se hubiesen desarrollado una o varias culturas hasta el punto de aniquilarse a sí mismas por medio de guerras, trastornos ambientales, o de haber sido destruidas por otras fuerzas que habrían desencadenado inconscientemente.

Si partimos de un punto en la Antigüedad situado en el año 4.000 A.C., advertimos que nuestra propia cultura ha progresado desde la agricultura y el pastoreo primitivos hasta la fisión nuclear en un lapso de sólo 6.000 años. Tomando en cuenta la edad de la Humanidad, ha habido mucho tiempo para que otras culturas llegaran a un nivel similar al nuestro. Al reconsiderar algunos de los antiguos documentos que han llegado hasta nosotros, podríamos obtener cierta información en el sentido de que la Humanidad alcanzó anteriormente nuestra actual capacidad de destrucción. Aunque existen indicios de grandes explosiones de la superficie de la Tierra en la Biblia (Sodoma y Gomorra), en la mitología griega y en muchas de las leyendas de los indios de Norte y Sudamérica, es en los antiguos testimonios escritos de la India, copiados y recopiados desde la antigüedad prehistórica, donde encontramos, descritos con bastante detalle, el uso y efecto de algo que se parece mucho a las explosiones atómicas durante una guerra.

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