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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

Excesión (68 page)

BOOK: Excesión
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ªª

Mi querida amiga. No sabemos lo que la Excesión nos ofrecía o con qué nos amenazaba. Sabemos que era capaz de manipular la red de energía de formas con las que nosotros solo podemos soñar pero, ¿y si esa era la única defensa que podía ofrecer contra algo como la
Servicio durmiente
? Por lo que sabemos, también podría haber sido una cabeza de playa, que decidió marcharse porque se encontró con fuerzas que, según estimó, presagiaban una resistencia que resultaría demasiado costosa. Admito que es poco probable, pero lo ofrezco como una posibilidad con la esperanza de equilibrar la lista de tu pesimismo.

En cualquier caso, puede decirse que estamos mejor que antes. Se ha desenmascarado una conspiración, cualquier celote que albergue ideas parecidas estará desanimado y hasta la Afrenta, ahora que ha comprendido lo cerca que estuvo de recibir una severa y saludable lección, ha empezado a comportarse
un poco
>mejor. La guerra nunca llegó a emprenderse, casi no ha habido bajas y las reparaciones pagadas por la Afrenta por los daños causados servirán para recordar durante mucho tiempo las consecuencias que se derivan de agresiones como la suya. Y además, la conclusión que se infiere de la –en la práctica, instantánea– construcción de una flota de guerra por parte de la
Servicio durmiente
servirá asimismo para disuadir a cualquier otra especie que pudiera tener aventuras parecidas a las de la Afrenta en mente.

En cuanto a la oportunidad que podemos haber perdido, bueno, puedes llamarme viejo aburrido si quieres, pero quién sabe qué cambios podrían haberse derivado de una comunicación con quien quiera que representase la Excesión (si es que representaba a otro que a sí misma. Una vez más solo podemos especular).

En este asunto, la indiferencia de las civilizaciones Ancestrales se me antoja uno de los aspectos más desconcertantes. ¿Realmente les era indiferente? ¿No tenía la Excesión nada que enseñar a los que han Sublimado? Aún quedan muchas preguntas sin respuesta, aunque sospecho que tendremos que esperar bastante. ¡Puede que indefinidamente!

Bueno, sin duda el debate continuará mucho tiempo. Confieso que encuentro un poco cargante la fama y la adulación que han recaído sobre nosotros. Estoy considerando un retiro, una vez que haya terminado de disculparme con todos aquellos a quienes implicamos en el asunto sin su consentimiento.

Seddun es precioso en invierno (archivo visual adjunto). Como puedes ver, la isla sigue flotando, sobre el hielo. El tío de Genar-Hofoen, Tishlin, envía sus saludos y dice que nos ha perdonado.

III

Leffid, con la moza entre los brazos, se volvió hacia la pantalla de babor del yate y contempló con alegría la oscuridad del espacio. Uno de los brillantes extremos de Grada estaba a la vista, rotando en toda su silenciosa majestad. Se dijo que nunca le había parecido tan hermoso. Bajó la vista hacia el rostro dormido de su ángel. Se llamaba Xipyeong. Xipyeong. Qué nombre más bonito.

Esta vez era amor, estaba seguro. Había encontrado su alma gemela. Se habían conocido una semana atrás y solo habían pasado juntos un par de noches, pero lo sabía de todos modos. ¡Porque, para empezar, por una vez no se había olvidado de su nombre!

Ella se estiró, despertó y abrió lentamente los ojos. Frunció el ceño un instante, y entonces sonrió, le dio un empujoncito y dijo:

–Eh, Geffid...

IV

Ulver tiró de las riendas de Bravo. El gran animal soltó un bufido y se detuvo en lo alto del risco. Soltó las riendas para dejar que bajara la cabeza y pastara junto a las rocas. Más allá, la tierra subía y bajaba hasta el horizonte. El risco se elevaba sobre un bosque y un río que serpenteaba entre unas colinas salpicadas de casas y pequeñas arboledas. Sobre ella, uno de los lagos más grandes de Phage resplandecía a la luz del sol.

Ulver volvió la mirada hacia atrás y vio que los demás la seguían: Otiel, Peis, Klatsi y su hermano, y los demás. Se echó a reír. Sus monturas estaban subiendo delicadamente por la ladera. Bravo lo había hecho a galope.

El ave negra, Gravious, se posó en una roca cercana. Ulver le sonrió.

–¿Ves? –dijo mientras aspiraba profunda y alegremente y recorría todo el paisaje con un ademán–. ¿A que es precioso? ¿No te lo dije? ¿A que te alegras de haber venido?

–Supongo que no está mal –le concedió Gravious.

Ulver se echó a reír.

El dron, Churt Lyne, que también había regresado a Roca Phage, a veces se preguntaba si había tomado la decisión correcta.

V

Miraron a su alrededor, en medio de un esplendor con el que no habían podido ni soñar.

~
Esta sí
que es una visión por la que merecía la pena arriesgarlo todo –transmitió la
Zona gris
.

~ Creo que en eso estamos todas de acuerdo –asintió
La paz trae plenitud
.

~ Si pudieran vernos ahora... –murmuró la
Tregua sin bajas
.

VI

Ren corrió por la arena y entró en el agua, chillando, riendo y chapoteando. Su cabello largo y rubio se volvió oscuro al mojarse y se le pegó a la piel cuando volvió a salir. Se acercó dando saltos al lugar en el que su madre, Zreyn y Amorphia se habían sentado, con una toalla de colores chillones y una sombrilla. La niña se arrojó en los brazos de su tía Zreyn, quien sonrió y la cogió, y a continuación dejó que se escabullera y se alejara corriendo por la playa detrás de un ave marina que se había posado en la arena para echar un sueñecito. El pájaro batió pesadamente las alas y se alejó al vuelo, perseguida por la chica y sus gritos.

La niña desapareció detrás de la alargada casa de un solo piso que había entre las dunas, detrás de la playa. Los bordes decorados de la marquesina de la galería se mecían y sacudían bajo la cálida brisa que traía el mar.

En el porche se sentaba la imagen de Gestra Ishmethit, contemplando ensimismada el modelo a medio construir de un navío de vela, que descansaba sobre una mesa. El hombre tenía sus propios aposentos, en uno de los Compartimientos Generales de la
Servicio durmiente
, entre montones de naves de guerra, pero Ren lo había persuadido de que dejara que su imagen en tiempo real se reuniera con ellos la mayor parte de los días, y a veces, en las ocasiones importantes, incluso se presentaba en persona. Ocasiones que consistían, más que nada, en los cumpleaños de Ren, celebrados a petición propia una vez a la semana.

Zreyn Tramow miró a Dajeil.

–¿Alguna vez has pensado –dijo– en pedirle a la nave que volviera a construir el lugar en el que vivías antes?

–Todavía hay una versión en ese Compartimiento Limitado, ¿no? –dijo Dajeil mirando a Amorphia. El avatar, ataviado con una sencilla falda negra y una piel que parecía que nunca se broncearía, sostenía un largo cabello rubio bajo la luz de la línea solar y lo estaba contemplando. Se dio cuenta de que le estaban hablando y miró a Dajeil.

–¿Qué? –dijo–. Oh, sí. El hangar en el que estuvo retenido Genar-Hofoen. Sí, la torre sigue ahí.

–¿Lo ves? –dijo Dajeil a Zreyn. Rodó sobre la toalla para salir de debajo de la sombrilla, cerró los ojos, se puso las manos detrás de la cabeza y se tendió de espaldas para igualar el bronceado.

–Me refiero a todo entero –dijo Zreyn mientras se estiraba en la toalla–. Los acantilados y todo lo demás. Hasta el clima, si fuera posible –dijo, mirando al avatar, que seguía estudiando cómo incidía la luz sobre uno de los rubios cabellos de Ren.

–Perfectamente posible –murmuró.

–¿Todo entero? –dijo Dajeil, arrugando el gesto–. Pero si es mucho más
bonito
así. –Alargó el brazo sobre la arena y se puso un sombrero de paja en la cabeza.

Zreyn se encogió de hombros.

–Lo que pasa es que me gustaría ver cómo hace algo así, supongo. –Levantó la mirada hacia la línea solar–. Moviendo toda esa roca, creando pequeños océanos... Tienes que recordar que de donde yo vengo, no damos por hecho todo ese...
poder,
como vosotros.

Dajeil levantó el ala del sombrero y la miró con los ojos entrecerrados. Zreyn hizo un gesto avergonzado.

–Lo siento. ¿Se nota mucho mi primitivismo?

Habían despertado a Zreyn Tramow para decirle que, finalmente, su nombre había sido utilizado en una conspiración. La
Servicio durmiente
no sabía si esto era necesario, pero era el tipo de cosa que dictaba una cortesía extrema y, al finalizar la breve guerra, todo el mundo estaba comportándose con una corrección casi exquisita. Además, tenía el presentimiento que la civilización actual podía interesarle lo bastante para inducirla a renacer y le gustaba la idea de provocar esta respuesta. Tenía razón. Zreyn Tramow había pensado que la galaxia era un lugar que merecía la pena volver a conocer, de modo que había cultivado un cuerpo nuevo para ella, pero entonces, mientras la nave esperaba, impaciente, a que concluyeran las investigaciones y pesquisas posteriores a la guerra, al enterarse de que tenía la intención de tomarse un descanso recorriendo la galaxia, le había preguntado si podía acompañarla.

Gestra Ishmethit, cuyo estado mental había sido arrancado de su cerebro agonizante en el frío de los depósitos de naves de Miseria por una
Regulador de actitud
embargada de culpabilidad y que le había sido arrebatado a esta por la
Hora de matar
justo antes de que se destruyera a sí misma, había despertado también y se había encontrado con el obsequio de un cuerpo nuevo. La muerte no había desarrollado sus habilidades sociales ni había saciado su afán de soledad, de modo que también él había pedido permiso para permanecer a bordo de la nave gigante.

Ren, Dajeil, Zreyn y él eran sus únicos pasajeros.

–Sí, estás siendo una pesada. Para ya –le dijo Dajeil. Zreyn se encogió de hombros. Dajeil volvió la vista hacia las dunas, la arena dorada y el brillante cielo azul–. Además, es un viaje muy largo –dijo–. Puede que nos aburramos de esto y decidamos dejarlo como estaba.

–Espero que me aviséis –dijo Amorphia.

Dajeil volvió a mirar a su alrededor.

–Me alegro de que me convencieras para reformar el lugar, Amorphia –dijo.

–Me complace haberte ayudado –dijo el avatar, asintiendo.

–¿Has decidido ya adónde vamos? –preguntó Zreyn.

El avatar asintió.

–Creo que si... Leo II –dijo.

–¿Y Andrómeda? –dijo Zreyn.

Amorphia sacudió la cabeza.

–He cambiado de idea.

–Maldición –dijo Zreyn–. Siempre había querido ir a Andrómeda.

–Demasiado abarrotada –dijo Amorphia.

Esto no pareció convencer a la mujer.

–Tal vez podríamos ir... después –sugirió el avatar.

–Pero, ¿viviremos para llegar a Leo II? –preguntó Dajeil, abriendo los ojos y mirando a la criatura.

El avatar puso cara de consternación.

–Tardaremos bastante –admitió.

Dajeil cerró los ojos de nuevo.

–Siempre puedes Almacenarnos –dijo–. ¿Crees que sería posible?

Zreyn se echó a reír.

–Oh, podría intentarlo –dijo el avatar.

Epílogo

llamadme autopista llamadme conducto llamadme rayo túnel explorador catalizador observador llamadme lo que queráis yo estaba allí cuando se me requirió por mí pasaron los bicuberantes sobrerarcas en su gran migración secuencial por los universos de
[intraducible]
los grupos matrimoniales de agrupación de universos de
[intraducible]
y los emisarios del solitario que lleva las leyes de lo nuevo desde el núcleo pulsante del centro absoluto de nuestro hogar esto y todo lo demás lo recibí tal como se me pidió y lo transmití tal como se esperaba de mí sin miedo favoritismo o fracaso y solo en el último envío por el canal del que formaba parte descargué mi deber más allá de los procedimientos normales al desplazarme desde una posición donde mi presencia estaba provocando conflictos en el micro-entorno implicado (véase adjunto) considerando prudente retirarme y variar de nuevo mi posición y mi canal a un punto en el que al menos por algún tiempo era presumible que no fuera descubierto la asociación inicial con la entidad original
la paz trae plenitud
y la (pequeña) pérdida de información resultante no era deseable pero como representaba la primera de tales maridajes en dicho micro-entorno afirmo por tanto que estaba dentro de los parámetros aceptables presentar a la entidad
la paz trae plenitud
y las demás entidades reunidas /abrazadas /capturadas /rendidas pruebas del comportamiento general del medio en su avanzada /caótica sección del espectro y aconsejo sean observadas y estudiadas en libertad con la única condición de que cualquier regreso a su entorno natal se acompañe de una confiscación de recuerdos postasociación en toda materia referente al grado de idoneidad de los habitantes del micro-entorno para la comunicación o asociación soy de la opinión de que su respuesta a mi presencia implica una inmadurez esencial para esta señal por último en reconocimiento de todo lo dicho quisiera de ahora en adelante ser conocida como
la excesión

gracias

fin

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