Guía de la Biblia. Antiguo Testamento (19 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

BOOK: Guía de la Biblia. Antiguo Testamento
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Parte de las instrucciones son:

Éxodo 16.16.
...recoja un ómer por cabeza...

Pero ¿qué cantidad es un
ómer
? Hasta los redactores del Hexateuco debieron de preocuparse por ello, porque añaden una definición:

Éxodo 16.36.
El ómer es la décima parte del efá.

Desde luego, si no se sabe la cantidad que indica un efá, eso no nos sirve de nada. El problema es que si las unidades desconocidas de medida son siempre difíciles de trasladar a términos familiares, las de los israelitas primitivos presentan una confusión particular.

Los judíos preexiliares utilizaban sistemas de medida egipcios, y los de tiempos postexiliares empleaban medidas babilonias, y no siempre es fácil distinguirlos. El cálculo mejor es que, según las medidas de nuestro sistema métrico equivale a unos cuatro litros.

Amalec

Tras cruzar el mar Rojo, los israelitas se dirigieron al monte Sinaí, y la situación cambió de manera radical. Habían dejado atrás un Egipto debilitado que no desempeñaría el papel de adversario de su nación durante tres siglos enteros. En su lugar se presentaron nuevos enemigos, los pueblos semitas que en el siglo anterior se asentaron en las zonas que rodean Canán, desalojando a sus habitantes. Naturalmente, estos pueblos se resistieron a la influencia posterior de los israelitas.

El primero de esos pueblos que, según la Biblia, se enfrentaron con los israelitas fueron los amalequitas:

Éxodo 17.8.
Amalec vino a Rafidim a atacar a los hijos de Israel...

Se desconoce el emplazamiento de Rafidim. Si se sitúa al monte Sinaí en su lugar tradicional, en el vértice sur de la península del Sinaí, Rafidim tendría que estar en algún sitio del sur de la península, y resulta sorprendente que los amalequitas se encontraran allí. En otros lugares de la Biblia hay referencias que sitúan a los amalequitas al sur de Canán, haciéndoles vecinos de los edomitas o incluso convirtiéndolos en una rama de éstos. Tal cosa la reconocieron los autores bíblicos, porque el epónimo Amalec se describe como nieto de Esaú/Edom (v. cap. 1).

Si los israelitas llegaron a la región sur de Canán de camino al monte Sinaí, tal cosa sería un argumento a favor de los que pretenden identificar al monte Sinaí con el monte Seir (v. cap. 2). O tal vez se produjo un cambio en la historia y la batalla con Amalec en Rafidim no tuvo lugar de camino al monte Sinaí, sino mucho después, cuando los israelitas dejaron la montaña y se encontraban realmente en la región al sur de Canán.

Pero aparte de estas cuestiones, los israelitas mantuvieron una firme tradición de enemistad perpetua con los amalequitas; más que con el resto de sus adversarios. Quizá porque los amalequitas fueron los primeros en declarar la guerra a los israelitas cuando éstos estaban poco preparados para resistir el ataque, o porque lo hiciesen de una forma que a los israelitas les pareciera especialmente frustrante y sucia. Más adelante, en el libro del Deuteronomio, al hacer una relación de los acontecimientos posteriores al Éxodo, Moisés dice:

Deuteronomio 25.17.
Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino, a la salida de Egipto;

Deuteronomio 25.18.
cómo sin temor de Dios te asaltó en el camino y cayó sobre los rezagados que venían detrás de ti cuando ibas tú cansado y fatigado.

Los amalequitas les parecieron fuertes a los israelitas y en una profecía que, según se dice, hizo Balam, un profeta no israelita, en el camino hacia Canán, se les describe de manera grandilocuente:

Números 24.20.
[34]
La primera de las naciones es Amalec...

Según se cree, esto significa que era la nación más poderosa de la región.

Y quizá lo fuese temporalmente. A veces, grupos nómadas se alzaban con un enorme poder local a consecuencia de incursiones súbitas contra enemigos no preparados o decadentes, para luego desaparecer en un espacio de tiempo relativamente breve. El ejemplo histórico más destacado de esto es la carrera de los mongoles, que en el siglo XIII dC casi conquistaron todo el mundo para desaparecer más tarde.

Los amalequitas pudieron anticiparse a la hazaña mongola a una escala reducida y en una zona muy limitada, porque ni los anales egipcios ni los babilonios mencionan a pueblo alguno que pueda identificarse con los amalequitas. La Biblia es la única fuente que habla de ellos.

La primera batalla campal entre amalequitas e israelitas acabó con la victoria total de estos últimos. Pero la guerra entre ambas naciones prosiguió hasta dos siglos después, cuando Saúl, el primer rey de Israel, finalizó la tarea aniquilando el poderío amalequita y dejando únicamente algunos restos de los que poco más se oyó hablar.

Josué

En la primera batalla contra los amalequitas hace su aparición un nuevo caudillo militar.

Éxodo 17.9.
Y Moisés dijo a Josué: «Elige hombres y ataca mañana a Amalec».

El hecho de que se presente a Josué sin advertencia ni identificación hace pensar que este pasaje relativo a los amalequitas está mal situado, y en realidad describe algo que ocurrió casi a finales del Éxodo en vez de al principio.

Números 13.16.
A Osea, hijo de Nun, le dio Moisés el nombre de Josué.

Josué significa «Yahvé es la salvación».

Josué fue el ayudante militar de Moisés durante todo el Éxodo, y finalmente sucedió a éste como dirigente de los israelitas. Este es el primer indicio de la preeminencia militar de la tribu de Efraím, superioridad que mantendría a todo lo largo del período tribal.

Josué es la forma abreviada de Jehoshua, que en épocas posteriores del Antiguo Testamento solla acortarse y decirse Jeshua. En griego, el sonido «sh» (inexistente en ese alfabeto) se sustituía por «s», y como los nombres griegos terminan en «s», se añadió esa letra y Jeshua se convirtió en Jesús.

En realidad, el Nuevo Testamento, que originalmente se escribió en griego, se refiere en dos ocasiones a Josué, el general de Moisés, con el nombre de Jesús, al menos en la versión King James. Así, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando Esteban hace un resumen del Antiguo Testamento ante su auditorio, se refiere al tabernáculo construido en el desierto bajo la dirección de Moisés:

Hechos 7.45.
...cuando con Josué ocuparon la tierra de las gentes...
[35]

En la Revised Standard Version, el nombre que se da en los Hechos 7.45 es Josué. Por supuesto, resulta imposible que cualquier versión vuelva a cambiar el nombre de Jesucristo por el hebreo Josué. La forma griega de ese nombre está demasiado arraigada en la conciencia humana.

Querubines

Tras la batalla contra los amalequitas, los israelitas llegaron al monte Sinaí. Moisés subió a la montaña para recibir instrucciones respecto a diversos preceptos morales (incluidos los Diez Mandamientos), así como detalles de los edificios que había que construir para venerar a Dios, las vestiduras del sumo sacerdote, ritos diversos, etcétera.

Entre las estructuras, la más sagrada era el «arca de la alianza»: un cofre sencillo debía contener las tablas en que estaban inscritos los Diez Mandamientos, sobre el cual flotaba la presencia misma de Dios.

El arca se cubrió con una moldura de oro llamada propiciatorio y...

Éxodo 25.18.
Harás dos querubines de oro... a los dos extremos del propiciatorio.

Éxodo 25.20.
Estarán cubriendo cada uno con sus dos alas desde arriba el propiciatorio, de cara el uno al otro...

No se sabe a ciencia cierta lo que podrían ser los querubines. Durante el período asirio, los lectores de las Escrituras debían saber lo que significaba la palabra sin necesidad de descripciones o explicaciones. Así, cuando Adán y Eva son expulsados de Edén, se dice que Dios pone guardianes en el jardín para evitar que vuelva el hombre:

Génesis 3.24.
... puso delante del jardín de Edén un querubín, que blandía flameante espada para guardar...

El versículo se limita a decir «un querubín», sin dar descripción ni explicación alguna.

En relación con el arca de la alianza, se mencionan las alas, pero no con el fin de describir el aspecto de los querubines, porque no se añade nada más. Los versículos se afanan en describir la posición exacta de las alas, cosa que, por otra parte, a los lectores les resultaría bastante familiar.

Siglos después, cuando Salomón construyó el Templo, también empleó dos querubines de tamaño convenientemente ampliado:

1 Reyes 6.23.
Hizo... dos querubines de madera de olivo, de diez codos de altura cada uno.

1 Reyes 6.24.
Cinco codos era el largo de una de las alas del querubín y cinco el de la otra...

Una vez más, sólo se menciona el simple dato de las alas.

Resultaría fácil pensar que los querubines no eran más que figuras humanas con alas, como suele representarse a los ángeles. En realidad, en leyendas judías posteriores, los querubines se sitúan entre las órdenes superiores de ángeles, (los estudiosos modernos aplican con frecuencia ese término a los Cupidos alados que se representan en pinturas dulzonas y sentimentales, con el resultado que ese término ha llegado a aplicarse a los niños.)

Por otro lado, los querubines eran guardianes de objetos particularmente sagrados e intocables, y bien podían tener una forma temible. Los asirios, por ejemplo, construían a la puerta de sus palacios y templos criaturas monstruosas con las que pretendían guardar a reyes y dioses. Había voluminosas representaciones de toros con cabeza de hombre y alas de águila. En las diversas mitologías también abunda la representación de criaturas compuestas. Están, por ejemplo, las esfinges griegas, que tenían cabeza de mujer, alas de águila y cuerpo de león.

En la Biblia no hay nada que pueda eliminar la posibilidad de que fueran toros o leones alados, en vez de hombres, quienes se agazaparan sobre el propiciatorio.

En favor de la teoría de los querubines como figuras mixtas habla la visión inicial del libro de Ezequiel: el profeta describe seres, a quienes más adelante llama querubines, que son claramente mixtos.

Ezequiel 1.6.
Pero cada uno tenía cuatro aspectos y cada uno cuatro alas.

Ezequiel 1.7.
...y la planta de sus pies era como la planta del toro...

Ezequiel 1.10.
Su semblante era éste: de hombre y de león a la derecha los cuatro, de toro a la izquierda los cuatro, y de águila los cuatro.

Tal como la leemos ahora, la descripción puede estar mutilada y modificada con el paso del tiempo, y hay mucha polémica sobre la visión; pero tal como los imaginaban los israelitas antiguos, los querubines debían ser algo más que una criatura humana con alas.

Urim y tummim

Aún más enigmáticos que los querubines son los objetos que se incluyen en la meticulosa y detallada descripción de las vestiduras del sumo sacerdote. El
efod
, una especie de túnica de lino, quedaba cubierto en parte por un pectoral guarnecido de doce piedras preciosas, una por cada una de las tribus, con una especie de bolsillo:

Éxodo 28.30.
Pondrás también en el pectoral del juicio los urim y tummim...

Nadie sabe lo que eran los
urim
y
tummim
. Son palabras hebreas, pero traducirlas no sirve de nada, porque significan, respectivamente, «luces» y «perfecciones».

La hipótesis más usual es que los
urim
y
tummim
representan una forma de echar suertes para determinar la voluntad de Dios. Habría un tipo de objetos que indicaría «sí», y otro que señalaría «no», y si se plantearan cuestiones de «sí o no», las respuestas las daría el tipo de objetos que saliera de la bolsa. Hasta es posible que se incluyera un objeto neutral, algo que no significara ni sí ni no, con lo que se determinaría que se negaba la orientación divina.

Sin duda, la Biblia indica que en la historia primitiva de los israelitas se esperaba que la orientación divina se manifestase en alguna especie de acontecimiento fortuito. Cuando el rey Saúl buscaba al individuo que había cometido un pecado, solía colocar a los israelitas a un lado (representándolos, tal vez, por uno de los objetos de la suerte) mientras él y su hijo Jonathán se situaban en el otro (representados por los demás objetos de la suerte).

1 Samuel 14.41.
Entonces dijo Saúl a Jehová Dios de Israel: Da perfección. Y fueron tomados Jonathán y Saúl, y el pueblo salió libre.
[36]

Sin embargo, en éste y otros casos, cuando se echan suertes para lograr la orientación divina, la versión King James no menciona de manera específica los
urim
y
tummim
. Y cuando lo hace, no describe cómo se emplean. Sólo hay un lugar donde coinciden ambas cosas, en los días anteriores a la batalla final del rey Saúl, cuando éste busca orientación y no la encuentra:

1 Samuel 28.6.
Consultó a Yahvé, pero Yahvé no le respondía ni por sueños, ni por los urim, ni por profetas...

No obstante, la Revised Standard Version acepta una versión del 1 Samuel 14.41 más plena que la que hallamos en la King James y que hace más explícito el tema: «Saúl dijo: "Yahvé, Dios de Israel, ¿cómo es que no respondes hoy a tu siervo? Sí en mí o en Jonatán, mi hijo, está este pecado, Yahvé, Dios de Israel, da
urim
; y si está la iniquidad en el pueblo, da
tummim
". Y fueron señalados por la suerte Jonatán y Saúl y liberado el pueblo».
[37]

El empleo de esta especie de designio por suertes desapareció antes de que finalizara el período del Antiguo Testamento.

El becerro fundido

La estancia de Moisés en el monte Sinaí se prolongó durante tanto tiempo que los israelitas empezaron a temer que no volviera al campamento. Eso alentó a quienes se sentían incómodos con un Dios invisible. Tanto en la actualidad como en los tiempos antiguos, es muy corriente el deseo de ver alguna manifestación física de la deidad, y Arón sintió la urgencia de crearla.

Arón pidió oro:

Éxodo 32.4.
Él... hizo un molde y en él un becerro fundido, y ellos dijeron: «Israel, ahí tienes a tu dios... »

La elección de la imagen no es tan sorprendente como podría parecer a la mentalidad moderna. El hombre primitivo no distinguía entre hombres y animales con tanto cuidado como nosotros. Antes del surgimiento de la tecnología moderna, los carnívoros salvajes constituían una amenaza y un terror continuos, y de ninguna manera se tenía la seguridad de que al menos ciertos animales no fuesen iguales e incluso superiores al hombre. También entonces mucha gente creía que las almas de los hombres podían reencarnarse en la forma de un animal, y que una especie particular de criaturas podrían tener sutiles y estrechos lazos de parentesco con su propia tribu. Otros creían que, como algunos animales representaban una fuente necesaria de alimentos, debía honrarse y propiciarse una imagen de tales criaturas.

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