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Authors: J.K. Rowling
Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga
—¿Ah, sí? —repuso Snape, modulando la voz para expresar su incredulidad—. ¿Incluso después del fracaso en el ministerio?
—¡Eso no fue culpa mía! —se defendió Bellatrix, roja de ira—. En el pasado, el Señor Tenebroso me confió sus más preciosos… Si Lucius no hubiera…
—¡No te atrevas a echarle la culpa a mi marido! —terció Narcisa con voz queda y maléfica.
—No tiene sentido buscar responsables de lo ocurrido —observó Snape con indiferencia—. A lo hecho, pecho.
—¡Sí, pero tú no hiciste nada! —le espetó Bellatrix—. Tú estabas otra vez ausente mientras nosotros corríamos todo el riesgo, ¿no es así, Snape?
—Tenía órdenes de quedarme en la retaguardia. Tal vez estés en desacuerdo con el Señor Tenebroso, o tal vez pienses que Dumbledore no se habría dado cuenta si yo me hubiera unido a los
mortífagos
para combatir la Orden del Fénix, ¿no? Y perdóname: hablas de riesgos, pero si no me equivoco os enfrentasteis a seis adolescentes…
—A los que poco después se unió la mitad de la Orden, como sabes muy bien —gruñó Bellatrix—. Y, ya que hablamos de la Orden del Fénix, tú sigues sosteniendo que no puedes revelar la ubicación de su cuartel general, ¿verdad?
—Yo no soy el Guardián de los Secretos, no puedo pronunciar el nombre de ese lugar. Creía que sabías cómo funcionaba ese sortilegio. El Señor Tenebroso está satisfecho con la información que le he proporcionado acerca de la Orden. Esos datos, como quizá hayas deducido, condujeron a la reciente captura y asesinato de Emmeline Vance, y también ayudaron a acorralar a Sirius Black, aunque no voy a escatimarte el mérito de haber acabado con él.
Snape inclinó la cabeza y alzó su copa. El gesto de Bellatrix no se suavizó ni un ápice.
—Eludes mi última pregunta, Snape: Harry Potter. Habrás tenido infinidad de ocasiones para matarlo en estos cinco años. ¿Por qué no lo has hecho?
—¿Has hablado de este tema con el Señor Tenebroso?
—Últimamente él… nosotros… ¡Te lo pregunto a ti, Snape!
—Si hubiera matado a Harry Potter, el Señor Tenebroso no habría podido utilizar la sangre del chico para regenerarse y volverse invencible…
—¡Alegas que previste que él utilizaría al muchacho! —se burló ella.
—No lo alego; yo no tenía ni idea acerca de sus planes; ya he reconocido que creí que el Señor Tenebroso había muerto. Sólo pretendo explicar por qué él no lamenta que Potter haya sobrevivido, al menos hasta hace un año…
—Pero ¿por qué le permitiste vivir?
—¿No me has entendido? ¡Lo único que me mantenía fuera de Azkaban era la protección de Dumbledore! ¿No estás de acuerdo en que si yo hubiera asesinado a su alumno favorito, se habría puesto contra mí? Pero ése no era el único motivo. Déjame recordarte que cuando Potter llegó a Hogwarts, todavía circulaban historias sobre él, rumores de que también era un gran mago tenebroso y que por eso había sobrevivido al ataque del Señor Tenebroso. De hecho, muchos antiguos seguidores de éste consideraban que Potter era un estandarte alrededor del cual todos podríamos congregarnos una vez más. Admito que sentía curiosidad y que no era partidario de liquidarlo en cuanto pusiera un pie en el castillo.
«Naturalmente, enseguida comprendí que el muchacho no poseía ningún talento extraordinario. Ha salido airoso de diversos aprietos gracias a la buena suerte y a la colaboración de amigos con más talento que él. Es mediocre en grado sumo, aunque tan repelente y engreído como su padre. He hecho lo indecible para que lo expulsaran de Hogwarts, donde creo que no le corresponde estar, pero de eso a matarlo o permitir que lo mataran delante de mí… Habría sido una estupidez por mi parte correr un riesgo semejante, hallándose Dumbledore tan cerca.
—¿Pretendes que nos creamos que en todo este tiempo Dumbledore nunca ha sospechado de ti? —repuso Bellatrix—. ¿Y que ignora a quién eres leal en realidad y que todavía confía en ti sin reservas?
—He interpretado bien mi papel. Y pasas por alto el punto débil de Dumbledore: siempre cree lo mejor de las personas. Cuando empecé a trabajar para él, recién abandonada mi etapa de
mortífago
, fingí un profundo arrepentimiento y él me acogió con los brazos abiertos; aunque, como digo, siempre me mantuvo alejado de las artes oscuras. Dumbledore ha sido un gran mago. Sí, un gran mago. —Bellatrix emitió un sonido de burla—. Incluso el Señor Tenebroso lo reconoce. Sin embargo, me complace decir que se está haciendo viejo. El duelo con el Señor Tenebroso del mes pasado lo ha debilitado. Hace poco sufrió una grave herida porque sus reflejos son más lentos que antes. Pero en todos estos años nunca ha dejado de confiar en Severus Snape, y en eso reside mi gran valor para el Señor Tenebroso.
Bellatrix todavía no estaba satisfecha, aunque al parecer no sabía cuál era la mejor forma de seguir atacando a Snape. Aprovechando su silencio, éste se dirigió a su hermana.
—Dime, Narcisa, ¿venías a pedirme ayuda?
Ella lo miró con abatimiento.
—Sí, Severus. Creo que eres el único que puede ayudarme, no tengo a nadie más a quien acudir. Lucius está en prisión y… —Cerró los ojos y dos gruesas lágrimas le resbalaron por las mejillas—. El Señor Tenebroso me ha prohibido hablar de ello —añadió sin abrir los ojos—. No quiere que nadie conozca el plan. Es… muy secreto, pero…
—Si te lo ha prohibido, no deberías hablar. Las palabras del Señor Tenebroso son ley.
Narcisa sofocó un grito, como si Snape la hubiera rociado con agua fría. Bellatrix asintió, satisfecha por primera vez.
—¿Lo ves? —reprendió a su hermana—. ¡Hasta Snape lo dice: te prohibieron hablar, así que guarda silencio!
Pero Snape se había acercado a la pequeña ventana para escudriñar la desierta calle. Luego volvió a correr las cortinas de un tirón y, dándose la vuelta, miró ceñudo a Narcisa.
—Resulta que yo conozco ese plan —dijo en voz baja—. Soy uno de los pocos a quienes el Señor Tenebroso se lo ha contado. No obstante, de no haber estado yo al corriente del secreto, Narcisa, habrías cometido una grave traición contra él.
—Ya imaginé que debías de saberlo —repuso ella con cierto alivio—. El confía tanto en ti, Severus…
—¿Tú conoces el plan? —preguntó Bellatrix, cuya fugaz satisfacción se había trocado en indignación—. ¿Tú lo conoces?
—Así es —confirmó Snape—. Pero ¿qué ayuda necesitas, Narcisa? Si crees que puedo persuadir al Señor Tenebroso de que cambie de idea, me temo que tus esperanzas carecen de fundamento.
—Severus —susurró ella mientras las lágrimas seguían resbalándole por las pálidas mejillas—, mi hijo… mi único hijo…
—Draco debería estar orgulloso —terció Bellatrix con indiferencia—. El Señor Tenebroso está concediéndole un gran honor. Y hay que reconocer que tu hijo no rehúye cumplir con su deber, sino que parece alegrarse de tener una ocasión para demostrar su valía, y está entusiasmado con la idea de…
Narcisa rompió a llorar con desconsuelo, sin dejar de mirar con gesto suplicante a Snape.
—¡Porque tiene dieciséis años y no sabe lo que le espera! ¿Por qué, Severus? ¿Por qué mi hijo? ¡Es demasiado peligroso! ¡Esto es una venganza por el error de Lucius, estoy segura! —Snape no respondió. Apartó la vista de la llorosa Narcisa como si sus lágrimas fueran indecorosas, pero no podía fingir que no la oía—. Por eso ha escogido a Draco, ¿verdad? —insistió ella—. Para castigar a Lucius.
—Si Draco logra su objetivo —dijo Snape, aún sin mirarla—, alcanzará más gloria que nadie.
—¡Pero no lo logrará! —sollozó Narcisa—. ¿Cómo va a lograrlo si ni siquiera el Señor Tenebroso…?
Bellatrix soltó un grito ahogado y Narcisa perdió el valor para continuar.
—Sólo quería decir que nadie ha conseguido todavía… Por favor, Severus. Tú eres… tú siempre has sido el profesor predilecto de Draco y eres un viejo amigo de Lucius… Te lo suplico. Eres el favorito del Señor Tenebroso, su consejero de mayor confianza. ¿Hablarás con él? ¿Intentarás convencerlo?
—El Señor Tenebroso no se dejará convencer, y yo no soy tan estúpido para intentarlo —respondió Snape con rotundidad—. No voy a negar que él esté disgustado con Lucius, a quien le habían asignado una misión pero se dejó capturar, junto con muchos otros. Y por si fuera poco fracasó en su intento de recuperar la profecía. Sí, el Señor Tenebroso está disgustado, Narcisa, muy disgustado.
—¡Entonces tengo razón, ha escogido a Draco para vengarse! —profirió ella entre sollozos—. ¡No pretende que mi hijo cumpla su cometido, sólo quiere que muera en el intento!
Como Snape no respondió, Narcisa perdió el poco dominio de sí misma que conservaba. Se puso en pie, fue tambaleándose hasta Snape y lo agarró por el cuello de la túnica. Manteniendo la cara muy cerca de la suya y mojándole la ropa con sus lágrimas, dijo con voz entrecortada:
—Tú podrías hacerlo. Tú podrías hacerlo en lugar de Draco, Severus. Lo conseguirías, claro que lo conseguirías, y él te recompensaría mucho más que a cualquiera de nosotros…
Snape le sujetó las muñecas y la apartó de sí. Entonces, contemplándole el rostro anegado en lágrimas, afirmó despacio:
—Creo que quiere que al final lo haga yo. Pero está decidido a que Draco lo intente primero. Verás, en el caso improbable de que tu hijo lo consiguiese, yo podría permanecer en Hogwarts un poco más realizando mi labor de espía.
—¡O sea que no le importa que Draco muera!
—El Señor Tenebroso está muy enfadado —repitió Snape sin alterarse—. No pudo oír la profecía. Sabes tan bien como yo que él no perdona fácilmente, Narcisa.
La mujer se desplomó a los pies de él y se quedó sollozando en el suelo.
—Mi único hijo… Mi único hijo…
—¡Deberías sentirte orgullosa! —insistió Bellatrix sin piedad—. ¡Si yo tuviera hijos, me alegraría de que entregaran la vida por el Señor Tenebroso!
Narcisa soltó un pequeño grito de desesperación y se tiró del largo y rubio cabello. Snape, agarrándola por los brazos, la levantó del suelo y la llevó de nuevo al sofá. A continuación le sirvió más vino y le puso la copa en la mano.
—Ya basta, Narcisa. Bebe esto. Y escúchame.
La mujer se tranquilizó un poco; temblando, tomó un sorbo de vino que le goteó por la barbilla.
—Quizá yo pueda… ayudar a Draco.
Narcisa se incorporó, pálida como la cera y con los ojos desorbitados.
—¡Oh, Severus, Severus! ¿Estás dispuesto a ayudarlo? ¿Lo vigilarás, te encargarás de que no le ocurra nada malo?
—Puedo intentarlo.
Narcisa lanzó la copa, que patinó por la mesa al mismo tiempo que ella resbalaba del sofá y, arrodillándose a los pies de Snape, le cogía una mano con las suyas para besársela.
—Si tú lo proteges, Severus… ¿Lo juras? ¿Pronunciarás el Juramento Inquebrantable?
—¿El Juramento Inquebrantable? —repitió Snape con gesto impasible; sin embargo, Bellatrix soltó una carcajada de triunfo.
—¿No lo has oído, Narcisa? ¡Lo intentará! ¡Seguro! Las clásicas palabras vacías, la clásica ambigüedad… ¡Pero porque lo ordena el Señor Tenebroso, desde luego!
Snape no miró a Bellatrix. Sus negros ojos estaban clavados en los de Narcisa, azules y anegados en lágrimas. Ella seguía sujetándole la mano.
—Claro, Narcisa, pronunciaré el Juramento Inquebrantable —aseguró él con calma—. Quizá tu hermana se avenga a ser nuestro Testigo.
Bellatrix se quedó boquiabierta. Snape se agachó hasta arrodillarse frente a Narcisa y, ante la mirada de asombro de Bellatrix, unió su mano derecha con la de Narcisa.
—Vas a necesitar tu varita, Bellatrix —dijo Snape con frialdad. Ella la sacó con estupefacción—. Y tendrás que acercarte un poco más —añadió.
La mujer se colocó de pie delante de ambos y puso la punta de la varita sobre las entrelazadas manos.
—¿Juras vigilar a mi hijo Draco mientras intenta cumplir los deseos del Señor Tenebroso, Severus? —preguntó Narcisa.
—Sí, juro —respondió él.
Una delgada y brillante lengua de fuego salió de la varita y se enroscó alrededor de las dos manos como un alambre al rojo.
—¿Y juras protegerlo lo mejor que puedas de cualquier daño?
—Sí, juro.
Una segunda lengua de fuego salió de la varita, se entrelazó con la primera y formó una fina y reluciente cadena.
—Y si es necesario… si crees que Draco va a fracasar… —susurró Narcisa (la mano de Snape temblaba en la de ella, pero no la retiró)—, ¿juras realizar tú la tarea que el Señor Tenebroso ha encomendado a mi hijo?
Hubo un momento de silencio. Bellatrix los observaba con los ojos muy abiertos y la varita suspendida sobre las unidas manos.
—Sí, juro.
Un resplandor rojizo iluminó el atónito rostro de Bellatrix al prender una tercera lengua de fuego que salió disparada de la varita, se enredó con las otras dos y se cerró alrededor de las bien sujetas manos, como una cuerda o una serpiente ígneas.
Harry Potter roncaba escandalosamente. Había pasado casi cuatro horas sentado en una silla junto a la ventana de su dormitorio contemplando la oscura calle, y al final se había quedado dormido con un lado de la cara pegado al frío cristal, las gafas torcidas y la boca abierta. El resplandor anaranjado de la farola que había frente a la casa hacía destellar la mancha de vaho que su aliento dejaba en la ventana, y la luz artificial le hacía palidecer el rostro, que parecía el de un fantasma bajo la mata de desgreñado cabello negro. Había varios objetos y bastante porquería esparcidos por la habitación: plumas de lechuza, corazones de manzana y envoltorios de caramelo cubrían el suelo; unos libros de hechizos entremezclados con una arrugada túnica se hallaban encima de la cama, y sobre el escritorio, en medio de un charco de luz, un montón de periódicos. El titular de uno de éstos rezaba:
HARRY POTTER: ¿EL ELEGIDO?
Siguen circulando rumores acerca del misterioso altercado ocurrido recientemente en el Ministerio de Magia, durante el cual El-que-no-debe-ser-nombrado fue visto de nuevo.
«No estamos autorizados a hablar de ello, no me pregunten nada», manifestó ayer por la noche, al salir del ministerio, un nervioso desmemorizador que se negó a dar su nombre.
No obstante, fuentes contrastadas del Ministerio de Magia han confirmado que el altercado se produjo en la legendaria Sala de las Profecías.
Aunque por ahora los magos portavoces se han negado a confirmar la existencia de dicho lugar, cada vez un mayor número de miembros de la comunidad mágica cree que los
mortífagos
, que en la actualidad cumplen condena en Azkaban por entrada ilegal y tentativa de robo, pretendían robar una profecía. Se desconoce la naturaleza de ésta, pero se especula con la posibilidad de que esté relacionada con Harry Potter, la única persona que ha sobrevivido a una maldición asesina y que estuvo en el ministerio la noche en cuestión. Hay quienes llegan al extremo de llamar a Potter «el Elegido», pues creen que la profecía lo señala como el único que conseguirá librarnos de El-que-no-debe-ser-nombrado.
Se desconoce el paradero actual de la profecía, si es que existe, aunque (continúa en página 2, columna 5)