Harry Potter. La colección completa (317 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

BOOK: Harry Potter. La colección completa
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—Yo tengo que encontrar a los otros —contestó Harry.

—Quiero ayudarte a buscarlos —dijo Neville con firmeza.

—Pero Hermione…

—Podemos llevarla con nosotros —propuso Neville sin vacilar—. Puedo llevarla yo, tú eres más hábil con la varita…

Se incorporó y agarró a Hermione por un brazo, sin dejar de mirar con fiereza a Harry, que todavía dudaba; entonces Harry la agarró por el otro brazo y ayudó a Neville a colgarse el cuerpo inerte de Hermione sobre los hombros.

—Espera —dijo Harry recuperando del suelo la varita de Hermione y poniéndosela a Neville en la mano—, será mejor que cojas esto.

Neville apartó de una patada los trozos de su varita y echaron a andar despacio hacia la puerta.

—Mi abuela me matará —afirmó Neville con voz pastosa escupiendo sangre al hablar—; ésa era la varita de mi padre.

Harry asomó cautelosamente la cabeza por la puerta y echó un vistazo alrededor. El
mortífago
con cabeza de bebé chillaba y se daba golpes contra todo, derribaba relojes de pie y volcaba mesas; se desgañitaba y parecía confuso, mientras la vitrina seguía cayendo, destrozándose y reparándose por sí sola una y otra vez, por lo que Harry dedujo que debía de contener giratiempos.

—No nos verá —susurró—. Vamos, pégate a mí…

Salieron con sigilo del despacho y fueron hacia la puerta que conducía a la sala circular negra, que parecía completamente desierta. Avanzaron unos pasos; Neville se tambaleaba un poco a causa del peso de Hermione. La puerta de la Estancia del Tiempo se cerró tras ellos y la pared empezó a rotar otra vez. Harry estaba un poco mareado del golpe que se había dado en la cabeza, así que entornó los ojos y notó que oscilaba ligeramente, hasta que la pared dejó de moverse. Entonces vio que las equis luminosas que Hermione había trazado en las puertas habían desaparecido, y se le cayó el alma a los pies.

—¿Tú por dónde crees que…?

Pero antes de que pudieran decidir por qué puerta iban a intentar salir, se abrió de par en par una que había a la derecha y por ella entraron tres personas dando traspiés.

—¡Ron! —exclamó Harry, y corrió hacia ellos—. Ginny… ¿Estáis todos…?

—Harry —dijo Ron con una risita; se abalanzó sobre él, lo agarró por la túnica y lo miró como si no pudiera enfocar bien su cara—, estás aquí. ¡Ji, ji, ji! ¡Qué raro estás, Harry, vas muy despeinado!

Ron estaba muy pálido y le goteaba una sustancia oscura por una comisura de la boca. Entonces se le doblaron las rodillas, y al estar todavía agarrado a la túnica de Harry, éste se inclinó por la cintura como si hiciera una reverencia.

—Ginny —dijo Harry con temor—. ¿Qué ha pasado?

Pero Ginny movió la cabeza de un lado a otro y resbaló por la pared hasta quedar sentada en el suelo, al tiempo que jadeaba y se sujetaba un tobillo.

—Creo que se ha roto el tobillo; he oído un crujido —susurró Luna, que se había agachado a su lado; era la única que parecía ilesa—. Cuatro
mortífagos
nos han perseguido hasta una habitación oscura llena de planetas; era un sitio muy raro, a veces nos quedábamos flotando en la oscuridad.

—¡Hemos visto Urano de cerca, Harry! —exclamó Ron, que seguía riendo débilmente—. ¿Me has oído, Harry? Hemos visto Urano. ¡Ji, ji, ji!

Una burbuja de sangre se infló en la comisura de la boca de Ron, por donde le goteaba aquella sustancia oscura, y explotó poco después.

—Uno de los
mortífagos
ha agarrado a Ginny por el tobillo —prosiguió Luna—; he utilizado la maldición reductora y le he lanzado Plutón a la cara, pero…

Luna señaló a Ginny, que respiraba entrecortadamente y mantenía los ojos cerrados.

—¿Y a Ron qué le ha pasado? —preguntó Harry atemorizado; su amigo seguía riendo tontamente, colgado de la túnica de Harry.

—No sé qué le han hecho —respondió Luna con tristeza—, pero se comporta de una forma muy extraña; me ha costado lo mío traerlo hasta aquí.

—Harry —continuó Ron sin parar de reír, y tiró de él hacia abajo hasta que la oreja de éste le quedó a la altura de la boca—, ¿sabes quién es ésta, Harry? Es Lunática, Lunática Lovegood, ¡ji, ji, ji!

—Tenemos que salir de aquí como sea —dijo Harry con firmeza—. Luna, ¿puedes ayudar a Ginny?

—Sí —contestó la chica, y se colocó la varita mágica detrás de una oreja. A continuación, rodeó a Ginny por la cintura y la levantó del suelo.

—¡Sólo me duele un poco el tobillo, puedo levantarme yo sola! —protestó Ginny, pero al cabo de un momento se cayó hacia un lado y tuvo que sujetarse a Luna. Harry se colocó el brazo de Ron sobre los hombros, como meses atrás había hecho con el de Dudley, y miró a su alrededor: tenían una posibilidad entre doce de encontrar la salida correcta a la primera.

Arrastró a Ron hacia una puerta, y estaban sólo a unos palmos de alcanzarla cuando otra se abrió de repente en el lado opuesto de la sala y por ella entraron tres
mortífagos
. Bellatrix Lestrange iba en cabeza.

—¡Están aquí! —gritó la mortífaga.

Los
mortífagos
lanzaron varios hechizos aturdidores; Harry entró apresuradamente por la puerta que tenía enfrente, se liberó sin miramientos de Ron y volvió sobre sus pasos para ayudar a Neville a que entrara a Hermione. Cruzaron todos el umbral justo a tiempo para cerrarle la puerta en las narices a Bellatrix.


¡Fermaportus!
—gritó Harry, y oyó cómo tres cuerpos, al otro lado, chocaban contra la puerta.

—¡No importa! —exclamó una voz de hombre—. ¡Hay otras entradas!
¡LOS TENEMOS, ESTÁN AQUÍ!

Harry se dio la vuelta; volvían a estar en la Estancia de los Cerebros, y efectivamente, también allí había varias puertas. Enseguida oyó pasos en la sala circular: otros
mortífagos
llegaban para sumarse a los primeros.

—¡Luna, Neville, ayudadme!

Los tres recorrieron la habitación y sellaron una a una las puertas; Harry chocó contra una mesa y rodó por encima de ella con las prisas por llegar a la siguiente puerta.


¡Fermaportus!

Se oían pasos que corrían por detrás de las puertas, y de vez en cuando algún cuerpo se lanzaba con fuerza contra una de ellas y la hacía crujir y temblar; Luna y Neville, mientras tanto, encantaban las puertas de la pared de enfrente. Entonces, cuando Harry llegó al final de la habitación, oyó que Luna gritaba:


¡Ferma…
aaaaaaah!

Se volvió y la vio saltar por los aires mientras cinco
mortífagos
entraban en la habitación por la puerta que ella no había logrado cerrar a tiempo. Luna chocó contra una mesa, resbaló por su superficie y cayó al suelo por el otro lado, donde se quedó desmadejada, tan quieta como Hermione.

—¡Coged a Potter! —chilló Bellatrix, y corrió hacia él; Harry la esquivó y salió disparado hacia el otro extremo de la habitación; estaría a salvo mientras los
mortífagos
temieran destrozar la profecía.

—¡Eh! —gritó Ron, que se había puesto en pie y avanzaba dando tumbos hacia Harry, sin parar de reír—. ¡Eh, Harry, ahí hay cerebros, ji, ji, ji! Qué raro, ¿verdad, Harry?

—Quítate de en medio, Ron, agáchate…

Pero Ron apuntaba al tanque con su varita.

—En serio, Harry, son cerebros. Mira,
¡accio cerebro!

La escena se detuvo momentáneamente. Harry, Ginny, Neville y los
mortífagos
se dieron la vuelta instintivamente para observar el tanque, y vieron que un cerebro salía como un pez volador del líquido verde: en un primer momento se quedó suspendido en el aire, pero a continuación se dirigió volando hacia Ron, mientras giraba sobre sí mismo, y unas cintas de algo que parecían imágenes en movimiento salieron despedidas de él, desenrollándose como rollos de película.

—¡Ji, ji, ji! Mira, Harry —dijo Ron contemplando cómo el cerebro desparramaba sus llamativas tripas por el aire—. Ven a tocarlo, Harry, seguro que tiene un tacto genial…


¡NO, RON!

Harry ignoraba qué podía pasar si Ron tocaba los tentáculos de pensamiento que volaban detrás del cerebro, pero estaba convencido de que no podía ser nada bueno. Corrió enseguida hacia donde se encontraba su amigo, pero éste ya había atrapado el cerebro con ambas manos.

En cuanto entraron en contacto con su piel, los tentáculos empezaron a enroscarse en los brazos de Ron como si fueran cuerdas.

—Harry, mira lo que está pasan… No… no… no me gusta… No… basta… ¡Basta!

Las delgadas cintas se enrollaron alrededor del tórax de Ron, que tiraba de ellas, pero sin lograr impedir que el cerebro se aferrara a él como un pulpo.


¡Diffindo!
—gritó Harry tratando en vano de cortar los tentáculos que se enrollaban con fuerza alrededor del cuerpo de Ron ante sus ojos. Éste cayó al suelo e intentó librarse de sus ataduras.

—¡Lo va a asfixiar, Harry! —gritó Ginny, que seguía en el suelo sin poder moverse por culpa del tobillo roto. Entonces un haz de luz roja salió de la varita de uno de los
mortífagos
y le dio de lleno en la cara. Ginny se desplomó hacia un lado y quedó inconsciente.


¡DESMAIUS!
—gritó Neville mientras agitaba la varita de Hermione hacia los
mortífagos
que se aproximaban—.
¡DESMAIUS, DESMAIUS!

Pero no pasó nada.

Otro
mortífago
lanzó un hechizo aturdidor a Neville y falló por los pelos. En ese momento, Harry y Neville eran los únicos que seguían luchando contra cinco
mortífagos
, dos de los cuales les lanzaban haces de luz plateada como flechas que no daban en el blanco, pero dejaban cráteres en la pared, detrás de los chicos. Bellatrix Lestrange echó a correr hacia Harry, que salió disparado levantando la mano con la que sujetaba la profecía y se dirigió hacia el otro extremo de la habitación; lo único que se le ocurría era alejar a los
mortífagos
de sus amigos.

Por lo visto, su plan había funcionado: los
mortífagos
lo persiguieron y derribaron sillas y mesas, pero sin atreverse a atacarlo por si dañaban la profecía, y Harry salió a toda velocidad por la única puerta que seguía abierta, aquella por la que habían entrado los
mortífagos
, confiando en que Neville se quedase con Ron y encontrase la forma de librarlo del cerebro. Entró en la siguiente habitación e inmediatamente notó que el suelo desaparecía bajo sus pies…

Cayó rodando por los altos escalones de piedra, rebotó en cada uno de ellos hasta llegar al final y allí sufrió un fuerte impacto que le cortó la respiración. Quedó tumbado boca arriba en el foso donde se alzaba el arco sobre su tarima.

Las risas de los
mortífagos
resonaban en la sala. Harry miró hacia arriba y vio que los cinco que lo habían perseguido desde la Estancia de los Cerebros bajaban hacia donde él se hallaba, mientras muchos
mortífagos
más entraban por diferentes puertas y empezaban a saltar de una grada a otra. Harry se levantó del suelo, aunque le temblaban tanto las piernas que apenas lo sostenían. Aún tenía la profecía, intacta, en la mano izquierda, y la varita fuertemente agarrada con la derecha. Era un milagro que la esfera de cristal no se hubiera roto. Retrocedió mientras miraba a su alrededor intentando mantener a todos los
mortífagos
dentro de su campo visual. Entonces dio con la parte de atrás de las piernas contra algo sólido: había llegado a la tarima donde estaba el arco. Sin girarse, subió a ella.

Los
mortífagos
se habían quedado quietos y lo miraban. Algunos jadeaban tanto como Harry. Había uno que sangraba mucho; Dolohov, libre ya de la maldición de la inmovilidad total, reía socarronamente mientras apuntaba a la cara de Harry con su varita mágica.

—Se acabó la carrera, Potter —dijo Lucius Malfoy arrastrando las palabras, y se quitó la máscara—. Ahora sé bueno y entrégame la profecía.

—¡Deje… deje marchar a los demás y se la daré! —exclamó Harry, desesperado.

Unos cuantos
mortífagos
rieron.

—No estás en situación de negociar, Potter —replicó Lucius Malfoy, y el placer que sentía hizo que el rubor coloreara su pálido rostro—. Verás, nosotros somos diez, y tú estás solo… ¿Acaso Dumbledore no te ha enseñado a contar?

—¡No está solo! —gritó una voz en la parte más alta de la sala—. ¡Todavía me tiene a mí!

A Harry le dio un vuelco el corazón: Neville bajaba como podía hacia ellos por los escalones de piedra, con la varita mágica de Hermione firmemente agarrada con una temblorosa mano.

—No, Neville, no… Vuelve con Ron…


¡DESMAIUS!
—volvió a gritar Neville apuntando uno a uno a los
mortífagos
con la varita—.
¡DESMAIUS! ¡DESMA…!

Uno de los
mortífagos
más corpulentos agarró a Neville por detrás, le sujetó los brazos y lo inmovilizó. Neville forcejeaba y daba patadas; los
mortífagos
reían.

—Ése es Longbottom, ¿verdad? —preguntó Lucius Malfoy con desdén—. Bueno, tu abuela ya está acostumbrada a perder a miembros de la familia a favor de nuestra causa… Tu muerte no la sorprenderá demasiado.

—¿Longbottom? —repitió Bellatrix, y una sonrisa verdaderamente repugnante se dibujó en su descarnado rostro—. Vaya, yo tuve el placer de conocer a tus padres, chico.

—¡Ya lo sé! —rugió Neville, y forcejeó con tanto ímpetu para intentar soltarse de su captor que el
mortífago
gritó:

—¡Que alguien lo aturda!

—No, no, no —repitió Bellatrix, que estaba extasiada; miró arrebatada a Harry y luego a Neville—. No, vamos a ver cuánto tarda Longbottom en derrumbarse como sus padres… A menos que Potter quiera entregarnos la profecía.


¡NO SE LA DES!
—bramó Neville, que estaba fuera de sí, dando patadas y retorciéndose mientras Bellatrix se le acercaba con la varita en alto—.
¡NO SE LA DES POR NADA DEL MUNDO, HARRY!

Bellatrix levantó la varita y exclamó:


¡Crucio!

Neville soltó un aullido y encogió las piernas hacia el pecho, de modo que el
mortífago
que lo sujetaba tuvo que mantenerlo en el aire unos instantes. Luego el hombre soltó a Neville, que cayó al suelo mientras se retorcía y chillaba de dolor.

—¡Eso no ha sido más que un aperitivo! —exclamó Bellatrix al tiempo que levantaba de nuevo la varita. Neville dejó de chillar y se quedó tumbado a sus pies, sollozando. La mortífaga se dio la vuelta y miró a Harry—. Y ahora, Potter, danos la profecía o tendrás que contemplar la lenta muerte de tu amiguito.

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