Authors: Kami García,Margaret Stohl
Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico
—¿Q
ué demonios? —escuché su voz antes de verle. Porque probablemente no esperaba encontrarme en la habitación de Ridley mucho más de lo que yo esperaba encontrarle a él.
John Breed estaba repantingado sobre la alfombra rosa de Ridley, con el mando de un videojuego en una mano y una bolsa de Doritos en la otra.
—¿John? —Lena estaba tan sorprendida como yo—. Se suponía que estabas muerto.
—¿John Breed? ¿Aquí? No es posible. —Liv estaba conmocionada.
John soltó la bolsa de Doritos y se puso en pie.
—Siento mucho decepcionaros.
Me puse delante de Lena y Liv protectoramente.
—Yo desde luego estoy decepcionado.
Lena no necesitaba protección. Me apartó para pasar.
—¿Cómo te atreves a venir a mi casa después de todo lo que hiciste? Fingiste ser mi amigo cuando lo único que querías era llevarme con Abraham. —Un trueno retumbó en el exterior—. ¡Cada palabra que me dijiste fue una mentira!
—Eso no es cierto. No sabía lo que pensaban hacer. Tráeme una Biblia, el
Libro de las Lunas,
el que quieras. Lo jurare sobre él.
—No podemos hacerlo porque está en poder de Abraham. —Me sentía furioso y no tenía ganas de escuchar cómo John se hacía el loco. Era una nueva táctica, y todavía estaba tratando de asimilar el hecho de que estuviera en la habitación de Ridley comiendo Doritos.
Lena no había acabado.
—Y por si eso no fuera suficiente, volviste a Link como… tú. —El pelo de Lena empezaba a rizarse y recé para que la habitación no estuviera a punto de prenderse fuego.
—No pude evitarlo. Es Abraham el que provoca eso en mí. —John andaba de un lado para otro—. Ni siquiera recuerdo la mayor parte de lo que sucedió esa noche.
Crucé la habitación hasta quedarme frente a él. No me importó que pudiera matarme.
—¿Recuerdas haberte llevado a Lena al altar y atarla allí? ¿Recuerdas esa parte?
John dejó de dar vueltas y me miró, sus ojos verdes escrutando los míos. Cuando habló apenas pude oírle.
—No.
Le odiaba. El recuerdo de sus manos sobre Lena. De sentir que casi la perdía esa noche. Pero parecía estar diciendo la verdad.
John se dejó caer sobre la cama.
—A veces pierdo la memoria. Me pasa desde que era un niño. Abraham dice que es porque soy diferente, pero no le creo.
—¿Estás diciendo que crees que él tiene algo que ver con ello? —Liv sacó su cuaderno rojo.
John se encogió de hombros.
—No lo sé.
Lena me miró.
¿Qué pasa si dice la verdad?
¿Pero y si no?
—Nada de eso explica qué haces en la habitación de Ridley —señaló Lena—. O cómo has entrado en Ravenwood.
John se levantó y caminó hacia la ventana.
—¿Por qué no se lo preguntas a esa manipuladora prima tuya? —Parecía bastante molesto para ser un tío al que acababan de pillar tras invadir una propiedad privada y haber entrado en ella a escondidas.
La expresión de Lena se oscureció.
—¿Qué tiene Ridley que ver en esto?
John sacudió la cabeza, dando una patada a una pila de ropa sucia.
—No lo sé. ¿Qué tal todo? Ella es la que me atrapó aquí.
No sé si fue por la forma en que lo dijo o porque estábamos hablando de Ridley, pero una parte de mí le creyó.
—Espera un momento. ¿Qué quieres decir con que te atrapó?
Sacudió la cabeza.
—Técnicamente me atrapó dos veces. Primero en el Arco del Luz, y ahora aquí, cuando me dejó salir.
—¿Que te ha dejado salir? —Lena le miró asombrada—. Pero si enterramos el Arco de Luz.
—Y tu prima lo desenterró y lo trajo aquí. Me dejó salir y he estado encerrado en esta casa desde entonces. Este lugar está tan fuertemente Vinculado que lo más lejos que he conseguido llegar es a la cocina.
Las Vinculaciones. No se trataba de mantener a alguien fuera de Ravenwood; eran para mantenerlo dentro. Justo como pensaba.
—¿Cuándo te dejó salir?
—En algún momento de agosto, supongo.
Recordé el día en que Lena y yo entramos en esta habitación para bajar a los Túneles y el desgarro que creí escuchar.
—¿Agosto? ¿Llevas dos meses aquí? —Lena no podía creerlo—. Tú eres el que ha estado ayudando a Ridley. Por eso puede hacer Hechizos.
John se rio, pero su risa sonó amarga.
—¿Ayudándola? Gracias a la biblioteca de tu tío me ha estado utilizando como su genio particular. Considera este agujero como mi botella.
—¿Pero cómo ha impedido que Macon te encontrara? —Liv estaba anotando cada palabra.
—Un
Occultatio,
un Hechizo de Ocultación. Por supuesto, me obligó a hacerlo. —Aporreó la pared con su puño, revelando el tatuaje negro que serpenteaba hacía la parte superior de su brazo. Otro recordatorio de que era Oscuro, al margen del color que tuvieran sus ojos—. El tío de Lena tiene un libro para casi todo, excepto para cómo salir de este lugar.
No quería escuchar cómo se quejaba por la forma en que había sido tratado. Odiaba a John desde la primera vez que le vi la pasada primavera, y ahora había aparecido para volver a arruinar nuestras vidas. Miré a Lena, cuyo rostro era impenetrable, sus pensamientos bloqueados.
¿Era eso mismo lo que sentía por Liv?
Excepto que Liv no había intentado secuestrar a mi novia y llevar a la mayoría de mis amigos a la muerte.
—Es gracioso, porque tengo unas cuantas botellas colgadas de un árbol en mi jardín delantero y me gustaría poder meterte en una de ellas —declaré.
John apeló a Lena.
—Estoy atrapado. No puedo salir de aquí, y la estúpida de tu prima prometió ayudarme. Pero primero me necesita para que le haga unas cosas.
Se pasó una mano por el pelo, y advertí que ya no parecía tan interesante como lo recordaba. Por su arrugada camiseta negra y la sombra de barba, daba la impresión de que hubiera estado viendo telenovelas y comiendo muchos Doritos.
—Ridley no es una Siren, es una chantajista.
—¿Pero cómo has estado ayudándola si no puedes salir de Ravenwood? —preguntó Liv. Era una buena pregunta—. ¿La has estado enseñando a hacer Hechizos?
John se rio.
—¿Estás de broma? He convertido en zombis a unas animadoras y una fiesta en un desastre. ¿Acaso crees que Ridley puede llevar a cabo un
Furor?
Si apenas sabe atarse los zapatos como Mortal. ¿Quién te crees que lleva haciendo sus deberes de matemáticas todo el curso?
—Yo no. —Supe que Lena se estaba ablandando y eso me mataba. Él era como una dolorosa y asquerosa infección que no terminaba de curarse—. Entonces, ¿cómo está haciendo los Hechizos si no la has enseñado tú?
John señaló el cinturón alrededor de la cintura de Lena.
—Con esa cosa. —Tiró de la hebilla de su cinturón colocada en sus pantalones—. Actúa como un circuito. Ridley lleva el cinturón, y yo hago el Hechizo.
El espeluznante cinturón de escorpión. Ahora entendía por qué no se lo quitaba nunca. Era su cordón umbilical con el mundo Caster y John Breed, la única forma de seguir teniendo algo de poder.
Liv sacudió la cabeza.
—Odio decirlo, pero ahora todo parece encajar.
Y así era, pero eso no cambiaba nada para mí. La gente mentía. Y John Breed era un mentiroso, por lo que a mí respecta. Me volví hacia Lena.
—¿No creerás nada de esto? No hay forma de que podamos confiar en él.
Lena miró a Liv y luego a mí.
—¿Y qué pasa si dice la verdad? Sabe lo de las animadoras. Y la fiesta. Estoy de acuerdo con Liv. Todo cuadra.
¿Ahora vais a empezar a estar de acuerdo?
Ethan. Era un Hechizo. Un Hechizo de Furor vuelve a la gente furiosamente incontrolable.
A mí me ha parecido muy real.
Miré a John escéptico.
—No hay manera de estar seguros.
John suspiró.
—Aún sigo en la habitación, ¿sabes?
Lena echó un vistazo la puerta.
—Bueno, hay una forma.
Liv la miró asintiendo.
—¿Estás pensando lo mismo que yo?
—¿Hola? —John me miró—. ¿Son siempre así?
—Sí. Bueno, no. Tú cállate.
Reece estaba de pie en medio de la habitación de Ridley, sus brazos cruzados con gesto de desaprobación. Vestida con un conjunto de punto y perlas, parecía como si hubiera aterrizado allí proveniente de alguna otra familia sureña más adecuada. No le hacía gracia ser utilizada como un detector humano de mentiras, y parecía aún más enfadada de ver a John Breed en la habitación de su hermana. Quizá Reece tenía alguna fantasía equivocada sobre que Ridley iba a convertirse en una chica scout como ella, ahora que era Mortal. Pero una vez más, su hermana la había hecho bajar de las nubes por asociación. Y pensándolo bien, ya era bastante malo que las Hijas de la Revolución Americana tuvieran el requisito del linaje. Reece podría haber fundado su propio capítulo de la orden.
—Si pensáis que voy a mantener esto en secreto, estáis tan locos como mi hermana. Esto supera todos los límites.
Ninguno de nosotros queríamos un sermón de Reece, pero Lena no cedió.
—No te pedimos que guardes el secreto. Sólo queremos saber si está diciendo la verdad antes de contarle al tío Macon lo que está pasando. —Lena probablemente confiaba en que John estuviera mintiendo. Que Ridley no hubiera estado escondiendo a un peligroso Íncubo robado de una tumba y canalizando sus poderes.
No estaba claro qué era peor.
—¿Porque vas a ser castigado para el resto de tu vida? —preguntó Reece.
—Algo parecido.
Reece, impaciente, golpeó el suelo con el pie.
—Para que nos entendamos. Vais a decírselo al tío Macon o lo haré yo. —Pues claro que lo haría. No se perdería un buen castigo por nada del mundo.
Pero a mí me preocupaba algo más allá de que nos delatara.
—¿Estás segura que esto funcionará? Porque…
—¿Porque qué? —replicó Reece—. ¿Por qué mis poderes se han vuelto ligeramente inconsistentes? ¿Es eso lo que tratas de decir? —
Genial.
Una Reece enfadada no era nada bueno.
—Yo… sólo decía… Si estás segura de saber que miente… —Ya era demasiado tarde para retroceder.
Reece me miró como si quisiera arrancarme la cabeza.
—Eso no es de tu incumbencia, pero aún soy una Sybil. Lo que sea que vea en su cara es verdad. Si mis poderes no funcionan, no veré nada.
Lena se deslizó entre los dos.
Esto te supera. Deja que me ocupe yo.
Gracias.
Llevo tratando con Reece la Bestia mucho más tiempo que tú. Es una habilidad que he ido desarrollando.
—Reece. —Lena cogió su mano y pude ver que su pelo empezaba a rizarse. Di un respingo. Hacer un Hechizo a un Caster no era casi nunca una buena idea—. Eres la Sybil más poderosa que he conocido nunca.
—No intentes eso conmigo. —Reece apartó la mano—. Soy la única Sybil que has conocido.
—Pero sabes que confío en ti, pase lo que pase. —Lena sonrió animando a su prima. Reece nos miró con el ceño fruncido.
Miré a otro lado. Funcionaran o no sus poderes, no pensaba mirar a los ojos de una Sybil si podía evitarlo. Advertí que Liv no había dicho una palabra ni tampoco miraba en su dirección.
—Un vistazo. Y luego se lo cuentas al tío Macon o lo que quieras. Porque todo esto demuestra, una vez más, por qué
no
hay que permitir pronunciar Hechizos sin tener la edad necesaria. —Reece volvió a cruzar los brazos. Me llevó un buen rato descubrir que eso era un sí.
John saltó de la cama y se acercó hasta donde Reece se encontraba.
—Acabemos con esto de una vez. ¿Qué es lo que tengo que hacer?
Reece miró fijamente a los ojos verdes de John, estudiando su cara como si contuviera todas las respuestas que estábamos buscando.
—Lo estás haciendo.
John no se movió. Le devolvió la mirada a Reece, dejando que absorbiera sus pensamientos y recuerdos. Reece apartó los ojos antes que él, sacudiendo la cabeza como si no le gustara lo que había visto.
—Es cierto. No sabía lo que planeaban Abraham y Sarafine, y no recuerda lo que pasó esa noche. Ridley fue quien le liberó del Arco de Luz, y ha estado aquí desde entonces, haciendo el trabajo sucio para mi hermana.
John levantó la vista hacia mí.
—¿Satisfecho?
—¡Espera! ¿Cómo es eso posible?
Reece se encogió de hombros.
—Siento defraudarte. No es un demonio. Sólo es un cretino. Algunas veces hay muy poca diferencia.
—¡Eh! —John parecía ahora menos arrogante—. Se suponía que tú eras la simpática. ¿Dónde está la famosa hospitalidad de Ravenwood?
Reece le ignoró.
Debería haberme sentido aliviado, pero Reece tenía razón. Estaba decepcionado. No quería que John fuera uno de los peones de Sarafine y Abraham. Quería que fuera uno de los chicos malos. Así es como yo le había visto. Como siempre le vería.
Y, sobre todo, como quería que Lena lo viera.
Pero Lena no estaba pensando en John.
—Tenemos que hablar con mi tío. Hay que encontrar a Ridley antes de que haga alguna estupidez.
Exacto.
Conociendo a Ridley, probablemente ahora estaría haciendo autoestop camino de Summerville. Después del numerito que había montado esta noche, sabía que Lena iría directamente a informar a Macon. Y Ridley no era buena enfrentándose a las cosas.
—Creo que ya es demasiado tarde para eso.
Lena se agachó y retiró la alfombra rosa por una esquina.
—Vayamos.
—¿Estás segura? No me gustaría, eh, ya sabes, despertarle o algo así. —Ni tampoco quería ver la expresión de su cara cuando le dijéramos que Ridley había convertido la casa de Savannah Snow en un combate de boxeo a treinta asaltos, utilizando el cinturón Encantado de un Íncubo al que todos estábamos buscando y que resultaba que estaba viviendo en la habitación de Ridley.
Lena abrió la trampilla.
—Dudo mucho que esté dormido.
Liv sacudió la cabeza.
—Lena tiene razón. Tenemos que contárselo a Macon. Inmediatamente. No lo entiendes, hemos estado… —vaciló mirando a Lena—. Tu tío lleva meses intentando encontrar a John Breed.
Lena asintió. No era una sonrisa, pero sí algo parecido.
—Vamos.
John abrió otra bolsa de Doritos.
—Cuando estéis abajo, ¿podríais pedirle que me saque de aquí?