Authors: Kami García,Margaret Stohl
Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico
John coleccionaba poderes de la misma forma que Abraham coleccionaba víctimas. Por ejemplo el poder de persuasión de Ridley, e incluso algunas de mis habilidades como Natural. Por no mencionar aquellos que había absorbido de todos los demás Caster que, sin saberlo, le habían tocado. Abraham debía de estar preguntándose qué poderes había atrapado John.
Aun así, sentí que me entraba el pánico. ¿Por qué no habríamos llevado a John de vuelta a los Túneles para recolectar unos cuantos más? ¿Quién era yo para creer que podíamos enfrentarnos a Abraham?
Hunting miró a Abraham de reojo, y una chispa de reconocimiento centelleó entre ambos, un secreto compartido.
—¿Así que ésas tenemos? —Abraham dejó caer el
Libro de las Lunas
a sus pies—. ¿Entonces por qué no vienes hasta aquí y lo coges?
John debía de saber que se trataba de una trampa, pero a pesar de eso empezó a avanzar hacia él.
Deseé que Liv estuviera aquí para ver lo valiente que era. Pero, una vez más, me alegré de que no lo hubiera hecho. Porque yo apenas podía soportar verle dar un paso tras otro hacia el viejo Íncubo, y ni siquiera era la chica que estaba enamorada de él.
Abraham estiró el brazo y ladeó su muñeca, como si estuviera girando un picaporte.
Con ese único movimiento todo cambió. Al instante, John se agarró la cabeza como si algo hubiera estallado en su interior y cayó de rodillas.
Abraham mantuvo su brazo estirado enfrente de él, cerrando lentamente el puño mientras John se retorcía violentamente, gritando de dolor.
—¿Qué demonios…? —Link cogió a John del brazo y tiró de él hasta ponerle de pie.
John apenas podía sostenerse. Se balanceó tratando de recuperar el equilibrio.
Hunting se rio. Ridley aún estaba de pie junto a él, y pude ver el chupachups temblando en su mano.
Traté de pensar en algún hechizo, cualquier cosa que pudiera detener a Abraham, aunque sólo fuera por un segundo.
Abraham se acercó un poco más, levantando el borde de su abrigo para impedir que se arrastrara por el barro.
—¿Acaso crees que podría crear a alguien tan poderoso como tú si no supiera controlarlo?
John se quedó paralizado, sus ojos verdes llenos de miedo. Entrecerró los ojos tratando de luchar contra el dolor.
—¿De qué está hablando?
—Creo que ambos lo sabemos —declaró Abraham—. Yo te creé, chico. Encontré la combinación adecuada, el parentesco que necesitaba, y creé una nueva estirpe de Íncubos.
John dio un paso atrás, horrorizado.
—Eso es mentira. Me encontró cuando era un niño.
Abraham sonrió.
—Eso depende de cómo intérpretes la palabra
encontrar
.
—¿Qué está diciendo? —La cara de John se había vuelto color ceniza.
—Te recogimos. Al fin y al cabo, hice un trabajo de ingeniería contigo. —Abraham rebuscó en el bolsillo de su chaqueta y sacó un puro—. Tus padres tuvieron unos cuantos años de felicidad juntos. Es mucho más de lo que la mayoría tiene.
—¿Qué les sucedió a mis padres? —John apretó los dientes. Casi podía ver su rabia.
Abraham se volvió hacia Hunting, que le encendió el puro con un mechero de plata.
—Contesta al chico, Hunting.
Hunting cerró la tapa del encendedor. Y luego se encogió de hombros.
—Fue hace mucho tiempo, chico. Estaban muy jugosos y blanditos. Pero no logro acordarme de los detalles.
John se lanzó hacia adelante, provocando un desgarro a través de la oscuridad.
Un segundo antes estaba aquí, y al siguiente, había desaparecido, deslizándose lejos en un remolino de aire. Reapareció a pocos centímetros de Abraham rodeando con una mano la garganta del viejo Íncubo.
—Voy a matarle, pervertido hijo de puta.
Los tendones del brazo de John se tensaron, pero su garra no le obedeció.
Los músculos de su mano estaban tensos, sus dedos trataban de cerrarse sin conseguirlo. John agarró su muñeca con la otra mano, para intentar cerrarla.
Abraham se rio.
—No puedes hacerme daño. Yo soy el arquitecto del diseño. ¿Crees que construiría un arma como tú sin un interruptor de matar?
Ridley dio un paso atrás, observando cómo la mano de John se aflojaba contra su voluntad, abriendo sus dedos mientras intentaba forzarlos para que se cerraran con su otra mano. Era imposible.
No podía soportar ver aquello, Abraham parecía tener más control sobre John ahora del que había tenido la noche de la Decimoséptima Luna. Y lo que era peor, la consciencia de John sobre su poder no parecía cambiar el hecho de que no podía controlar su cuerpo. Abraham estaba tirando de los hilos.
—Es un monstruo —farfulló John, aún sosteniendo su muñeca a pocos centímetros de la garganta de Abraham.
—La adulación no te llevará a ninguna parte. Ya me has causado suficientes problemas, chico. Me lo debes. —Abraham sonrió—. Tengo pensado cobrármelo con tu carne.
Volvió a retorcer sus manos y John se alzó del suelo aferrando su propio cuello con las manos, como si quisiera estrangularse.
Abraham estaba llevando su afirmación hasta el extremo.
—Has sobrepasado tu tiempo de utilidad. Todo este trabajo para nada.
Los ojos de John se quedaron en blanco, y su cuerpo se aflojó.
—¿Es que ya no lo necesitas? —gritó Ridley—. Dijiste que era el arma definitiva.
—Lamentablemente, es defectuoso —contestó Abraham.
Advertí que algo se movía en mi visión periférica, un momento antes de escuchar su voz.
—Uno podría decir lo mismo de ti, abuelo. —El tío Macon surgió de detrás de una de las criptas, sus ojos verdes centellearon en la oscuridad—. Baja ahora mismo al chico.
Abraham se rio, aunque su expresión no tenía nada de divertida.
—¿Defectuoso? Eso es un cumplido viniendo de un pequeño Íncubo que quería ser un Caster.
La garra de Abraham sobre John se aflojó lo suficiente para que éste pudiera coger un poco de aire. El Íncubo de Sangre estaba ahora centrando su rabia en tío Macon.
—Nunca quise ser un Caster, pero estoy contento de aceptar cualquier destino que me alivie de la Oscuridad que hiciste caer sobre esta familia. —Tío Macon apuntó su mano hacia John, y una ola de energía refulgió a través del cementerio, la ráfaga alcanzó a John de lleno.
John apartó las manos lejos de su cuello mientras su cuerpo se desplomaba en el suelo.
Hunting empezó a avanzar hacia a su hermano, pero Abraham le detuvo aplaudiendo dramáticamente.
—Bien hecho. Ése ha sido un buen truco de salón, hijo. Tal vez la próxima vez consigas encender mi cigarro. —Las facciones de Abraham recuperaron su gesto de desprecio—. Ya basta de juegos. Acabemos con esto.
Hunting no vaciló.
Se desgarró a través de la oscuridad mientras el tío Macon enfocaba sus ojos verdes sobre el cielo negro, para luego materializarse justo delante de su hermano cuando el cielo explotó en un manto de brillante luz.
De luz del sol.
El tío Macon ya lo había hecho una vez antes, en el aparcamiento del instituto Jackson, pero ahora la luz era aún más intensa y concentrada. Si entonces la luz que salió de él había sido de un verde Caster, esta vez era algo mucho más potente y natural, como si proviniera del mismo cielo.
El cuerpo de Hunting se retorció. Estiró el brazo y agarró la camisa de su hermano, arrastrándole con él al suelo.
Pero la letal luz no hizo más que intensificarse.
La piel de Abraham se volvió pálida, del color de la ceniza. La luz parecía debilitarle, pero no con la misma rapidez como estaba secando a Hunting.
Incluso mientras Hunting trataba desesperadamente de seguir con vida, Abraham sólo parecía interesado en tratar de matarnos. El viejo Íncubo de Sangre era demasiado fuerte, y alargó su brazo hacia el tío Macon. Yo sabía que no podíamos subestimarlo. Incluso herido, no se rendiría hasta destruirnos a todos.
Una abrumadora sensación de pánico me invadió. Concentré cada pensamiento, cada célula de mi ser en Abraham. La tierra a su alrededor se levantó, desprendiéndose del suelo como si fuera una alfombra que alguien retirara bajo sus pies. Abraham se tambaleó y entonces volvió su atención hacia mí.
Cerró su mano en el aire delante de mí, y sentí que una fuerza invisible me atenazaba la garganta. Noté que mis pies se alzaban del suelo, y mis Converse pataleaban en el aire.
—¡Lena! —gritó John. Cerró los ojos concentrándose en Abraham, pero lo que quiera que estuviera planeando, no era lo suficientemente rápido.
No podía respirar.
—Ni lo intentes. —Abraham retorció su mano libre haciendo que John cayera de rodillas en menos de un segundo.
Link cargó contra Abraham, pero un simple latigazo de la muñeca del Íncubo de Sangre le mandó volando lejos. La espalda de Link golpeó contra la agrietada cripta de piedra con un sonoro crujido.
Luché para mantenerme consciente. Hunting estaba justo debajo de mí, con sus manos alrededor del cuello del tío Macon. Sin embargo, no parecía tener suficiente fuerza como para herir a su hermano. El color iba desapareciendo lentamente de la piel de Hunting, volviendo su cuerpo cada vez más transparente.
Traté de coger aire, transfigurada, mientras las manos de Hunting se deslizaban del cuello del tío Macon y empezaba a retorcerse de dolor.
—¡Macon! ¡Para! —suplicó.
El tío Macon concentró toda su energía en su hermano. La luz se mantenía constante mientras la oscuridad desaparecía del cuerpo de Hunting hacia la tierra removida.
Hunting aspiró y soltó su último aliento. Luego su cuerpo se estremeció y quedó inerte.
—Lo siento, hermano. No me has dejado elección. —Macon bajó la vista a lo que quedaba antes de que el cuerpo de Hunting se desintegrara totalmente, como si nunca hubiera existido.
—Uno menos —dijo con amargura.
Abraham entrecerró sus ojos, tratando de comprobar si Hunting había desaparecido realmente. El color empezaba a desvanecerse de su piel, pero sólo había llegado a la altura de sus muñecas. Podría matarme mucho antes de que la luz del sol acabara con él. Tenía que hacer algo antes de que acabáramos todos muertos.
Cerré los ojos, tratando de abrirme paso entre el dolor. Mi mente empezaba a precipitarse en el vacío.
Un trueno estalló por encima de nuestras cabezas.
—¿Una tormenta? ¿Eso es todo lo que puedes hacer, querida? —se burló Abraham—. Vaya desperdicio. Igual que tu madre.
La rabia y la culpa se revolvieron en mi interior. Sarafine era un monstruo, pero un monstruo que Abraham había ayudado a crear. Él se había servido de su debilidad para llevarla a la Oscuridad. Y yo había podido ver cómo moría. Tal vez ambas fuéramos monstruos.
Tal vez todos lo somos.
—¡Yo no soy como mi madre! —El destino de Sarafine había sido decidido por ella, y no fue lo suficientemente fuerte para luchar contra él. Yo sí.
Un rayo rasgó el cielo alcanzando a un árbol detrás de Abraham. Las llamas se extendieron por el tronco.
Abraham se quitó el sombrero agitándolo con una mano, pero cuidando que su otra mano continuara apretando mi garganta.
—Siempre digo que la fiesta no ha empezado hasta que algo no se incendia.
Mi tío se incorporó, con su pelo negro todo revuelto y sus ojos verdes brillando con más fulgor que antes.
—Creo que voy a tener que coincidir contigo.
La luz del cielo se intensificó, concentrándose como un foco sobre Abraham. Mientras observábamos, el rayo de luz explotó en un cegador fogonazo blanco, formando dos haces horizontales de energía pura.
Abraham se tambaleó, protegiéndose los ojos. Su férrea garra se aflojó, y mi cuerpo cayó sobre la putrefacta tierra.
El tiempo pareció detenerse.
Todos nos quedamos contemplando los blancos haces de luz expandiéndose por el cielo.
Excepto uno de nosotros.
Link se desgarró por el espacio antes de que ninguno tuviéramos ocasión de reaccionar, desmaterializándose en una fracción de segundo, como si fuera un experto. No podía creerlo. Las veces que había intentado desgarrarse delante de mí, me había dejado prácticamente tan aplastada como una tortita.
Pero esta vez no.
A sólo unos pocos centímetros delante de Abraham Ravenwood, se abrió una grieta en el espacio para él.
Link sacó su cizalla de la cinturilla de sus vaqueros, la blandió por encima de su cabeza y la clavó en el corazón de Abraham antes de que el viejo Íncubo pudiera darse cuenta de lo que acababa de suceder.
Los ojos negros de Abraham se agrandaron mientras miraba fijamente a Link, luchando por seguir vivo a medida que un círculo rojo se deslizaba lentamente por las hojas.
Link se inclinó aún más cerca.
—Toda esa ingeniería no fue en balde, señor Ravenwood. Yo soy lo mejor de los dos mundos. Un híbrido de Íncubo con su propio navegador.
Abraham tosió desesperado, con sus ojos clavados en el chico prácticamente Mortal que le había abatido. Finalmente, su cuerpo se desplomó en el suelo, con la cizalla robada del laboratorio de ciencias sobresaliendo de su pecho.
Link permaneció contemplando el cuerpo del Íncubo de Sangre que nos había perseguido durante tanto tiempo. La única persona a la que durante generaciones los Caster se habían mostrado incapaces de tocar.
Link sonrió hacia John, asintiendo.
—A la mierda toda esa basura sobre los Íncubos. Así es como lo hacemos al estilo Mortal.
L
ink seguía en pie junto al cuerpo de Abraham, contemplando cómo empezaba a desintegrarse en pequeñas partículas de nada.
Ridley se acercó hasta él, deslizando su brazo en el de Link.
—Quítale las tijeras, Chico Guapo. Tal vez puedan serte de utilidad si alguna vez necesito salir de una jaula.
Link tiró de la cizalla clavada en lo que quedaba del Íncubo de Sangre.
—Me gustaría aprovechar esta oportunidad para dar las gracias al departamento de biología del Jackson High. Seguid en el colegio, chicos —dijo, volviendo a guardar la cizalla en sus vaqueros.
John se aproximó hasta ellos y palmeó a Link en el hombro.
—Gracias por salvarme el culo al estilo Mortal.
—Ya sabes. Tengo algunas habilidades disparatadas —sonrió Link.
Tío Macon se sacudió el polvo de los pantalones.
—No creo que nadie pueda discutir esa afirmación, señor Lincoln. Bien jugado. Ha intervenido usted en el momento justo.