Authors: Kami García,Margaret Stohl
Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico
Yo no sabía nada sobre leyes de física cuántica, pero sí sabía una cosa.
—La piedra de mi collar de amuletos desapareció cuando se la dejé a Ethan. ¿Por qué iba a ser diferente con el libro?
Sé que la cogiste, Ethan. ¿Por qué no puedes coger también el libro?
Me di cuenta de que seguramente el tío Macon me estaría escuchando, y traté de parar.
Fue inútil. No podía dejar de hablar en kelting, igual que no podía detener las palabras que se apretujaban entre sí, esperando a que las escribiera en alguna parte.
Leyes de física
leyes de amor
del tiempo y el espacio
y del espacio entre medias
entre medias de tú y yo
y donde estamos
perdidos y buscando
buscando y perdidos.
—Tal vez el libro es demasiado pesado —sugirió Link—. Esa pequeña piedra negra tuya no era más grande que una moneda.
—No creo que ésa sea la razón, Wesley. Aunque todo es posible —contestó Marian.
—O imposible. —Ridley empujó sus gafas de sol de vuelta a sus ojos, mostrando la punta de su lengua.
—¿Entonces por qué no puede dar el salto? —preguntó John.
Marian posó los ojos en las notas de Liv, meditando la pregunta.
—El
Libro de las Lunas
es un poderoso objeto sobrenatural. Nadie conoce realmente el alcance de su poder. Ni los Guardianes ni los Caster.
—Y si el origen de su magia está en el mundo Caster, podría estar fuertemente arraigado aquí —declaró Liv—. Igual que un árbol está arraigado a un lugar concreto.
—¿Estás diciendo que el libro no quiere cruzar al otro lado? —preguntó John.
Liv volvió a colocarse el lápiz detrás de la oreja.
—Estoy diciendo que tal vez no pueda.
—O no deba. —El tono del tío Macon se había vuelto más serio.
Ridley se deslizó hasta el suelo estirando sus largas piernas.
—Todo esto es un follón. He arriesgado mi vida, y ahora estamos atascados con esto. Tal vez tengamos que acercarnos a los Túneles y ver si alguno de los chicos malos tiene la respuesta. Ya sabéis, el Equipo Oscuro.
Liv cruzó los brazos sobre su camiseta con el emblema EDISON NO INVENTÓ LA BOMBILLA.
—¿Quieres llevarte el
Libro de las Lunas
a uno de los bares Caster Oscuros?
—¿Se te ocurre algo mejor? —preguntó Rid.
—Me parece que sí. —Marian se enfundó su chaqueta de lana roja.
Liv se levantó tras ella.
—¿Adónde vamos?
—A ver a alguien que sabe un montón no sólo sobre este libro, sino sobre el mundo que desafía la física tanto del mundo Mortal como Caster. Alguien que podría tener las respuestas que necesitamos.
—Una idea excelente —admitió mi tío Macon.
Solamente había una persona que encajaba en esa descripción.
Alguien que quería a Ethan tanto como yo. Alguien que haría cualquier cosa por él, incluso desgarrar un agujero en el universo.
—Y
ahora espero que no se te ocurra poner un pie en mi sendero, ¿me has oído? —Amma se negó a que Ridley se aproximara siquiera a los alrededores de Wate’s Landing. Debió de decirlo de cincuenta maneras diferentes en la primera conversación que intentamos, sin ningún éxito, mantener con ella.
—Niii
hablar. Ningún Caster Oscuro pondrá un pie en esta casa mientras yo esté en esta dulce tierra. O después de que me haya ido. No, señor. No, señora. De ninguna manera.
En su lugar, accedió a verse con nosotros en Greenbrier.
El tío Macon había preferido mantenerse al margen.
—Es mejor así. Amarie y yo no nos hemos vuelto a ver desde la noche… en que sucedió aquello —explicó—. No estoy seguro de que éste sea el momento oportuno.
—¿O sea que estás diciendo que tú también tienes miedo de Amma? —Ridley le miró con renovado interés—. Quién lo iba decir.
El resto de nosotros aguardaba dentro de los derruidos muros de piedra del viejo cementerio. Contuve las ganas de acercarme hasta la sepultura de Ethan, aunque podía sentir el familiar impulso, el anhelo por estar allí con él. Creía, con todo mi corazón, que había una forma de conseguir que Ethan volviera y no pensaba parar hasta dar con ella.
Amma también estaba esperanzada, pero había podido advertir el miedo y la duda en sus ojos. Ya le había perdido dos veces. Cada vez que le llevaba un nuevo crucigrama, parecía desesperada por hacerle volver.
Supongo que Amma no podía permitirse creer en algo para después tener que soportar perderlo de nuevo.
Con el libro, sin embargo, estábamos un paso más cerca.
Ridley estaba apoyada contra un árbol, a una distancia prudencial del agujero en el muro de piedra. Sabía que tenía tanto miedo de Amma como el tío Macon, aunque no quisiera admitirlo.
—No le digas nada cuando venga —advirtió Link a Ridley—. Ya sabes cómo se pone con ese libro.
Ridley puso los ojos en blanco.
—Pensé que Abraham era un suplicio. Pero Amma es aún peor.
Distinguí un negro zapato ortopédico de cordones atravesando la grieta.
—¿Peor que qué? —demandó Amma—. ¿Peor que tus modales? —Miró a Ridley de arriba abajo—. ¿O que tu gusto para la ropa?
Llevaba puesto un vestido amarillo, todo luz y suavidad, lo que no encajaba con su expresión. Su cabello entrecano estaba recogido en un pulcro moño, y traía un bolso estampado de tela acolchada como de costura. La conocía lo suficiente como para saber que dentro no habría ningún útil de costura.
—¿O peor todavía que la chica a la que sacan del infierno para luego volver a meterse ella sola en el fuego? —Amma observó detenidamente a Ridley.
Ridley no se quitó las gafas de sol, pero aun así noté la vergüenza en su rostro. La conocía demasiado bien. Había algo en Amma que te hacía sentir terriblemente mal si la decepcionabas, aunque fueras una Siren sin ninguna atadura con ella.
—Eso no fue lo que sucedió —respondió Ridley tranquila.
Amma dejó caer su bolso al suelo.
—¿Ah, no? Sé de buena tinta que tuviste una oportunidad de quedarte en el lado bueno, y la rechazaste. ¿Acaso me he perdido algo entre medias?
Ridley se revolvió nerviosa.
—No es tan sencillo.
Amma resopló.
—Sigue diciéndotelo si eso que te ayuda a dormir por la noche, pero no trates de convencerme, porque yo no me lo trago. —Amma señaló el chupachups de la mano Ridley—. Todo ese azúcar acabará por pudrirte los dientes directamente hasta tu cerebro, Caster o no.
Link se rio nervioso.
Amma centró su mirada de águila en él.
—¿Y tú de qué te ríes, Wesley Lincoln? Estás hundido hasta las rodillas en más problemas que el día que te pillé en mi sótano cuando tenías nueve años.
El rostro de Link enrojeció.
—Parece que me persiguen, señora.
—Sabes muy bien que te los has buscado, tan cierto como que el sol brilla igual sobre los santos que sobre los pecadores. —Paseó la mirada sobre cada uno de nosotros—. Bueno, ¿de qué se trata esta vez? Y más vale que no tenga nada que ver con destruir el equilibrio del universo.
—Somos todos santos, señora. Aquí no hay pecadores. —Link retrocedió un par de pasos, mirándome en busca de ayuda.
—Escúpelo de una vez. Tengo a tía Mercy y a tía Grace en casa, y no puedo dejarlas a solas con Thelma durante demasiado tiempo, o las tres empezarán a comprar todo lo que salga en la teletienda. —Amma casi nunca llamaba a las tías abuelas de Ethan las Hermanas, ahora que una de ellas había desaparecido.
Esta vez fue Marian quien se acercó tomando a Amma del brazo de modo tranquilizador.
—Se trata del
Libro de las Lunas
.
—Lo
tenemos
—dejé escapar.
Liv se hizo a un lado, señalando el
Libro de las Lunas
que yacía en el suelo detrás de ella. Los ojos de Amma se abrieron como platos.
—¿Puede saberse cómo lo habéis conseguido?
Link intervino.
—No. Quiero decir, no, señora, es mejor que no.
—El hecho es que ahora lo tenemos —terció Marian.
—Pero no conseguimos hacérselo llegar a Ethan… —Pude sentir la desesperación en mi voz.
Amma sacudió la cabeza y se acercó al libro, dando un rodeo como si no quisiera aproximarse demasiado.
—Pues claro que no podéis. Este libro es demasiado poderoso para un mundo. Si queréis mandarlo del mundo de los vivos al mundo de los muertos, necesitaréis el poder de ambos mundos para enviarlo.
No estaba muy segura de lo que aquello significaba, pero sólo me importaba una cosa.
—¿Nos ayudará?
—No es mi ayuda lo que necesitáis. Sino la ayuda desde el lado del destinatario.
Liv se acercó a Amma.
—Le dejamos el libro a Ethan, pero no lo cogió.
Resopló.
—Hmmm. Ethan no es lo suficientemente fuerte para trasladar esa clase de peso al otro lado. Probablemente ni siquiera sepa cómo hacerlo.
—Pero sí hay alguien lo suficientemente fuerte —prosiguió Marian, intentando sonsacarla—. Tal vez más de uno. —Estaba refiriéndose a los Antepasados.
La pregunta era, ¿se prestaría Amma a llamarlos?
Me mordí el labio.
Por favor, di que sí.
—Ya imaginaba cuando me llamasteis que querríais comprobar hasta dónde soy capaz de llegar con mis locuras. —Amma abrió su bolso estampado y sacó un vaso bajo y una botella de Wild Turkey—. De modo que vine preparada. —Vertió un poco de whisky y me señaló—. Vas a tener que ayudarme. Necesitamos el poder de ambos mundos, no lo olvides.
Asentí.
—Haré lo que haga falta.
Amma hizo un gesto en dirección a Ravenwood.
—Puedes empezar por convocar al resto de los tuyos. Tú sola no reúnes el poder que necesitamos.
—Rid está aquí, y John también puede ayudar. Es medio Caster.
Amma negó con la cabeza.
—Si quieres que el libro cruce, tienes que reunirlos a todos.
—Están en Barbados.
—De hecho, regresaron hace unas pocas horas —intervino Marian—. Reece se pasó por la biblioteca a última hora de la tarde. Me comentó que tu abuela no era muy partidaria de la humedad.
Traté de no sonreír. De lo que mi abuela no era muy partidaria era de perderse toda la acción, como tampoco Reece. Con todo el poder Caster de mi extensa familia, estaba segura de que sabían que algo se estaba cociendo.
—Intentaré pedírselo. Aunque tal vez estén cansados de tanto viaje. —Me preocupaba que el tío Macon pudiera cambiar de opinión al respecto. Implicar al resto de la familia parecía en cierto modo aventurado e idiota.
Amma se cruzó de brazos, tan decidida como nunca la había visto.
—Lo único que sé es que ese libro no irá a ninguna parte sin ellos.
No tenía ningún sentido discutir. Había presenciado muchas veces cómo Ethan intentaba razonar con ella cuando había tomado una decisión, y nunca la había convencido. Y eso que Amma le quería más que a nadie en el mundo. No tenía ninguna oportunidad.
Ridley hizo un gesto hacia mí.
—Iré contigo, como refuerzo…
—Tu madre se pondrá como loca si apareces de pronto. Tendré que decirle que has vuelto. Y probablemente también que tú… —vacilé. No iba ser fácil para nadie de mi familia aceptar el hecho de que Ridley había vuelto con Sarafine para asumir sus poderes de Caster Oscura—, has cambiado.
Link miró hacia otro lado.
Pero eso no era lo peor.
—Me va a resultar muy difícil explicarle a la abuela por qué tengo el libro.
Rid me pasó el brazo por el hombro.
—¿Acaso no sabes que la mejor forma de distraer a alguien de las malas noticias es darle noticias aún peores? —Sonrió, guiándome hacia Ravenwood—. Y las noticias no pueden ser peores que yo.
Link sacudió su cabeza.
—Ni que lo digas.
Ridley se giró en redondo hacia él, levantando sus gafas.
—Cierra el pico, Encogido. O haré que quieras desgarrarte en la habitación de tu madre y decirle que te has vuelto metodista.
—Tus poderes ya no funcionan conmigo, nena.
Ridley le lanzó un pegajoso beso rosa.
—Ponme a prueba.
C
uando abrí la puerta principal, el aire del interior de la casa pareció moverse. Mejor dicho, se estaba moviendo. Cientos de mariposas revoloteaban por el aire mientras otras estaban posadas en el delicado mobiliario antiguo que el tío Macon llevaba años coleccionando.
Mariposas.
¿Qué estaba haciéndole a Ravenwood?
Una pequeña mariposa verde con motas doradas en sus alas aterrizó al final de la barandilla.
—¿Macon? —se oyó la voz de la abuela desde el segundo piso—. ¿Eres tú?
—No, abuela. Soy yo. Lena.
Empezó a descender las escaleras con una blusa blanca de cuello alto, su pelo cuidadosamente recogido en un moño y sus botas de cordones asomando por debajo de su larga falda. Allí de pie, contra la ahora perfectamente restaurada escalera en voladizo, parecía una bella sureña sacada directamente de una antigua película.
Observó las mariposas moviéndose por la habitación y me dio un abrazo.
—Me alegra ver que estás de buen humor.
La abuela sabía que el interior de Ravenwood cambiaba constantemente como un reflejo de mi estado de ánimo. Para ella, una habitación llena de mariposas significaba felicidad. Pero, para mí, significaba algo completamente diferente, algo a lo que me había estado aferrando con fuerza.
Esperanza, nacida con alas verdes y doradas. Oscuridad y Luz, lo mismo en lo que me había convertido la noche de mi cristalización.
Toqué la estrella de alambre del árbol de Navidad de mi collar de amuletos. Tenía que centrarme. Todo se había reducido a esto. Ethan estaba ahí fuera, en alguna parte, y había una posibilidad de que pudiera traerlo de vuelta a casa. Sólo tenía que convencer a mi familia para que nos prestaran sus poderes.
—Abuela, necesito tu ayuda para algo.
—Por supuesto, corazón.
No diría lo mismo si supiera lo que le iba a pedir.
—¿Qué pensarías si te contara que he encontrado el
Libro de las Lunas
?
Se quedó petrificada.
—¿Por qué me preguntas algo así, Lena? ¿Acaso sabes dónde está?
Asentí.
Ella se recogió el borde de la falda, y bajó rápidamente los últimos escalones, seguida por mí.