—¿Éstas son las viejas mañeras? —preguntó Wang-mu—. No tan antiguas como la vida en la playa, creo.
—No tan antiguas, es verdad —dijo su guía—. Pero claro, aquí no conservamos lo mismo.
Entraron en una gran sala cubierta de parte a parte con cientos y cientos de ordenadores dispuestos en apretadas hileras de mesas. No había espacio para que nadie se sentara ante las máquinas; apenas lo había para que los técnicos pasaran de lado entre las mesas para atenderlos. Todos los ordenadores estaban encendidos, pero el aire sobre los terminales estaba vacío y no daba ninguna pista de lo que sucedía dentro de ellos.
—Teníamos que hacer algo con todos los viejos ordenadores que el Congreso Estelar nos mandó desconectar. Así que los pusimos aquí con los viejos ordenadores de las otras universidades y empresas de las islas; hawaianos, tahitianos, maoríes y todo eso… todo el mundo ayudó. Ocupa seis plantas igual que ésta en este edificio, y otros tres más, aunque éste es el más grande.
—Jane —dijo Peter, y sonrió.
—Aquí es donde almacenamos todo lo que ella nos dio. Naturalmente, de forma oficial estos ordenadores no están conectados a ninguna red. Sólo se utilizan para las prácticas de los estudiantes. Pero los inspectores del Congreso nunca vienen aquí. Vieron todo lo que quisieron cuando revisaron nuestra nueva instalación. Cumple las normas al detalle… ¡somos ciudadanos obedientes y leales! Pero me temo que aquí se han pasado algunas cosas por alto. Por ejemplo, parece haber una conexión intermitente con el ansible de la universidad. Cada vez que el ansible transmite mensajes fuera de este mundo, se conecta a un solo ordenador: el enlace oficial de salvaguarda con su demora temporal. Pero cuando el ansible conecta con unos cuantos destinos extravagantes (el satélite samoano, por ejemplo, o cierta colonia lejana que supuestamente está incomunicada con todos los ansibles de los Cien Mundos), entonces una vieja conexión olvidada entra en funcionamiento, y el ansible tiene acceso completo a todo esto.
Peter se rió con verdadera alegría. A Wang-mu le encantó el sonido de su risa, pero también sintió un poco de celos por la idea de que Jane pudiera volver con él.
—Y otra cosa extraña —dijo el hijo de Grace—. Uno de los nuevos ordenadores ha sido instalado aquí, sólo que con algunas alteraciones. No informa correctamente al programa principal, por lo que parece: olvida decirle que existe un enlace ultrarrápido en tiempo real con esta inexistente red al viejo estilo. Es una lástima que no se lo diga, porque eso permite una conexión completamente ilegal entre esta vieja red conectada al ansible y el nuevo programa a prueba de dioses. De ese modo las peticiones de información pueden ser aprobadas, y cualquier software inspector las considera perfectamente legales puesto que provienen de este nuevo ordenador perfectamente legal pero sorprendentemente defectuoso.
Peter sonreía de buena gana.
—Bien, alguien tuvo que trabajar muy rápido para lograr esto.
—Malu nos dijo que la deidad iba a morir, pero entre nosotros y ella trazamos un plan. Ahora la única pregunta es: ¿encontrará el camino de regreso?
—Creo que sí —dijo Peter—. Por supuesto, esto no es ni siquiera una pequeña fracción de lo que solía tener.
—Sabemos que tiene un par de instalaciones similares aquí y allá. No muchas, es verdad, y las nuevas barreras de retraso temporal permitirán que tenga acceso a toda la información pero le impedirán usar la mayoría de las nuevas redes como parte de sus procesos de pensamiento. Con todo, es algo. Tal vez sea suficiente.
—Sabíais quiénes éramos antes de que llegáramos —dijo Wang-mu—. Ya trabajabais con Jane.
—Creo que las pruebas son elocuentes —respondió el hijo de Grace.
—¿Entonces por qué Jane nos trajo aquí? ¿Qué era todo ese sinsentido de necesitarnos aquí para detener la Flota Lusitania?
—No lo sé —dijo Peter—. Y dudo que nadie lo sepa. Tal vez Jane simplemente quería tenernos en un entorno amigable para poder volver a encontrarnos. Dudo que haya nada así en Viento Divino.
—Y tal vez —dijo Wang-mu, siguiendo sus propias especulaciones—, tal vez quería que estuvieses aquí, con Malu y Grace, cuando le llegara el momento de morir.
—Y de morir yo también. Me refiero a mí como Ender, por supuesto.
—Y quizá, si ya no iba a estar aquí para protegernos con sus manipulaciones de datos, quería que estuviésemos entre amigos.
—Por supuesto —dijo el hijo de Grace—. Es una diosa, cuida de su gente.
—¿De sus adoradores? —preguntó Wang-mu. Peter hizo una mueca.
—Sus amigos —dijo el muchacho—. En Samoa tratamos a los dioses con gran respeto, pero también somos sus amigos, y ayudamos a los buenos cuando podemos. Los dioses necesitan de vez en cuando la ayuda de los humanos. Creo que lo hicimos bien, ¿no os parece?
—Hicisteis bien —dijo Peter—. Habéis sido fieles. El muchacho sonrió.
Pronto volvieron a la nueva instalación informática, y vieron cómo con gran ceremonia el presidente de la universidad pulsaba la tecla que iniciaba el programa que activaba y controlaba el ansible de la universidad. Inmediatamente llegaron mensajes y programas de prueba del Congreso Estelar; sondearon e inspeccionaron el sistema para asegurarse de que no había fallos de seguridad y de que todos los protocolos se habían seguido adecuadamente. Wang-mu notaba lo tenso que estaba todo el mundo (excepto Malu, que parecía incapaz de temer nada) hasta que, unos minutos más tarde, los programas terminaron su inspección y presentaron su informe. Inmediatamente llegó el mensaje del Congreso asegurando que la red era obediente y segura. Los trucos y subterfugios no habían sido detectados.
—En cualquier momento ya —murmuró Grace.
—¿Cómo sabremos si todo esto ha funcionado? —preguntó Wang-mu en voz baja.
—Peter nos lo dirá —le respondió Grace, sorprendida de que Wang-mu no lo hubiera comprendido—. La joya en su oreja… el satélite samoano le hablará.
Olhado y Grego contemplaban el texto del ansible que durante veinte años había contactado sólo con la lanzadera y la nave de Jakt. Volvía a recibir un mensaje. Se estaban estableciendo contactos con cuatro ansibles de otros mundos donde grupos de simpatizantes lusitanos (o al menos amigos de Jane) habían seguido sus instrucciones para esquivar parcialmente las nuevas regulaciones. No se enviaron mensajes reales porque los humanos no tenían nada que decirse. La cuestión era simplemente mantener el enlace vivo para que Jane pudiera viajar a través de él y conectarse con alguna pequeña parte de su antigua capacidad.
Nada de todo esto se había hecho con participación humana de Lusitania. Toda la programación requerida se había conseguido gracias a las implacablemente eficaces obreras de la Reina Colmena, con la ayuda de los pequeninos de vez en cuando. Olhado y Grego habían sido invitados en el último minuto, como simples observadores. Pero comprendían. Jane hablaba con la Reina Colmena y la Reina Colmena hablaba con los padres-árbol. Jane no había obrado a través de los humanos porque los lusitanos con los que se relacionaba eran Miro, que tenía otro trabajo que hacer para ella, y Ender, que se había quitado la joya de la oreja antes de morir. Olhado y Grego habían discutido sobre esto en cuanto el pequenino Zambullida les explicó lo que sucedía y les pidió que acudieran a observar.
—Considero su actitud un tanto desafiante —dijo Olhado—. Si Ender la rechazó y Miro estaba ocupado…
—O entusiasmado con la Joven Valentine, no lo olvides —repuso Grego.
—Bueno, lo ha hecho sin ayuda humana.
—¿Cómo puede funcionar? —dijo Grego—. Antes estaba conectada a miles de millones de ordenadores. Como mucho ahora tendrá varios millares, al menos utilizables de forma directa. No es suficiente. Ela y Quara no volverán jamás. Ni Miro.
—Tal vez no. No será la primera vez que perdamos a miembros de la familia al servicio de una causa superior.
Pensó en los famosos padres de su madre, Os Venerados, que dentro de pocos años serían santos… si un representante del Papa conseguía llegar a Lusitania para examinar las pruebas. Y en su verdadero padre, Libo, y en el padre de éste; ambos habían muerto antes de que los hijos de Novinha supieron que eran parientes. Todos muertos por la causa de la ciencia: Os Venerados en la lucha por contener la descolada. Pipo y Libo en el esfuerzo por comunicarse y comprender a los pequeninos. Su hermano Quim había muerto como un mártir, tratando de cerrar una peligrosa brecha en la relación entre humanos y pequeninos de Lusitania. Y ahora Ender, su padre adoptivo, había muerto por la causa de tratar de encontrar un modo de salvar la vida de Jane y, con ella, el viaje más rápido que la luz. Si Miro y Ela y Quara morían en el esfuerzo por entablar comunicación con los descoladores, seguirían la tradición familiar.
—Lo que me pregunto —dijo Olhado—, es qué tenemos nosotros de malo que no se nos ha pedido que muramos por una causa noble.
—No entiendo de causas nobles —respondió Grego—, pero tenemos una flota apuntándonos. Creo que eso bastará para matarnos.
Un súbito estallido de actividad en los terminales les dijo que la espera había terminado.
—Hemos conectado con Samoa —dijo Zambullida—. Y ahora con Memphis. Y Sendero. Y Hégira. —Hizo el pequeño mohín que invariablemente hacían los pequeninos cuando estaban contentos—. Todos van a conectar. Los programas rastreadores no los encontraron.
—¿Pero será suficiente? —preguntó Grego—. ¿Se mueven de nuevo las naves?
Zambullida se encogió estudiadamente de hombros.
—Lo sabremos cuando tu familia regrese, ¿no?
—Madre no quiere poner fecha para el funeral de Ender hasta que regresen —dijo Grego.
A la mención del nombre de Ender, Zambullida se deprimió.
—El hombre que llevó a Humano a la Tercera Vida —dijo—. Y casi no tenemos nada que enterrar.
—Me preguntaba si pasarán días, semanas o meses antes de que Jane recupere sus poderes… si es que lo hace —dijo Grego.
—No lo sé —respondió Zambullida.
—Sólo tienen unas cuantas semanas de aire.
—No lo sabe, Grego —dijo Olhado.
—Ya. Pero la Reina Colmena lo sabe. Y se lo dirá a los padres árbol. Pensaba… que la noticia podía filtrarse.
—¿Cómo puede la Reina Colmena saber lo que sucederá en el futuro? —preguntó Olhado—. ¿Cómo puede saber nadie lo que Jane puede o no puede conseguir? Hemos vuelto a conectar con otros mundos. Algunas partes de su memoria central han sido devueltas a la red ansible, aunque subrepticiamente. Puede que las encuentre. Puede que no. Si las encuentra, puede que sea suficiente, o no. Pero Zambullida no lo sabe.
Grego se dio la vuelta.
—Lo sé —dijo.
—Todos tenemos miedo —le dijo Olhado—. Incluso la Reina Colmena. Ninguno de nosotros quiere morir.
—Jane murió, pero no está muerta —dijo Grego—. Según Miro, parece que el aiúa de Ender está viviendo como Peter en otro mundo. Las reinas colmena mueren y sus recuerdos siguen viviendo en las mentes de sus hijas. Los pequeninos logran vivir como árboles.
—Algunos de nosotros —dijo Zambullida.
—¿Pero y nosotros qué? —dijo Grego—. ¿Nos extinguiremos? ¿Qué diferencia habrá entonces; los que teníamos planes, qué importará el trabajo que hayamos hecho? ¿Los hijos que hayamos criado? —Miró a Olhado—. ¿Qué importará entonces que tengas una familia tan grande y feliz, si serás borrado en un instante por esa… bomba?
—Ningún momento de mi vida con mi familia ha sido un momento malgastado —dijo Olhado tranquilamente.
—Pero el sentido de la familia es la continuidad, ¿no? Conectar con el futuro.
—En parte, sí. Pero en parte el propósito es el ahora, el momento presente. Y en parte la red de conexiones, los enlaces de un alma a otra. Si el propósito de toda vida fuera sólo continuar hacia el futuro, entonces ninguna tendría significado, porque todo sería expectación y preparación. Está el goce, Grego. Está la felicidad que ya hemos tenido. La felicidad de cada momento. El final de nuestras vidas, aunque no haya continuación hacia delante ni descendencia, el final de nuestras vidas no borra el principio.
—Pero no habrá servido de nada. Si tus hijos mueren, entonces todo será un despilfarro.
—No —dijo Olhado tranquilamente—.
Dices eso porque no tienes hijos, Greguinho. Pero nada se desperdicia. El niño que sostuviste en tus brazos durante un día antes de que muriera no fue un despilfarro, porque ese día es un propósito suficiente en sí mismo. La entropía ha sido retrasada una hora, un día, una semana, un mes. El que todos podamos morir en este pequeño mundo no deshace las vidas antes de las muertes.
Grego sacudió la cabeza.
—Sí que lo hace, Olhado. La muerte lo deshace todo. Olhado se encogió de hombros.
—¿Entonces por qué te molestas en hacer nada, Grego? Porque algún día morirás. ¿Por qué debería nadie tener hijos? Algún día morirán, sus hijos morirán, todos morirán. Algún día las estrellas se apagarán o reventarán. Algún día la muerte nos cubrirá a todos como el agua de un lago y tal vez nada salga a la superficie para mostrar que estuvimos aquí. Pero estuvimos, y durante el tiempo que vivimos, estuvimos vivos. Ésa es la verdad: lo que es, lo que fue, lo que será… no lo que pudo ser, lo que debería haber sido, lo que nunca pudo ser. Si morimos, entonces nuestra muerte significa algo para el resto del universo. Aunque nuestras vidas sean desconocidas, el hecho de que alguien viviera antes, y muriera, tendrá repercusiones, dará forma al universo.
—¿Y eso es suficiente significado para ti? —dijo Grego—. ¿Morir y que sirva de lección? ¿Morir para que la gente pueda sentirse mal por haberte matado?
—Hay peores significados para una vida.
Zambullida los interrumpió.
—El último de los ansibles que esperábamos está en línea. Ya están todos conectados.
Dejaron de hablar. Era hora de que Jane encontrara el camino de regreso a sí misma, si podía.
Esperaron.
A través de una de sus obreras, la Reina Colmena veía y oía la noticia de la restauración de los enlaces ansible.
‹¿Puede hacerlo? ¿Puedes guiarla?›
‹No puedo guiarla a un lugar al que yo misma no puedo ir —dijo la Reina Colmena—. Ella tiene que encontrar su propio camino. Lo único que puedo hacer es decirle que es la hora.›
‹¿Así que sólo podemos mirar?›
‹Yo sólo puedo mirar. Tú eres parte de ella, o ella de ti. Su aiúa está atado ahora a tu red a través de las madres-árbol. Prepárate.›