Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (28 page)

BOOK: Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España
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, que no les aprovechó las promesas de sus falsos ídolos. Y no tardaron dos horas cuando llegaron allí nuestros amigos los tascaltecas que dejamos en el campo, como ya he dicho otra vez, y pelean muy fuertemente en las calles, donde los chulultecas tenían otras capitanías, defendiéndolas, por que no les entrásemos, y de presto fueron desbaratadas. Iban por la ciudad robando y cativando, que no les podíamos detener. Y otro día vinieron otras capitanías de las poblazones de Tascala y les hacen grandes daños, porque estaban muy mal con los de Cholula. Y desque aquello vimos, ansí Cortés y los demás capitanes y soldados, por mancilla que hubimos dellos, detuvimos a los tascaltecas que no hiciesen más mal. Y Cortés mandó a Cristóbal de Olí que le trujese todos los capitanes de Tascala para les hablar, y no tardaron de venir, y les mandó que recogiesen toda su gente y que se estuviesen en el campo, y ansí lo hicieron, que no quedaron con nosotros sino los de Cempoal. Y en aqueste instante vinieron ciertos caciques y papas chulultecas, que eran de otros barrios que no se hallaron en las traiciones, según ellos decían, que, como es gran ciudad, era bando y parcialidad por sí, y rogaron a Cortés y a todos nosotros que perdonásemos el enojo de las traiciones que nos tenían ordenado, pues los traidores habían pagado con las vidas. Y luego vinieron los dos papas amigos nuestros que nos descubrieron el secreto, y la vieja mujer del capitán que quería ser suegra de doña Marina, como ya he dicho otra vez, y todos rogaron a Cortés fuesen perdonados. Y Cortés, cuando se lo decían, mostró tener gran enojo y mandó llamar a los embajadores de Montezuma, questaban detenidos en nuestra compañía, y dijo que puesto que toda aquella ciudad merecía ser asolada, que teniendo respeto a su señor Montezuma, cuyos vasallos son, los perdona, e que de ahí en adelante que sean buenos, no les acontezca otra como la pasada, que morirán por ello. E luego mandó llamar los caciques de Tascala questaban en el campo e les dijo que volviesen los hombres y mujeres que habían cautivado, que bastaban los males que habían hecho. E puesto que se les hacía de mal devolvellos e decían que de muchos más daños eran merecedores por las traiciones que siempre de aquella ciudad han rescibido, y que por mandallo Cortés volvieron muchas personas, mas ellos quedaron desta vez ricos, ansí de oro e mantas e algodón e sal e esclavos; y, demás desto, Cortés los hizo amigos con los de Cholula, que, a lo que yo después vi e entendí, jamás quebraron las amistades. E más les mandó a todos los papas e caciques cholotecas que poblasen su ciudad e que hiciesen tianguez y mercados, y que no hobiesen temor, que no se les hacía enojo ninguno. Respondieron que dentro en cinco días harían poblar toda la ciudad, porque en aquella sazón todos los más vecinos estaban remontados, e dijeron que tenían nescesidad que Cortés les nombrase cacique, porque el que solía mandar que fue uno de los que murieron en el patio. E luego preguntó que a quién le venía el cacicazgo. E dijeron que a un su hermano, el cual luego les señaló por gobernador hasta que otra cosa les fuese mandado. Y demás desto, desque vio la ciudad poblada y estaban seguros en sus mercados, mandó que se juntasen los papas e capitanes, con los demás principales de aquella ciudad, y se les dio a entender muy claramente todas las cosas tocantes a nuestra santa fe, e que dejasen de adorar ídolos y no sacrificasen ni comiesen carne humana, ni se robasen unos a otros, ni usasen las torpedades que solían usar, y que mirasen que sus ídolos los traen engañados e que son malos y no dicen verdad, e que tuviesen memoria que cinco días había las mentiras que les prometió: que les daría vitoria cuando le sacrificaron las siete personas, e cómo todo cuanto dicen a los papas e a ellos es todo maldad, e que les rogaba que luego les derrocasen e hiciesen pedazos, y si ellos no querían, que nosotros los quitaríamos, e que hiciesen encalar uno como humilladero para donde pusiéremos una cruz. Lo de la cruz, luego lo hicieron, y respondieron que quitarían los ídolos; y puesto que se lo mandó muchas veces que los quitasen, lo dilataban. Y entonces dijo el padre de la Merced a Cortés que era por demás a los principios quitalles sus ídolos hasta que vayan entendiendo más las cosas y ver en qué paraba nuestra entrada en Méjico, y el tiempo nos diría lo que habíamos de hacer, que al presente bastaba las amonestaciones que se les ha hecho y ponelles la cruz. Dejaré de hablar desto y diré cómo aquella ciudad está asentada en un llano y en parte e sitio donde están muchas poblazones cercanas: Tepeaca, Tascala, Chalco, Tecamachalco, Guaxocingo e otros muchos pueblos que, por ser tantos, aquí no los nombro. Y es tierra de mucho maíz e otras legumbres, e de mucho aji, y toda llena de magueyales, ques donde hacen el vino. Hacen en ella muy buena loza de barro colorado y prieto e blanco de diversas pinturas, e se bastece della Méjico y todas las provincias comarcanas, digamos agora como en Castilla de Talavera o Plasencia. tenía aquella ciudad en aquel tiempo tantas torres muy altas, que eran cues e adoratorios donde estaban sus ídolos e especial el cu mayor era de más altor quel de Méjico, puesto que era muy suntuoso e alto el cu mejicano, y tenía otros patios para servicio de los cues. Según entendimos, había allí un ídolo muy grande, el nombre dél no me acuerdo; mas entre ellos se tenía gran devoción y venían de muchas partes a le sacrificar y a tener como a manera de novenas, y le presentaban de las haciendas que tenían. Acuérdome, cuando en aquella ciudad entrarnos, que desque vimos tan altas torres y blanquear, nos pareció al propio Valladolid. Dejemos de hablar desta ciudad y todo lo acaescido en ella, y digamos cómo los escuadrones que había enviado el gran Montezuma, questaban ya puestos entre los arcabuesos questán cabe Cholula, y tenían hecho mamparos e callejones para que no pudiesen correr los caballos, como lo tenían concertado, como ya otra vez lo he dicho, desque supieron lo acaescido se vuelven más que de paso para Méjico y dan relación a su Montezuma según y de la manera que todo pasó. Y por presto que fueron ya tenía la nueva de dos principales que con nosotros estaban y que fueron en posta. Y supimos muy de cierto que cuando lo supo Montezuma que sintió gran dolor y enojo, e que luego sacrificó ciertos indios a su ídolo Vichilobos, que le tenían por dios de la guerra, por que le dijese en lo que había de parar nuestra ida a Méjico, o si nos dejaría entrar en su ciudad; y aun supimos questuvo encerrado en sus devociones y sacrificios dos días, juntamente con diez papas, los más principales, y que hobo respuesta de aquellos ídolos, y fue que le aconsejaron que nos enviase mensajeros a desculpar de lo de Cholula y que con muestras de paz nos deje entrar en Méjico, y questando dentro, con quitarnos la comida e agua o alzarnos cualquiera de los puentes nos matarían, y que en un día si nos daba guerra no quedaría ninguno de nosotros a vida, y que allí podría hacer sus sacrificios ansí al Vichilobos, que le dio esta respuesta, como a Tescatepuca, que tenían por dios del infierno. E ternían hartazgas de nuestros muslos y piernas y brazos, y las tripas y el cuerpo y todo lo demás hartarían las culebras e sierpes y tigres que tenían en unas casas de madera, como adelante diré en su tiempo y lugar. Dejemos de hablar de lo que Montezuma sintió y digamos cómo esta cosa e castigo de Cholula fue sabido en todas las provincias de la Nueva España. Si de antes teníamos fama de esforzados y habían sabido de las guerras de Potonchan y Tabasco y de Cigapacinga y lo de Tascala, y nos llamaban teules, que es nombre como sus dioses o cosas malas, desde ahí adelante nos tenían por adivinos, y decían que no se nos podría encubrir cosa ninguna mala que contra nosotros tratasen que no lo supiésemos, y a esta causa nos mostraban buena voluntad. Ya creo questarán hartos los curiosos letores de oír esta relación de Cholula; ya quisiera habella acabado de escrebir, y no puedo dejar de traer aquí a la memoria las redes de maderos gruesos que en ella hallamos que estaban llenas de indios y muchachos a cebo, para sacrificar y comer sus carnes, las cuales redes quebramos y los indios que en ellas estaban presos les mandó Cortés que se fuesen a donde eran naturales, y con amenazas mandó a los caciques y capitanes y papas de aquella ciudad que no tuviesen más indios de aquella manera ni comiesen carne humana, y ansí lo prometieron; mas qué aprovechaba aquellos prometimientos, que no lo cumplían. Pasemos ya adelante y digamos que aquestas fueron las grandes crueldades que escribe y nunca acaba de decir el obispo de Chiapa, fray Bartolomé de las Casas, porque afirma que sin causa ninguna, sino por nuestro pasatiempo y porque se nos antojó se hizo aquel castigo, y aun dícelo de arte en su libro a quien no lo vio ni lo sabe, que les hará creer ques ansí aquello e otras crueldades que escribe, siendo todo al revés
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, que no pasó como lo escribe. Miren los religiosos de la orden de señor Santo Domingo lo que leen en el libro en lo que ha escrito, y hallarán ser muy contrario lo uno de lo otro. Y también quiero decir que unos buenos religiosos franciscos, que fueron los primeros frailes que Su Majestad envió a esta Nueva España, después de ganado Méjico, según adelante diré, fueron a Cholula para saber e inquirir cómo y de qué manera pasó aquel castigo, y por qué causa, e la pesquisa que hicieron fue con los mesmos papas e viejos de aquella ciudad, y después de bien informados dellos mismos, hallaron ser ni más ni menos que en esta relación escribo, y no como lo dice el obispo. Y si por ventura no se hiciera aquel castigo, nuestras vidas estaban en mucho peligro, según los escuadrones y capitanías que tenían de guerreros mejicanos y de Cholula, e albarradas e pertrechos, y que si allí por nuestra desdicha nos mataran, esta Nueva España no se ganara tan presto ni se atreviera venir otra armada, e ya que viniera fuera con gran trabajo, porque les defendieran los puertos y se estuvieran siempre en sus idolatrías. Yo he oído decir a un fraile francisco, de buena vida, que se decía fray Toribio Motolinea, que si se pudiera excusar aquel castigo y ellos no dieran causa a que se hiciese, que mejor fuera; mas ya que se hizo, que fue bueno para que todos los indios de las provincias de la Nueva España viesen y conosciesen que aquellos ídolos y todos los demás son malos y mentirosos, y que viendo lo que les había prometido salió al revés, que perdieron la devoción que antes tenían con ellos, y que desde allí en adelante no les sacrificaban ni venían como en romería de otras partes como solían, y desde entonces no curaron más dél y le quitaron del alto cu donde estaba, o le escondieron o quebraron, que no paresció más, y en su lugar habían puesto otro ídolo. Dejémoslo ya, y diré lo que más adelante hicimos.

Capítulo LXXXIV: De ciertas pláticas e mensajeros que enviamos al gran Montezuma

Como habían ya pasado catorce días questábamos en Cholula y no teníamos más en qué entender, y vimos que quedaba aquella ciudad muy poblada y hacían mercados, e habíamos hecho amistades entre ellos y los de Tascala, e les teníamos puesto una cruz e amonestado lascosas tocantes a nuestra santa fe, y víamos que el gran Montezuma enviaba a nuestro real espías encubiertamente a saber e inquirir qué era nuestra voluntad y si hablamos de pasar adelante para ir a su ciudad, porque todo lo alcanzaba a saber muy enteramente por dos embajadores questaban en nuestra compañía, acordó nuestro capitán de entrar en consejo con ciertos capitanes e algunos soldados que sabía que le tenían buena voluntad, porque, demás de ser muy esforzados, eran de buen consejo, porque ninguna cosa hacía sin primero tomar sobrello nuestro parecer. Y fue acordado que blanda y amorosamente enviásemos a decir al gran Montezuma, que para cumplir a lo que nuestro rey e señor nos envió a estas partes, e hemos pasado muchos mares e remotas tierras solamente para le ver e decille cosas que le serán muy provechosas desque las haya entendido, que veniendo que veníamos camino de su ciudad, porque sus embajadores nos encaminaron por Cholula, que dijeron que eran sus vasallos, e que dos días, los primeros que en ella entramos, nos rescibieron muy bien, e para otro día tenían ordenada una traición con pensamiento de nos matar, y porque somos hombres que tenemos tal calidad que no se nos puede encubrir cosa de trato ni tratación ni maldad que contra nosotros quieran hacer, que luego no lo sabemos, e que por esta causa castigamos algunos que querían ponerlo por obra, e que porque supo que eran sus subjetos, teniendo a su persona e a nuestra gran amistad dejó de asolar y matar todos los que fueron en pensar en la traición. Y lo peor es que dijeron los papas e caciques que por consejo e mandade sus embajadores lo querían hacer. Lo cual nunca creímos que tan gran señor como él es tal mandase, especialmente habiéndose dado por nuestro amigo, y tenemos colegido de su persona que ya que tan mal pensamiento sus ídolos le pusieron de darnos guerra, que sería en el campo, mas en tanto teníamos que pelease en campo que en poblado, que de día que de noche, porque les mataríamos a quien tal pensare hacer; mas como le tiene por gran amigo, e le desea ver y hablar, luego nos partimos para su ciudad a dalle cuenta muy por entero de lo que el rey nuestro señor nos mandó. E como el Montezuma oyó esta embajada y entendió que por lo de Cholula no le poníamos toda la culpa, oímos decir que tornó a entrar con sus papas en ayunos e sacrificios que hicieron a sus ídolos para que se tornase a retificar que si nos dejaría entrar en su ciudad o no, y si se lo tornaba a mandar, como le había dicho otra vez. Y la respuesta que les tornó a dar fue como la primera, y que de hecho nos deje entrar, y que dentro nos mataría a su voluntad; y más le aconsejaron sus capitanes e papas que si ponía estorbo en la entrada, que le haríamos guerra en los pueblos sus subjetos, teniendo, como teníamos, por amigos a los tascaltecas y todos los totonaques de la sierra, e a otros pueblos que habían tomado nuestra amistad; y por excusar estos males, que mejor y más sano consejo es el que les ha dado su Vichilobos. Dejemos de más decir de lo que Montezurna tenía acordado, e diré lo que sobre ello hizo, e cómo acordamos de ir camino de Méjico, y estando de partida llegaron mensajeros de Montezuma con un presente, y lo que envió a decir.

Capítulo LXXXV: Cómo el gran Montezuma envió un presente de oro, y lo que envió a decir, y cómo acordamos de ir camino de Méjico, y lo que más acaesció sobre ello

Corno el gran Montezuma hobo tomado otra vez consejo con su Vichilobos e papas y capitanes, y todos le aconsejaron que nos deje entrar en su ciudad e que allí nos mataría a su salvo, y después que oyó las palabras que le enviamos a decir acerca de nuestra amistad, e también otras razones bravosas, cómo somos hombres que no se nos encubre traición que contra nosotros se trate que no la sepamos, y que en lo de la guerra que eso se nos da que sea en el campo o en poblado, que de noche o de día, o de otra cualquier maña, e como había entendido las guerras de Tascala e había sabido lo de Potonchan e Tabasco e Cingapacinga e agora lo de Cholula, estaba asombrado y aun temeroso; y después de muchos acuerdos que tuvo, envió seis principales con un presente de oro y joyas de mucha diversidad de hechuras, que valdría, a lo que juzgaban, sobre dos mill pesos, y también envió ciertas cargas de mantas muy ricas e de primas labores. E cuando aquellos principales llegaron ante Cortés con el presente, besaron la tierra con la mano, e con gran acato, como entre ellos se usa, dijeron: «Malinche: nuestro señor el gran Montezuma te envía este presente, y dice que le recibas con el amor que te tiene, e a todos vuestros hermanos, e que le pesa del enojo que le dieron los de Cholula, e que quisiera que los castigara más en sus personas, porque son malos e mentirosos, que las maldades que ellos querían hacer le echaban a él la culpa e a sus embajadores, e que tuviésemos por muy cierto que era nuestro amigo e que vamos a su ciudad cuando quisiéremos, que puesto quél nos quiera hacer mucha honra, como a personas tan esforzados y mensajeros de tan alto rey como decís que es, e porque no tiene que nos dar de comer, que la ciudad se lleva todo el bastimento de acarreto, por estar en la laguna poblados, no lo podrá hacer tan cumplidamente; mas quél procurará de hacernos toda la más honra que pudiere, y que por los pueblos por donde habíamos de pasar quél ha mandado que nos den lo que hobiésemos menester». Y como Cortés lo entendió, por nuestras lenguas, rescibió aquel presente con muestras de amor, e abrazó a los mensajeros y les mandó dar ciertos diamantes torcidos. E todos nuestros capitanes y soldados nos alegramos con tan buenas nuevas en mandarnos que vamos a su ciudad, porque de día en día lo estábamos deseando todos los más soldados, especial los que no dejábamos en la isla de Cuba bienes ningunos e habíamos venido dos veces a descubrir primero que Cortés. Dejemos esto y digamos cómo el capitán les dio buena respuesta e muy amorosa, e mandó que se quedasen tres mensajeros de los que vinieron con el presente para que fuesen con nosotros por guías, y los otros tres volvieron con la respuesta a su señor y le avisan que ya íbamos camino. Y cuando aquella nuestra partida entendieron los caciques mayores de Tascala, que se decían Xicotenga el viejo e ciego y Maseescasi, los cuales he nombrado otras veces, les pesó en el alma, e enviaron a decir a Cortés que ya le habían dicho muchas veces que mirase lo que hacía e se guardase de entrar en tan recia ciudad, donde había tantas fuerzas e tanta multitud de guerreros, porque un día o otro nos darían guerra, e temía que no podríamos salir con las vidas: e que por la buena voluntad que nos tiene, que ellos quieren enviar diez mill hombres con capitanes esforzados que vayan con nosotros con bastimento para el camino. Cortés se lo agradesció mucho su buena voluntad, y les dijo que no es justo entrar en Méjico con tanta copia de guerreros, especialmente siendo tan contrarios los unos de los otros; que solamente había menester mill hombres para llevar los tepuzquez e fardaje e para adobar algunos caminos. Ya he dicho otra vez que tepuzques en estas partes dicen por los tiros, que son de hierro, que llevábamos. Y luego despacharon los mill indios muy apercebidos, y ya questábamos a punto para caminar, vinieron ante Cortés los caciques e todos los más principales guerreros que sacamos de Cempoal, que andaban en nuestra compañía y nos sirvieron muy bien y lealmente, e dijeron que se querían volver a Cempoal, e que no pasarían de Cholula adelante para ir a Méjico, porque cierto tenían que si allá iban que habían de morir ellos y nosotros, e que el gran Montezuma les mandaría matar, porque eran personas muy principales de los de Cempoal, que fueron en quitalle la obidiencia e en que no se le diese tributo, e en aprisionar sus recaudadores cuando hobo la rebelión ya por mí escrita en esta relación. E desque Cortés los vio que con tanta voluntad le demandaban aquella licencia, les respondió con doña Marina e Aguilar que no hobiesen temor ninguno que rescibirían mal ni daño, e que pues iban en nuestra compañía, que quién había de ser osado a los enojar a ellos ni a nosotros, y que les rogaba que mudasen su voluntad e que se quedasen con nosotros; y les prometió que les haría ricos. E por más que se lo rogó Cortés e doña Marina se lo decía muy afectuosamente, nunca quisieron quedar, sino que se querían volver. E desque aquello vio Cortés, dijo: «Nunca Dios quiera que nosotros llevemos por fuerza a aquestos indios que tan bien nos han servido». Y mandó traer muchas cargas de mantas ricas e se las repartió entre todos, e también envió al cacique gordo, nuestro amigo, señor de Cempoal, dos cargas de mantas para él y para su sobrino Cuesco, que ansí se llama otro gran cacique, y escribió al teniente Joan de Escalante, que dejábamos por capitán, y era en aquella sazón alguacil mayor, todo lo que nos había acaescido, y cómo íbamos camino de Méjico, e que mirase muy bien por todos los vecinos, e se velase, e que siempre estuviese de día e de noche con gran cuidado, e que acabase de hacer la fortaleza, e que a los naturales de aquellos pueblos que los favoresciese contra mejicanos, y no se les hiciese agravio por ningún soldado de los que con él estaban. Y escrita esta carta y partidos los de Cempoal, comenzamos nuestro camino muy apercebidos.

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