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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Impávido (13 page)

BOOK: Impávido
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Sus palabras hicieron vacilar a la mayoría de los presentes, pero la capitana Faresa le dedicó a Crésida una mirada especialmente ácida.

—No necesitamos que una oficial inferior en rango y experiencia nos dé lecciones.

La comandante Crésida se ruborizó, pero gracias al retardo temporal en la señal de la nave de Crésida, Geary pudo responder primero.

—Yo dirijo esta reunión y esta flota —afirmó con voz dura—, y yo decido qué necesitamos oír. Cualquier aportación de un oficial competente como la comandante Crésida será bien recibida.

Se sucedieron más objeciones. Geary las rebatió con argumentos. Se oyeron más voces que pedían la opinión del capitán Falco. Los aliados más fuertes de Geary las acallaron esgrimiendo el innegable hecho de que Falco no estaba aún familiarizado con las circunstancias de la flota. Por fin Geary alzo una mano disuasoria.

—Hay que tomar una decisión. Yo soy el responsable de tomarla. Lo fundamental es lo siguiente: llevaré a esta flota a Sancere porque supone nuestra mayor esperanza de seguir sobreviviendo. Y cuando lleguemos allí, de paso les infligiremos a los síndicos una severa derrota para vengar la
Doblefilo,
el
Estilete,
el
Mazo
y el
Blindado.

Más de un comandante parecía descontento, más de uno miró a Numos en busca de más discrepancias, pero una mirada de Geary hizo que esta vez Numos guardara silencio. Y lo más importante, la mayoría de los oficiales parecían no solo estar dispuestos a seguir a Geary, sino también estar convencidos de la validez de sus argumentos.

—Eso es todo —concluyó Geary—. En pocos minutos se emitirán las órdenes para maniobrar la flota de regreso al punto de salto que utilizamos para entrar en este sistema.

La muchedumbre se fue reduciendo en pocos segundos; únicamente permaneció la capitana Desjani y la presencia virtual del capitán Duellos. Desjani se puso en pie y esbozó una sonrisa adusta.

—Otra victoria, señor.

—Creo que preferiría enfrentarme a los síndicos —admitió Geary—. Por favor, encárguese de que el
Intrépido
transmita la orden de cambio de rumbo. Ejecución… —consultó las lecturas—… a las dos punto cero.

—Sí, señor. —Desjani saludó antes de salir.

Geary asintió en dirección a Duellos.

—Gracias por el respaldo.

Duellos le dedicó a Geary una mirada llena de escepticismo.

—No esperará en serio que los síndicos nos permitan acceder a su puerta hipernética en Sancere, ¿verdad?

Geary bajó la mirada y torció el gesto.

—No. Creo que los síndicos no se pueden permitir el lujo de que esta flota llegue a casa con una llave para su hipernet operativa. Eso le daría a la Alianza un margen decisivo en la guerra.

—Así que tomarán la medida extrema de destruir la puerta antes que permitirnos el acceso.

—Probablemente. —Geary se encogió de hombros—. Siempre cabe la posibilidad de que no lo hagan. Es una probabilidad muy mínima, pero la hay.

—Cierto —suspiró Duellos—. De no ser por esa puerta, la flota no le habría seguido hasta Sancere, lo sabe, ¿verdad?

—Lo sé.

—Pero si llega hasta allí y vence, los escépticos tendrán muchos problemas para encontrar a alguien que los escuche. —Duellos saludó cuidadosamente—. Es un riesgo tremendo, pero se ha ganado nuestra confianza.

Geary devolvió el saludo.

—Gracias.

—¿Está seguro de que los accesos de salto nos pueden llevar de Cydoni a Sancere?

—Totalmente.

Cuando Duellos se hubo «marchado», Geary regresó desalentado a su camarote. No necesitaba estar en el puente de mando cuando la flota virara, podía observar la maniobra desde los visualizadores de su propio camarote. Normalmente intentaba estar en el puente de mando, en todo caso, satisfaciendo la necesidad de la tripulación de creer que su comandante se interesaba por su trabajo y por cómo lo hacían, pero después de las prolongadas discusiones, a menudo demasiado hostiles, con las que había tenido que lidiar, Geary necesitaba urgentemente un descanso.

Vio a la copresidenta Rione esperando en la puerta de su camarote y, consciente de que había tenido tiempo suficiente para ser informada sobre la reunión por parte de algunos de los comandantes de los navíos pertenecientes a la República Callas, vio el fuego apenas reprimido en el fondo de sus ojos y supo que todavía no iba a poder tomarse ese descanso.

Rione se quedó de pie en silencio hasta que Geary entró, lo siguió dentro y esperó hasta que la escotilla estuvo cerrada para volverse contra él y dejar que sus sentimientos afloraran con claridad.

Al mirarla, Geary se dio cuenta de que nunca había visto enfadada a la copresidenta Victoria Rione. Y era algo que le hubiera gustado no volver a ver.

—¿Cómo ha podido hacer algo así? —inquirió Rione dando la sensación de que escupía cada una de las palabras que pronunciaba.

Geary habló con cautela.

—Creo que este es el mejor paso…

—¡Ha traicionado a esta flota! ¡Ha traicionado a la Alianza! ¡Y me ha traicionado a mí!

Estremeciéndose ante la dureza de sus palabras, Geary, con todo, se sorprendió fijando su atención en esta última frase.

—¿La he traicionado a usted? ¿Cómo?

Rione se sonrojó al tiempo que se apartaba.

—Eso es… no importa. Me he expresado mal. ¡Quería decir que ha traicionado a todos los miembros de esta flota, a todos los oficiales y los tripulantes que han confiado en que ejercería el mando de manera sensata! Yo no he obrado en su contra. He tratado de apoyar sus esfuerzos pensando que había demostrado su falta de ambición personal y un mínimo de sentido común. Me equivoqué, capitán Geary. ¡Engañándome acerca de sus verdaderas intenciones ha conseguido manipular esta flota para poder jugar a ser el héroe que obviamente siempre ha pretendido ser! ¡Y me ha convertido en cómplice involuntaria de sus planes!

—No soy un héroe —le espetó Geary—. No se trata de eso en absoluto. Si se tomara un segundo para considerar mis motivos…

—¿Sus motivos? Ya conozco sus motivos —insistió Rione—. Teme que el capitán Falco le arrebate el mando de esta flota. ¡He oído lo que él le advirtió, que la flota elegiría a otro comandante si usted no era lo bastante audaz! ¡Así que para evitar que eso ocurra, está dispuesto a poner en peligro a esta flota! ¡Como si la flota y todas las personas que la componen fueran solo un juguete por el que usted y el capitán Falco se estuvieran peleando como un par de críos celosos! ¡Si usted no puede tenerlo, nadie puede!

Geary tuvo que hacer un gran esfuerzo para refrenar su cólera.

—Señora copresidenta —logró articular—, he extrapolado todas las posibles acciones…

—¿En serio? ¿Y existen registros de esas extrapolaciones, capitán Geary? —solicitó.

Aquella pregunta dejó a Geary fuera de juego por un instante.

—¿Tiene acceso a mis modelos estratégicos personales y a mis simulaciones? Se supone que están custodiados bajo un sello de seguridad exclusivo.

Rione, que parecía arrepentida de haber admitido tal extremo, asintió imperiosamente de todos modos.

—¿Acaso tenía algo que ocultar, capitán Geary? ¿Algo como una total ausencia de registros de las simulaciones que según afirma justifican esta decisión que ha tomado?

—Yo no hago simulaciones —bramó Geary—. Lo he hecho todo mentalmente. ¡No es tan preciso como una simulación, pero es suficiente para identificar los peligros a los que nos enfrentamos!

—¿De verdad espera que me lo crea? ¿Además de ingenua, cree que soy estúpida, capitán Geary? ¿Qué más favores pensaba obtener de mí a través de su manipulación? ¿Se cree que no tengo orgullo? ¿Que no tengo sentido del honor?

Geary procuró volver a controlar su ira.

—No la he engañado, no la he manipulado, he sido honesto en cada paso que he dado.

Rione se acercó con los ojos encendidos.

—He tenido que soportar muchas cosas en beneficio de la Alianza, capitán Geary, pero saber que he sido tratada de este modo por un hombre que había pensado que estaba por encima de estas cosas es lo más humillante que he experimentado jamás. Peor. El hecho de que se haya salido con la suya utilizándome para sus objetivos significa que estas naves, y quizá la propia Alianza, están condenadas. Los habitantes de la República Callas, a quienes juré que serviría con fidelidad, están condenados. He fracasado, capitán Geary. Puede estar satisfecho de eso. No necesita seguir fingiendo que se le ha acusado injustamente.

Geary la miró.

—Tanto si lo cree como si no, esto no tiene nada que ver con usted.

—No, capitán Geary. No tiene que ver conmigo. Tiene que ver con los miles de hombres y mujeres a quienes está enviando a morir.

Geary apartó la mirada tratando de recuperar la compostura.

—Si me hiciera el favor de dejar que le explique mis intenciones…

—Ya las he oído. —Rione se dio media vuelta, se alejó un paso y volvió el rostro de nuevo para mirarlo—. Las simulaciones que dice que ha llevado a cabo no existen. Ni siquiera ha intentado demostrar lo contrario.

—¡Nunca he dicho que llevara a cabo simulaciones!

Rione hizo una pausa, y entonces una amarga sonrisa le curvó la comisura de los labios.

—¿De modo que el sencillo guerrero escogió sus palabras con sumo cuidado? ¿Dando a entender que algo ha existido cuando no es así?

—¡No pretendí que nadie malinterpretara mis razones para llevar a cabo este movimiento! Solo tiene que aceptar mi palabra de que he sopesado mi decisión.

—Qué adecuado —afirmó Rione con una voz que de repente se había vuelto glacial—. Solo tengo que aceptar su palabra otra vez. No me había dado cuenta de que me infravalorara tanto. ¿De verdad soy tan fácil de manipular?

—¡Yo no la manipulé! ¡Nunca fue mi intención!

—Eso es lo que usted dice. —Rione negó lentamente con la cabeza sin apartar los ojos de Geary en ningún momento—. Ya me ha quedado claro cuáles son sus verdaderas intenciones.

—Pues muy bien —dijo Geary casi con un gruñido—. Entonces, ¿por qué no me dice cuáles cree usted que son?

—Ya se lo he dicho. Cuando se ha enfrentado a un serio desafío a su mando al frente de esta flota, ha decidido emprender la clase de acción absurda, arriesgada e irreflexiva que lleva semanas jactándose de que aborrece. Su intención, capitán Geary, pasa por demostrar que puede ser tan estúpidamente agresivo como el capitán Falco para asegurarse de que esas naves lo acompañan, sin tener en cuenta lo que les pueda suceder como consecuencia de ello.

—Esto no es estúpido —le espetó Geary—. He tenido en cuenta todas las opciones.

—¡Y es evidente que ha descartado todas las inteligentes!

—¡No quiero que destruyan esta flota! ¡De haber seguido adelante según lo planeado, habríamos quedado atrapados por una fuerza síndica superior después de que otras fuerzas menores nos hubieran ido desgastando en todos los sistemas que nos encontráramos por el camino! —Geary se dio cuenta de que le estaba gritando otra vez, más enojado de lo que recordaba haberlo estado desde que lo habían rescatado.

Ella siguió gritándole a él.

—¿Dónde están las pruebas que demuestran que ha contemplado todas las opciones? ¿Dónde están las simulaciones que ha llevado a cabo?

—¡En mi cabeza!

—¿De verdad espera que me crea un argumento tan conveniente? ¿Un argumento que no puedo contrastar? ¿Se supone que tengo que seguir confiando en usted y ya está?

—¡Sí! ¡Creo que me he ganado el beneficio de la duda!

—¿El beneficio de la duda? Eso ya se lo he otorgado en el pasado, capitán Geary, y he acabado por lamentarlo. Pero usted no ofrece ni una sola prueba que justifique su plan de acción, ¡ni una! Esta decisión que ha tomado está totalmente infundada, no hay ninguna prueba más que sus afirmaciones. ¡Se supone que se aferra al mando por haber demostrado que es mejor persona que el capitán Falco, y no que es aún más idiota que él!

Geary sacudió la cabeza como un toro furioso.

—Nunca he dicho que fuera mejor persona.

—Sí que lo ha hecho —lo acusó Rione—. Habló de que le importan las vidas de los tripulantes de esta flota, habló de liderarlos con sensatez. Habló de… —Se interrumpió con el rostro desencajado por la rabia—. ¿Cómo ha podido hacerme esto?

—¿A usted? —Ahí lo tenía otra vez. Geary se las arregló para contener su ira con un esfuerzo inmenso, preguntándose porqué la furia de Rione le estaba afectando tanto—. Yo no he abusado de su confianza. No la he manipulado. Le juro que se trata de mi mejor criterio. Para mantener a la flota con vida y para llevarla a casa.

—¿De verdad se cree eso? —inquirió Rione—. No puede ser tan estúpido, tiene que estar mintiendo.

—Es verdad. —Blandió un brazo en dirección al visualizador estelar—. ¡Si no me cree, haga usted misma la simulación! Y mire lo que pasa si seguimos adelante hacia alguno de los destinos que hemos estado considerando.

—¡Lo haré! Llevaré a cabo las simulaciones y crearé registros verificables de mi propia cosecha. ¡Y cuando demuestre que sus conclusiones son completamente erróneas, le enseñaré los resultados, suponiendo que esta nave siga intacta y no se haya convertido en una ruina a la espera de que llegue alguna salvaje tripulación síndica!

Rione salió a toda prisa dejando a Geary solo con el eco de su cólera y su decepción. Él se volvió hacia la proyección del paisaje estelar que había en una de las paredes y lo golpeó varias veces con violencia; sin embargo, a pesar de que las estrellas oscilaron a cada nuevo impacto, sus esfuerzos no hallaron más consecuencias.

La flota de la Alianza volvió a virar, cientos de naves grandes y pequeñas cabeceando de un lado para otro a medida que sus proas giraban. Propulsores encendidos impulsando las naves hacia un nuevo rumbo, arqueándose sobre el plano del sistema estelar Sutrah y bajando de nuevo hacia el punto de salto por el que la flota había entrado poco antes.

Geary, satisfecho con la suave ejecución de la maniobra, a pesar de que sabía que se había realizado mediante controles automatizados, mantuvo los ojos en las luces de los buques de guerra síndicos que seguían merodeando por los límites del sistema estelar. Los buques de guerra enemigos más cercanos se encontraban a casi dos horas luz de distancia, de modo que no se percatarían de que la flota de la Alianza había llevado a cabo un cambio de rumbo tan grande hasta esa hora. Después de eso tendrían que esperar para poder determinar cuál era su nuevo objetivo, asegurarse de que en realidad la flota de la Alianza estaba retornando hacia el primer punto de salto y confirmar que efectivamente hacía uso de ese punto de salto.

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