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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Impávido (14 page)

BOOK: Impávido
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Todavía tienen una nave aquí, una más allá y tres allí No pueden enviar actualizaciones a las tres estrellas que se pueden alcanzar a través de los otros puntos de salto sin enviar una nave cada vez. Podrían remitirles un aviso a todas ellas advirtiéndoles de que al parecer estamos retrocediendo, o podrían notificárselo a todas cuando definitivamente utilicemos el punto de salto por el que llegamos para abandonar el Sistema. Pero no las dos cosas a la vez, así que van a tener que esperar hasta que sepan que nos hemos marchado. Eso nos da más tiempo y deja a los síndicos más desorientados. Además, eso les hará suponer que pueden emplear el número de naves más «eficiente» para seguir a mi flota en lugar de conformarse con esperar a ver qué pasa.

No era que quisiera que los síndicos aprendieran algo de su experiencia. Ya habían aprendido bastante al sembrar el sistema Sutrah de sorpresas desagradables, y rezaba por que en Strabo no sucediera lo mismo.

4

Siete horas más para saltar a Strabo. Geary definió cuidadosamente la formación para la marcha. Cuando la flota llegara a Strabo lo haría con la misma disposición que cuando abandonó Sutrah, así que quería intentar dejar las cosas bien definidas para que no hubiera más ataques descontrolados. Con tantos oficiales al mando con los que tratar, Geary no podía predecir cómo iba a reaccionar cada uno de ellos en una situación determinada, por lo que trató de situar en la vanguardia a aquellos en los que tenía buenas razones para confiar. Por desgracia, no había tantos de esos oficiales al mando como le habría gustado. Echó un vistazo a la actual formación de la flota mientras se preguntaba por qué había tantos transbordadores desplazándose entre las naves.

Alzó la vista cuando sonó la campana de la escotilla de su camarote y seguidamente la capitana Desjani hizo su entrada. Geary la saludó con una sonrisa.

—Muy oportuna. Estaba a punto de llamarla para preguntarle si sabía de qué van todos esos viajes en transbordador.

—Es un canje —explicó Desjani—. De personal. Como se ha dado parte de todos los prisioneros liberados y se han introducido en la base de datos de la flota los informes acerca de sus especialidades y experiencia, cada nave ha estado comprobando si hay disponible algún individuo en particular que pueda necesitar. Ahora mismo la mayoría de las naves están haciendo trueques para conseguir las destrezas que necesitan y transfiriendo excedentes a otras naves que necesitan más a esos individuos. La base de datos de la flota coordina todo el proceso automáticamente.

Geary sintió una leve punzada de enfado. ¿Por qué nadie se lo había dicho? ¿Por qué nadie había solicitado su aprobación? Pero entonces cayó en la cuenta de que no había necesidad de que se lo dijeran ni de que le pidieran permiso. No había suspendido el tránsito normal de individuos entre naves, y tampoco tenía tiempo para supervisar esas cosas. Las naves podían gestionar fácilmente la tarea con la ayuda de la base de datos de la flota, cumpliendo con su deber de permanecer listas para el combate y dejar que Geary mantuviera su atención fija en el panorama general.

—Supongo que si hubiera algún problema, se me comunicaría.

—Por supuesto, señor. —Desjani hizo una pausa; parecía más incómoda de lo normal—. Pido permiso para solicitar asesoramiento personal, señor.

—¿Asesoramiento personal? —¿Un asunto personal? ¿Uno sobre el que Desjani quería que él la aconsejara?—. Pues claro. Siéntese.

Desjani se volvió a sentar firme, mordiéndose el labio por un instante.

—Señor, ya conoció al teniente Riva cuando subió a bordo.

Geary se tomó unos segundos para recordar al prisionero liberado.

—Así es, su viejo amigo.

—El teniente Riva era… algo más que un amigo, señor.

—Oh. —Entonces comprendió sus palabras—. ¿Era?

Desjani respiró profundamente.

—Estuvimos yendo y viniendo, señor. Pero nunca rompimos del todo. Ahora…, bueno, él está aquí. Y tiene un rango bastante inferior al mío.

—Eso puede ser un problema —aceptó Geary pensando en el reglamento de la flota y en las apariencias—. Pero si se trata solo de un antiguo novio, estoy seguro de que podrá mantener su profesionalidad.

—No lo es… —Desjani se ruborizó levemente—. Volver a ver al teniente Riva ha sido una experiencia muy emotiva. He tardado un poco en darme cuenta de hasta qué punto lo ha sido.

—Oh. —
Deja de decir eso
.— ¿Podría volver a ser un novio actual?

—Sí, señor. Los sentimientos están ahí, sin lugar a dudas. Al menos por mi parte. Por lo que hemos podido hablar, creo que Cas… el teniente Riva siente lo mismo. —Desjani se encogió de hombros desalentada—. Pero no puede pasar nada mientras esté en mi nave. Ya sería bastante difícil a causa de la actual diferencia de rango, pero si está bajo mi mando, es sencillamente imposible.

Por fin logró captar la envergadura del problema.

—Pero justo después de volver a encontrárselo con vida no quiere enviarlo a cualquier otra unidad.

—No, señor.

Era un asunto bien espinoso, la clase de dilema personal que los oficiales al mando deseaban poder traspasarle a otro. Pero su trabajo llevaba implícita la necesidad de enfrentarse, o intentarlo al menos, a aprietos de ese calibre. Y por desgracia, en este caso en particular, él tenía experiencia personal propia de la que echar mano.

—Muy bien, este es mi consejo: si el teniente Riva se queda en esta nave, usted no puede buscar una relación personal con él. Eso es así incluso en el caso de que trabaje directamente para mí. Él se sentiría tan incómodo como usted. Y si no la juzgo mal, Tanya, cualquier cosa que usted considere profesionalmente inapropiada se verá abocada al fracaso.

Ella asintió en silencio.

—Creo que debería irse a otra nave —sugirió Geary—. Elija a un oficial que le inspire confianza. Podrán comunicarse con mucha libertad mientras nos encontremos en el espacio normal, y tendrá distancia para mantener la situación apropiada y para enfrentarse a la realidad de los cambios que han sufrido ambos desde que se vieron por última vez.

Desjani asintió y entonces miró a Geary angustiada.

—¿Y si la otra nave se pierde en combate? ¿La nave a la que lo envíe? —Geary se preguntó si había alguna otra cosa que todavía no había oído.

—¿Por qué no estaba usted en la misma nave que Riva en Quintarra?

—Necesitábamos… darnos un tiempo. —Apretó los dientes—. Yo necesitaba tomarme un tiempo. La nave a la que Riva eligió ser transferido se perdió.

Geary suspiró pensando en la culpa con la que debía de haber cargado Tanya Desjani desde la batalla de Quintarra.

—No queremos que eso vuelva a suceder. Escuche, Tanya, lo único que le puedo decir es que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para no perder más naves. Elija a un buen capitán, alguien como Duellos o Tulev, o Crésida, alguien que sepa que luchará con cabeza, y pídale que acoja a Riva como un favor personal. Si le hace sentir incómoda, se lo pediré yo mismo.

—Gracias, señor.

—Y quiero que le diga al teniente Riva con toda claridad por qué deja la nave —le ordenó Geary—. No porque necesite un tiempo ni porque quiera que esté en otra nave. No lo deje con la duda, porque si algo le pasa a usted o a él, nunca sabrá lo que sentía realmente.

—Sí, señor. —Se lo quedó mirando y Geary se preguntó si se habría delatado dejando entrever algo de su propio pasado—. Lo siento, señor.

—Fue hace mucho tiempo —respondió él apartando la mirada. La mayor parte de las cosas que habían ocurrido en su vida habían tenido lugar hacía mucho tiempo—. Espero que el teniente Riva y usted arreglen las cosas para bien, pase lo que pase.

Se quedó sentado un rato después de que Desjani se marchara, acosado por los recuerdos de una mujer que había muerto tiempo atrás y preguntándose por qué no dejaba de pensar que desearía que Victoria Rione estuviera allí para poder hablar de ello. Pero Victoria Rione creía que Geary se había dejado llevar por la peor tentación que ofrecía la situación y no quería hablar con él de nada. Con ella fuera de su alcance, los últimos amigos que Geary había conocido se habían marchado hacía mucho, mucho tiempo.

Geary entró dando agrandes zancadas en el puente de mando del
Intrépido,
frunciendo el entrecejo mientras la capitana Desjani se volvía hacia él con gesto enojado, aunque evidentemente ese enojo no lo tenía a él como objeto. Sus consultores tenían el aspecto de haber recibido el equivalente verbal a diez latigazos.

—¿Qué pasa?

—El capitán Falco ya no está a bordo —informó Desjani—. Se procuró transporte en uno de los transbordadores sin mi conocimiento.

Geary miró a los consultores.

—Supusimos que el capitán Falco estaba autorizado —explicó uno de ellos mirando alternativamente a Geary y a Desjani.

Geary se sentó sacudiendo la cabeza. Tendría que haber adivinado que Falco conseguiría engatusar a los oficiales jóvenes para que hicieran cualquier cosa que él quisiera.

—¿Adónde ha ido?

—A la
Guerrera,
señor.

—¿La
Guerrera?
—Geary habría pensado que iría a la nave de Numos, la
Orión,
o a la de Faresa, la
Majestuosa—. ¿
Quién es el oficial al mando de la
Guerrera?
—musitó mientras accionaba los controles que le facilitarían esa información.

El capitán Kerestes. La hoja de servicio de aquel hombre estuvo disponible con solo pulsar un botón, y Geary la revisó rápidamente. Claro. Kerestes se las había arreglado para sobrevivir mucho más que la mayoría de los oficiales, y había servido bajo el mando del capitán Falco en la misma batalla que había mencionado Duellos. En la misma, nave, de hecho. El lenguaje altisonante del historial de Kerestes no le dijo mucho a Geary, pero el hecho de que ni Kerestes ni la
Guerrera
le hubieran dado motivos para advertir su presencia hasta el momento le hizo sospechar que Kerestes no era ni el más dinámico ni el más enérgico de sus comandantes.

Geary marcó un canal privado y llamó al capitán Duellos, de la
Osada.

—¿Qué puede contarme sobre el capitán Kerestes? Ustedes dos estaban en la misma nave en Batana.

Duellos pareció sorprendido ante la petición.

—¿Es que ha hecho algo que merezca su atención?

—El capitán Falco se las ha arreglado para meterse en la
Guerrera.
Me pregunto por qué ha elegido esa nave.

—Porque el capitán Kerestes suple su carencia de iniciativa y capacidad intelectual con una sumisa obediencia. Hará lo que Falco le diga.

Geary asintió procurando no sonreír.
No te reprimas, capitán Duellos. Dime lo que piensas de ese hombre.

—Entonces, ¿Kerestes no es un problema en sí mismo?

—No se preocupe por él —advirtió Duellos—. Considere al capitán Falco como oficial al mando de la
Guerrera
para cualquier asunto de alcance.

—Gracias.

Geary se apresuró a comprobar la formación planificada después de hablar con Duellos. Había situado a la
Guerrera
en uno de los flancos para apoyar a las unidades ligeras de esa área. Ahora era demasiado tarde para retirarla y situarla en alguna otra posición donde Falco tuviera menos espacio para causar estragos.

Geary se concentró tratando de recordar qué más tenía pensado preguntar antes de que la noticia sobre Falco le rompiera los esquemas.

—Capitana Desjani, acerca de ese otro oficial del que me habló, ¿se ha solventado la situación de manera satisfactoria?

Después de pasar un tiempo en la flota, se podía llegar a describir cualquier cosa en términos que sonaran oficiales.

—Ha sido transferido a la
Furiosa,
señor —respondió Desjani como si le estuviera dando parte de un informe rutinario—. Como usted sugirió, me encargué de que recibiera un informe completo de la situación y de las razones de su transferencia antes de su marcha.

—¿Qué le ha parecido a él la transferencia?

—Parecía satisfecho por la oportunidad que supone, señor —afirmó Desjani.

—Bien.

Sonaba todo tan oficial que Geary tuvo dificultades para recordar que estaban hablando sobre un tema personal. Albergaba la esperanza de que la capitana Desjani y el teniente Riva obtuvieran mejores resultados de sus consejos que él mismo.

—Vámonos de aquí —anunció sin dirigirse a nadie en particular. Con un último vistazo a las imágenes horas luz retardadas de los buques ligeros síndicos que venían siguiendo a la flota, y consultando después atentamente la larga lista de sus naves para ver que todas mostraban la luz verde que indicaba que estaban listas para el salto, Geary ordenó a sus naves que saltaran a Strabo.

El tránsito a Strabo a través del espacio de salto no era largo, solo cinco días. El salto a Cydoni tampoco duraría mucho, pero el salto a Sancere lo compensaría con creces.

El espacio de salto siempre había resultado raro, un extraño y, en apariencia, eterno vacío de un monótono negro marcado únicamente por la presencia ocasional de manchas de luz. La naturaleza de esas luces, lo que las causaba y su por qué, había sido un misterio en los tiempos de Geary y a día de hoy seguían sin identificar, puesto que no había modo alguno de explorar el espacio de salto. En cierto modo, esto reconfortaba a Geary: había algo de su pasado y del presente que permanecía inmutable.

Sin embargo, ese fue el único consuelo que halló durante el salto. Ya tenía bastante con que la única persona en la que sentía que podía confiar, la copresidenta Rione, no se hubiera acercado a él, ni le hubiera enviado ningún mensaje desde su discusión. Ya tenía bastante con tener que preocuparse, como venía siendo habitual, de que los síndicos tuvieran preparada alguna sorpresa desagradable esperándolo a él y a la flota en Strabo. Podían haberse anticipado a él, vaticinado que él adivinaría adónde lo llevaría su trayectoria actual y volver así sobre sus pasos. Pero si sucumbía a esa clase de temores, se vería paralizado, sería incapaz de tomar cualquier decisión porque lo síndicos podrían adelantarse a cualquier medida que tomara.

No, esta vez había algo más que lo tenía preocupado. Para cuando llegó el cuarto día había reducido el número de problemas a dos. Uno era el nuevo problema del capitán Falco, y el otro era el viejo problema del capitán Numos y los otros oficiales descontentos a los que representaba.
Puedo enfrentarme a uno solo de esos problemas. Pero a los dos… ¿Y si Numos utiliza a Falco como el héroe que necesita para causarme graves problemas de mando? Cuando lleguemos a Strabo habrán tenido casi una semana para idear el modo de complicarme la vida y de poner esta flota en peligro.

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