Incansable (42 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Incansable
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En el momento en que Geary aceptó la conexión, vio que la oficial al mando de la Obús se quedaba estupefacta al encontrarse con él.

—¿Cuáles eran sus órdenes, capitana? —preguntó.

La oficial al mando de la Obús tardó unos instantes en reaccionar.

—Señor, teníamos órdenes de mantener nuestra posición cerca de este punto de salto para realizar labores de reconocimiento y mensajería.

—Muy bien. Comprendo que no se trata de la misión más apasionante, pero es un trabajo fundamental. Mantengan la posición. Si lo síndicos consiguen provocar el colapso de la puerta hipernética de este sistema, los verán destruir los ronzales, así que podrán saber cuándo el colapso está a punto de producirse. No esperen a que la puerta se colapse. Si lo hacen, morirán como consecuencia de la onda de choque resultante. Tendrán que saltar antes de que eso ocurra y dar el aviso de que Varandal probablemente ha sido arrasado.

—Sí, señor.

—Gracias. —Una vez que la imagen de la capitana de la Obús hubo desaparecido, Geary tomó asiento y se quedó mirando el visualizador, pensando en todas las cosas que podrían salir mal—. Tanya, ¿a qué nivel estarán las reservas de células de combustible de los cruceros de batalla cuando nos encontremos con los síndicos?

—En torno al quince por ciento, señor, dependiendo de lo que hagan los síndicos.

—¿Cuántas células de combustible consume la flota durante un enfrentamiento normal?

Desjani extendió las palmas de las manos.

—¿Se refiere a un enfrentamiento normal desde que está usted al mando o a lo que era habitual antes, señor?

—Desde que yo comando la flota.

—Con usted ningún combate ha sido normal, señor —respondió la capitana con tono alentador—. El quince por ciento será suficiente.

—Si la fe sirviera como combustible, capitana Desjani, solo con la suya bastaría para toda la flota.

—No soy la única que tiene fe, capitán Geary. —Señaló con los ojos a los consultores del puente, que hablaban, unos con tranquilidad y otros con más vehemencia, de todo lo que estaba ocurriendo—. No tienen miedo de lo que pueda pasar.

Cinco horas más tarde, Geary volvió a mirar su visualizador. En una ventana del mismo, la capitana Jane Geary, con una postura tan firme como su voz y una mirada centelleante, aceptaba las nuevas órdenes. Parecía un tanto demacrada, sin duda a causa del agotamiento producido por la larga batalla que había acontecido allí antes de que llegara la flota de la Alianza. Geary era consciente de que, por haber pasado un siglo en estado de sueño de supervivencia, Jane Geary había envejecido más que él, a pesar de ser su sobrina nieta; aun así, le seguía chocando que ella pareciese un poco mayor que él, su tío abuelo.

—Habla la capitana Jane Geary. Acepto las órdenes del comandante de la flota en funciones. Comprendo que deberemos luchar hasta la muerte para impedir que los síndicos derriben la puerta hipernética. Geary, cambio y corto.

La capitana evitó pronunciar el nombre de su tío abuelo, pero no discutió su autoridad. Al principio, a Geary no le pareció bien que Jane no lo hubiera saludado, aunque enseguida recordó que quienes no formaban parte de la flota no realizaban aquel gesto que él reintrodujo en la misma. Su sobrina nieta no había pretendido ofenderlo.

Jane Geary había entendido a la perfección la orden de detener a los síndicos a toda costa. ¿Tendría claro también que, conforme a esas instrucciones, debía evitar poner en peligro su destacamento especial siempre que no fuera imprescindible?

—¿Se encuentra bien, señor? —le preguntó Desjani con tono despreocupado.

—Es solo que preferiría reencontrarme con mi familia en unas circunstancias menos estresantes. Un momento. Los síndicos están reaccionando. —Hacía dos horas y media que la flotilla de reserva había alterado su rumbo adoptando un ángulo descendente para orientarse hacia la puerta hipernética. Geary comprobó sus trayectorias y vio que los síndicos alcanzarían la puerta antes que sus cruceros de batalla—. Ahora todo depende de Jane Geary. ¿Podrá retenerlos?

—Esperemos que sí.

Las defensas que quedaban del destacamento especial
Impertérrita
se habían replegado delante de los síndicos, manteniendo la distancia, mientras el enemigo avanzaba hacia ellas y la puerta hipernética. Geary permaneció pendiente de la retirada durante casi media hora, preguntándose qué decisión tomaría Jane Geary.

Obtuvo la respuesta cuando el visualizador mostró una serie de explosiones producidas por unas minas tendidas contra las naves de la flotilla síndica de reserva.

—Bien —dijo Desjani—. Esperaron hasta que los síndicos comenzasen a perseguirlos y, entonces, desplegaron un campo de minas tras ellos. Observe. Ese crucero de batalla síndico ha chocado con tres minas.

—También han perdido un crucero pesado —señaló Geary. Ninguno de los demás buques de guerra síndicos parecía afectado, pero incluso un pequeño ataque como aquel servía para igualar un poco las fuerzas.

Así y todo, los síndicos seguían adelante, hasta que quince minutos más tarde una nueva nube de minas derribó dos naves de caza asesinas y provocó daños en varios buques más.

—¿Cuántas minas tiene Jane Geary? —pensó Desjani en voz alta.

—Los síndicos deben de estar haciéndose la misma pregunta.

Esta vez la flotilla de reserva no mantuvo el rumbo, sino que aceleró y ascendió para escapar del destacamento especial
Impertérrita
. Las naves de la Alianza respondieron desviándose y desplazándose hacia un flanco, con el fin de obligar a los síndicos a iniciar una nueva persecución, esta vez con un ángulo que los alejaba de la puerta hipernética.

—Está intentando desviarlos —observó Desjani con aprobación—. No cabe duda de que es una Geary.

Aun así, ninguna nave de la flotilla decidió participar en la carrera. En lugar de eso, los síndicos disgregaron la caja de forma que media docena de acorazados, dos cruceros de batalla y un grupo de escoltas se desplegaron en persecución de la
Impertérrita
mientras el resto de síndicos seguían avanzando hacia la puerta hipernética.

—Pero ¿qué está haciendo…? —Antes de que Geary terminara de preguntarse cuál era la intención de su sobrina nieta, la
Impertérrita
, la Cumplidora, la Desmesurada y sus escoltas ya habían retomado su posición para cargar contra los buques de guerra síndicos que los perseguían. Con todo, seguían hallándose en clara desventaja. Geary aguardó con el corazón en un puño, consciente de que lo que hubiera ocurrido, había tenido lugar hacía ya dos horas.

Momentos después, los dos grupos de buques de guerra volvieron a separarse, aunque no parecía que se hubieran producido bajas en ninguno de ellos.

—Los ha esquivado. Los síndicos esperaban que cargase directamente hacia ellos, pero en vez de eso se desplazó lo suficiente hacia un lado para evitar que sus naves sufrieran ningún daño. —Desjani observaba el visualizador con verdadera intriga—. Señor, la
Impertérrita
está evitando a los síndicos deliberadamente. La capitana Jane Geary se ha dado cuenta de que, si sus buques de guerra se mantienen cerca de la puerta hipernética, los síndicos no podrán enviar los cruceros pesados para colapsarla mientras los demás escapan, pues la
Impertérrita
y sus compañeras podrían derribarlos con facilidad.

—Una parte de los síndicos tendría que aceptar una misión suicida —convino Geary—. Esto no es Lakota. Los tripulantes de esas naves saben lo que ocurrirá cuando eliminen la puerta. ¿Podría el comandante de la flotilla síndica de reserva convencer a un número suficiente de naves para que permanezcan cerca de la puerta de todos modos como una barrera contra el destacamento especial
Impertérrita?

—Lo dudo. Una cosa es enviar al matadero a un pequeño grupo de comandos de las Fuerzas Especiales, pero ¿mandar a los tripulantes de las naves? No es una de sus funciones.

Geary llamó al teniente Íger.

—Necesito conocer su opinión: ¿cree usted que las naves síndicas aceptarían una misión sabiendo que les espera una muerte segura?

Íger hizo un gesto negativo con la cabeza.

—Por regla general, no, señor. A pesar de que suelen luchar a muerte, no es habitual que las naves síndicas emprendan misiones suicidas. —Guardó un silencio momentáneo—. Puede que esto tenga una explicación, señor. La prisionera síndica que viaja a bordo del
Intrépido
ha estado recibiendo atención médica. Según los médicos, el hecho de presenciar la destrucción del sistema estelar Kalixa le provocó un profundo trauma, por lo que necesita sedación para dormir.

—Lo comprendo, teniente —dijo Geary—, pero ¿qué tiene eso que ver con todo esto?

—Señor, recuerde que la prisionera nos contó que los directores generales síndicos de la flotilla de reserva le ordenaron que les enviara copias de los registros que había en su crucero sobre aquel suceso. Eso significa que los oficiales síndicos de la flotilla, o por lo menos algunos, han visto los acontecimientos de Kalixa que tanto impresionaron a nuestra prisionera.

—Entiendo. —Si ver las escenas de Lakota, que resultaban relativamente menos espantosas, provocó un fuerte sentimiento de repugnancia entre sus oficiales, ¿cómo reaccionarían los síndicos al presenciar algo mucho peor?—. Y supongo que los directores generales de la flotilla de reserva tendrán esos registros a buen recaudo.

Íger sonrió.

—No cabe duda de que es lo que pretenden, señor. Aun así, los sistemas síndicos son como los nuestros: están llenos de puertas traseras y de subredes extraoficiales. No se puede construir y mantener una red tan compleja sin recurrir a ese tipo de soluciones, y sabemos que los síndicos saben aprovecharlas tanto como nosotros.

—De modo que es posible que muchos de los integrantes de esa flotilla hayan visto los registros de Kalixa. Gracias, teniente. —Se dirigió a Rione y Desjani y les puso al tanto de lo que Íger le había contado.

Después de escuchar a Geary, Desjani asintió con la cabeza.

—Ver lo que sucedió en Lakota me quitó las ganas de colapsar una puerta empleando el
Intrépido
.

—¿Los directores generales síndicos que comandan la flotilla no pueden imponer el control automático de cualquiera de las naves? —preguntó Rione—. Es lo que hicieron en Sancere.

—Podrían —convino Geary—, pero los tripulantes de las naves síndicas de Sancere consiguieron recuperar parte del control antes de que fuesen destruidas. Lo más probable es que los tripulantes de estas naves síndicas también estén capacitados para anular la navegación automática. Saben lo que les ocurriría si no lo hicieran.

—En ese caso, mientras la
Impertérrita
siga evitando su destrucción, tendremos una posibilidad —concluyó Desjani con alivio.

—Eso parece. —Geary le envió otro mensaje a la
Impertérrita
para comunicarle sus últimas averiguaciones—. Debo admitir que me sorprende que Jane Geary esté evitando enfrentarse con los síndicos. Es justo lo que necesitamos que haga, pero no es característico de…

—¿De la forma de combatir que tenía esta flota hasta que usted volvió? —preguntó Desjani—. No, no lo es. Nos preguntábamos por qué una Geary estaba al mando de un acorazado en lugar de un crucero de batalla, ¿recuerda? Ahí tiene la respuesta: no es lo bastante agresiva.

Esto significaba que Jane Geary prefería emplear una táctica bien orquestada antes que limitarse a emprender un ataque frontal contra el enemigo. Tanto la
Impertérrita
como la Cumplidora hacían honor a su nombre, pero no así la Desmesurada. Geary había recuperado la esperanza de llegar a conocer a su sobrina nieta. Consultó el tiempo que faltaba para que la formación de cruceros de batalla de la Alianza se situara en las cercanías de la flotilla síndica. Diecinueve horas.

—Capitana Desjani, ¿tenemos alguna noticia sobre las autoridades de Varandal?

—No, señor.

—¿Ni siquiera algún mensaje «incoherente»?

—No, señor. Tampoco hemos captado ninguna orden enviada a la
Impertérrita
. Se diría que van a dejarle dirigir este combate.

—Afortunadamente. ¿Cuánto falta para que el destacamento especial
Ilustre
llegue aquí?

Desjani frunció el ceño mientras hacía algunos cálculos.

—Por lo menos, algunas horas más. Después de recoger las cápsulas de escape en Atalia, no podían acelerar y continuar a una décima de la velocidad de la luz sin consumir casi por completo las últimas reservas de células de combustible. Badaya no es un genio, pero tampoco tan estúpido como para hacer algo así.

Geary ajustó el rumbo de sus cruceros de batalla para adaptarlos a los movimientos de los síndicos y, a continuación, aplicó una modificación similar a los acorazados. Ya no había nada más que él pudiera hacer, aparte de observar como los síndicos seguían buscando el enfrentamiento con el destacamento especial
Impertérrita
al tiempo que las naves de la Alianza continuaban revoloteando fuera de su alcance.

Todavía se encontraban a diez horas de las cercanías de la flotilla de reserva cuando al director general síndico pareció agotársele la paciencia. Las cajas de las formaciones síndicas se disgregaron y casi todas las naves que los integraban comenzaron a perseguir al destacamento especial
Impertérrita
por separado. Solo cuatro acorazados síndicos mantuvieron la posición, distribuidos alrededor de diez cruceros pesados a los que acompañaban una nube de cruceros ligeros y naves de caza asesinas que les proporcionaban escolta adicional.

—Esos son los cruceros pesados con los que pretenden atacar la puerta. A la
Impertérrita
le va a costar esquivar todas esas naves —comentó Geary con cierta angustia—. Los acorazados no podrán evitar el combate durante mucho tiempo si tienen cruceros de batalla, cruceros y naves de caza asesinas, todos ellos más rápidos y maniobrables, atacándolos por distintos flancos.

El destacamento especial
Impertérrita
ni siquiera lo intentó. En lugar de eso, las defensas de la Alianza aceleraron por un vector que las conducía hacia la pequeña formación de acorazados y cruceros pesados síndicos, desviándose hacia la derecha para atravesar el enjambre de combatientes enemigos que había entre sus objetivos y ellos.

Primero uno, después dos y, por último, tres destructores de la Alianza cayeron destrozados o salieron despedidos con todos los sistemas inutilizados. El único crucero ligero que permanecía con la
Impertérrita
cayó incendiado bajo los disparos de una bandada de síndicos que pasó sobre él como un relámpago. Un crucero pesado de la Alianza se sacudió al recibir los impactos de una lluvia de misiles que, finalmente, provocó su explosión. La
Impertérrita
recibía un impacto detrás de otro, pero seguía adelante mientras otro destructor saltaba en mil pedazos.

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