Read La canción de Nora Online

Authors: Erika Lust

Tags: #Erótico

La canción de Nora (29 page)

BOOK: La canción de Nora
12.73Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Hablaron durante una hora y media.

En realidad Henrik habló mucho más que ella, que prácticamente se limitó a asentir con la cabeza y a soltar algún «ajá» de vez en cuando. Su nueva vida en la Gran Manzana era trepidante, llena de noches interminables con nombres conocidos, conciertos —siempre desde el
backstage
— y zonas VIP.

Con los cotilleos que le contó (su amigo, que en general era bastante discreto, parecía disfrutar ese día como un enano haciendo pública con pelos y señales la vida de los demás) podría haber hundido a la mitad de la escena neoyorquina en la miseria, o hacer la película de su vida. A Nora no le extrañaba nada que Henrik se hubiera convertido en el nuevo
it boy
de la ciudad, su impresionante físico, su encanto natural y su talento para las relaciones públicas le daban para eso y para mucho más.

Después de perderse durante un buen rato en la vida de su amigo como lo habría hecho con un buen libro o una película, llegó el momento en el que le tocó a ella explicar qué había hecho en los últimos meses y se dio cuenta de que no había nada importante que reseñar.

—¿Estás bien, Nora?

Henrik la conocía demasiado como para intentar engañarle.

—La verdad es que no lo sé. Creo que no. Bueno, a veces creo que sí. No lo sé. Empiezo a tener la sensación de que he perdido el rumbo de mi vida, como si esta fuera sola y yo no tuviera nada que decir al respecto. No escojo nada de lo que hago, me muevo por inercia…

—Exactamente así es como me sentía yo antes de mudarme a Berlín —la cortó Henrik—. Esa es una serial de que tienes que cambiar de aires, buscar nuevos horizontes. La emoción de despertarse en una ciudad nueva, pocas cosas pueden compararse con eso.

Se quedó pensativa, con la copa casi vacía en la mano.

—Supongo que tienes razón. Puede ser que necesite un cambio. Pero no sé si es la edad o qué, igual es que me estoy haciendo mayor, pero tengo la sensación de haber echado raíces aquí. Aquí está mi vida, mi casa…

Estuvo a punto de decir «mi trabajo», pero recordó la escena en el despacho de la productora de esa tarde y tuvo serias dudas de que ese fuera todavía «su trabajo».

—Venga, hombre. Tu vida está allí, aquí y donde tú estés, no me cuentes rollos. Tu casa no es tu casa, es la casa de Xavi. Y Xavi… Ya sabes lo que pienso de tu relación con Xavi.

Henrik siempre había sido muy claro al respecto, eso no se le podía negar. Desde que le conoció, le dijo a Nora que Dalmau era un chico encantador, pero que no era para ella. Notaba que lo que había entre ellos no era lo que debería haber entre una pareja joven y enamorada. Era más bien una relación institucionalizada y desigual, fruto de la comodidad por parte de ella y de una pasión absoluta por parte de Xavi.

Su amigo encendió un cigarrillo —«Ha vuelto a fumar…», pensó Nora— y siguió con su disertación.

—Lo que sea que tienes con él ya está durando demasiado, y no tiene pinta de acabar bien. Le vas a hacer daño, y no puedes prolongarlo eternamente porque también te vas a hacer daño tú. Si no actúas, un bonito día os tendréis que separar con hijos y varias casas. Y además, mientras, le vas a coger manía, si es que no se la has cogido ya… ¿Estás viendo a alguien más?

Nora sabía que estaba sola en casa, que esa conversación no se estaba grabando ni nada por el estilo, pero a pesar de eso le daba corte explicar cierto tipo de intimidades —de las que, además, no se sentía nada orgullosa— a una pantalla de ordenador.

—Eso no es importante…

Henrik se rio con ganas.

—Con eso ya me lo has dicho todo.

Nora esbozó una media sonrisa culpable que fue la pista que necesitaba su amigo para descubrir el nombre del tercer implicado.

—Vale, esa cara sí que me lo ha dicho todo, todo. ¿Todavía estamos en esas, cariño? Desde luego, lo lista que eres para algunas cosas y lo tonta que eres para otras.

Estaba acostumbrada a que Henrik le hablara sin ambages, pero eso no quería decir que no le molestara su brutal sinceridad.

—Te agradecería que no me juzgaras —le pidió, mirándose las uñas por no levantar la vista.

—Te propongo una cosa muy en serio: ven a visitarme a Nueva York. Quédate en mi casa un par de semanas. Será increíble, ya verás. Es justo lo que necesitas, déjate de novios y ¡vente ya! Ahora me tengo que ir a comer, tengo una reunión de negocios con el director de un hotel, que por cierto tiene un guardaespaldas que antes trabajaba con Britney Spears y está buenísimo. Aquí todo el mundo tiene guardaespaldas, es alucinante…

Su amigo siguió parloteando unos minutos más, pero aunque la videollamada seguía activa, el cerebro de Nora ya había desconectado, la idea de Nueva York la había seducido. Le dijo adiós a Henrik y se preparó un baño de espuma.

«La bañera es el mejor lugar para pensar y tomar decisiones, eso lo sabe todo el mundo», pensó mientras comprobaba la temperatura del agua con el pie. Se metió en el baño, con media cabeza dentro del agua, cerró los ojos y se dedicó a escuchar el silencio y a dejar que el mundo funcionara sin ella durante un buen rato.

Hasta que una sensación extraña la invadió. Algo incómodo, como la llamada de la naturaleza, esa que avisa a los animales y las aves antes de un cataclismo. Algo estaba pasando, o a punto de pasar.

Abrió los ojos y soltó un grito al ver una cara a poco más de un palmo de la suya.

—¡Joder, Xavi! ¡Casi me muero del susto! ¡Me podría haber desmayado y ahogado! ¿Te parece normal entrar en silencio como un psicópata y quedarte ahí mirando sin decir nada? ¡Has estado a punto de matarme!

Nora estaba visiblemente alterada, y Xavi sonreía.

—Yo también te he echado de menos,
honey
. En realidad sí he dicho algo, te he dicho hola dos veces, pero supongo que no me has oído porque tenías las orejas dentro del agua. Y si te hubieras desmayado, te habría sacado del agua y te habría hecho el boca a boca con mucho gusto, preciosa.

Mientras hablaba, Xavi se iba quitando la americana, la camisa, los zapatos y los pantalones, dispuesto a meterse con ella en la bañera. Aunque era suficientemente grande para dos —y para tres—, a Nora la idea no le apetecía nada: el baño era para ella un momento íntimo que no le gustaba compartir con nadie, ni siquiera con él.

Refunfuñó un poco, pero le dejó ponerse a su lado. «Qué remedio», pensó. Hacía más de cuatro semanas que no le veía, pero en ese momento no tenía ninguna sensación de haberle echado de menos.

En cambio, él sí parecía haberla añorado, y mucho.

Empezó a acariciarle con suavidad la cara, los hombros, los labios. Le apartó unos mechones de cabello mojado de la frente. Buscaba mirarla a los ojos, pero Nora no tenía muchas ganas de jugar a las miraditas.

De hecho estaba empezando a sentirse francamente incómoda. Y a la vez culpable por sentirse así. Culpable, culpable, culpable, una sensación que ya le era demasiado familiar.

Decidió tomar las riendas y acabar cuanto antes con lo que, inevitablemente, tenía que pasar. Diez minutos después Xavi estaba satisfecho, y ella también, aunque por motivos muy diferentes.

Después, la escena que se repetía recurrentemente en sus vidas: Nora quería salir, Xavi no, intercambio de impresiones, mal rollo. Enfado que él aprovechó para decirle que sabía lo que había pasado esa misma tarde en la productora, y que le parecía una imprudencia total.

—¿Cómo se te ocurre no llevarte siquiera el guion que te da tu productor? ¿Estás loca, ahora te crees una diva? —le gritó Xavier.

—¿Te das cuenta de que te pasas la vida diciéndome lo mismo? Pareces mi madre. Si mi madre fuera una pesada y se comportara como si fuera mi representante sin ser nada de eso, claro. ¿No ves que esto no puede ser? ¡Te pasas la vida ririéndome!

Su enfado era bastante desproporcionado respecto a lo que lo había provocado, y recordó las palabras de Henrik. «Le vas a coger manía». Xavi ponía cara de no entender nada y de perrito abandonado, y Nora (más sentimiento de culpa) tuvo ganas de abofetearle.

Pero en lugar de hacerlo se puso unas zapatillas de deporte, cogió el abrigo y el bolso y salió a la calle dando un portazo.

«Esto no puede ser. No puedo seguir así. Estoy a punto de volverme loca, voy a explotar y el Big Bang al lado de esto va a ser un petardito».

Mientras se aguantaba las lágrimas, caminaba sin saber a dónde ir, dando vueltas a la manzana.

Sacó el teléfono y buscó el nombre de Susana en la agenda.

—Necesito verte ahora. Es importante. Muy importante. Tengo que hablar contigo. Da cualquier excusa, me da igual…

Nora esperó durante una hora que se le hizo interminable en el bar del Hotel Pulitzer, cerca de la plaza Catalunya, a que llegara Matías.

Matías llegó bastante preocupado y también un poco mosca.

—¿Qué pasa? ¿Por qué nos citamos aquí? ¿Estás loca? ¿Ha pasado algo?

—Me voy —le soltó Nora.

Su amante frunció el ceño, con cara de no entender nada.

—¿Te vas ahora? Acabo de llegar, me has hecho venir desde casa, inventarme un rollo que Virginie no se ha tragado ni de broma, ¿y tú te vas?

—No de aquí. No ahora, quiero decir. No…

Si no quería que la comunicación fuera imposible a causa de sus nervios, tendría que concretar un poco más. Respiró hondo, le puso a la situación una valentía que estaba lejos de sentir y arrancó, sin atreverse a mirarle.

—Matías, quiero irme. A vivir a otro sitio. Creo que aquí ya no tengo nada más que hacer. Me voy una temporada a Nueva York. Y quiero preguntarte… bueno, quiero decir que me encantaría que vinieras conmigo. A lo mejor esta es la oportunidad que nunca hemos tenido, la que nos merecemos. Tenemos que intentarlo. Matías, oye, ¿me estás escuchando? —le increpó al ver que tenía el móvil en la mano y estaba haciendo algo con él, enviando o leyendo un sms, o alguna cosa por el estilo.

—Perdona… No entiendo… ¿Cómo que Nueva York?

Nora se quedó parada, y después se rio, primero con amargura y después con ganas. Y después empezó a llorar, sin parar de reírse.

Matías, que seguía con su móvil en la mano, la miró incrédulo y empezó a excusarse, que si el idioma, que si los padres de Virginie vienen el mes que viene para conocer su casa, que si una peli que iba a hacer dentro de dos meses…

Nora entendió que no estaban en el mismo sitio, y que, evidentemente, quizás nunca habían estado. Lo que tenían ellos solo era sexo, y la posibilidad de que algún día fuera otro tipo de relación solo estaba en su mente, concluyó Nora. Y de pronto se sintió como si le quitaran todo el peso de años de Matías de encima de su espalda.

Nora pagó la cuenta, Matías seguía excusándose, le besó en la cabeza y salió del hotel mientras él la perseguía, pero Nora corrió y le dejó atrás.

Se fue andando hasta casa, cruzando la ciudad con el iPod a todo volumen. Cuando llegó ya era de madrugada, pero Xavi seguía en el salón, viendo la televisión y bebiendo vino.

En cuanto entró por la puerta, Nora le soltó la frase que precede a todos los grandes dramas de pareja.

—Tenemos que hablar.

Él se incorporó, palmeando el sofá a su lado para indicarle que se sentara allí. Su expresión era de resignación absoluta, como si ya supiera lo que iba a venir a continuación.

—Xavi, necesito cambiar de aires. Necesito enfrentarme a otros retos. Creo que ha llegado la hora de empezar en otra ciudad, igual que cuando vine aquí hace casi siete años. Necesito volver a sentir la ilusión que me provocaba Barcelona en ese momento, cuando descubría a diario calles, rincones, nuevos amigos. No puedo más, esto se me está comiendo por dentro, y si no lo hago, al final seré una desgraciada siempre, y te haré mucho daño, y no te lo mereces.

Dalmau la abrazó fuerte y, por primera vez delante de Nora, se puso a llorar. No es que le cayeran lágrimas, es que lloraba como un niño, con hipidos y ahogos y unos suspiros que partían el alma.

—Yo… yo creía que me ibas a dejar. Como estás tan rara últimamente, que parece que te molesto, que todo te molesta. Estaba preocupado. Y todo era porque no estás a gusto en Barcelona…

«No, no, no, no, esto no puede estar pasando», pensó Nora. Por un momento se le pasó por la cabeza no decirle que era un error para no romperle el corazón, pero ya se había dejado llevar demasiado por la inercia, y esta vez había que cortar por lo sano. Pero se lo pensó durante unos segundos, un silencio que Xavi aprovechó para seguir con su discurso.

—Tengo un amigo que tiene un bloque de apartamentos en el West Village, es una zona perfecta para vivir, te encantará. En un año ya habré consolidado la relación con mis nuevos socios, y puedo proponerles ampliar el negocio y montar una oficina en Nueva York, especializamos en cine
indie
o algo así, hay muchos directores interesantes y las películas son de bajo presupuesto. Hace tiempo que le venía dando vueltas a la idea, ¡nos va a ir muy bien, ya lo verás! En ese momento fue Nora la que rompió a llorar.

—Xavi, me voy yo sola. Lo siento. De verdad lo siento, no quiero hacerte daño, pero los dos sabemos que esta relación no nos lleva a ningún sitio. Hay un lado en mí que te quiere profundamente, pero el otro… el otro quiere más que solo amor. Quiere pasión, obsesión, locura. Desde el primer momento creo que hemos querido cosas distintas, y el azar, o el destino, o la costumbre, o yo qué sé, nos ha llevado a estar juntos… Pero ya es hora de que aceptemos que esta no es la relación de nuestra vida. Tú te mereces que te traten mejor, y yo… yo no sé lo que me merezco, ahora mismo no sé ni lo que quiero, pero sé lo que no quiero, y es esto. Nunca te agradeceré lo suficiente lo que me has ayudado, y…

Xavi, que ya no lloraba, la cortó en seco.

—¿Te vas con alguien? ¿Hay otro hombre? Es Matías, ¿verdad? Te vas con él… Creo que siempre le has querido. Cuando le miras, te brillan los ojos de una manera… A mí no me has mirado así nunca. Pensé que se te pasaría, que dejarías de ser tan infantil… pero no se te ha pasado. Y yo he hecho el primo…

—No, no me voy con nadie, me voy sola.

Un momento de duda y, después, el sincericidio. Tal vez de esta manera Xavier la odiara aún más y eso le ayudara a dejarla ir, pensó Nora.

—Le pedí a Matías que viniera conmigo, pero no aceptó. Creo que nunca me ha querido… No me siento orgullosa de lo que he hecho, pero te prometo que lo he intentado. He intentado que lo nuestro funcionara, porque eres bueno, eres adorable y se me ocurren mil motivos por los que una mujer querría pasar contigo el resto de su vida, tener hijos guapísimos contigo y cuidarte y dejarse cuidar. Pero desafortunadamente esa mujer no soy yo, Xavi. Ya lo sabíamos. Los dos.

BOOK: La canción de Nora
12.73Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Suddenly, a Knock on the Door: Stories by Etgar Keret, Nathan Englander, Miriam Shlesinger, Sondra Silverston
By Any Other Name by J. M. Darhower
The Time Trap by Henry Kuttner
Pureheart by Cassandra Golds
The Dead Travel Fast by Nick Brown
The Ever Breath by Julianna Baggott