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Authors: John Scalzi

La colonia perdida (16 page)

BOOK: La colonia perdida
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En umbría, los puñefeotes descubrieron que las patatas de crecimiento rápido estaban sabrosas, y perdimos varios acres en sólo tres días. Tuvimos nuestra primera plaga agrícola. También completamos la enfermería, con todo su equipo, dentro de su propia caja negra. La doctora Tsao estuvo encantada cuando pocas horas después utilizó el quirófano para volver a pegarle un dedo a un colono que se lo había amputado sin querer con una sierra mientras levantaba un granero.

En la primera semana de zhong guo, presidí la primera boda de Roanoke, entre Katerine Chao, antiguamente de Franklin, y Kevin Jones, antiguamente de Rus. Hubo mucha alegría. Dos semanas más tarde presidí el primer divorcio de Roanoke, afortunadamente no el de Chao y Jones. Beata finalmente se hartó de discutir con Jann Kranjic y lo dejó libre. Hubo mucha alegría.

El diez de erie, terminamos nuestra primera cosecha. Lo declaré fiesta nacional y Día de Acción de Gracias. Los colonos lo celebraron construyéndole a los menonitas una casa de reuniones, para lo cual necesitaron pedir consejo a los menonitas mismos. La segunda cosecha estuvo plantada menos de una semana más tarde.

En jartún, Patrick Kazumi fue con sus amigos a jugar junto al arroyo tras la muralla oeste de Croatoan. Mientras corría por la ribera, resbaló, se golpeó la cabeza con una piedra y se ahogó. Tenía ocho años. La mayor parte de la colonia asistió a su funeral. El último día de jartún, Anna Kazumi, la madre de Patrick, le robó un abrigo grueso a una amiga, se metió piedras en los bolsillos y se internó en el arroyo para seguir a su hijo. Lo consiguió.

En kioto, llovió copiosamente cuatro días de cada cinco, arruinando las plantaciones e interfiriendo con la segunda cosecha del año. Zoë y Enzo tuvieron una ruptura algo dramática, como suele pasar cuando los primeros amores acaban atacando los nervios del otro. Hickory y Dickory, estimulados en exceso por la angustia de Zoë, empezaron a discutir abiertamente cómo resolver el problema de Enzo. Zoë finalmente les dijo que lo dejaran, que le estaban dando miedo.

En elysium, los yotes, los depredadores parecidos a coyotes que habíamos descubierto en nuestra barrera, regresaron a la colonia, y trataron de hacerse con el rebaño de ovejas, una fuente de alimento segura. Los colonos empezaron a desquitarse con los depredadores. Savitri cedió después de tres meses y accedió a salir con Beata. Al día siguiente Savitri describió la velada como un «interesante fracaso» y se negó a seguir discutiendo del tema.

Con el otoño de Roanoke en pleno apogeo, la última de las tiendas temporales fue plegada de manera definitiva. Todas las tiendas habían sido sustituidas por cabañas sencillas en Croatoan y por granjas fuera de sus murallas. La mitad de los colonos todavía vivían en Croatoan, aprendiendo de los menonitas; la otra mitad levantó sus granjas y esperó al nuevo año para plantar sus campos y recoger sus propias cosechas.

El cumpleaños de Savitri (medido según Huckleberry, traducido a fechas de Roanoke), tuvo lugar el veintitrés de elysium; le regalé un baño para su casita, conectado a una pequeña fosa séptica fácil de secar. Savitri hasta soltó una lagrimita.

El trece de rus, Henri Arlien le pegó a su esposa Therese porque creía que ella tenía un lío con un antiguo compañero de tienda. Therese respondió golpeando a su marido con una sartén, rompiéndole la mandíbula y haciéndole perder tres dientes. Tanto Henri como Therese visitaron a la doctora Tsao; Henri visitó luego la cárcel montada rápidamente, antaño un establo. Therese pidió el divorcio y luego se fue a vivir con el antiguo compañero de tienda.

Dijo que no había estado liada con él anteriormente, pero que le parecía una idea cojonuda.

El compañero de tienda era un tipo llamado Joseph Loong. El veinte de fénix, Loong desapareció.

* * *

—Lo primero es lo primero —le dije a Jane, después de que Therese Arlien viniera a informarle de la desaparición de Loong—. ¿Dónde ha estado Henri Arlien recientemente?

—Tiene que trabajar durante el día —dijo Jane—. El único momento que se le permite estar solo es cuando tiene que orinar. De noche, vuelve a su establo en la cárcel.

—El establo no está hecho precisamente a prueba de huidas —dije. Anteriormente albergaba a un caballo.

—No —respondió Jane—. Pero el corral sí lo está. Tiene una puerta con un cerrojo, y se cierra por fuera. No puede ir a ninguna parte de noche.

—Podría haber hecho que un amigo visitara a Loong.

—No creo que Arlien tenga amigos. Chad y Ari tomaron declaración a sus vecinos. Casi todos ellos dijeron que Henri había recibido lo que se merecía cuando Therese lo golpeó con esa sartén. Haré que Chad haga una comprobación, pero no creo que encuentre gran cosa.

—¿Qué piensas, entonces?

—La granja de Loong está junto al bosque —dijo Jane—. Therese dijo que los dos salían a pasear por allí. Los fantis están migrando por la zona, y Loong quería verlos de cerca.

Los fantis eran los animales grandotes que alguna gente había visto en la periferia del bosque poco después de que aterrizáramos; al parecer migraban, buscando alimento. Habíamos pillado la cola cuando llegamos; ahora veíamos la cabeza. Yo pensaba que se parecían tanto a los elefantes como yo mismo, pero se habían quedado con ese nombre, me gustara o no.

—Así que Loong sale a ver a los fantis y se pierde —dije.

—O lo aplastan —repuso Jane—. Los fantis son animales grandes.

—Bueno, entonces montemos una partida de búsqueda. Si Loong se ha perdido y tiene algo de sentido común, se quedará quieto y esperará a que lo encontremos.

—Si tuviera sentido común, de entrada no habría ido a perseguir a los fantis.

—No serías nada divertida en un safari —dije.

—La experiencia me enseña a no apartarme del camino para cazar criaturas alienígenas —dijo Jane—. Porque a menudo son ellas las que acaban por cazarte a ti. Tendré listo el grupo de búsqueda en una hora. Deberías venir.

* * *

El grupo empezó la búsqueda justo antes de mediodía. Constaba de ciento cincuenta voluntarios; Henri Arlien puede que no fuera popular, pero Therese y Loong tenían un montón de amigos. Therese vino a unirse a la partida pero la envié a casa con dos de sus amigas. No quería correr el riesgo de que se encontrara con el cadáver de Joe. Jane dividió la zona en grupos pequeños y exigió que cada grupo mantuviera contacto de voz con los demás. Savitri y Beata, que se habían hecho amigas a pesar del «interesante fracaso» de su cita, buscaron conmigo, Savitri agarrando con fuerza una anticuada brújula que le había cambiado por otra cosa a un menonita algún tiempo atrás. Jane, más adelante, iba acompañada por Zoë, Hickory y Dickory. No me entusiasmaba precisamente que Zoë fuera parte de la partida de búsqueda, pero entre Jane y los obin probablemente estaba más segura en el bosque que en la casa de Croatoan.

Tres horas después, Hickory llegó corriendo, oculto por su traje de nanomalla.

—La teniente Sagan desea verle —dijo.

—Muy bien —contesté, e indiqué a Savitri y Beata que me acompañaran.

—No —dijo Hickory—. Sólo usted.

—¿Qué ocurre?

—No puedo decirlo. Por favor, mayor. Debe venir ahora.

—Entonces nos quedamos aisladas en el bosque oscuro —me dijo Savitri.

—Podéis volver si queréis —dije yo—. Pero decídselo a los grupos de cada lado para que puedan estrechar el cerco.

Y después eché a correr detrás de Hickory, que mantenía un paso enérgico.

Varios minutos después llegamos a donde estaba Jane. Se hallaba con Marta Piro y otros dos colonos; todos tenían expresiones neutras y aturdidas en el rostro. Tras ellos se alzaba el enorme cadáver de un fanti, repleto de diminutos insectos voladores, y un cadáver bastante más pequeño algo más allá. Jane me vio y le dijo algo a Piro y los otros dos; me miraron, asintieron a lo que Jane estaba diciendo y luego regresaron a la colonia.

—¿Dónde está Zoë? —pregunté.

—La mandé de vuelta con Dickory —dijo Jane—. No quería que viera esto. Marta y su equipo encontraron algo.

Señalé al cadáver más pequeño.

—Joseph Loong, según parece.

—No sólo eso —dijo Jane—. Ven aquí.

Nos acercamos al cadáver de Loong. Era un despojo ensangrentado.

—Dime qué ves.

Me agaché y eché un buen vistazo, deseando poder mantenerme neutral.

—Se lo han comido —dije.

—Eso es lo que le dije a Marta y los otros —contestó Jane—. Y eso es lo que quiero que crean por ahora. Mira con más atención.

Fruncí el ceño y miré de nuevo el cadáver, tratando de ver qué era lo que estaba pasando por alto. De repente todo encajó en su sitio.

Me quedé helado.

—Dios santo —dije, y me aparté de Loong.

Jane me miró intensamente.

—Tú también lo ves —dijo—. No ha sido devorado. Lo han destripado.

* * *

El Consejo se apretujaba incómodo en la enfermería, acompañado por la doctora Tsao.

—Esto no va a ser agradable —les advertí, y retiré la sábana de lo que quedaba de Joe Loong. Sólo Lee Chen y Marta Piro parecieron a punto de vomitar, lo cual fue un porcentaje menor de lo que esperaba.

—Cristo. Algo se lo ha comido —dijo Paulo Gutiérrez.

—No —respondió Hiram Yoder. Se acercó a Loong—. Mirad —dijo, señalando—. Los tejidos están cortados, no desgarrados. Aquí, aquí y aquí —miró a Jane—. Por eso tenía que enseñárnoslo.

Jane asintió.

—¿Por qué? —dijo Gutiérrez—. No entiendo. ¿Qué nos está mostrando?

—Han destripado a este hombre —dijo Yoder—. Quien lo hizo, utilizó una especie de herramienta cortante para quitarle la carne. Un cuchillo o un hacha, probablemente.

—¿Cómo sabe eso? —le preguntó Gutiérrez a Yoder.

—He realizado suficientes matanzas de animales para saber cómo son —respondió Yoder, y nos miró a Jane y a mí—. Y creo que nuestros administradores han visto suficiente violencia en la guerra para conocer qué clase de agresión era ésta.

—Pero no pueden estar seguros —dijo Marie Black.

Jane miró a la doctora Tsao y asintió.

—Hay estrías en el hueso que indican que se empleó un utensilio cortante —dijo la doctora—. Están situadas con precisión. No se parecen a las que suelen encontrarse cuando un animal ha roído un hueso. Esto lo ha hecho alguien, no algo.

—Así que están diciendo que hay un asesino en la colonia —dijo Manfred Trujillo.

—¿Asesino? —dijo Gutiérrez—. Y una mierda. Tenemos un maldito caníbal suelto.

—No —dijo Jane.

—¿Disculpe? —dijo Gutiérrez—. Usted misma lo ha dicho. Han abierto a este hombre como si fuera una res. Tuvo que haberlo hecho uno de nosotros.

Jane me miró.

—Muy bien —dije—. Tendré que empezar con las formalidades. Como administrador de la colonia de Roanoke de la Unión Colonial, declaro que todos los presentes están comprometidos por el Acta de Secretos de Estado.

—Estoy de acuerdo —dijo Jane.

—Eso significa que nada de lo que se diga o haga aquí y ahora puede ser compartido con nadie fuera de esta habitación, bajo pena de traición —dije.

—No me diga.

—Sí le digo. No es broma. Hable de esto antes de que Jane y yo estemos listos para hacerlo, y se habrá metido en un buen lío.

—Defina un buen lío —dijo Gutiérrez.

—Le fusilaré —dijo Jane. Gutiérrez sonrió inseguro, esperando a que Jane indicara que estaba bromeando. Siguió esperando.

—Muy bien —dijo Trujillo—. Comprendido. Ni una palabra.

—Gracias —dije—. Los hemos traído aquí por dos motivos. El primero era para enseñárselo —señalé a Loong, a quien la doctora Tsao había vuelto a ocultar bajo la sábana—, y el segundo para mostrarles esto.

Extendí la mano, saqué un objeto de debajo de una toalla y se lo entregué a Trujillo.

Él lo examinó.

—Parece la punta de una lanza —dijo.

—Eso es lo que es —respondí—. La encontramos junto al cadáver del fanti cuando hallamos a Loong. Sospechamos que se la arrojaron al fanti y el fanti consiguió sacarla y romperla, o tal vez la rompió y luego la sacó.

Trujillo, que estaba a punto de entregar la punta de lanza a Lee Chen, se detuvo y le echó otro vistazo.

—No estará sugiriendo en serio lo que creo que está sugiriendo.

—No han destripado sólo a Loong —dijo Jane—. También al fanti. Había huellas alrededor de Loong, la de Marta y su equipo de búsqueda y las mías y las de John. Había huellas también alrededor del fanti. No eran nuestras.

—El fanti fue abatido por varios yotes —dijo Marie Black—. Los yotes se mueven en manadas. Así que es posible.

—No me está escuchando —dijo Jane—. El fanti fue destripado. Quien lo hizo, probablemente hizo lo mismo con Loong. Y quien destripó al fanti no era humano.

—¿Está diciendo que hay algún tipo de especie aborigen inteligente aquí, en Roanoke? —dijo Trujillo.

—Sí —contesté yo.

—¿Cómo de inteligente?

—Lo suficiente para fabricar eso —dije yo, señalando la lanza—. Es una lanza sencilla, pero sigue siendo una lanza. Y son lo bastante inteligentes para hacer cuchillos de carnicero.

—Llevamos en Roanoke casi un año —dijo Lee Chen—. Si esos seres existen, ¿por qué no los hemos visto antes?

—Creo que lo hemos hecho —respondió Jane—. Creo que ellos son los que trataron de entrar en Croatoan poco después de nuestra llegada. Cuando no pudieron escalar la barrera, trataron de cavar por debajo.

—Creía que habían sido los yotes —dijo Chen.

—Matamos a un yote en uno de los agujeros. Eso no quiere decir que lo excavara.

—Los agujeros aparecieron la primera vez que vimos a los fantis —dije—. Ahora los fantis han vuelto. Tal vez esos seres siguen a la manada. No hay fantis, no hay cavernícolas de Roanoke —señalé a Loong—. Creo que esos seres estaban cazando a un fanti. Lo mataron y lo estaban destripando cuando Loong apareció. Tal vez lo mataron por miedo, y lo destriparon después.

—Lo consideraron una presa —dijo Gutiérrez.

—Eso no lo sabemos.

—Vamos —dijo Gutiérrez, señalando a Loong—. Los hijos de puta lo convirtieron en puñeteros filetes.

—Sí. Pero no sabemos si lo
cazaron.
Prefiero no precipitarme a ninguna conclusión. Y prefiero que no empecemos a dejarnos llevar por el pánico sobre lo que son esos seres o cuáles son sus intenciones hacia nosotros. Por lo que sabemos, no tienen ninguna intención. Esto podría haber sido un encuentro casual.

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