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Authors: Max Barry

Tags: #Humor

La Corporación (22 page)

BOOK: La Corporación
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Los ojos del joven bajan hasta su pecho, de una forma que a ella siempre le ha parecido desconcertante, con intención de leer su tarjeta de identificación.

—¿Es usted la recepcionista?

—Sí.

—Justo a su hora —responde sonriendo, con la intención evidente de reconfortarla, pero sus labios están húmedos y brillantes y despiertan una oleada de miedo irracional en Gretel.

—Me han dicho que tiene instrucciones detalladas en su contestador automático.

Se echa a un lado, permitiendo que Gretel vea que hay tres agentes de Seguridad más en la puerta principal del vestíbulo y otros seis alrededor del mostrador de recepción.

Gretel baja la cabeza y se dirige a su lugar de trabajo. El repicar de sus tacones resuena en la habitación, donde nadie emite el más mínimo sonido y todos se limitan a seguirla con la mirada. Cuando llega al mostrador, se da cuenta de que retiene la respiración.

Hay seis páginas grapadas esperando, además de que la luz de su contestador parpadea. Coge el auricular.

—Soy Pat, te llamo desde arriba. Tengo un mensaje de Dirección General. Alguien debería haberte llamado a casa este fin de semana para comunicártelo, pero si tienes alguna pregunta, yo también llegaré pronto el lunes por la mañana. Llámame. Clic. Pat, transmite este mensaje a la chica de recepción, no a Eve Jantiss, sino a la otra. Ahora se me ha olvidado su nombre. Recursos Humanos le ha dicho que se presente a primera hora el lunes, pero ¿te importaría asegurarte de que lo hace? No dejes de llamarla. Mensaje para recepción: Hemos terminado nuestro plan de consolidación y, en consecuencia, muchos empleados han sido reasignados a nuevos departamentos, mientras que otros ya no son necesarios. Por razones de seguridad, no se puede permitir que estos empleados tengan acceso a sus respectivos despachos. Seguridad desactivará el acceso directo por ascensor desde el aparcamiento hasta las plantas superiores, por lo que todo el mundo tendrá que entrar a través del vestíbulo. A medida que llegue la gente, debe comprobar si su nombre aparece en la nueva lista de empleados. Si no es así, explíqueles que… bueno, comuníqueselo nada más. Puede decirles que Recursos Humanos se pondrá en contacto con ellos para hacerles llegar su indemnización por despido, sus pertenencias y todo lo demás. A continuación, dígales que deben abandonar el edificio. Seguridad la asistirá si es necesario. Cualquier tipo de asistencia. Gracias.

Gretel cuelga el auricular. Mientras terminaba de escuchar el mensaje de voz, el guardia de los labios húmedos se ha estado acercando hasta situarse a su lado. Sonríe.

—¿Está todo claro?

El primero llega antes de las ocho: un hombre de mediana edad cuyo traje tiene las rodillas gastadas y hace bolsa por detrás. Entra por la puerta principal y comienza a cruzar el vestíbulo mientras mira con curiosidad a los agentes de Seguridad. Gretel se queda helada; pensaba que los guardias detendrían a las personas, pero al parecer esperan que sea ella quien lo haga. Cuando logra aclararse la garganta, el hombre ya ha entrado en el ascensor y anda mirando el panel de botones. Palidece y lanza una mirada de ansiedad al guardia de seguridad más cercano.

—¿Dónde está mi planta?

El guardia le hace una señal con la cabeza en dirección a Gretel. Durante unos instantes la expresión del hombre no se altera. Luego deja caer los hombros. Tarda uno o dos segundos en reaccionar y salir del ascensor para cruzar de nuevo el vestíbulo, y lo hace arrastrando los pies. Más que andar, se arrastra hasta el mostrador de recepción, y cuando llega sus ojos no se dirigen hacia los de Gretel, sino que quedan fijos en un punto al azar de la superficie anaranjada del mostrador.

—Soy de Contabilidad Central. ¿Existe aún el departamento?

Gretel revisa las hojas.

—Contabilidad Central ha sido consolidado con Finanzas. El nuevo departamento se encuentra en la octava planta.

Gretel levanta la mirada y añade:

—Muchos empleados de Contabilidad Central han sido despedidos.

El hombre trata de formular la pregunta de forma casual, pero no le sale exactamente así:

—¿He sido despedido?

—¿Es usted Frank Postergan?

El hombre clava la mirada en la cara a Gretel.

—¡No! Frank es el director.

—Entonces sí.

El hombre echa la cabeza hacia atrás. Gretel está destrozada, pero mantiene el rostro inalterable.

—Lo lamento —dice.

Dos guardias de Seguridad ya se han puesto en movimiento y se acercan hasta él. Gretel pasa la mano por encima del amplio mostrador y se la tiende.

—Ahora es preciso que abandone el edificio. Gracias por sus servicios en la Corporación Zephyr y buena suerte.

—Es realmente buena —dice Klausman observando el monitor—. Compasiva, pero profesional. No hará nada para ayudarte, pero tienes la impresión de que le importas. Ésa es la clase de actitud que mitiga los estallidos emocionales. Mona, toma nota de eso.

Todos los miembros del proyecto Alpha están apiñados detrás de él. La reunión de hoy por la mañana se ha trasladado a la sala de control, para que todos puedan observar lo que ocurre. De vez en cuando, un técnico en pantalones vaqueros y camiseta se escurre entre ellos y juguetea con el teclado, si no fuera por eso la atmósfera sería una espesa mezcla de Calvin Klein y Chanel n° 5. Blake se encuentra entre el hombro derecho de Klausman y el izquierdo de Eve. Jones está detrás de ella, pero de momento su conversación se ha limitado a «Buenos días», «Hoy es el gran día» y «Sí», aunque a juzgar por la forma como la mirada de Eve salta una y otra vez hacia Jones, la presencia de éste la altera casi tanto como si llevara en la mano un cuchillo de carnicero. Blake se ha percatado de ello y durante la fría conversación que han mantenido Eve y Jones, éste nota su mirada azul de acero; al menos, la mitad que no se encuentra oculta bajo un parche negro mate adornado con unas pequeñas letras que componen el nombre de Armani.

—Mirad la segunda planta —murmura alguien.

Todos los ojos se clavan en el monitor de la esquina superior. Dirección General está sentada alrededor de la mesa de reuniones, con las manos entrelazadas y expresión sombría. Hay un altavoz en medio de la mesa.

—Reciben informes de Seguridad desde el vestíbulo —dice Eve, que lleva un vestido verde con tirantes. Sus hombros bronceados resplandecen ante los ojos de Jones.

—Bueno, hasta el momento debo decir que estoy impresionado —dice Klausman, que se gira para ver si alguien le contradice. Los agentes asienten y murmuran su asentimiento, excepto Jones, que no hace nada en absoluto—. Han seguido las recomendaciones del protocolo de Omega al pie de la letra. Quizá haya más guardias de Seguridad de lo necesario, pero más vale prevenir que curar, ¿verdad? Recuerdo hace años cuando Zephyr externalizó Informática… no por primera ni por última vez, naturalmente —se escuchan risas ahogadas entre los agentes, los hombros desnudos de Eve se sacuden—. El director del departamento, el muy idiota, se lo dijo a los de la plantilla con cierta antelación. De hecho, convocó una reunión, dijo que era la última semana para todo el mundo, les ofreció consejo y luego los envió de nuevo a sus despachos. Una hora después el sistema telefónico no funcionaba, los archivos confidenciales podían verse en la página Web de la empresa y cuando tratábamos de entrar en nuestros ordenadores aparecía la imagen de un hombre con una grapadora haciendo algo con ella que no he podido olvidar jamás. Se tardaron semanas en poner todo en orden.

—Lo que me preocupa —dice Blake cuando todos los presentes han terminado de disfrutar de la pequeña anécdota— no es la ejecución, sino la estrategia. Dirección General sabe lo que hace, pero apenas se ha planteado por qué. Básicamente, se podría decir que saltaron sobre la oportunidad de imponer una reorganización.

Klausman suspira y se da la vuelta para mirar los monitores.

—Eso es cierto. ¿Eve?

—Hem… bueno, es el arquetipo de los sistemas de Objetivos Desplazados. El mismo problema que tenemos siempre con Dirección General.

—¡Jones! —ladra Klausman por encima del hombro—. ¿Sabe usted de qué está hablando Eve?

—Lo imagino.

—Entonces continúe.

—Los beneficios principales de un puesto en Dirección General son mayor estatus y mayor salario. Los inconvenientes son la disminución del tiempo libre y mayor estrés. Por eso, es lógico que las personas que terminan trabajando en Dirección General sean aquellas que se sienten más motivadas por el dinero y el estatus, y menos interesadas en perder tiempo con los amigos y la familia.

Klausman se ríe entre dientes.

—Bueno, no es una visión muy compasiva, señor Jones, pero sí, esa es la idea general.

—Diría que ahora mismo no estamos adoptando una actitud muy compasiva hacia los empleados que están siendo despedidos —responde Jones—. Pensaba que de eso se trataba.

Klausman, Eve y Blake se giran para mirarle.

Por unos segundos reina un completo silencio. Luego Eve dice:

—Bueno, en cierto modo Jones tiene razón. Dirección General no es diferente del resto de los departamentos para nuestro propósito. Sé que todos sentimos una cierta conexión con los ejecutivos de alto nivel —en fin, Blake
forma parte
de Dirección General—, pero no debemos identificarnos con nadie. Al fin y al cabo, somos investigadores objetivos.

Klausman asiente lentamente.

—Cierto. Cierto. Muy bien dicho los dos. Y que todos los demás tomen nota del valor que tienen las perspectivas novedosas para identificar áreas potenciales de pensamiento colectivo.

Klausman vuelve a darse la vuelta. Después de un segundo lo hacen también Blake y Eve. Todo el mundo alrededor de Jones parece pensativo. Jones también está pensativo, sólo que él no piensa en Dirección General, sino en por qué de repente Eve se dedica a lamerle el culo.

Freddy llega a Zephyr a las ocho y media y casi se le para el corazón. Una enorme cantidad de personas se arremolinan en el vestíbulo, pero lo que resulta más alarmante es que también hay un grupo bastante considerable reunido en el exterior del lugar, y unos guardias de Seguridad uniformados de azul se dedican a transferir personas del primer grupo al segundo. Freddy se da cuenta de lo que ha sucedido. La Corporación Zephyr se ha consolidado.

A duras penas se abre camino entre la multitud hasta el mostrador de recepción. Docenas de empleados tratan de hacer lo mismo y la presión de tantos cuerpos ansiosos comienza a hacer subir la temperatura. Cuando por fin logra poner una mano en la superficie lisa del mostrador, se aferra a él con todas sus fuerzas.

Los de Seguridad están apostados alrededor del mostrador, mirando a la multitud con silenciosa hostilidad. Uno de los agentes mira a Freddy como si no estuviera seguro de si es uno de los despedidos, aunque tampoco le sorprendería. Freddy nota que un cosquilleo de miedo le recorre las entrañas. A su izquierda, una esbelta graduada tiembla descontroladamente. A su derecha un hombre suda embutido en su abrigo. Uno por uno pasan ante Gretel —no Eve, a la que no se ve por ningún lado, lo cual resulta ya alarmante— y ésta les comunica que ya no son empleados de la empresa. No hay descanso, no hay tregua: es un río incontenible de despidos. Cada vez que despiden a uno, el resto de la cola gruñe al unísono. Cuando le toca el turno a Freddy, siente deseos de huir antes de que le despidan.

Los ojos de Gretel se posan en él. Freddy se sorprende al ver que desprenden compasión. La empatía resulta tan inesperada en un establo como aquél que le coge con la guardia baja, le roba toda la fuerza. Respira profundamente. Se alegra de que Eve no esté presente.

—¿Qué departamento?

—Ventas de Formación.

—Ventas de Formación… —repite Gretel hojeando las páginas—. Ventas de Formación ha sido fusionado con Servicios de Personal. El nuevo departamento se encuentra en la planta once —Gretel levanta la vista—. Todos los empleados de Ventas de Formación continúan trabajando en la empresa.

Freddy pone los ojos en blanco. Sus dedos dejan de aferrar el mostrador.
¡Salvado! ¡Salvado!
La multitud da un suspiro y Freddy suelta un grito de alegría. Siente ganas de besar a Gretel, siente ganas de besar incluso a los agentes de Seguridad. Empieza a reírse.

—Prospección de Mercado —dice la esbelta graduada con voz ronca.

Gretel pasa el dedo por el papel. Freddy recupera la conciencia y se abre camino entre la multitud. Da codazos, empuja como puede, pero no logra estar lo suficientemente lejos como para no escuchar la respuesta de Gretel y el tono de doliente empatía de su voz.

Una hora más tarde incluso los miembros del proyecto Alpha se han aburrido del asunto. La atención se aleja de los monitores. Los agentes comienzan a hablar de otros proyectos, de las maravillas del BMW X5, de lo fantástico que es el parche de Blake y de dónde lo consiguió. Jones coge el maletín y hace ademán de irse, pero Klausman lo llama:

—¿Vas a algún lado, Jones?

—A trabajar —responde Jones sin detenerse.

Eve lo alcanza en los ascensores. Se apoya en la pared e inclina la cabeza para que su pelo oscuro le caiga sobre el hombro.

—¿Podemos hablar?

Jones se encoge de hombros.

—No estaba segura de que vinieses hoy. No has respondido a ninguno de mis mensajes.

Jones continúa sin responderle, por lo que prosigue con cierta cautela:

—No es que te culpe por ello. Lamento lo que sucedió el viernes. Lo lamento de veras. Perdí el control.

Jones la mira.

—Eres tan nuevo en esto, Jones. Había olvidado eso y quizá te pedí demasiado. Esto es un trabajo duro, bastante duro, pero quiero que triunfes. Tienes una oportunidad en esta empresa que no quiero que pierdas, pero quizá no me supe expresar el viernes. Me enfadé más de la cuenta y… bueno, lo siento.

Eve parece tan sincera que le descoloca. Cuando Jones bajaba por la rampa del aparcamiento esa mañana aferraba el volante como si quisiera estrangularlo. Había pasado el fin de semana acumulando amargura contra Eve y Alpha —bueno, en realidad, contra todo el mundo empresarial— y había decidido que si no podía cambiar el proyecto Alpha, al menos podría odiarlo. Eso, lo admitía, no era la decisión más productiva que podía tomar, pero era una decisión al fin y al cabo y le permitiría encontrar una forma de seguir adelante. Ahora incluso esta decisión comienza a flaquear, pues resultaba difícil de ver la personificación de la crueldad empresarial en los seductores ojos de Eve.

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