La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento (35 page)

BOOK: La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento
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El niño se dirige hacia
lo alto
y no hacia
lo bajo:
es una típica inversión carnavalesca. El primer grito del recién nacido que invita a beber lo es también.

A continuación deduciremos algunas conclusiones de nuestro análisis.

Las imágenes del episodio desarrollan el tema de
la fiesta:
la matanza, el destripamiento y el despedazamiento de los bueyes; después de la descripción del festín (consumo del cuerpo despedazado), las imágenes tienden a analizar anatómicamente las entrañas de la parturienta. Así, el autor crea de modo artístico el ambiente excepcionalmente denso del cuerpo único y compacto en el que se anulan a propósito las fronteras entre los cuerpos animales y humanos, entre las tripas que comen y las comidas.

Por otra parte, esas
tripas devoradas-devoradoras están asociadas a las entrañas de la parturienta.
Esto produce una
imagen auténticamente grotesca de la vida corporal única y supraindividual: las grandes entrañas devoradoras-comidas que dan a luz y que son alumbradas.

Pero es evidente que se trata de una vida corporal supraindividual y no «animal» o «biológica». A través de las entrañas devoradoras y parturientas de Gargamelle, se percibe el seno de la tierra que absorbe y da a luz, al igual que el cuerpo popular perpetuamente renaciente. Así nace Gargantúa, el Hércules francés.

En este episodio, y en otras partes, el alegre principio corporal, superabundante y victorioso, se opone a la seriedad medieval que representa el miedo y la opresión con sus métodos de pensamiento
espantosos y espantados.
El episodio concluye, como el prólogo de
Pantagruel,
con una alegre inversión de los métodos de fe y convicción medievales:

«Probablemente no creáis tan extraño nacimiento. No me importa si no lo hacéis, pero un hombre de bien, un hombre de buen sentido, debe creer siempre lo que está escrito.» (Rabelais cita a Salomón y San Pablo.) [¿Por qué no habríais de creerlo? Diréis que no tiene apariencia de verdad, y yo os digo que por esta misma causa debéis otorgarle la fe más absoluta, puesto que, como dicen los sorbonistas, la fe es el principal argumento a favor de las cosas que no tienen apariencia de verdad.]
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¿Va esto en contra de nuestra ley, nuestra fe o nuestra razón o las Sagradas Escrituras? Por mí parte, nada encontré en la Santa Biblia que lo contradiga. Y si Dios hubiese querido hacerlo así, ¿no diréis que no hubiera podido? Por favor, no embarulléis vuestros espíritus con estos vanos pensamientos, porque yo os digo que para Dios no hay nada imposible, y si él quiere, en lo sucesivo todas las mujeres darán a luz a sus hijos por la oreja.»
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En apoyo de sus afirmaciones, el autor cita varios casos de nacimientos sobrenaturales, que aparecen en la mitología antigua y las leyendas de la Edad Media.

Este pasaje es una admirable inversión paródica, tanto de la doctrina medieval de la fe como de los métodos de defensa y propagación de ésta: mediante referencias a las autoridades sagradas, la intimidación, la amenaza, la acusación de herejía, etc. El denso ambiente del alegre principio corporal que preside el episodio, prepara el destronamiento carnavalesco de la doctrina de la fe, como un mentís dado al mundo de las cosas invisibles.

La guerra de Picrochole, episodio de primera importancia de
Gargantúa,
se desarrolla en medio de una fiesta agrícola, la vendimia, que tenía gran importancia en la vida francesa; durante la vendimia, las administraciones se cerraban, los tribunales no sesionaban, y todos trabajaban en las viñas. Era una gigantesca recreación que olvidaba los sobresaltos y problemas exteriores tomando vino. Los acontecimientos y hechos de la guerra de Picrochole se desarrollan todos en este ambiente de vendimia.

El tema de esta guerra es el conflicto que enfrenta a los pastores de Seuillé, que cuidan las viñas maduras, con los vendedores de tortas de Lerné, que traen sus cargamentos a la ciudad. Los pastores quieren comprar tortas con pasas, alimento que tiene la virtud de limpiar los intestinos, pero los torteros rehúsan venderles sus mercancías y ofenden a los pastores. Terminan peleando. Vino y pan (uva y torta) tienen una relación litúrgica que aquí es invertida de forma degradante (tiene la propiedad de provocar diarrea).

El primer episodio de la guerra, la defensa del claustro de la abadía por parte del hermano Juan, contiene también una alusión invertida a la comunión. Ya hemos visto cómo la sangre se convertía en vino, y cómo la imagen del cruel combate contenía la idea de la vendimia. En el folklore de los viñateros franceses, la «vendimia» se relaciona con el personaje «Buen Tiempo», esposa de «Madre loca». «Buen Tiempo» indica el
fin de los malos tiempos y el surgimiento de la paz universal.
Por ello Rabelais ubica en un ambiente de vendimia el tema de la victoria del trabajo pacífico y la abundancia sobre la guerra y la destrucción: éste es el tema central del episodio de la guerra de Picrochole.
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Así, la atmósfera de la vendimia penetra en la segunda parte de
Gargantúa
y organiza su propio sistema de imágenes, del mismo modo que la primera parte (nacimiento de Gargantúa) estaba imbuida por la atmósfera de fiesta de la matanza y del carnaval. Todo el libro se desarrolla en un ambiente concreto de fiesta popular.
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En
Pantagruel,
segundo libro de la historia, hay otros episodios que tratan también el tema de la fiesta. El año 1532, en que Rabelais escribió este libro, fue declarado por el papa Clemente VII año jubilar extraordinario. Durante aquellos años, algunas iglesias tenían derecho a vender las licencias papeles. Hay un episodio directamente relacionado con esta circunstancia.

Deseoso de resolver sus problemas, Panurgo recorre las iglesias para comprar perdones, pero cada vez que entrega una limosna al sacristán, es reembolsado después «en forma centuplicada», ya que pone en imperativo: «Recibe el céntuplo», la fórmula evangélica que dice «Recibirás el céntuplo» y, en consecuencia, toma cien denarios por cada uno que da. De este modo, el episodio se convierte en una inversión paródica del tema del perdón jubilar y del texto evangélico.

En
Pantagruel
hay un episodio que relata cómo Panurgo se enamoró de una altiva dama de París, que lo rechazó, por lo cual se venga de ella de forma muy ingeniosa. Panurgo cumple su venganza el día de la fiesta de Corpus. Rabelais inventa en esta ocasión una parodia prodigiosa al describir una procesión de 600.014 perros que persiguen a la enamorada de Panurgo y orinan sobre ella, ya que éste ha rociado las ropas de la dama con un extracto de los órganos de una perra en celo.

Esta inversión de la procesión religiosa del día de Corpus puede parecer, a simple vista, monstruosamente sorprendente y profana. La historia de esta fiesta en Francia y en el extranjero (sobre todo en España) nos indica que las imágenes grotescas del cuerpo, de contenido extremadamente licencioso, eran más bien comunes en esta circunstancia, y estaban consagradas por la tradición. Puede decirse incluso que la imagen del cuerpo, en su aspecto grotesco, predominaba en la expresión popular de esta fiesta y creaba un ambiente corporal específico. Así, pues, las encarnaciones tradicionales del cuerpo grotesco figuraban obligatoriamente en la procesión solemne: monstruos (mezcla de rasgos cósmicos animales y humanos) que llevaban sobre sus lomos a la «pecadora de Babilonia»,
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gigantes de la tradición popular, moros y negros (de cuerpos caricaturizados), multitudes de jóvenes que ejecutaban danzas evidentemente sensuales (una zarabanda bastante «indecente» en España); después del paso de las efigies, llegaba el sacerdote con la hostia; al final del cortejo venían coches decorados con cómicos disfrazados, lo que en España se llamaba «la fiesta de los carros».

Como vemos, esta procesión tradicional, claramente carnavalesca, tenía una predilección muy marcada por la representación corporal. En España se representaban espectáculos dramáticos especiales para celebrarlo, llamados «autos sacramentales».

Podemos formarnos una idea al respecto a través de las piezas de Lope de Vega que conocemos. Los rasgos cómicos grotescos predominan hasta tal punto que influyen incluso en la parte seria de la representación. Tienen numerosas inversiones paródicas de temas antiguos y cristianos, además de la parodia de la procesión misma.

Podemos afirmar, a modo de conclusión, que la expresión pública y popular de la fiesta era en cierta forma un drama satírico que camuflaba el rito religioso del cuerpo de Dios (la hostia).
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A la luz de estos datos, la parodia de Rabelais no parece tan sorprendente ni monstruosa. En realidad no hace más que desarrollar los elementos del drama satírico ya existentes en las imágenes tradicionales de la fiesta: la imagen del monstruo que lleva a una «pecadora» en su lomo, los gigantes y los negros, los movimientos «indecentes» de la danza, etc. Por cierto que Rabelais relata el acontecimiento de modo audaz y consciente. En este ambiente de drama satírico no tenemos por qué asombrarnos de las imágenes de los perros que orinan ni de los detalles correspondientes a la perra en celo. Recordemos además el carácter ambivalente de la rociadura de la orina, la idea de fecundidad y potencia sexual que contiene. De allí que Rabelais nos cuente que los perros formaron al mear un arroyo de orina que llegó hasta Saint-Víctor, y que fue utilizado por Gobelin para teñir sus tejidos.

Los episodios que hemos examinado hasta ahora están relacionados directamente con ciertas fiestas determinadas (matanza de las reses, vendimia, perdón jubilar, fiesta del Corpus). El tema de la fiesta ejerce también una influencia determinada en la organización de sus imágenes. Pero hay algo más en el libro de Rabelais, aparte del reflejo directo de esas diversiones. Hay numerosas alusiones a ciertas fiestas, la de San Valentín, la feria de Niort, para la cual Villon prepara su diablura, el carnaval de Avignon, durante el cual los bachilleres juegan a los dados, el carnaval de Lyon con su alegre fantoche de Maschecroüte, el Glotón, etc. Al seguir en
Pantagruel
el recorrido de su héroe por las universidades francesas, Rabelais demuestra una predilección especial por las diversiones y juegos recreativos de estudiantes y bachilleres.

Los juegos de todo tipo (desde los de cartas hasta los deportivos), las predicciones, adivinaciones y augurios de toda clase, ocupaban un lugar preponderante en la expresión popular y pública de la fiesta. Estos fenómenos, estrechamente ligados al ambiente de la fiesta popular, desempeñaban un papel esencial en la obra de Rabelais. Baste con señalar que el
Libro Tercero
no es más que una larga serie de adivinaciones de Panurgo con respecto a su prometida, es decir, su futura esposa. Nos detendremos pues, un instante, en este tema.

Ante todo examinemos los diversos juegos. El capítulo XXII de
Gargantúa
contiene la célebre lista de los juegos a los que se dedicaba el joven héroe después de comer. En la edición canónica (1542) se citan 217: innumerables juegos de cartas, juegos de salón y de mesa y juegos al aire libre. Esta célebre enumeración tendría grandes repercusiones. Fischart, primer traductor alemán, la hace más larga aún, agregándole 372 nombres de juegos de cartas y canciones bailables alemanas.

Thomas Urquhart hace lo mismo con los juegos ingleses. La versión holandesa de
Gargantúa
(1682) añade a su vez, un colorido nacional a la lista, ya que menciona 63 típicamente holandeses. Así, en los diferentes países, la lista sirvió para despertar el interés por los juegos nacionales. La versión holandesa fue el punto de partida del más grande estudio folklórico sobre los juegos infantiles que se realizó en el mundo: la obra en ocho tomos de Kokke y Teyerlink
Juegos y diversiones infantiles en los Valses Bajos
(1902-1908).

El interés que Rabelais manifiesta por los juegos no es nada fortuito, sino que lo comparte con toda su época. En efecto, éstos se hallaban vinculados por un lazo sólido, no sólo
exterior,
sino también
interior, a la parte popular y pública de la fiesta.

Además de esta lista, utiliza ampliamente el rico vocabulario de los juegos, de donde extrae metáforas y comparaciones. De estas fuentes toma ciertas metáforas eróticas (como «jugadores de bolos») y una serie de figuras expresivas que traducen la suerte o el infortunio (por ejemplo: «¡Quedan muchas espadas!» (naipes), etc.). Debemos señalar que el lenguaje popular tenía un gran número de expresiones de este origen.

Dos importantes episodios del libro de Rabelais se basan en imágenes de juego. El primero, el «enigma de la profecía», cierra el
Primer Libro (Gargantúa).
El autor de este poema es sin duda Mellin de Saint-Gelais. No es un hecho casual, sin embargo, el que Rabelais lo reproduzca en su libro: el poema está profundamente relacionado con su sistema de imágenes. Su análisis nos permitirá descubrir varios aspectos nuevos y esenciales. Hay dos elementos entremezclados en el «enigma de la profecía», la
representación profética paródica del porvenir histórico y las imágenes tomadas del juego de pelota.
Esta relación no es fortuita: contiene una concepción
carnavalesca del proceso histórico
concebido como
juego,
idea muy típica de la época. Mellin de Saint-Gelais es autor de otro breve poema en que describe, como si fuese un juego de «primera» (naipes), la lucha por el dominio de Italia, que tanto preocupaba a Francisco I, al papa Clemente VII y a Carlos V. El «juego de primera» estaba muy de moda en esa época. La situación política, el reparto de las fuerzas, las ventajas y debilidades de los diferentes soberanos son traspuestas con gran precisión en el vocabulario de «primera».

La
Antología de la poesía francesa
de Jean Longy y Vincent Certain contiene un corto poema que relata, en estilo serio, las vicisitudes de los destinos históricos así como el mal y las calamidades que reinan sobre la tierra. En realidad estas vicisitudes y calamidades conciernen al juego, no a la vida terrestre o a la historia. En un estilo elevado y enigmático, el autor describe una partida de bolos. Destacamos que, a diferencia de la poesía de Mellin de Saint-Gelais, no es la realidad histórica la que es descrita con las imágenes del juego, sino, por el contrario, la partida de bolos a través de nobles figuras de la vida terrestre, con sus alternativas y sus males. Esta permutación original de los sistemas —una especie de jugar al ajuego— hace que el desenlace de esta oscura poesía produzca en el lector sorprendido un estado de
alegría y alivio.
Lo mismo ocurre, como veremos, en el «enigma de la profecía» de Rabelais.

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