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Authors: Daniel Goleman

Tags: #Ciencia, Psicología

La inteligencia emocional (63 page)

BOOK: La inteligencia emocional
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El atrincheramiento: Gottman, What Predicts the Divorce.

Los pensamientos tóxicos: Aaron Beck, Love ls Never Enough (Nueva York: Harper and Row, 1988), págs. 145-146. [Hay traducción castellana, con título Con el amor no basta, Editorial Paidós, Barcelona, 1990.] 16. Las pautas mentales de las parejas conflictivas: Gottman, WhatPredicts the Divorce.

Las distorsiones del pensamiento de los maridos violentos han sido analizadas por Amy Holtzworth-Munroe y Glenn Hutchinson en “Attributing Negative lntent to Wife Behavior: The Attributions of Maritally Violent Versus Nonviolent Men”, en Journal of Abnormal Psychology, 102, 2 (1993), págs. 206-211. En lo que se refiere a la suspicacia de los varones sexualmente agresivos, véase Neil Malamuth y Lisa Brown, “Sexually Aggresive Men's Perceptions of Women's Communications”, en Journal of Personalitv and Social Psychology, 67 (1994).

Los maridos agresivos: según los especialistas, existen tres tipos de maridos que agreden a sus esposas, los que raramente lo hacen, los que lo hacen de manera compulsiva cuando montan en cólera y los que lo hacen de manera fría y calculada. La terapia sólo parece ser de alguna utilidad en los dos casos primeros. Véase, a este respecto, Neil Jacobson et al., Clinical Handbook of Marital Therapv (Nueva York:Guilford Press, 1994).

El desbordamiento: Gottman, Wbat Predicrs tbe Divorce.

Alos maridos no les gustan las peleas: Robert Levenson et al.. “The lnfluence of Age and Gender on Affect, Physiology and Their lnterrelations: A Study of Long-term Marriages”, en Journal of Personaliry and Social Psvchologv, 67 (1994).

El desbordamiento emocional de los esposos: Gottman, What Predicts Divorce.

Los hombres se cierran en sí mismos y las mujeres critican: Gottman, What Predicts Divorce.

“Wife Charged with Shooting Husband Over Football on TV”. The New York Times del 3 de noviembre de 1993.

Las «buenas peleas»: Gottman, What Predicts Divorce.

La incapacidad de las parejas para la reconciliación: Gottman. What Predicts Divorce.

Los cuatro pasos que conducen a una «buena pelea» se han extraído de Gottman, Wby Marria ges Succeed or Fail.

La monitorización del pulso: Gottman, ibid.

La captura de los pensamientos negativos: Beck, Love is Never Enough. [Hay traducción castellana, con el título Con el amor no basta, Editorial Paidós, Barcelona. 1990.] 29. «Reflejar»: Harville Hendrix, Getting the Love You Want (Nueva York: Henry Holt, 1988).

Capítulo 10. Ejecutivos con corazón

El accidente del piloto que intimidaba a su tripulación: Carl Lavin, “When Moods Affect Safety: Comunications in a Cockpit Mean a Lot a Few Miles Up”, en The New York Times del 26 de junio de 1994.

La encuesta a 250 ejecutivos procede de Michael Maccoby, “The Corporate Climber Has to Find His Heart”, en Fortune (diciembre de 1976).

Conversación con Zuboff (junio de 1994): En lo que se refiere al impacto de las tecnologías de la información, véase su libro ln the Age of the Smart Machine (Nueva York: Basic Books, 1991).

La historia del vicepresidente sarcástico me la narró Hendrie Weinsmger, psicólogo en la UCLA Graduate School of Business y autor del libro The Crmcal Edge: How to Criticize Up and Down the Organizarion andMake it Pnv 0ff (Boston: Little, Brown, 1989).

La encuesta sobre las ocasiones en que los directivos perdían los estribos fue realizada por Robert Baron, psicólogo del RensseJaer Polytechnic lnstitute, a quien entrevisté para e] New York Times del ll de septiembre de 1990.

La crítica como origen de los conflictos: Robert Baron, “Countering the Effects of Destructive Criticism: The Relative Efticacy of Four lnterventions”, en Journal OjAppl¡ed Psvcholo gv. 73,3(1990).

Las críticas vagas y las críticas concretas: Harry Levinson, “Feedback to Subordinates” en Harry Levinson. Addendum lo the Levinson Letter, Levinson lnstitute, Waltham, MA (1992).

El cambio del rostro de la fuerza laboral: la encuesta a 645 compañías nacionales efectuada por los consejeros de dirección de Towers Perrin en Maniatan, la recogió The New York Times el 26 de agosto de 1990.

Las raíces del odio: Vamik Volkan, The Need to Have Enemies and Alljes (Northvale, Nueva Jersey: Jason Aronson, 1988).

Mi entrevista con Thomas Pettigrew se publicó en The New York Times del l2demayode 1987.

Los estereotipos y los prejuicios sutiles: Samuel Gaertner y John Davidio Prejudice, Discrimination and Racism (Nueva York: Academic Press, 1987).

Los prejuicios sutiles: Gaertner y Davidio, Prejudice, Discrimination, and Racism.

Relman: citado por Howard Kohn, “Service With a Sneer”, en The New York Times Sunday Magazine del 11 de noviembre de 1994.

lBM: “Responding to a Diverse Work Force”, The New York Times del 26 de agosto de 1990.

El poder de llamar a las cosas por su nombre: Fleteher Blanchard, “Reducing the Expression of Racial Prejudice”, en Psvchological Science (vol. 2, 1991).

La ruptura de los estereotipos: Gaertner y Davidio, Prejudice, Discrimination, and Racism.

Equipos: Peter Drucker, “The Age of Social Transformation”, en The Atlaníic Monthlv (noviembre de 1994).

El concepto de inteligencia grupal procede de Wendy Williams y Robert Sternberg, “Group lntelligence: Why Some Groups Are Better Than Others”, lntelligence (1988).

El estudio de los trabajadores «estrella» de los Laboratorios Bell ha sido recogido por Robert Kelley y Janet Caplan, “How Belí Labs Creates Star Performers”, Harvard Bussiness Review (julio-agosto de 1993).

La utilidad de las redes informales de trabajo la ha subrayado David Krackhardt y Jeffrey R. Hanson, “lnformal Networks: The Company Behind the Chart”, Harvard Bussiness Review (julio-agosto de 1993), pág. 104.

Capitulo 11. La mente y la medicina

El sistema inmunológico como «cerebro del cuerpo»: Francisco Varela, Third Mmd and Life Meeting. Dharamsala, lndia (diciembre de 1990).

Mensajeros químicos entre el cerebro y el sistema inmunológico: Robert Ader et al., psychoneuroimmunology, 2
a
edición (San Diego: Academic Press, 1990).

La relación existente entre el sistema nervioso y las células inmunológicas: David Felten et al., “Noradrenergic Sympathetic lnnervation of Lymphoid Tissue”, Joarnal of lmmunology, 135 (1985).

Las hormonas y la función inmunológica: B. 5. Ravin el al.. “Bidirectional lnteraction Between the Central Nervous System and the lmmune System”, en Critical Reviews in lmmunology. 9 (4), (1989), págs. 279-312.

Las relaciones existentes entre el cerebro y el sistema inmunológico: véase, por ejemplo, Steven B. Maier et al., “Psychoneuroimmunology”, American Psychologist (diciembre de 1994).

Lasemociones tóxicas: Howard Friedman y 5. Boothby-KewlCy, “The Disease-Prone Personality: A Meta-Analytic View”,American Psychologist, 42 (1987). Este amplio análisis de diferentes estudios utilizó un «metaanálisis», una técnica que permite analizar estadísticamente los resultados de varios estudios diferentes en un contexo mucho más amplio. El mayor número de casos estudiados permite así que puedan identificarse más fácilmente implicaciones que suelen pasar inadvertidas en los estudios más limitados.

Los escépticos argumentan que el retrato emocional que suele acompañar a una mayor incidencia de la enfermedad refleja el perfil caracteristico del neurótico —ansiedad, depresión y abatimiento emocional—. y que el gran peso de la enfermedad que recogen estos estudios no se debe tanto a un hecho clínico como a la tendencia que manifiestan estos enfermos a lamentarse, quejarse y exagerar la gravedad de sus sintomas.Por el contrario, Friedman y otros aducen que lo que demuestra la relación existente entre emoción y enfermedad no es la investigación sobre las quejas de los pacientes las pruebas médicas y de las evaluaciones clínicas de los síntomas objetivos de la enfermedad, que son los que, en última instancia, determinan su gravedad. Por supuesto, siempre existe la posibilidad de que el aumento de la angustia sea el resultado de la misma condición clínica o que incluso la precipite pero, por esta misma razón, los datos más fiables son los que se derivan de los estudios prospectivos en los que se evalúan los estados emocionales antes de que se manifieste la enfermedad.

Gail lronson et al., “ Effects of Anger on Left Ventricular Ejection Fraction in Coronary Artery Disease”, en The American Joarnal of Cardiolo gv, 70, 1992. La eficacia del bombeo cardíaco —también llamada «fracción de eyección»— mide la capacidad del corazón para bombear la sangre desde el ventrículo izquierdo hasta las arterias, cuantificando el porcentaje de sangre ventricular impulsada por cada latido. En el caso de las enfermedades coronarias, el descenso de la eficiencia del bombeo señala el debilitamiento del músculo cardíaco.

Algunas de las doce investigaciones orientadas a desvelar las relaciones existentes entre la hostilidad y la muerte por enfermedad cardíaca no han acertado a encontrar ninguna relación evidente.

Esto, sin embargo, puede deberse tanto al método empleado (por ejemplo, el uso de una escala muy poco sensible a la hostilidad) como a la sutileza del efecto en cuestión. La mayoría de muertes causadas por la hostilidad parece ocurrir en la mitad de la vida, y si un estudio no es capaz de seguir y determinar las causas de la muerte durante este periodo, no podrá advertir esta relación.

La hostilidad y las enfermedades cardíacas: Redford Williams, The Trusting Heart (Nueva York: Times Books!Random House, 1989).

Peter Kaufman: mi entrevista con el doctor Kaufman apareció en The New York Times del 1 de septiembre de 1992.

El estudio de Stanford sobre la irritabilidad y un segundo ataque al corazón: Carl Thoreson, presentado en el lnternational Congress of Behavioral Medicine, Uppsala, Suecia (julio de 1990).

Lynda H. Powell, “Emotional Arousal as a Predictor of Long-Term Mortality and Morbidity in Post M.l. Men”, en Circulation, vol. 82, n0 4, suplemento lll, octubre de 1990.

Murray A. Mittleman, “Triggering of Myocardial lnfarction Onset by Episodes of Anger”, en Circulation, vol. 89, n° 2 (1994).

La represión del enfado aumenta la tensión arterial: Robert Levenson, “Can We Control Our Emotions, an How Does Such Control Change an Emotional Episode?”, en Richard Davidson y Paul Ekman, eds., Fundamental Questions About Emotions (Nueva York: Oxford University Press, 1995).

El estilo personal hostil: escribí acerca de la investigación realizada por Redford Williams sobre el enojo y el corazón en The New York Times Good Health Magazine del 16 de abril de 1989.

Reducción del 44% en la incidencia de un segundo ataque cardíaco: Thoreson, op. cit.

El programa del doctor Williams para controlar el enfado: Williams, The Trusting Heart.

La mujer preocupada: Timothy Brown et al., “Generalized Anxiety Disorder”, en David H. Barlow, ed., Clinical Handbook of Psychological Disorders (Nueva York: Guilford Press, 1993).

Estrés y metástasis: Bruce McEwen y Eliot Stellar, “Stress and the lndividual Mechanisms Leading to Disease”, en Archives of lnternal Medicine, 153 (27 de septiembre de 1993). El estudio al que se refieren los autores de este artículo es obra de M. Robertson y J. Ritz, “Biology and Clinical Relevance of Human Natural Killer Celís”, en Blood , 76(1990).

Existen múltiples razones, aparte de las meramente biológicas, que explican por qué las personas estresadas son más vulnerables a la enfermedad. Una de ellas es que las alternativas que más suelen utilizarse para tratar de disipar la ansiedad —como, por ejemplo, fumar, beber o comer copiosamente— son, en sí mismas, insanas. Otra razón es que la preocupación y la ansiedad constantes pueden provocar que la persona pierda el sueño o se muestre reacia a seguir el tratamiento médico que se le ha recetado, todo lo cual no hace sino contribuir a prolongar la enfermedad. Pero lo más probable es que, en lo que se refiere a la relación entre el estrés y la enfermedad, todos estos factores actúen conjuntamente.

El estrés debilita el sistema inmunológico: en una determinada investigación sobre el estrés realizada con estudiantes de medicina, éstos no sólo manifestaron un escaso control inmunológico frente al virus del herpes sino también un descenso en la capacidad de los glóbulos blancos para acabar con las células infecciosas, así como Al un incremento paralelo de los niveles de una sustancia asociada a la disminución de la capacidad inmunológica de los linfocitos. Véase, a este respecto, Ronald Glaser y Janice Kiecolt-Glaser, “Stress-Associated Depression in Cellular lmmunity”, Brain, Behavior, and lmmunit-v, 1 (1987). No obstante, la mayor parte de las investigaciones que han tratado de demostrar la relación entre el estrés y el debilitamiento de las defensas inmunológicas no dejan suficientemente claro que estos niveles disminuyan tanto como para comportar un riesgo clínico.

Estrés y resfriado: Sheldon Cohen et al., “Psychological Stress and Susceptibility to the Common Cold”, en New England Joarnal of Medicine, 325 (1991).

Los contratiempos de la vida cotidiana y la infección: Arthur Stone ct al., “Secretory lgA as a Measure of lmmunocompetence”, en Journal of Human Srress. 13 (1987). En otro estudio, 246 esposos, viudas y niños mantuvieron un control diario de las tensiones que se producían en su vida familiar durante un episodio de gripe. Aquéllos que tenían crisis familares más frecuentes también manifestaban una tasa más alta de gripe, determinada en función de los días con fiebre y de los niveles de anticuerpos. Véase R. D. Clover et al., “Family Functioning and Stress as Predictors of lnfluenza B lnfection”. Journal of Familv Practice, 28 (mayo de 1989).

El estrés y la infección del virus del herpes: véanse en este sentido, los estudios llevados a cabo por Ronald Glaser y Janice KiecoltGlaser, entre los que cabe destacar “Psychological lnfluences on lmmunity”, en American Psychologist, 43 (1988). La relación existente entre el herpes y el estrés es tan evidente que se ha podido demostrar mediante un estudio de tan sólo diez pacientes en el que se utilizó la erupción del herpes como medida. El estudio demostró que cuanto mayor eran la ansiedad, las disputas y el estrés manifestado por los pacientes, mayor era también la tendencia a sufrir erupciones de herpes en las semanas siguientes; mientras que, en los períodos más plácidos de la vida de estos pacientes, el herpes se mantenía en estado latente. Véase también H. E. Schmidt et al., “Stress as a Precipitating Factor in Subjects With Recurrent Herpes Labialis”, en Journal of Family Practice, 20 (1985).

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