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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Policíaco

La lista de los doce (32 page)

BOOK: La lista de los doce
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—¡Maldita sea! —gritó Schofield—. ¡Esto nunca me había pasado!

Se había quedado sin opciones. Gant y él eran blancos fáciles.

El hombre de ExSol lo vio y su dedo se dispuso a apretar el gatillo. Momento en el que fue aplastado por su camión Kenworth, que lo golpeó con dureza contra el Mack, con tanta dureza que los dos camiones se elevaron momentáneamente por encima del suelo.

El mercenario, impotente, estalló en una masa carmesí. Sus ojos se le salieron de las órbitas antes de desaparecer del campo de visión de Schofield y caer a la carretera bajo los dos camiones.

Cuando el hombre desapareció de su vista, Schofield pudo ver al nuevo conductor del Kenworth: Aloysius Knight.

Pues, cuando el mercenario de ExSol había saltado de la puerta del Kenworth al Mack, otra figura había cruzado en la otra dirección, desde la sección trasera del Mack a la sección trasera del Kenworth.

Era Knight.

En ese momento los dos camiones avanzaban juntos por el largo y curvado túnel, perseguidos tan solo por el último Peugeot amarillo.

Pero, con las llantas reventadas, el Mack de Schofield era peligrosamente inestable. Derrapaba y daba bandazos al intentar coger algo de tracción.

Schofield habló por su radio.

—¡Knight! ¡No puedo controlar este camión! ¡Tenemos que subir al suyo!

—De acuerdo. Me acercaré. Envíeme a su dama.

El Kenworth se acercó al Mack, prácticamente rozándole un lateral.

Schofield aseguró el volante del Mack con el cinturón de seguridad. A continuación abrió de una patada la puerta del copiloto y comenzó a ayudar a Gant a moverse.

Al mismo tiempo, Knight abrió la puerta del conductor y extendió la mano.

De repente, disparos. Disparos que impactaron en los dos camiones. Pero tan solo eran disparos desesperados del Peugeot.

Schofield le pasó a Gant, y Knight la cogió y la colocó con cuidado en el asiento del copiloto.

Una vez Gant estuvo a salvo, Schofield se dispuso a saltar. Justo en ese instante, una impresionante ráfaga de balas trazadoras cortó horizontalmente el aire delante de él, creando una barrera letal cual láser, impidiéndole acceder al camión de Knight y Gant.

Schofield se giró para mirar hacia delante y vio el origen de aquellos disparos.

Observó que, al final del túnel en curva, la carretera torcía a la derecha, y contempló, cerniéndose amenazante en el aire justo en esa curva, al segundo Mirage 2000N-II, disparando con su minigun de seis cañones.

Y entonces Schofield advirtió horrorizado que las balas trazadoras se precipitaban contra su camión y una inimaginable ráfaga de disparos impactaba en la rejilla de metal del Mack, dejándole millones de pequeñas abolladuras.

Los motores del Mack se prendieron y el fluido hidráulico comenzó a verterse por todas partes. De pronto, Schofield no podía ver nada por el parabrisas. Pisó el freno; no funcionaba. Probó con el volante; funcionaba, pero muy poco, lo suficiente para que le dijera al caza:

—Si caigo, tú caes conmigo.

El Mack siguió avanzando por el túnel, junto con el otro camión.

Y aun así los disparos del Mirage no cesaron.

Los dos camiones llegaron al final del pasadizo, en esos momentos ya separados, y Aloysius Knight no tuvo otra opción que girar a la derecha, mientras que el Mack de Schofield, con el capó en llamas y los neumáticos traseros reventados, no pudo hacer otra cosa que seguir hacia delante, haciendo caso omiso de la curva.

Schofield lo vio todo antes de que ocurriera.

Y supo que no había nada que pudiera hacer.

—Dios mío… —dijo.

Un segundo después, el Mack no pudo tomar la curva y se estampó contra la barrera de protección y salió disparado, por los aires, directo al caza Mirage.

4.8

El Mack voló por los aires trazando un impresionante arco, con el morro hacia arriba y sus ruedas girando, dejando tras de sí una columna de humo negro procedente de su capó en llamas.

Pero ese arco concluyó abruptamente cuando el enorme camión se chocó a gran velocidad contra el caza Mirage, que se cernía inmóvil junto a la carretera.

El camión y el avión colisionaron con una fuerza brutal y el Mirage comenzó a dar bandazos por la fuerza del impacto.

El Mack, ya en llamas, voló por los aires y su capó se encajó en el morro del caza francés. Por su parte, el Mirage comenzó a dar tumbos y a continuación estalló en una cegadora bola de fuego.

A continuación cayó del cielo, una caída de ciento veinte metros, con los restos del Mack incrustados en su morro, antes de chocar contra las olas con gran estrépito.

Y, en medio de todo aquello, en medio de aquella maraña mecánica, sin una cuerda o un Maghook al que aferrarse, estaba Shane Schofield.

4.9

Knight y Gant lo vieron todo desde su camión conforme se alejaban de la carretera.

Vieron que el Mack de Schofield chocaba contra la barrera de seguridad y se precipitaba hacia el Mirage, tras lo cual se produjo la tremenda explosión y la caída al océano.

Nadie podría sobrevivir a un impacto así.

A pesar de sus heridas, a Gant casi se le salieron los ojos de las órbitas.

—Oh, Dios. Shane. No… —susurró.

—Hijo de puta —murmuró Knight.

Montones de pensamientos se agolparon en su mente. Schofield estaba muerto, un hombre que le habría reportado millones de dólares a Knight si lo hubiera mantenido con vida. ¿Qué hacía ahora? ¿Y qué hacía con esa mujer herida que ya no le servía de nada?

Lo primero que tienes que hacer es salir de aquí con vida
, dijo una voz en su interior.

Y entonces, de repente, el último Peugeot sobrepasó al camión y siguió avanzando.

Sorprendido, Knight miró hacia delante y vio la carretera que se alzaba ante él.

En la siguiente curva, una estructura similar a un castillo pequeño conformaba un arco sobre la carretera.

De piedra y rematada con almenas, era una torre de entrada de dos plantas que debía de tener la misma antigüedad que la fortaleza de Valois. Probablemente marcara el límite exterior del terreno de la fortaleza.

En el lado más alejado de la torre, sin embargo, había un puente levadizo que cubría una sección de seis metros de espacio vacío en la carretera. Solo podía atravesarse si el puente estaba bajado. Y, en ese momento, lo estaba.

Pero entonces el Peugeot llegó a la torre y uno de sus ocupantes se bajó y, de repente, ante los ojos de Knight, el puente levadizo comenzó a subir.

—No… —dijo en voz alta—. ¡No!

Pisó el acelerador.

El Kenworth se dirigió hacia la torre de entrada medieval, ganando velocidad.

El puente levadizo estaba levantándose con la ayuda de sus cadenas de hierro.

Iba a estar muy justo.

El camión aceleró.

El puente se levaba lentamente: treinta centímetros, sesenta, un metro…

Los hombres del Peugeot abrieron fuego cuando el camión de Knight se dispuso a recorrer los últimos cuarenta y cinco metros.

Knight se agachó. El parabrisas se hizo añicos.

El puente levadizo siguió subiendo…

… Y entonces el camión cruzó la entrada, dejando atrás a los hombres de ExSol…

… Y corrió hacia la rampa, fácilmente a cien por hora, cuando se precipitó al extremo del puente y salió despedido, volando por encima del vertiginoso hueco de la carretera bajo el puente y…

… El camión aterrizó en tierra firme de nuevo, dando uno, dos, tres botes antes de que Knight lograra recuperar el control.

—Uau —suspiró aliviado—. Ha sido…

¡Pum!

El tramo de carretera que tenía ante sí estalló en una nube de tierra. Un obús del destructor.

Knight pisó los frenos y su camión derrapó hasta detenerse a escasos centímetros del reciente socavón de la carretera.

Knight gimió.

La carretera había desaparecido, se había evaporado, y la distancia hasta el otro lado del abismo era de al menos nueve metros.

Gant y él estaban atrapados, flanqueados por delante y por detrás por sendos cráteres en la carretera.

En ese momento, casi al unísono, el helicóptero de Axon, que había contemplado la persecución desde una prudente distancia muy por encima de la carretera, apareció junto a ellos. El piloto estaba hablando por la radio de su casco.

—Joder —dijo Knight.

Quinto ataque

Inglaterra —Francia— EE. UU
.

26 de octubre, 14.00 horas (Inglaterra
)

09.00 horas (Tiempo del Este, Nueva York, EE. UU
).

Debemos evitar la adquisición de la injustificada influencia, sea solicitada o no, del complejo militar-industrial.

—Presidente Dwight D. Eisenhower

Discurso de despedida. Enero, 1961

5.1

Embajada de Estados Unidos, Londres (Inglaterra).

14.00 horas (hora local).

09.00 horas (Tiempo del Este, Nueva York, EE. UU).

«Para ellos, la guerra contra el terrorismo no ha avanzado lo suficiente. Si bien los miembros del M-12 no planearon los ataques del 11 de Septiembre, no se confundan, están sacando pleno provecho de ellos…».

El hombre que estaba hablando en la pantalla de televisión era Benjamin Y. Rosenthal, el agente del Mossad que había sido asesinado en el tejado de la torre King hacía una hora.

Libro II observaba la tele atentamente. Tras él, de pie, estaba el tipo del departamento de Estado, Scott Moseley.

En las mesas a su alrededor había documentos, cientos de documentos. Todo lo que Benjamin Rosenthal sabía del M-12 y su cacería mundial.

Libro echó un nuevo vistazo a la montaña de documentos:

Fotos de hombres llegando en limusinas a cumbres económicas.

Transcripciones telefónicas grabadas de manera secreta.

Archivos robados del departamento de Defensa estadounidense.

Incluso dos documentos tomados de la Dirección General de la Seguridad Exterior de Francia, la famosa DGSE. Uno era un dosier de la DSGE relativo a varios de los principales empresarios del mundo que habían sido invitados a una cena privada con el presidente de Francia seis meses atrás.

El otro era bastante más explosivo. Esbozaba la reciente captura por parte de la DGSE de veinticuatro miembros de la organización terrorista Global Jihad, que habían planeado estrellar un avión cisterna contra la Torre Eiffel. Al igual que Al Qaeda, Global Jihad era un grupo terrorista conformado por islamistas fanáticos que querían llevar el concepto de la guerra sagrada a una nueva dimensión.

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