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Authors: Andrea Cremer

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

La pesadilla del lobo (4 page)

BOOK: La pesadilla del lobo
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—Está bromeando —dijo ella, mirando a Shay y dándole la espalda a Connor.

—No es verdad —dijo Connor—. No te ofendas, Ethan.

—Estoy desolado —dijo Ethan.

Ariadne se volvió hacia mí con una sonrisa burlona.

—¿Así que ésta es la chica lobo? Shay no deja de hablar de ti.

Le sonreí. Incluso si había flirteado con él, Shay no dejó de pensar en mí. Bien: eso es lo que yo quería.

—Ésta es Ariadne —dijo Shay—. Ha estado explicándome cómo funcionan las cosas aquí.

—Llámame Adne.

—Me llamo Cala —contesté, enderezándome. Aunque Shay no sintiera interés por ella, quería asegurarme de que esta muchacha supiera cuál era nuestra relación.

—Me lo han dicho. Una Vigilante llamada Cala —dijo; parecía muy divertida—, como la flor. Muy bonito.

—Así es, como la flor —dije, y no pude reprimir un gemido. Era precisamente la impresión que no quería causar.

—Estupendo —murmuró, esbozando una sonrisa—. Pues encantada de conocerte, Lirio. Al menos si realmente estás de nuestra parte.

3

Lirio.

Oí la carcajada de Ren.

«—¿Nunca dejarás de llamarme así?

»—Nunca.»

—¿Por qué me has llamado Lirio? —pregunté; mis piernas se negaban a sostenerme.

El impulso a cambiar de aspecto era abrumador. Me sentía encerrada.

«Corre, Cala, reúnete con tu manada. Éste no es tu lugar.»

Shay debe de haber percibido mi angustia porque me aferró de los brazos y me obligó a mirarlo.

—¿Cala? No te enfades, no lo ha dicho con mala intención. —Comprendí que él creía que quería convertirme en lobo porque estaba enfadada con Ariadne, pero ése no era el problema.

—Sí, Shay tiene razón. Lamento haberte irritado. —Ariadne se encogió de hombros, los ojos le brillaban como si deseara que la atacara—. Fue una ocurrencia repentina: el nombre encaja contigo y es muy cómico.

Me zumbaban los oídos y casi no oí sus palabras. Era como si el sueño volviera a absorberme, pero no era un sueño: era una pesadilla. Me sentí invadida por sentimientos que había logrado reprimir mientras estaba sola.

—¿Algo va mal? —preguntó Ariadne, dejando de sonreír.

Negué con la cabeza, cohibida y deseando que la tierra me tragara. Oí la voz de Ren susurrándome mi apodo al oído. ¿Es que Shay y yo no podíamos estar juntos durante más de cinco minutos sin que alguien me obligara a recordar a la única persona que podía separarnos?

Shay le contestó entre dientes.

—Lo que pasa es que la otra persona solía llamarla Lirio.

Otra persona. No sólo oía el susurro provocador de Ren, ahora veía su rostro y recordaba cómo me abrazaba esa noche, cuando escapé de Vail, de la ceremonia en la que debería haberme convertido en su compañera. Me había besado, me había rogado que me quedara. ¿Dónde estaría ahora? Había mentido para ayudarnos a escapar y yo no quería pensar en el precio que habría pagado por esa mentira.

Vail. El hogar. El corazón me latía aprisa y no podía respirar. «¿Qué hago aquí?» Me clavé las uñas en las palmas, luchando contra el lobo que gruñía en mi interior, que quería atacar a los Buscadores, que ansiaba reunirse con su manada.

Adne contempló a Shay y después me lanzó una mirada evaluadora.

—Ah —dijo en voz baja, sin esforzarse por disimular una sonrisa—. Hay alguien más.

Reinó un silencio incómodo. Por fin Connor hizo crujir los nudillos y le lanzó una mirada significativa a Monroe.

—Bien, ¿se acabó el turno de carcelero? —preguntó—. Era excitante, sobre todo en comparación con los combates a muerte que sueles obligarnos a librar.

—¿Es que nunca cerrarás el pico? —dijo Shay en tono airado. El rubor me cubrió las mejillas, sabía que más que las bromas de Connor, era yo quien causaba el mal humor de Shay, pese a que las bromas se estaban volviendo un tanto pesadas.

—¡Qué modales! —dijo Connor—. Puesto que eres El Elegido, has de causar buena impresión. Es una pena que aquí no enseñen etiqueta, ya sabes: cuál es el tenedor para la ensalada, caligrafía, la manera elegante de destripar a un adversario.

Durante un segundo, creí que Shay le pegaría un puñetazo.

—Ya basta, Connor —dijo Monroe en todo calmo pero duro—. Esperemos a que llegue Anika.

—Ya está aquí. —Una mujer entró en la habitación. Estaba vestida como los demás Buscadores, pero llevaba un medallón de hierro en forma de rosa de los vientos colgado del cuello. Sus sedosos cabellos rubios formaban una corona de trenzas. La acompañaba otra mujer de aspecto feroz: cortos cabellos negros como el azabache, cutis color caramelo y un tatuaje imitando el encaje rodeándole el cuello. Del cinturón que le rodeaba la cintura colgaban numerosos cuchillos cuyas hojas brillantes reflejaban la luz del sol y resplandecían como mortíferas señales de advertencia.

—¡Lydia! —Connor corrió hacia ella y abrazó a la guerrera tatuada.

—Yo también me alegro de verte, Connor. —Rio en voz baja y ronca—. ¿Cómo está Tess?

—Todavía peleando con Isaac. Y echándote de menos, claro está.

—Si no ocurre ningún imprevisto, la veré dentro de unas horas.

—El encuentro de esta noche no será muy especial —dijo Connor, y le apoyó las manos en los hombros.

—Me conformaré —dijo ella.

Ethan se acercó a ellos y cogió a Lydia del codo, obligándola a girarse.

—Estás muy elegante.

Lydia y Ethan trabaron los antebrazos en lo que parecía alguna clase de saludo ritual.

—Me han dicho que tenemos unos invitados especiales —dijo ella, mirando en torno. Su mirada se detuvo en mí e inclinó la cabeza. Tuve que esforzarme para disimular mi sorpresa, porque era un gesto claramente respetuoso y me pregunté lo siguiente: esta gente ¿quién cree que soy? ¿Qué quieren de mí?

Lydia saludó a Monroe con una leve inclinación de cabeza.

—¿Todo listo? —preguntó.

—Todavía no —contestó Monroe, echándome un vistazo.

La mujer rubia de aspecto austero les sonrío a ambos.

—Bien. Eso significa que no tendremos que dar marcha atrás —dijo, y me indicó que me acercara—. Es un honor conocerte, Cala, me llamo Anika.

—Gracias. —Cogí la mano que me tendía y su fuerza no me sorprendió: tanto su voz de contralto como su porte majestuoso denotaban autoridad—. Aunque no sé si es un honor.

Anika rio.

—Salvaste al Vástago y eso significa que quizá nos hayas salvado a nosotros.

—Aún no me has dicho qué significa que yo sea el Vástago —dijo Shay, que se había acercado—. Adne me ha estado haciendo de canguro desde que llegamos aquí.

—No he hecho de canguro —protestó Adne—. No he tenido que azotarte ni una sola vez, y eso es una pena.

Shay se quedó boquiabierto, me lanzó un vistazo y sacudió la cabeza, pero eso no evitó que me pusiera furiosa.

—¡Adne! —exclamó Monroe, lanzándole una mirada severa.

Creí que Connor celebraría su comentario, pero parecía aún más molesto que Monroe. Observé el cuerpo delgado de la muchacha y empecé a calcular cuánto tardaría en arrancarle los brazos de cuajo. «Menos de diez segundos. Tal vez menos de cinco».

—¡No seas pesado! —dijo Adne en tono brusco, pero después le echó una ojeada nerviosa a Anika—. Lo siento.

—Disculpas aceptadas. —Anika sonreía, y la sonrisa la convirtió en otra persona—. Enseñarte quién eres llevará tiempo, Shay. Claro que esperar resulta frustrante y lo siento, pero descubrirás el papel que has de jugar un poco más adelante. Ahora lo más acuciante es el papel que jugará Cala en todo esto.

—¿Mi papel? —pregunté, despegando la vista de Adne. Estaba segura que volvería a provocar a Shay, pero ella observaba a Connor con una sonrisa burlona.

—Yo soy la Flecha —dijo Anika—. Así que de momento quien da las órdenes aquí soy yo.

—¿Eh? —Fruncí el entrecejo.

Anika se llevó la mano a la rosa de los vientos de hierro colgada de su cuello y después señaló a Monroe.

—La Flecha dirige a los Guías de cada división y tú ya has conocido al Guía de nuestra división Haldis.

—¿Qué es la división Haldis? —pregunté, y recordé el símbolo de tierra que aparecía en la puerta.

—Te lo explicaremos todo en su debido momento —dijo Anika—. Lo prometo. Pero hay un asunto urgente que requiere nuestra atención inmediata. Necesitamos tu ayuda, si es que estás dispuesta a proporcionárnosla.

—¿Cómo puedo ayudaros? —pregunté en tono suspicaz. Por más que me rogaran que confiara en ellos, no dejaba de sospechar que los Buscadores me tendían una trampa.

Anika sonrió, pero era una sonrisa triste.

—Es necesario que regresas a Vail.

Albergué la esperanza de que mi expresión permaneciera neutral. «Regresar a Vail». Eso era lo que yo quería ¿no? En ese caso, ¿por qué me parecía que me había convertido en piedra?

—Estás de broma, ¿verdad? —Shay dio un paso adelante, protegiéndome de la mirada penetrante de Anika—. La matarán en cuanto regrese.

Le lancé una mirada severa. No se equivocaba, pero yo había nacido para luchar. El desconcierto inicial causado por las palabras de Anika había desaparecido y sólo pensé en mis afilados caminos. «Soy un alfa, Shay, no un cachorro. Será mejor que no olvides.»

—Regresará a su vida anterior —dijo Anika—. Ahora que estás aquí (tú, que eres el Vástago) la encarnizada guerra no cesará. Los Guardas nos atacarán con todas sus fuerzas. Hemos de sacarles ventaja.

—¿Qué ventaja supone enviar a Cala a Vail? —preguntó Shay.

—Queremos intentar algo. —Monroe apoyó la mano en el hombro de Shay—. Algo que funcionó hace mucho tiempo: una alianza.

Una alianza. La Escarificación. La primera rebelión de los Vigilantes. Todo empezaba a aclararse.

—Oh —dije, me sentía invadida por la esperanza y al mismo tiempo por cierto temor. La guerra. «Los Buscadores van a la guerra y yo soy su primera andanada.» Me enderecé ante la idea de entrar en batalla, me sentía fuerte y preparada.

—Un momento. —Shay desprendió la mano de Monroe de su hombro—. ¿Te refieres a una alianza con los Vigilantes?

—Ya ocurrió en el pasado, y supuso una gran diferencia a nuestra capacidad de enfrentarnos a los Guardas.

—No opino lo mismo —dijo Shay, negando con la cabeza—. Sé lo que supone la Escarificación. Tenéis suerte de que los Vigilantes no se hayan extinguido.

«Deja de tratar de protegerme.» Shay ignoró mi gruñido de advertencia y no despegó la vista de Monroe.

—La escarificación acabó mal —dijo Monroe—, pero durante un tiempo fue exitosa. Esta vez, una alianza como ésa podría significar la diferencia entre la victoria y la derrota.

—Además, disponemos de una pieza vital que no existía cuando se produjo la Escarificación —añadió Anika.

—¿Cuál es? —preguntó Shay.

—Eres tú —dijo ella.

Ahora fue Shay quien exclamó:

—Oh.

Lo observé, preguntándome si habría averiguado algo más acerca de su propio papel en el misterio que desciframos en Vail. Anika había dicho que él era una pieza vital: la que suponía la diferencia entre el fracaso de la Escarificación y el motivo por el cual los Buscadores consideraban que ahora podían ganar esa guerra. Ojalá tuviera razón, teniendo en cuenta el precio que yo ya había pagado por salvar a Shay.

«—¿Por qué? —siseó Ren—. ¿Qué tiene Shay que merezca que arriesgues tu propia vida?

»—Es el Vástago —susurré—. Quizás sea el único que puede salvarnos. A todos nosotros. ¿Y si nuestras vidas sólo nos pertenecieran a nosotros? ¿Y si no sirviéramos a los Guardas?»

Recordaba pronunciar esas palabras, pero había una pregunta más, una que no me atreví a formularle a Ren, dado que suponía arriesgar mi vida y la de Shay.

«¿Y si pudiera elegir mi propio sino?»

Los recuerdos me estremecieron. Amaba a Shay. La primera vez que me tocó, despertó partes de mí misma cuya existencia ignoraba. Nuestros secretos, nuestros momentos robados, nuestros besos prohibidos, lo que ambos habíamos arriesgado el uno por el otro… todo ello había provocado la elección que me condujo hasta allí.

Me aparté del sendero de mi destino por que no podía dejarlo morir, pero ése no fue el único motivo por el que huí de Vail. El mundo conocido se había derrumbado a mí alrededor. Un alfa protege a su manada y los guía. Yo los había abandonado, pero sólo porque creí que era el único modo de salvarlos.

Aproveché su silencio para reivindicar mi derecho a tomar mis propias decisiones en esta lucha. Pese a desconfiar de los Buscadores necesitaba su ayuda y ésta podría ser la oportunidad de liberar a mis compañeros de la manada de las garras de los Guardas.

—De acuerdo —dije—. Lo haré.

—Cala… —dijo Shay.

—No —lo interrumpí, silenciándolo con una mirada furiosa y mostrándole los dientes—. Tienen razón. Quiero una alianza. Es lo que querría mi manada.

—Bien —dijo Anika.

Me pareció oír los refunfuños de Ethan cuando regresó al rincón donde había estado de morros hasta la llegada de Lydia y Anika.

—Cierta información logística nos resultaría útil antes de avanzar —dijo Monroe.

—Te diré lo que sé —repuse—. Ignoro si resultará útil para planear un ataque.

—Cualquier cosa resultará útil —dijo él.

«Bien.»

—Pero empecemos por el principio —añadió—. A finales del otoño perdimos a dos Buscadores. ¿Sabes qué les ocurrió?

«Mal.» Procuré mantenerme serena. Esa información no nos ayudaría a forjar una nueva alianza.

—Sí, lo sé.

«Bastará una sola pregunta y, si contesto la verdad, quizás me maten.»

—Espera, Cala —dijo Shay en un tono de advertencia. Estaba segura de que él recordaba la misma situación nefasta que yo.

—Si quieren forjar una alianza, han de saber con quién la están forjando. —«Y si quieren venganza, pues que así sea.» Miré en torno: las puertas estaban cerradas, eran sólidas, pero no lo bastante como para resistir la embestida de un Vigilante. «Si tengo que escapar, podré hacerlo.»

—Pero… —Shay me cogió la muñeca.

—Ambos están muertos —dije, haciendo caso omiso de él.

Adne bajó la mirada, Anika y Lydia suspiraron, pero Connor se rascó la barbilla.

—Esa información no es precisamente nueva, Monroe.

—Sabíamos que Kyle había muerto —dijo Monroe en voz baja—. Estaba entre los Perdidos, pero hemos de confirmar lo que le ocurrió a Stuart. Nadie es dado por muerto sin un informe de primera mano sobre su muerte.

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