La tregua de Bakura (31 page)

Read La tregua de Bakura Online

Authors: Kathy Tyers

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: La tregua de Bakura
2.82Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Creo que tomaré eso, con el acompañamiento que le pongan —dijo—. Para llevar. —Comería con Chewie—. Ah, será mejor que me dé tres.

La barra sucia de color naranja, desocupada, sugería que la cantina más cercana a la Plataforma 12 solía estar vacía hacia mediodía. Grupos aislados de bakuranos se sentaban a mesas separadas. Murmuraban y miraban a su alrededor. «Detenidos», oyó que decía uno, y «muerto», otro. «Belden» y «Captison» pasaron de mesa en mesa. También oyó «Jedi».

Cuanto antes se marchara, mejor.

Rápidos pasos se acercaron a la puerta. Alarmado, proyectó la Fuerza y percibió a Gaeriel antes de que la puerta se abriera. Sus sentidos cobraron vida y se concentraron en su presencia. Entró a toda prisa, seguida por una unidad Erredós… La suya, comprendió, y recordó el mensaje de Cetrespeó. Erredós pitaba y silbaba de manera incoherente, y Gaeriel estaba muy nerviosa. Corrió hacia él, y su falda rozó el sucio suelo. Luke se apartó de la barra.

—¿Qué pasa? ¿Cómo me has localizado?

—Tu androide me condujo a la última terminal de comunicaciones que habías utilizado. ¿No te has enterado? Están a punto de atacar. Tío Yeorg ha sido detenido. —Tenía los ojos abiertos de par en par—. Y también tu princesa.

—Sí, lo sé. Intento llegar a mi transporte…

Los insistentes gorjeos de Erredós mecían al pequeño androide de un lado a otro.

—Espera, Erredós. No entiendo nada.

Abandonó a Gaeriel de momento y trató de captar los sentimientos de su hermana. Más lejos, más lejos…

—Se ha decretado el toque de queda —insistió Gaeriel—, y… —Un camarero pasó por su lado, con la intención de escuchar. La joven continuó en voz más baja—. Orn Belden perdió el sentido cuando intentaron encerrarle, y murió media hora más tarde. La ciudad ha enloquecido.

—Pobre Belden —murmuró.

En aquel instante, localizó a Leia. Muy ocupada, muy nerviosa. Han la había encontrado.

Erredós se acercó más, extendió una sonda y pellizcó la pantorrilla izquierda de Luke, sin dejar de pitar.

—¡Erredós! —exclamó Luke.

—Ha llegado tu momento —susurró Gaeri, después de mirar a su alrededor—. Bakura está contigo.

Luke la miró y una nueva esperanza alumbro en su imaginación.

—¿Por qué les detuvieron?

—El gobernador Nereus les encontró un proyector DB. La sedición conlleva la pena de muerte, Luke. La ciudad se ha sumido en el caos. Has de liberar a la princesa Leia y a tío Yeorg. —Paseó la vista en torno suyo, como si por fin se diera cuenta de en dónde estaba—. ¿Qué haces aquí solo? ¿No te avisé?

—Sí. No quise poner en peligro a nadie. Yo sé protegerme, pero no deberías quedarte más de unos minutos. —Miró a su alrededor, casi esperando ver cascos de milicianos al otro lado de las ventanas—. Vamos a ver si Erredós localiza a tu tío. ¿Podrías interferir la red gubernamental desde una cabina pública?

—Tal vez.

Luke cogió un cuchillo de pan de la mesa más próxima. Al cabo de dos segundos, el cepo de Erredós se soltó.

Gaeriel le miró con ojos escandalizados.

—Erredós —dijo Luke, para calmarla—, conecta a Gaeriel con tu programa de reconocimiento y obediencia. Y a su amiga Eppie Belden —añadió, guiado por un impulso—. ¿De acuerdo? —Erredós dio su aprobación—. Bien. Ahora, intenta localizar al primer ministro Captison.

Erredós rodó hacia la mesa de la esquina.

—Difícil sin traductores, ¿eh? —dijo Gaeriel.

Luke siguió a Erredós.

—He entendido algo. Es un androide astromec. Supongo que tú le llamarías un ayudante de piloto, pero es sorprendente lo que puede hacer en tierra. —Luke desvió la vista hacia las puertas de la cocina. Los cocineros se estaban retrasando muchísimo—. Han ya ha ido en busca de Leia —informó.

—Luke… —Gaeriel cerró la mano alrededor de su codo. Luke percibió calor y determinación—. Vuelve cuando todo haya acabado. Habla conmigo. Ahora no hay tiempo, pero hemos de…

Luke se soltó. Captó una vaga intención agresiva en la cocina. Casi al instante, se concretó en tres presencias alienígenas y una le confundió, humana, pero de aroma alienígena. Cubrió la espada de luz con la mano. ¿Qué había dicho de no poner en peligro a otra gente?

¿Acaso no había deseado que fuera preciso rescatar a Gaeriel? Desenfundó el desintegrador con la mano izquierda y se lo tendió por la culata.

—¿Saber disparar? —murmuró—. Hay ssi-ruuk en el edificio. Lamento no poder ayudar ahora a tu tío. Cógelo —la apremió. Ella cerró la mano a su alrededor, vacilante—. Que Erredós avise al
Frenesí de
lo que está pasando. Luego localiza a tu tío. Vete ya.

La joven proyectó miedo.

—No pienso aprovecharme de tus talentos Jedi. Quiero ayudar a la Rebelión.

Exasperado, Luke extendió una mano y aplicó la Fuerza.

—A nadie más le importa dejarme…

Las puertas principal y lateral se abrieron al unísono. El morro de un rifle pesado desintegrador apareció por cada una. Después un miliciano con su armadura blanca.

Esta vez, Luke adivinó que no estaban de su parte. Agarró a Gaeriel por los hombros y la protegió con su cuerpo. Los clientes bakuranos se lanzaron debajo de las mesas.

Tres ssi-ruuk, enormes seres de escamas suaves y largas colas musculosas que sustentaban sus cuerpos, salieron por la puerta de la cocina. Dos de diferentes tamaños eran de un marrón lustroso, y otro de un azul intenso. Tenían cabeza de ave, con enormes picos dentados y ojos negros como el azabache. Todos llevaban una bolsa cruzada sobre el pecho. Se cernieron sobre los aterrados camareros. Erredós se quedó petrificado en la mesa del rincón.

Luke tuvo que estrechar su percepción para impedir que el asco de Gaeri le abrumara. Escrutó con cautela a los alienígenas. Sus sentimientos se fundieron con la Fuerza y fortalecieron el lado oscuro. Había percibido menos hostilidad en el feroz resentimiento de Jabba el Hutt.

Empuñó la espada.

—¿Qué queréis? —preguntó.

Blandió la Fuerza contra aquella hostilidad y buscó algún punto débil.

Un humano vestido con ropas a rayas se situó detrás de los alienígenas.

—¡Afortunado! —saludó a Luke, mirándole de soslayo—. Tú eres el Jedi, Skywalker. Yo traduciré.

Luke reconoció a Dev Sibwarra por la grabación holográfica. Se concentró en la Fuerza y aplicó todo cuanto Yoda le había enseñado. Estaba en paz. Él era la paz.

—Soy Skywalker —dijo—. ¿Cómo habéis llegado aquí?

—Con sigilo. Con sutileza. —El joven silbó a los alienígenas, y después posó sus largas manos morenas sobre su pecho. La mano izquierda se movía con rigidez—. El gobernador Nereus nos envió una lanzadera, y después ordenó a la red orbital que le concediera permiso para descender por asuntos oficiales…, o sea, para recibirte. Serás el invitado del almirante Ivpikkis, al tiempo que iniciarás una clase de vida que, hasta ahora, sólo habías soñado. Entrega tu arma a mis acompañantes, y ven dichoso conmigo.

En persona, Dev Sibwarra parecía más joven, quizá unos quince años. Luke proyectó la Fuerza…

Y le reconoció por segunda vez. Aquel muchacho también le había enviado la advertencia de su sueño. Luke percibió su poder en la Fuerza, que se retorció y dobló. Le habían lavado el cerebro o hipnotizado, alterado hasta tal punto que sus pensamientos ya no le pertenecían. Luke no pudo odiarle. Debía procurar no matarle en defensa propia, porque el muchacho era lo bastante joven para aprender, siempre que pudiera ganarle y curarle.

—Gracias por la invitación —contestó con calma—. Prefiero quedarme aquí. Diles a tus amos que se sienten. Hablaremos.

—No se sientan, amigo mío. Sería un honor para nosotros que tu acompañante también viniera, como invitada. Debéis daros prisa.

Las mejillas de Gaeri palidecieron cuando el Ssi-ruu azul avanzó, pero la joven no se movió. El ser extendió una garra hacia sus hombros. Algo negro surgió de sus fosas nasales. Gaeri lanzó una exclamación ahogada y levantó el desintegrador de Luke.

—Atrás —ordenó Luke.

El alienígena volvió la cabeza. Un ojo negro se movió en su dirección, y las lenguas de la nariz se agitaron hacia él. Luke canalizó la energía de la Fuerza en sus palabras.

—Aléjate de ella.

Dio la sensación de que el ojo giraba como una tormenta oscura, como si solicitara atención, con el fin de absorber su voluntad. Era éste, sin duda, u otro como él, quien tenía dominado a Dev Sibwarra.

Dev silbó al alienígena azul, de una forma muy parecida a la de Erredós. La enorme extremidad azul del Ssi-ruu se alejó del hombro de Gaeri, Chasqueó y silbó con una voz más profunda y aflautada que la de Dev, con más potencia y resonancia.

—Dice que una compañía femenina te proporcionará consuelo —tradujo Dev—, y noto que experimentas hacia ella fuertes sentimientos. Pídele que colabore, por favor. Hemos de darnos prisa.

Erredós se mecía de un lado a otro, y emitía ruidos electrónicos de furia. Luke se preguntó qué estaría diciendo a los ssi-ruuk. Dos milicianos avanzaron para impedir que Erredós huyera hacia la puerta.

—Esta mujer no os interesa para nada —dijo Luke a los milicianos—. Es a mí a quien quieren. Dejadla marchar.

—Los Flautas la quieren —respondió la voz filtrada de un miliciano—. Esta vez, los Flautas obtendrán lo que desean.

Luke encendió la espada de luz y la aferró con ambas manos.

—No necesariamente.

Dev retrocedió.

—¡Aturdidles! —gritó a los milicianos.

Cuatro rifles desintegradores apuntaron a Luke, agujeros negros enmarcados por cascos blancos. Luke se agachó y ladeó el cuerpo, para ofrecer el mínimo blanco posible.

—¡Al suelo!

Gaeri obedeció. No había empleado el desintegrador. Estupendo. A juzgar por todos los indicios, disparar no era lo suyo. Por lo visto, ella también lo sabía. No estaba en su elemento.

Los milicianos abrieron fuego, formando un arco de noventa grados. Luke se concentró todavía más en la Fuerza, dependiente a propósito de la energía que le rodeaba. Notó que su cuerpo giraba y la espada saltaba, y percibió vagamente los rayos de energía que se estrellaban en las paredes sucias de la cantina. Se acercó hacia un punto situado entre sus atacantes, esquivando las mesas. De pronto, el fuego cesó, cuando los imperiales comprendieron que se estaban tiroteando mutuamente.

Se proyectó con la Fuerza, tocó dos mentes hostiles y saltó.

Rayos blancoazulados crepitaron en el aire bajo él. Los milicianos se desplomaron. Luke se volvió hacia los alienígenas. Se sentía lento, todavía algo afectado por el ataque del emperador. Tosió, y después contuvo el aliento.

—Erredós —gritó—, sácala de aquí. Consigue ayuda.

Erredós rodó hacia Gaeriel. La joven gateó hacia la puerta principal.

Dev Sibwarra extendió las manos.

—Amigo Skywalker, la privas de una inconmensurable alegría.

—Ella prefiere su libertad.

—¿Libertad? —Dev arqueó las cejas—. Os ofrecemos la liberación del hambre. —Movió la mano en dirección a una pila de platos abandonados. Una nube de insectos se elevó—. De la enfermedad, de… —Luke sintió que un remolino de la Fuerza rozaba su cuerpo—. Ah —exclamó Dev, con un tono de voz absolutamente cordial—. ¿Es cierto que tu tecnificación ya ha empezado?

Luke retrocedió.

—¿Qué?

—Tu mano. La derecha.

Luke bajó la vista. La mano protésica, reparada en Endor, parecía viva de nuevo.

—No tuve otra elección.

—¿No es mejor que la mano biológica? Más fuerte, menos apta para el dolor. ¿Y aún pretendes arrebatar a tantos humanos la vida real? ¿La felicidad real?

Dev se encaminó hacia la pared. Los ssi-ruuk se habían quitado las bolsas. Cada uno sostenía un objeto similar a una paleta, que antes sobresalía de las bolsas. Lo que parecían asas se proyectaron hacia adelante, en tanto los alienígenas aferraban empuñaduras de reborde protegido.

Luke se apartó un poco.

—Dev, adviérteles que no puedo aturdirles con una espada de luz. Tendré que matarles si me atacan.

—¡No debes! —gritó Dev—. Si mueren aquí, lejos de un planeta consagrado, supondrá una tragedia eterna. Ellos no te matarán si te derrotan. Jura que no les matarás.

—No —insistió Luke—. Adviérteles.

Dev silbó frenéticamente.

Los alienígenas le miraron. Gaeri aún no se encontraba lo bastante cerca de la puerta. La atraparían, a menos que él atacara primero.

Había llegado el momento de utilizar la Fuerza para defenderla.

Capítulo 16

U
n alienígena levantó su paleta. Un delgado rayo plateado surgió de su punto más estrecho. Luke, confiado, avanzó hacia el rayo y dirigió la espada hacia él.

No lo rechazó. Sólo se dobló levemente. Antes de que pudiera reaccionar, el rayo le atravesó. Notó un cosquilleo en el estómago. Con gran alivio, sujetó de nuevo la espada. El segundo alienígena surgió por detrás del primero y apuntó a sus piernas. El primer rayo no le había dañado apenas, pero tal vez un segundo sí. Saltó a un lado, de manera que un Ssi-ruu se situó delante del otro. Un rayo desapareció. El segundo siguió a Luke.

El Gran Azul proyectó un rayo por el pasillo principal de la sala, y dividió en dos el espacio de Luke.

—¡No!

Gaeri se apoyó en los codos y disparó al alienígena azul, pero falló. El alienígena disparó a su vez. Una luz plateada iluminó el hueco de la garganta de Gaeriel. Emitió un grito, cayó y quedó inmóvil.

Luke cargó contra el pequeño alienígena pardo y lanzó la espada hacia su misteriosa arma. El Ssi-ruu perdió una garra delantera y la paleta. Chilló frenéticamente.

—¡No! —Dev agitó las manos—. ¡No les hagas daño!

—¿Qué le ha hecho a Gaeriel?

—No es grave. Se recuperará.

Pero la joven no se movía. A menos que Luke los desarmara o matara a todos, la secuestrarían. El alienígena pardo más grande se precipitó sobre él. Sus patas musculosas se movían como pistones. Aunque destruyera su arma, podía aplastarle con su peso, o a Gaeriel. La espada de Luke describió un largo arco. El enorme Ssi-ruu se desplomó decapitado.

—¡Basta!

Dev, sollozando, corrió hacia el alienígena.

Gran Azul proyectó su arma hacia Luke…, mejor dicho, hacia donde Luke había estado. El Jedi saltó sobre el rayo, extendió una mano y trató de quitarle el arma.

La extremidad delantera del Ssi-ruu se movió hacia él. El rayo apuntó al muslo de la pierna derecha de Luke.

Other books

Alpha Alien: Abducted by Flora Dare
Irish Alibi by Ralph McInerny
Pride by Robin Wasserman
The Damned by Nancy Holder, Debbie Viguie
Shallow Be Thy Grave by A. J. Taft
The Dark Reunion by L. J. Smith