La vida perra de Juanita Narboni (22 page)

BOOK: La vida perra de Juanita Narboni
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La cubierta era como de hule y la primera lección una poesía de la que nunca me acuerdo, sobre unos ratones que vivían en un reloj
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. Los dibujos eran preciosos. No sé por qué me vienen ahora todas esas cosas a la memoria. Manuela la Protestante fue la primera que intentó enseñarme inglés en aquella casa que era como una torre pintada de cal rosa. No la quería nadie. Tenía dos hijas. ¿Qué fueron de ellas? Una, hace poco —es un decir—, hará diez años, me la encontré por la calle. Ya envejecida, se parecía a su madre. De jovencita les hacía los sombreros Marinita Medina. Unos sombreros de fieltro en invierno y de piqué en verano. Llevaban medias blancas de algodón, como las enfermeras, y unos zapatos que se ataban con una hebilla. Sí, las pastas de aquel libro eran como de linóleum color morado. Muchos ratones habían en aquellos dibujos. Mamá decía que no tomáramos nada en aquella casa, que todo estaba mordido por los ratones. Para mí, que hasta ellas tenían caras de ratones. Las protegían mucho los ingleses y eran andaluzas, de La Línea. La vieja era espiritista, tenía la casa llena de lamparillas. ¡Mira tú que acordarme yo de eso ahora! La madre puso una tienda en la misma puerta de su casa y siendo niñas, mi hermana la maldita y yo, íbamos a comprarles unos barquitos que vendían de galletas y azúcar cande, y a veces tía Carmen, la descansada, nos mandaba por los hilos que le hacían falta para terminar un bordado de punto de cruz. No, si no conciliaré el sueño, ahora van a desfilar todos los desaparecidos. ¡Era lo que me faltaba! ¡Cuánta gente que se fue! Siento un picor... es nervioso. Mala circulación. Tendría que haber tomado un poco de tila antes de acostarme, pero por no hacerla... Una noche que salíamos del Capitol Cinema con un ventazo espantoso, nos encontramos a las dos hijas del brazo de la madre, y la más jovencilla, que no era fea, pero tenia la cara picada de viruelas, nos dijo que le había gustado mucho «la ambientación de Pedro de Répide», porque acabábamos de ver
La Verbena de la Paloma,
y mamá se quedó de piedra, y nosotras también, porque nunca hablaba, y para una vez que dijo algo, no nos enteramos ninguna. Y se subieron tan tranquilas por la Cuesta del Telégrafo Inglés. Me acuerdo de todo aquello como si lo estuviera viendo. Yo tenía una letrita muy pequeña y Manuela se ponía furiosa porque no veía bien, y me regañaba muchísimo. Una de las hijas se hizo institutriz, cuidaba de la hija de Míster Wilson, una mujerona que entonteció porque de niña, viendo una corrida de pólvora en el Marshan, le pasó un caballo por encima, y decía la puerca de mi hermana que estaba así porque el caballo le había hecho cosas feas. Aquella mala pécora era capaz de inventar cualquier cosa. Fue el susto, nada más que el susto. Mamá, la bendita, me explicó que los caballos no pisan nunca a los niños. Esa guarra... No, si siempre habrá un maldito pretexto para que yo no coja el sueño. Y lo curioso es que se me cierran los párpados. Gracias a Dios y a las protestantas me parece que estoy conciliando el sueño. Sí, sí, lo estoy conciliando. Ya se me va calentando la cama. Con mi cuerpo, claro. Todo sale de mí como de costumbre. Máquina de vapor soy yo. Si estiro una pierna, el lado izquierdo está tan frío que es como si la metiera en el agua de un lago. ¡Quédate en el centro, mi reina, no estires nada! Sin embargo da gusto tumbarse del lado frío para disfrutar después del lado caliente. Mamá, la descansada, nos calentaba las camas metiéndonos las botellas de ginebra holandesa, aquellas botellas de barro que a mí tanto me gustaban, llenas de agua hirviendo. La pobre, que en Gloria esté, les hacía unas fundas de franela procurando que hicieran juego con la tela de nuestros pijamas. Aquello pasó. No mires nunca para atrás, Juani, ni tampoco mires hacia adelante. Lo que importa es el momento. Preto está el momento, por lo visto es el momento de no poderte dormir. Ya, ya está llegando el sueñecito... ¡Qué lento eres, ladrón! Papá regañaba con mamá porque no le gustaba nada que nos mimara tanto, decía que nos estaba acostumbrando mal. Mal acostumbrada me viera siempre. «El día que yo falte —decía la pobre de mamá—, ya me echaréis de menos, ya.» Mamá, mi vida, si tú vieras cómo yo te echo de menos. No, nunca lo sabrás, nunca. ¡Dios Santo, qué sola estoy! Anda, Juani, mi alma, reza un poquito y ya verás lo prontito que te quedas dormida. ¡Huy, me olvidé de meter la estampita debajo de la almohada! A dormir se ha dicho. Lo que me faltaba. ¿Qué es eso? La sirena de una ambulancia. ¿Quién será, que desgraciado cayó, sea de la raza que sea? ¿A qué hospital lo llevarán? Hospitales no faltan... ¿Al hospital Benchimol, al inglés, al italiano, al español...? Las cajarás negras son éstas, ahora que me estaba durmiendo me inventé una retahila de hospitales... ¡Juani, duérmete! ¡Te lo ordeno, ma chere! Sí, sí, ahora mismo. No grites. Ya. «Señor Dios mío, cualquiera que sea el género de muerte que quieras darme, con todas sus amarguras, penas y dolores, lo acepto desde ahora mismo de tu mano, con el ánimo tranquilo y alegre.» ¡Ay, Dios mío! ¿Qué es esto? ¡Ay! ¿qué es? ¿Qué es? No te muevas, Juani, por lo que más quieras, no te muevas, que esto no es normal. No te muevas, mi reina. ¿Que guós me corre por las piernas? Es la pierna derecha. Las varices no son, las varices no corren. Juraría que me pareció un ratón. No jures, Juani. Pecado. Aprensiones tuyas, mi vida. Los nervios. Quieta, quietecita, mi bien, No, no puede ser, Virgen del Carmen, no puede ser un ratón. Con el susto que siempre me dieron esos animalitos. No... Otra vez. Sí, Juani, sí. es. En esta casa nunca hubo ratones. «Padre Nuestro que estás en los Cielos...» ¡Juani, otra vez! ¡Que lo es, que lo es! ¿Y qué hago? Sudores fríos me corren por todo el cuerpo, estoy paralizada. No me puedo mover. Lo he sentido resbalarse, te lo juro. ¡Qué raro! Lo raro es que no empiece a corretear por entre las sábanas. No puedo moverme. Quietecita, Juani, quietecita. Ni llorar, ni gritar, ni hablar, esto es el fin. «Señor Dios mío, cualquiera que sea el género de muerte que quieras darme...» pero ésta no, por favor. Te lo pido por favor. ¡Sé bueno, oh Señor, ésta no, ésta no! La que tú quieras, tu sierva soy, pero por favor... ¿Qué mal es éste? Otra vez. No puede ser. Lo estoy notando. Me está royendo una liga. Es él. Es él otra vez. ¡Guós por mí se haga, lo que me faltaba es que acabara metiéndose en el chisme! ¿Pero qué daño he hecho yo en este mundo para merecerme esto? Llegó tu hora, Juani, llegó tu hora. Haz un acto de contrición... ¡Para eso estoy yo ahora! Ni llorar puedo. Un esfuerzo, Juani. No quiero morir. No, no des un paso más, maldito. Me arrastraré. Me arrastraré por esta fría y húmeda ciénaga hasta alcanzar la luz. ¡Animo, Juani! ¡Vamos, vamos! ¡Por fin! ¡Uf, gracias a Dios! Ahora, si tengo que morir del susto, que por lo menos sea con la luz encendida. Cierra los ojos y tira fuerte de las sábanas y de las mantas, vamos, Juani... Si abro los ojos y lo veo, me desmayaré. Caeré muerta al momento. Valor... «Compasión, Señor, compasión para esta pobre mujer... No me abandones...» ¡Allá va! Abre los ojos de una vez, Juani, por favor... Ya. Me taparé los ojos con las manos. No. Aparta los dedos, despacito. No veo nada. ¡Ah, no! Nada, no hay nada, no puede ser. Miraré, buscaré por todos los rincones, nadie se burla de mí, y menos un ratón de mierda, o lo que fuera. Esto es intolerable. ¡Qué flojedad en las piernas! ¡Qué endeblez! Esto tiene que ser tensión baja. Mira lo que es... Mal rayo la parta. Una hormiguita de nada. ¡La noche que me has hecho pasar! ¡Y yo creyendo que eras un ratón! Mickey royéndome las ligas, y no llevo medias... ¡Deja que te coja! Me las vas a pagar. Una hormiguita. Te cogeré, bastarda. ¿Crees que no vas a pagar con tu vida el sustazo que me has hecho pasar? Estás muy equivocada. Espera, espera, que te coja. Eso, lo que faltaba es que se me torciera la cintura por atrapar a esta asquerosa. No te escapas, no. ¡Que te crees tú eso! ¡Ya te tengo! Mira lo que hago contigo. Mira... Te arranco la cabeza, te pisoteo. ¿Pues no estoy llorando? Es nervioso, Juani. Llora, llora, mi bien. Eso es bueno. Y ahora me entra risa. Cualquiera que me viera aquí sentada... ¡Me entra risa porque me acuerdo de Freja, aquella judía que vivía en la Fuente Nueva y que iba a lavar a las casas, con su hijo, un tonto, y para que la dejara en paz mientras lavaba, le ofrecía un tarrito con berenjenas en dulce! «Mamá, ¿las berenjenitas tienen rabitos?» Y ella, ocupada en su trabajo, le contestó: «Sí, mi bueno...» «¿Y hoyitos?» «Sí, mi rey.» «¿Y patitas?» «¡A bueno está, claro que sí!» Y cuando levantó la vista la desgraciada, Samuelito tenía un ratón en la boca. Bueno, la verdad es que esto no hay quien lo aguante. Ya pasó todo. Tranquilízate, Juani, calma tus nervios. Era una hormiguita, una hormiguita de nada. Lo que estoy oyendo es un ruidito. Afina, afina el oído, mi bien. ¿Es un ruidito o no es un ruidito? Ten conciencia de lo que oyes, porque te conozco. Te alteras por nada. Es un ruidito, Juani. ¿Es... o no es? Presta atención. Como el perro de «La Voz de su Amo»
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estoy. Es un ruidito. Un ruidito que viene del armario, del armario de la descansada de mamá. ¡Levántate! Aplica ese oído... ¿Lo estás viendo? ¿Lo estás oyendo? ¡Ratones en el armario de mamá! Un sueño premonitorio ha sido éste. Tu Ángel de la Guarda ha querido advertirte del peligro. No hay mal que por bien no venga. ¿Lo oyes? ¡Loca no estoy! Es un ruido. Royendo, están royendo cosas. Los guantes negros, a lo mejor. Mal fin tengan, nunca quise tirarlos por respeto. Pero... ¿y si no son los guantes? ¡Qué risa, no probé lo que tenía que probar, y en sueños estuve a punto de probar un ratón! ¡A deja ya el ratón de tus sueños y atiende a lo que está pasando dentro de ese armario! Esos ratones vienen de donde yo me sé. Nunca en esta casa tuvimos ratones. Juani, recapacita. Esos ratones vienen del vestido de Raquel Meller. Maldita sea la hora en que lo acepté. Claro que yo me pensé que era el abrigo de Laurita. Viejerías. Tú siempre ramplando con viejerías. Te lo mereces. Como si fueras una mendiga. No tienes orgullo. No lo hizo por mal, el pobre. Me dijo que me podía hacer un vestidito de verano. En vestidito de verano se va a convertir todo lo que tengo en ese armario como mañana no le diga a esa vaga de Hamruch que haga una limpieza a fondo. ¿Qué se estarán comiendo ahora los pretos? Yo no duermo esta noche en esta alcoba por nada del mundo. Arrastraré del colchón y de todo y me lo llevaré al comedor. Los trabajos de Hércules. Lo que me faltaba. Arrastra, arrastra de todo con fuerzas, Juani. Yo aquí no duermo. Por nada del mundo. Son capaces de forzar la puerta del armario. El modo de roer que tienen no es normal. Acabarán con todo. Cristales parece que están royendo ahora. La polvera de mamá, seguro. Ojalá. Ésos han salido de las rosas de trapo de ese vestido. Arrastra, Juani, arrastra y cierra esa puerta. Menos mal. Ya me siento más tranquila. Con todo y con eso, meándome viva estoy. Son los nervios. Mira, me dejé la ventana del cuarto de baño abierta. ¡Qué locura! Esa manía de la ventilación. Es higiene, mi reina. Me niego a los malos olores. No quiero que esta casa huela a pipí. No, no y no. Por nada del mundo. Señal de mal agüero sería. Cierra esa ventana, no pensarás ponerte a mear con la luz encendida y la ventana abierta. ¿Qué es eso? Una estatua parece. No, no puede ser. En los cementerios árabes no tienen estatuas. ¿Qué es? Juani, mi reina, ¿qué es eso? Se levanta, se mueve. Lo ha despertado el reflejo. ¿Qué guós pasa esta noche? Es un hombre. Y está tal como lo parió su madre. Lo que me faltaba. ¡Ay Dios mío, mira quién es! El loco. El loco que enseña la cosa cuando se le pregunta la hora. No puedo moverme. Hincados tengo los pies en el suelo. Juani, cierra. No, no cierro. Lo ha despertado el reflejo de luz. Me mira. ¡Qué feo es! ¡Guós por él se haga, el gesto que está haciendo! Cochinerías. Tienes que cerrar, Juani. Es un peligrazo. ¿Podrá saltar si se agarra a las cañas? Juani, cierra, apaga la luz. Temblando estoy. Apaga, apaga... Si saltara. Eso es. Juani, mi vida, salto de jabalina ibas a tener y te lo ibas a encontrar en la bañera. Apaga. Ya está. Nada de lo que está ocurriendo esta noche en esta casa es normal. No me atrevo a entrar en la cocina y calentarme la tila, porque si enciendo la luz... Lo atraeré. Refúgiate en el despacho de papá. Me acurrucaré en el sillón. Estaré más segura. Aunque encienda la luz, esa ventana no da al cementerio. Esto es un castigo. Ni en mi casa me siento segura. ¿Qué crimen cometí? Perra noche. Palpitaciones tengo. En mala hora se me ocurrió ir a mear. ¿Qué pecado es éste? Dios Santo, Señor, no agotes mi cáliz, ¿es que se me van a negar hasta las necesidades? Algún mal hice cuando tan caro lo estoy pagando. ¿Quién pega ojo esta noche? ¡Cálmate, Juani, cálmate! No des más vueltas, mi reina, te vas a marear. Menos mal. Aquí con la lámpara encendida me siento más segura. Descansa, mi bien, echa la cabecita en el respaldo, hasta el olor a tabaco me parece en estos momentos un perfume. Comprendo que papá se pasara, el descansado, horas y horas en este rincón. Es un refugio. Que Dios te tenga en Santa Gloria, me lo merezco, todo lo que me está pasando me lo merezco, porque nunca hice nada por comprenderte. Tus libros y tus objetos me protegen. ¿Qué libro es éste? Caído en el suelo. Lo dejaría caer Dedé sin darse cuenta.
Trilby
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. Está en inglés. Era de papá. Me acuerdo. Papá nos hablaba muy bien de él. ¿No es esto extraño?
Trilby
como el apellido de Dedé. Lo que me faltaba. Noche de premoniciones. Algo va a pasar, porque nada de esto que me está ocurriendo es normal. Lo hojearé. Tiene láminas... Claro. No. Sí, claro, Svengalí es éste. ¿Con quién vi yo esa película? Con mamá, lo bueno. Svengalí... Ahora caigo. Juani, ¿qué significa esto? Ahora ya sé a quién se parecía Trilby la otra tarde con el batín. ¡A john barrymore! Sin la barba. Pero me recordaba a alguien: a svengalí. Svengalí y se llama de apellido trilby. ¡Eso es demasiado, c'est trop, ma chére! Coincidencias. Pero esto ya sobrepasa los límites de mi imaginación. Lo curioso, Juani, mi vida, si lo piensas bien, es que Dedé tiene más de Trilby que de Svengalí. Es muy femenino en muchas cosas. ¿Te has dado cuenta, Juani, cómo coge la taza de té? Con el meñique en el aire. La Svengalí soy yo. Lo tengo hipnotizado. ¿Por qué? Debo recordarle a alguien. Desde el primer momento en que nos encontramos en los jardines de la Estación hubo algo. Una comunicación. Mamá, perdona, mi reina, pero su vida privada no me interesa. Han pasado los años. No compares. Lo de Adolfito, mejor no hablar. Visto ahora, mira lo que te digo, hasta me hace gracia. Nos equivoquimos, como decia Freja. Yo no. Yo, desde el primer momento me di cuenta. Pero por no ofenderte. Ya pasó. ¡A bueno está de reprocharnos ahora lo que ya pasó! Bien cara pagué mi prudencia. A nadie le echo la culpa de nada. Y menos a ti. Tú lo sabes. Point. ¡Me encanta la idea! Svengalí yo, Trilby él. Yo soy la fuerte. Él es el débil. Los débiles tienen una fuerza... y los fuertes, tenemos unas debilidades... Lui est mon faible. En estos momentos, mamá, sólo le tengo a él. Desde el primer momento lo dije; y lo sigo diciendo: Este pobre es más desgraciado que yo. Ya me voy calmando. Me viene el sueño. No me atrevo a moverme del sillón. Apagaré la luz. No, no me atrevo a levantarme. No lo hagas, Juani. Si lo haces, todo cambiará y volverán las pesadillas. Ahora que estaba cogiendo el sueño, alguien ha encendido la luz del pasillo. ¿Quién será? ¿Qué horas de venir son ésas? Esa risa... La Tacuna. La italiana del piso de arriba. Amiga de mi hermana para que sea buena. Bonitas horas de recogerse. Y esa forma de reír. Sola no viene. ¿Qué dice? Habla italiano. No viene sola, claro. Con el contrabandista. ¿Qué le estará haciendo? Eso no es reír, eso parecen estertores. La muy cochina. ¿Qué estarán haciendo? Porquerías. Tiene suerte. Todas esas pendonas tienen suerte. Siempre dan con un tío que las proteja. Él es muy guapo. Parece mentira que un hombre como ése se enamore de una mujer como esa penca. Y el marido arriba, esperando. ¿Qué tendrán esas mujeres? En el portal. No tienen vergüenza. Y esas risotadas, a estas horas... Eso no es reír. Del chisme le sale a ésa la risa. Guarra... ¡Qué falta de consideración! Bomba lo están pasando. Y encima el muy estúpido le da dinero. Y pensar que yo en los portales lo único que vi siempre fueron sombras y terror a que saliera un gato o una rata... Muerta de miedo he atravesado yo siempre los portales. Ahí los tienes, sin miedo y sin vergüenza, claro. Son valientes. Algún premio tendré yo que tener en esta vida perra que llevo, porque si después de todo lo que llevo pasado, y lo que estoy pasando todavía, me voy a ir de este mundo sin pena ni gloria, te lo juro, Juani, entonces es que no hay Dios, ni justicia en este mundo. Reza, Juani, reza. Hinca las rodillas en el suelo. En las losetas frías, hasta que te sangren las rodillas, y reza, mi bien, por tus pecados y por todos los pecados del mundo. Y deja de llorar, lo bueno. Deja de llorar que trae mala pata. «Yo pecador, me confieso a Dios...»

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