Read La vida perra de Juanita Narboni Online
Authors: Angel Vazquez
¿Qué es eso? Están llamando. Me quedé dormida en el sillón. Corre, Juani, ésa es Hamruch, quita ese colchón y esa ropa del comedor. ¡Dios mío, qué noche! Arrastra, arrástralo todo al dormitorio. Ya... Suai, suai, memloca... ¡Ya voy! ¡Qué pesa el maldito! ¡Ea, ya está! Deja de llamar. Vas a arrancar el llamador. Pasa, pasa, mi bueno. Cierra. No me mires. No me mires de ese modo. Debo estar de lo peor. Tu cara es un espejo. Un espejo de piedra, pero un espejo. Si tú supieras... Pasa, pasa de una vez y ayúdame. Ven. Tenemos que poner el colchón en su sitio. Ayúdame. Súbelo a la cama. No sabes la noche que he pasado. Eso. No, no lo sabes. Para mí se quede. Deja, las sábanas las pongo yo, tú no sabes, hay que remeterlas. Deja que me tienda. Ven. Ven a mi lado. No te quites el jaique. Ven a mi lado. Ven aquí a mi lado, Hamruch, no me dejes sola. Tengo una endeblez que me caigo. Tú no sabes la noche que he pasado, de lo peor. Si yo te contara y tú lo entendieras, pero no, no, claro que no lo entiendes. Necesito tu calor, mi reina. Años y años frente a frente, sin entendernos. Ven. Échate aquí. Yo soy tu hija. ¿Te das cuenta? No, no te das cuenta. Es demasiado para ti. Te ríes. Juntas, juntas las dos. Tengo miedo, Hamruch, tal vez no me comprendas, pero tengo miedo. ¡Estoy tan sola! ¿Qué estás haciendo, guarra? ¡No me digas! ¿Pues no me estás tocando las tetitas? ¡Hamruch, alza, levántate! No, no te quites el jaique. Ahora mismo te vas por el pan. No entiendes nada, era de esperar. No quiero verte, la memloca... Costumbres orientales, no lo tomes a mal, Juani, ya los conoces. Ellos son así. ¡La pobre! Pero... ¿y yo? No, no hay nada que hacer. Estás sola como la una. ¿Qué puedes esperar? No, no esperes nunca nada. Porque nada vendrá. ¡Qué ingenua eres, Juani! Te pasas la vida esperando. Cada uno es como es. Ellos son como son. Juani, ¿cuándo te vas a dar cuenta de la realidad? Como sigas así, mi reina, acabarás de lo peor. Me voy a pasar un peine por estos pelos y a lavarme la cara como los gatos. Ceremonias. Para mí todo esto son ceremonias. La ceremonia de todos los días para no acordarme de que estoy sola. Una buena pastilla de jabón de olor, el agua fría y fuera todo. Un buen manotazo y se van todos los recuerdos. Juani, Juani, nada de lágrimas. Lo que pasó, pasó. Tarda la negra, ya se entretuvo charlando con la fátima de Mona. ¿De qué hablarán? Algo estarán tramando. Contra nosotros, los nesranis
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. Juani, deja ya de fantasear. ¿Eres tú? No te sentí llegar. Pon a calentar el agua. El café. El café de todos los días. ¿Quieres acercarme esa revista? Gracias, mi bueno. Tengo yo que leerme el horóscopo. No. Esto no es. Esa papela, la que está encima de aquella silla. El
Confidence
que me trajo ayer el señor Trilby. Me encantan a mí los horóscopos de Aurée Diamantine, dan siempre en el clavo. Vamos a ver. No me tuestes mucho pan, que lo dejas siempre como si lo hubieran electrocutado. Vamos a ver: «amour...» Amor, sus relaciones con cualquier otro signo, principalmente con Capricornio... ¿Será Dedé Capricornio? Pon la taza ahí. Gracias, mi bueno. «... han llegado a un extremo de verdadera delicadeza». No lo sabes tú bien. Te dije que no me tostaras el pan. «La gente que la rodea no es toda de su absoluta confianza.» ¿La gente que me rodea? Ésta, eso ya lo estoy viendo, en cuanto me descuido me deja sin desayunar. Pon el plato aquí. ¡Déjame! ¿no estás viendo que estoy muy ocupada? «Muéstrese más flexible y abandone sus insensatos temores...» ¿Insensatos temores llama esta inconsciente a la noche que he pasado? Para mí se queden los temores insensatos... Vamos a ver qué tal va la salud. Cambiaremos de tema. «Semana en que se creerá poseedora de un extraño magnetismo ocasionado por su hipersensibilidad y que repercutirá a la larga en su hígado...» De lo peor está esta semana. Svengalí en Lanjarón, por lo visto. No, pero descaminada no va. Lo del magnetismo es cierto. ¿Y qué me dices, mi reina, de la cuestión económica? «Gastos superfluos.» La botellita de whisky, cómo no. «Procure llevar vida de hogar y poner orden en sus cosas.» ¡Ah, eso sí! Ahora mismo: ¡Hamruch! ¿acabaste de desayunar? Vamos ahora mismo a ocuparnos del armario. ¡Date prisa! No haya un mal, ¿no le echaste azúcar al café? ¿Más amargada quieres que me vea? Hoy vamos a poner orden en toda la casa. Anda, acaba de una vez. ¡Muévete, mi reina! Tenemos matanza infernal. Los temores insensatos van a acabar de lo peor. Ven. Vamos a abrir el armario. Mejor será que lo abras tú, mientras yo me subo encima de la cama. Toma. Espera. Los sanfermines en el país de los enanos va a ser esto. Abres cuando yo te avise. Abres las puertas de par en par. Cuando yo te lo diga, mi vida. ¡Ya! ¿Tú has visto pasar algo corriendo? Porque yo no he visto nada. No, claro. Si va a tener razón la de los temores insensatos. Me ha puesto de mal humor esa mujer. Espera. No corras. Coge ese vestido. No. Ese no. El de las flores. Ese, sí, y muy despacito, con mucho cuidado, lo llevas al patio. Ése. El de
Violetas imperiales.
Violetas para ratones. Ten cuidado. No me lo pases rozando la cama. Deja, deja que me aparte. Lo llevas al patio y lo tiendes en el suelo, y después, con la escoba, como si fuera una alfombra, lo golpeas... Cierra la puerta antes. Yo te miraré desde la ventana del fregadero. Corre, cierra el armario. Pronto, mujer, date prisa. ¡Corre, corre! Ten cuidado no te enredes con los volantes, lo que me faltaba es que se cayera y se descalabrara contra el pico de la mesa. Caída en el suelo, muerta, rodeada de ratones... Menos mal. ¿Lo has extendido en el suelo? Deja, deja que te vea. Nada, ni una señal. ¡Eso, fuerte, Hamruch, más fuerte! Ésos salieron esta noche de tournée des grands ducs y no han vuelto. Estarán enredados todavía con los guantes negros de mamá. Mira dentro de las rosas de trapo, mujer, mete bien los dedos. ¿No sale nada? No me digas que no sale nada. ¡Basta ya! Lo estás haciendo pedazos. Deja, deja que yo lo vea. Nada, ni una señal. Ni cagarrutas. ¡Qué raro! Si nos sorprendiera Dedé, me aborrecería para toda la vida. Coge una percha de las que hay detrás de la puerta del cuarto de baño... Lo tenderemos aquí que le dé el aire. Estoy por regalártelo y que te lo lleves esta misma tarde en una bolsa. Para tus nietas. Que se lo pongan las moritas para la fiesta del Aachor
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. Muy florida iba a resultar esa fiesta en tu cábila. Bueno, ahora nos toca lo peor. Sacar una por una la ropa del armario, y todas las cosas... Esto parece una ceremonia de brujas. Si llaman a la puerta no hagas entrar a nadie. Hamruch, deja, si llaman, yo abriré, porque te conozco. ¿Qué guós fue entonces lo que yo oí anoche? Mira, será por bien, hace años que había que hacer una limpieza en este armario. Me gustaría poner papeles nuevos. ¡Qué lástima no haberlo sabido antes! Recortaré las páginas del
Confidence.
Algunas traen anuncios muy bonitos. ¡Súbete en esa silla y ve dándome cosas! Todo será que me caiga un ratón en la cabeza. ¿Cómo no? Los guantes negros, los primeritos. Tal como los dejé aquel día. Oliendo a naftalina. Iremos dejando aparte todo lo que te tengas que llevar. Parecemos dos niñas jugando a las casitas.
¿Quién es esa memloca que viene de negro? No me digas, si es María Luisa. María Luisa enlutada. ¿Qué guós hará esto bajando la cuesta a estas horas? Parece un cuervo. Mira tú qué encuentro para una mañana en que se le ocurre a una ir a la primera misa. Una misa por nuestros difuntos. No hay un alma en las calles. María Luisa, ¿adonde vas? ¿Que vienes a mi casa? ¿Qué dices? ¿Por qué lloras? María Luisa, mi reina, ¿qué te pasa? Deja de llorar. Me estás poniendo nerviosa. ¿Qué dices? ¿Por qué lloras? Ven, ven, vamos a casa... No entiendo nada de lo que me estás contando. ¡Cálmate, cálmate! ¿Qué mal te han hecho? Anda, ven, deja de hipar. ¡Pobrecilla! ¿Qué le habrá pasado? Ahora me lo cuentas todo. Te daré una tacita de café. Maldita la gracia que le va a hacer a Hamruch, ya lo sé, que se fastidie. Ven, ven, mi bueno. Pasa. ¡Hamruch!, ¿queda café? Si no queda, pon a calentar ahora mismo. Siéntate. ¿Míster Trilby? ¿Pero qué estás diciendo? María Luisa, mi vida, ¿qué estás diciendo? ¿No estarás borracha? ¡Habla más claro, por lo que más quieras! ¿Muerto? ¿Que lo han matado? ¿Que apareció en la playa desnudo y muerto? Ahora está en el depósito. No. No puedo creerlo. Venías a buscarme a mí, pajarraco de mal aguero... Lo presentí. Desgraciada. Tú no tienes la culpa, lo sé. Esta noche he soñado con una lluvia de pájaros muertos. ¡Mira que se lo llevo dicho veces! No salgas de noche, mi vida, no salgas de noche... ¡Anda, bébete esa taza de café! No, Hamruch, yo no quiero nada. Morirme es lo que quisiera. ¿Será verdad? Espera... En un momento estoy contigo. No me lo creo. No puedo creerlo. Me pondré un abrigo. Ahora mismo siento frío. ¿Adonde irá a parar ahora el abrigo de Laurita? Juani, por favor, más respeto. ¡A bueno está de pensar en sandeces! Trilby, Trilby, mi rey, ¿qué será ahora de mí? Ya no me queda nadie. Sola, Juani, te has quedado sola. ¿Te das cuenta? Ni la barra de rouge puedo pasarme por los labios... ¡Vamos, vamos! Te acompaño. Cogeremos un taxi. ¿Andando? ¿Estás loca? Ya lo sé. No está lejos, pero mis piernas no responden. ¿Dónde puse la botella de whisky? El whisky que compré para él. ¿Quieres un poco, mi bien? Claro, tú ibas a decir que no. Sí, hija, sí... ¡Tan bueno el pobre! ¡Tan bendito! Lo bueno se lo lleva Dios, nos deja lo malo. Toma, toma, échate un buen lingotazo. ¡Para lo que está que ver! ¡Vamos, vamos!...
Nunca puse un pie en el dispensario. Niebla, niebla que viene del mar. Descanse el pobrecito mío en paz. ¡Qué bonito está el mar con esta niebla! Porque no se ve, pero se presiente. La sirena de un barco. Lo que me faltaba. No, no soy un familiar, pero como si lo fuera. ¿Esperan a algún familiar? Ya. Una prima de Gibraltar. Dios me lo perdone, siempre creí que era un hombre. Mal pensada de mierda. La prima era verdad. Gracias. Merci. ¿Quiénes son éstos? Cada vez veo menos. Momi, ¿cómo estás, hijo? Sí, bésame. ¡Bésame con todas tus fuerzas! ¿Qué ha sido esto, Momi? ¿Qué ha sido esto? Lo han matado. Lo mataron para robarle. Eso mismo le decía yo, hijo. ¡Quién lo iba a pensar! Nunca hizo mal a nadie. Nunca, nunca. ¿Quiénes son éstos, mi rey? No, no los conozco. ¿Que si quiero pasar a verlo? Preferiría no hacerlo. Ya. Tengo que identificarlo. ¿Ya eso le llaman trámites legales? ¡Guós por mí se haga! Temores insensatos y trámites legales. ¡Señor, dame fuerza para soportar y afrontar todos los trámites legales y todos los temores insensatos que se me presenten a lo largo de este calvario que es mi vida! Por lo que más quieras, protégeme, Dios Santo, no me hagas perder el sentido. Señor, ¿pero qué es lo que te propones conmigo? Cubierto por una sábana. ¡Mamá, mamá, por lo que más quieras, protégeme! Si resisto esto, lo resistiré todo. Todo. Es él... ¡Es él!... Juani, es él. Oui, oui, monsieur, c'est lui. Le méme. Y en lugar de un crucifijo alguien le ha colocado un ramito de violetas, seco ya por el calor de las velas. Merci. No, no me ayuden, puedo salir sola. Puedo andar sola, siempre anduve sola por esos mundos. Merci, merci infiniment. Padre Nuestro que estás en los Cielos... ¿Qué es esto? Gracias, Momi, gracias mi vida... Apoyaré la cabeza contra el muro de cal. Nunca encontré almohadón más hermoso en mi vida. Me gustaría estar siempre así, sin pensar en nada. Ya te lo decía, Dedé, acuérdate. ¿Tendré yo la culpa de todo? ¿Tendré una maldición encima de mi cabeza? No, no puede ser. Bella murió en un accidente. Esther se fue tan lejos que es como si hubiera muerto, ni siquiera me escribe. Aquella maldita desapareció de mi vida para siempre. Y ahora, ahora Dedé... ¿Quién le cerraría los ojos? Pobrecito, pobrecito... ¿Sabes una cosa, Dedé? Es una tontería... Pero te lo prometo... Me haré un vestido de verano. Y no lloraré. No volveré a llorar nunca más. Me portaré bien. Ya verás. Iré a verte. Te lo juro. Iré a verte. Y charlaremos. Ahora que estáis todos allí, me siento más segura. De veras. Lo único que os pido es que me dejéis un sitito para cuando yo vaya.
Esa es la prima. Me mira como si fuera un bicho raro, como si los que han venido al entierro fueran normales. No parece sino que soy yo quien desentono. Te entre un mal. No es fea. Claro, hija, claro que desentono. Soy mujer. Ya has visto: los maricas selectos de la ciudad. Sorry, Trilby, pero es verdad. ¿No te das cuenta, Dedé? ¿Es que no tienes ojos en la cara? Me gusta tu prima, tiene la mala leche propia de los escorpiones de la roca. Si lo que pretendes es atacarme, vas aviada, hija. Sí, hija, sí, Juanita Narboni. Claro, mi padre era muy respetado en Gibraltar. Me entre un guós. Mucho me habló de ti, pero eres mucho más guapa de lo que yo pensaba. No hay de qué. Lo sabía, lo sabía todo. Él, nunca, el bendito, me ocultó nada. Bueno, dentro de lo que cabe. Es un decir. Sí, hija, sí, quien mal empieza, mal acaba. No. Yo ya se lo recomendaba, pero, ya sabes, a mi edad, ¿quién me va a hacer caso? Él te quería mucho. Las cosas como son. Pues ya lo ves... Sus amistades. Buena gente. Claro, pero mira, ellos fueron prudentes. No, no se sabe cómo acabarán, pero esto les habrá servido de escarmiento. Una tristeza. Una tristeza muy grande. ¿Qué quieres que te diga? ¿Dónde te hospedas? ¿En el Cavilla? ¿Todavía existe? Ya. No como hotel. De familia. Sola, sola como la una. ¿Quién quedó? Mejor no hablar. Para lo que gustes, aquí me tienes. ¿Te quedarás aquí unos días? Esta preta será la que se lleve el abrigo de Laurita. Se lo llevará todo. Con esa cara de torta que me recuerda a alguien. Como siempre, nunca sé a quién. Pero ya me acordaré. Tengo que ver cómo andan las cosas más arriba. No me puedo ir de Bubana sin verlos. Aquí estoy, mamá. Ya estás viendo, me echaste el ojo. Ya no me queda nadie. Serás feliz, estarás contenta, porque te conozco. Seguro que en estos momentos estás sonriendo. ¡Pobre Dedé, bien que se lo dije! Poco me duró la ilusión, Svengalí de mierda. Hipnotizar... Más vale que no lo intentes nunca. ¡Qué sabré yo de la vida! Está una tan acostumbrada a que entierren a la gente, que esto no me lo puedo tomar en serio. No me lo creo. Desde que vi aparecer a la María Luisa esta mañana, no me lo creí, y me pareció todo una comedia. Me creo las amapolas, el cielo tan azul, esos pinos, y esos cipreses. Lo demás, no me lo creo.
Hijos de la negra, no han sido para decirme: suba a este taxi. Me vuelvo en autobús. Dedé, esto no te lo perdono. La prima... La prima se escapó con una manada de llanitos que esta noche armarán el gran jolgorio registrando el armario de Laurita. ¡Pobre Juani, y pobre Dedé, el muerto al hoyo y el vivo al bollo! Tú no, Juani. Tú no probarás ni las migajas del bollo. Esto te ha pasado siempre. Toda la vida. Pero nunca te enteras. Los cuentos de hadas... Las hadas no existen, mi reina. Me han dejado sola. Esperando el autobús. Ni siquiera Momi se ha acercado a mí, él que esta mañana se mostró tan cariñoso. A la hora de la verdad, nadie. Te dejan sola como si fueras un perro. Eso es lo que eres. Un perro de mierda. ¡Hamruch, Hamruch! ¿estaré enamorada de ti? Por lo menos, eres lo único que tengo. ¡Qué bonito está todo! Mirando ese campo se olvida una de todo. Ese verdor. Esas flores amarillas. Son vinajeras. De pequeña yo me comía los tallos. Mamá, la descansada, decía que eran purgantes. Ganas me entran de comerme algunos tallos. No lo hago porque el autobús estará al llegar. Ya está aquí. Ni un alma. Una ciudad por donde los autobuses pasean vacíos es una ciudad fantasma. El cementerio siempre bonito. Mamá, nunca sabrás lo bien que estás. Dedé, has descansado, ya no tienes que preocuparte de nada. «Doña Mariquita de mi corazón...» ¿te acuerdas? Se acabó. Ahora a descansar. No quiero pensar. ¿Sabes lo que te digo? Que no quiero pensar. María Luisa en un taxi, con la Momi. Yo, en autobús. La señorita Narboni en autobús. Maldita sea la hora... Nadie se acordó de mí en la despedida. Para ellos se quede. Mal fin tengan. Les entre un mal. Los taxis se estrellan en las cunetas, el autobús es más seguro. Aunque con este loco que está deseando llegar, sabe Dios adonde iremos a parar. Menos mal, alguien sube. Una memloca, se parece a Hamruch. Ojalá fuera ella. No es, pero su presencia me da más seguridad. Mira lo que trae en esa espuerta: caballas y yerbabuena. La cena de esta noche será. Pues mira lo que te digo, me gustaría. Ya sé que el pescado azul no es bueno. ¡Qué soledad! Ésa es la finca de los Madison, lo que quedó. Aquellas fiestas... mamá me las contaba. Lo que quedó. Esta ciudad se está pudriendo, en cualquier parte del mundo esto sería un solar rentable. Hasta los Lyons se fueron. Ya no queda nadie. Cuatro gatos. Empleaditos de los consulados con las caras amarillas, siempre tuvieron mala cara y mal carácter. Mohamed, ¿paras en la Place de France? Ni me oye, el preto. Por favor, Mohamed, déjame en la Place de France. Gracias, mi rey, creí que no me oías. Que Dios te bendiga. Mejor será que coja por la cuesta de Esperanza Orellana. ¿Qué es esto? Iluminaciones. La noche iluminada. Claro, estamos en vísperas del Aachor. Ahora son sus fiestas, antes eran las nuestras las que se celebraban con esplendor. Todo eso se acabó. Miedo me da el Aachor. Esta gente son como los valencianos, todo a base de explotidos. Dios quiera que no hagan locuras. ¿Qué hago yo ahora aquí sola junto a las paredes del Consulado de Francia? No tengo nada que darle de comer a los gatos. Raro que no vea a Reina por aquí. ¡Qué gentío! Ni un europeo, ni una cara conocida. Desfile de sombras es éste, igualito que la noche que tocó la orquesta de los soldados irlandeses, o la de los legionarios... Tienen todo lo que Dios les dio, menos lo que yo me pienso. Mira, mira en torno tuyo, mi reina. Desciende de una vez de ese maldito autobús y contempla el panorama. Demasiado iluminada, esta ciudad siempre ha sido un carnaval. Lo malo es que antes era un carnaval alegre, y esto, esto es de lo peor. Una imitación. Con bastante mala pipa, las cosas como son. Se acabaron los velos y los jaiques, y el burnús y la yilaba, todo lo que para nosotros tenía el encanto de lo oriental. Mira éste que llevo delante: los pelos largos no te van, mi vida, cuando se tienen los pelitos como tú, rizados, el progreso resulta un problema. Pues anda, que la farajmá que me acaba de dar un pisotón y ni siquiera se ha vuelto la muy burra, con minifalda. Cara de dolor lleva. Los tacones, mi bueno, no se puede pasar de las babuchas a los tacones de la noche al día. ¿La oíste, Juani? Ahora todos hablan en francés y pasan por tu lado como si no existieses... Claro, hemos pasado nosotros tantas veces por el lado de ellos como si no existieran, que esto es la revancha. Se cambiaron las tornas, mi vida. Todo cambia; será por bien. No veo el bien por ninguna parte pero bueno está el decirlo. ¡Con lo bonitas que eran vuestras costumbres! Daba gusto ver aquellos desfiles de carrozas cuando llegaba el Mulud, con Cara Burro vestido igualito que Madame Du Barry
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, haciendo una mala imitación de nuestras costumbres. La imitación que hacéis ahora de nosotros es distinta. Otra cosa. Aquélla tenía gracia, era inocente, no había un mal. Esta, Juani, mi alma, tiene tanta maldad que entran ganas de echarse a temblar. En la de antes pretendíais agradarnos. En la de ahora yo lo que creo, y que Dios me perdone, lo que pretendéis es asustarnos. Muchas iluminaciones, muchas bombillitas de colores, todo para distraer el hambre, y si no, que le pregunten a Hamruch. No por lo que come en casa, sino por lo que me cuenta, que me cuenta cada cosa... Por lo visto la gente joven no se entera de nada. Mejor para ellos. Mira esto, el Café de París ya está cerrando poniendo las sillas, ¿cuándo se vio? En mis tiempos nunca cerró el Café de París a estas horas, porque en aquellos tiempos no había horas. Mira, por aquella acera va Reina la de los gatos, embozada en sus bufandas, como siempre, pero ahora arrastrándose por la pared del Hotel Minzah para que no noten su presencia, como una huérfana del destino. La verdad es que como lo que somos, unos fantasmas. Juani, mi vida, no te quedes parada, te empujarán, te tirarán al suelo. ¿Qué pintas tú aquí a estas horas, mi bueno? Coge y huye por la cuesta de Esperanza Orellana, que no te descubran. Miedo me da. Mal hice en pararme aquí, por donde quiera que tire todo serán oscuridades. Y ni un alma conocida. Nadie a quien con disimulo pueda agarrarme. Correré, qué remedio. Veré si alcanzo a Reina. Con ella no me importará llegar hasta el Zoco Grande. Esto es un castigo de Dios. Toda la vida te huí, porque, perdona que te lo diga, eres una pesada, cuando coges el habla no hay quien te pare. Pero en estos momentos..., la verdad, no corras. Nunca me imaginé que el miedo hiciera correr tanto. Pues tengo que alcanzarte... Manaraf, gualo, gualo majandishi...
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. ¡Preto está esto! Mendigos y tarados. Muchos ciegos para tantas iluminaciones. No tendré más remedio que coger un taxi, cueste lo que cueste. Para mí se quede. Mañana comeré sardinas. ¡Taxi, taxi! No paran los negros. No paren nunca. Menos mal. A la Cuesta de la Playa, por favor. Al final, casi... No, no soy lijudi
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. Nesrania, mohamed, ¿no lo ves? Señorita Narboni, Mademoiselle Narboni. Merci, merci infiniment. A la Cuesta de la Playa, l'Avenue d'Espagne... Oui, oui, en francés, todo en francés, no lo olvides. De ello depende tu vida. Este no habla. Es un loco. En el fondo, están todos como disgustados, con razón, lo que estáis pasando lo estamos pasando todos, hijo. Se acabó la temporada de verano, por eso están de mal humor. No me atrevo a decirle que no corra, porque lo hará peor. Lo que corre, el tío. Nos estrellaremos. Era lo que faltaba. Esa curva no la ha pasado normalmente. Padre Nuestro que estás en los Cielos... Éste me mata. El del autobús no pudo conmigo, pero éste... Con bien y enterita llegue a casa, que en cuanto llegue enciendo la lamparita, una lamparita a San Antonio. Porque esto no es normal, parezco una mujer raptada. Soledad mayor y más grande nunca vi. Mamá, mamá lo bueno, a lo que hemos llegado. Me llevan. No, no ni tú, ni Mercedes, ni Bella, ni Dedé, ni Esther, ni Elena, Elena mi hermana, podríais saber lo que es esto, a lo que hemos llegado... Claro, hija, tú en Casablanca, en tu Casablanca del alma, con tus comodidades, ni te enteras. No me atrevo a decirle que vaya más despacio porque ahora no es lo de antes. Enloquecidos están. Enloquecidos. Todo cambió. Lo que yo daría por estar en el portal de mi casa. Por llegar; no pido más. Y encontrarme con todas las ventanas abiertas y las luces encendidas de la casa de la Gran Dama, como cuando daba una gran fiesta y llegaban los invitados, y a mí me daba tanta rabia, envidia maldita, que la colmaba de maldiciones. Todo esto es un castigo de Dios. ¿No te das cuenta, Juani? Mudo está éste. Mira por dónde me lleva. Rodeo igual nunca vi. Las vueltas que va a dar. En otros tiempos se lo hubiese dicho, le hubiese llamado la atención. Ahora a callar. Y sea lo que Dios quiera. Lo que faltaba, noticias en árabe. Ya me enteré. Más vale no enterarse. Aquellos tiempos de las peticiones... Para, para, Mohamed, ¿es aquí Combien? ¡Una barbaridad! Toma, toma. De rien. Todo es poco con tal de que yo pueda saltar a la acera y meterme en casa enseguida. Lo que yo daría porque al abrir esa puerta me encontrara contigo, mamá, y con papá en el despacho y contigo, Elena, contigo, aunque, como de costumbre, a medio vestir.