Las aventuras de Tom Bombadil y algunos poemas del Libro Rojo (2 page)

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Authors: J.R.R. Tolkien

Tags: #fantástico, poesía

BOOK: Las aventuras de Tom Bombadil y algunos poemas del Libro Rojo
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II
Bombadil pasea en barca

El viejo año tornábase pardo; soplaba el Viento del Oeste;

Tom recogió una hoja de haya caída en el bosque.

«¡He aquí un hermoso día, traído por la brisa!

¿Por qué esperar al próximo año? Lo tomaré cuando me plazca.

¡En este día compondré mi barca y viajaré a la ventura

Al oeste, por el delgado arroyo, siguiendo mi capricho!»

Un pajarillo se sentaba en una ramita. «¡Hola, Tom! Te he oído.

Creo que sé, creo que sé, a donde te llevará tu capricho.

¿Debería ir, debería ir, y decirle a él donde encontrarte?»

¡Nada de nombres, cuentacuentos, o te desollaré y comeré,

Parloteando en todos los oídos asuntos que no te conciernen!

Si cuentas al Hombre-sauce a donde he ido, te quemaré,

Te asaré en un asador de sauce. ¡Así acabará tu asechanza!.

El reyezuelo del sauce irguió la cola, cantó mientras se alejaba:

«¡Cógeme primero, cógeme primero! No hacen falta nombres.

Me posaré en su más cercano oído: escuchará el mensaje.

«Abajo con él», diré, «mientras el sol se hunde»

¡Deprisa, deprisa! Es hora de beber».

Tom rió para sí: «Entonces tal vez yo vaya allá.

Podría ir por otros lugares, pero hoy bogaré hacia allá».

Preparó los remos, reparó su bote; lo sacó de una cala escondida

A través de las cañas y los pálidos helechos, bajo inclinados alisos,

Luego bajó por el río, cantando: «¡Tonto helecho,

Fluye, arroyo Tornasauce, por vados y corrientes!

¡Eh! ¡Tom Bombadil! ¿A donde vas,

Montado en una cáscara de nuez, remando río abajo?»

«Quizás al Brandivino a lo largo del Tornasauce;

Tal vez amigos míos encenderán fuego para mí

Allá en Fin de la Cerca. Conozco allí a un pequeño pueblo,

Amable al final del día. Así que voy para allí».

«¡Háblame de mis parientes, tráeme sus noticias!

¡Háblame de estanques profundos y escondites de peces!»

«¡Nada de eso!», dijo Bombadil, «Sólo estoy remando

Para ver como huele el agua, no voy errando».

«¡Ahá! ¡Tom gallito! ¡Ocúpate de que tu cubo no zozobre!

¡Busca troncos de sauce! ¡Reiría viéndote tropezar!»

«¡Habla menos, pescador azulado! ¡Mantén tus amables deseos!

¡Vuela lejos y arregla tus plumas con huesos de peces!

Alegre Señor en tu rama, en casa un sucio sirviente

Que vive en desaseado hogar, aunque tu seno sea escarlata.

He oído picos de pájaros pescadores balanceándose en el aire

Para mostrar como sopla el viento: ¡es el fin de la pesca!»

El Martín Pescador cerró el pico, guiñó el ojo, como cantando.

Tom pasó bajo la rama. ¡Flash! Se fue aleteando;

Dejó caer una joya azul, una pluma, y Tom la atrapó.

Centelleando en un rayo de sol: pensó que era un buen regalo.

La prendió en su alto sombrero, la vieja pluma arrojada;

«Ahora azul para Tom», pensó, «¡Un matiz duradero y feliz!»

Ondas se arremolinaban alrededor de su bote, vio temblar las burbujas.

Tom golpeó con su remo, ¡Smack! a una sombra en el río.

«¡Hush! ¡Tom Bombadil! Hace tiempo que no te veía.

Te tornaste barquero, ¿eh? ¿Qué tal si te enfurezco?»

«¿Qué? Mira, señor Patillas, te llevaría río abajo,

Mis dedos en tu espalda harían temblar tu pellejo».

«¡Vaya, Tom Bombadil! Iré y le diré a mi madre:

‘¡Llama a toda nuestra parentela, padre, hermana, hermano!

Tom se ha vuelto loco, como una negreta con patas de madera;

Palea por el Tornasauce, una vieja cuba que nada entre dos aguas’»

«¡Te mandaré a los Tumularios! ¡Te curtirán!

¡Y con anillos dorados te ahogarán! Si tu madre te viera

A su hijo no conociera, a menos que viese tus patillas.

¡No, no fastidies al viejo Tom, hasta que seas más avispado!»

¡Whoosh! dijo la nutria, rociando agua del río

Sobre el sombrero de Tom; e hizo balancear la barca,

Se sumergió bajo ella, y apareció en la orilla,

Hasta que la alegre canción de Tom dejó de oírse.

El Viejo Cisne de la Isla Élfica pasó cerca de él, orgullosamente,

Miró a Tom duramente, le bufó estruendosamente.

Tom rió: «Tú, viejo cisne, ¿echas en falta tu pluma?

¡Dame una nueva! La vieja se la llevó el tiempo.

Si me hablases con dulzura, te apreciaría mucho:

¡Largo cuello y garganta muda, y aún así un soberbio bromista!

Si un día el Rey retorna, tu orgullo reventará,

¡Marcará tu pico amarillo, y menguará tu señorío!»

El Viejo Cisne extendió sus alas, siseó, y nadó más rápido;

Moviéndose en su estela, Tom remó tras él.

Tom llegó a la Presa de Mimbre. Precipitándose río abajo,

Espumando en Tornalcance, burbujeando y salpicando;

Lanzó a Tom sobre las piedras como caído del cielo,

Disparado como el corcho de una botella, hacia la villa de Grindwall.

«¡Eh! ¡Aquí está el Hombre de Madera Tom, con su barba puesta!»

Rió la pequeña gente de Fin de la Cerca y Breredon.

«¡Cuidado, Tom! ¡Te dispararemos con nuestros arcos y flechas!

Cruza el Brandivino con barquichuela o transbordador.»

«¡Uf, pequeños regordetes! ¡No os las prometáis tan felices!

He visto Hobbits cavando agujeros para ocultarse,

Espantados si un chivo o un tejón los veía,

Asustados de los rayos de luna, esquivando sus propias sombras.

Llamaré a los Orcos: ¡eso os hará correr!»

«Puedes llamarlos, Hombre de Madera Tom. O puedes hablar con tu barba.

¡Tres flechas en tu sombrero! ¡No te tenemos miedo!

¿A donde vas ahora? Si buscas cerveza,

¡Los barriles de Breredon no son lo bastante profundos para remojarte!»

«Por el Brandivino iría, a los lindes de la Comarca,

Pero muy veloz para mi barquichuela el río fluye ahora.

Bendeciría a la pequeña gente que me acogiera en sus barcas,

Les desearía dulces tardes y muchas mañanas felices.»

Rojo fluía el Brandivino, en llamas el río estaba encendido,

Mientras el Sol se hundía más allá de la Comarca y en gris menguaba.

Marjala estaba vacía. Nadie había allí para saludarle.

Silenciosa estaba la orilla. Dijo Tom: «¡Un alegre encuentro!»

Tom recorrió el camino, y la luz disminuía.

Brillantes lámparas centelleaban delante. Oyó una voz que llamaba.

«¡Eh ahí!» Los ponies se detuvieron, las ruedas dejaron de girar.

Tom siguió afanándose, no miró atrás.

«¡Oh ahí! ¡Mendigo que marchas en Marjala!

¿Qué asuntos te traen aquí, con tu sombrero prendido de flechas?

¿Alguien te dio aviso, te sorprendió en tu disimulo?

¡Ven aquí! ¡Dime ya lo que estas buscando!

Cerveza de la Comarca, lo juraría, aunque no tienes un penique.

¡La guardaré bajo llave tras las puertas, y no tendrás ninguna!

«¡Bueno, bueno, pies barrosos! ¡De quien ha llegado tarde a la reunión,

Allá en los márgenes, es un áspero saludo!

Tú, viejo granjero, tan gordo que no puedes caminar sin jadear,

Que arrastras tu carga como un talego, deberías ser más amable.

¡Ahorrador sagaz, cuba con piernas! Un mendigo no puede escoger,

Te mandaría ir, y tú saldrías perdiendo.

¡Vamos, Maggot, ayúdame! Un pichel me debes.

¡Incluso en la luz del crepúsculo, un viejo amigo debería conocerme!»

Partieron de allí riendo, no hicieron alto en Juncalera,

Aunque la posada estaba abierta y podían oler la malta.

Tomaron el camino de Maggot, traqueteando y chocando,

Tom en la carreta del granjero bailando y saltando.

Las estrellas brillaron en la Granja de Maggot, y la casa estaba iluminada;

Ardía el fuego en la cocina para recibir a los viajeros nocturnos.

Los hijos de Maggot saludaron en la puerta, sus hijas hicieron reverencias,

Su esposa trajo picheles para aquellos que debían estar sedientos.

Canciones hubo y alegres cuentos, cenaron y bailaron;

El buen Maggot hacía cabriolas con su cinturón,

Tom tocaba la gaita, cuando no bebía a grandes tragos,

Las hijas bailaron el minisalto del Anillo, la buena esposa reía.

Cuando los demás fueron a la cama de heno, helechos o plumas,

Cerca del hogar juntaron sus cabezas,

El Viejo Tom y Pies Barrosos, Hablando de las estaciones

De las Quebradas a las Colinas de la Torre: de caminatas y cabalgatas;

De trigo y maíz, de siembra y cosecha;

Extraños cuentos de Bree; y hablaron de la herrería, el molino, y de regateos;

De rumores en árboles susurrantes, del viento del sur en los pinos,

De vigías en el Vado, de sombras en las fronteras.

El Viejo Maggot se durmió por fin en una silla junto a los rescoldos.

Al alba Tom se había ido: como los sueños que uno recuerda a medias,

Unos alegres, otros tristes, y otros de alerta oculta.

Nadie oyó abrir la puerta; un chaparrón de lluvia en la mañana

Borró sus pisadas, no dejó rastro en Marjala,

En Fin de la Cerca no se oyeron canciones ni sonido de pesados pasos.

Tres días yació su barca junto a la cerca de Grindwall,

Y una mañana se fue de vuelta al Tornasauce.

Las nutrias, decían los Hobbits, vinieron de noche y la desataron,

La arrastraron más allá de la presa y río arriba la empujaron.

De la Isla Élfica un viejo cisne vino navegando,

Con una vela junto al pico y en el agua estelas dejando,

Avanzando orgullosamente; nutrias nadaban a su alrededor

Guiándolo por las torcidas raíces del Viejo Hombre Sauce;

El Rey Pescador colgaba en su rama, el abadejo cantaba junto a los remos,

Felizmente llevaban el bote de vuelta a casa.

Llegaron finalmente al arroyo de Tom. Una nutria dijo: «¡Silbad ahora!

¿Qué es de una negreta sin sus patas, o de un pez sin sus aletas?»

¡Oh, pálido y tonto arroyo del sauce! ¡Los remos dejaron atrás!

Largo tiempo esperaron en Grindwall a que Tom viniera a encontrarlos.

III
Vida errante

Había una vez un alegre viajero,

Un mensajero, un marinero:

Construyó una dorada góndola

Para aventurarse y la cargó

De amarillas naranjas

Y de gachas para su sustento;

La perfumó con mejorana

Y cardamomo y lavanda.

Llamó a los vientos de Argos

Para que le transportaran con carga y todo

A través de los diecisiete ríos

Que se interponían en su camino para retrasarle.

Desembarcó solitario

Donde los guijarros de piedra,

En el corriente río Derrilyn,

Fluyen felizmente para siempre.

Viajó entonces a través de tierras de prados

Hasta la Tierra de las Sombras, que yace tristemente,

Y bajo la colina y sobre la colina

Fue bogando por la tediosa ruta.

Se sentó y cantó una melodía,

Demorando su vida errante;

Pidió a una bella mariposa

Que aleteaba cerca que se casara con él.

Ella le despreció y se burló de él,

Se rió de él sin piedad;

Tanto tiempo había él estudiado magia

Y hechicería y herrería.

Trenzó un tejido delgado como el aire

Para cazarla; para seguirla

Se hizo alas de piel de escarabajo

Y alas emplumadas de golondrina.

La atrapó en su aturdimiento

Con hilos de telas de araña;

Construyó para ella dulces pabellones

De lilas, y una cama nupcial

De flores y abrojos

Para acurrucarse en ella y descansar;

Y de telas de seda de membranoso blanco

Y luz de plata la vistió.

Ensartó gemas en collares,

Pero imprudentemente ella los derrochó

Y dio en amargas disputas;

Entonces pesarosamente él se alejó,

Y allí la dejó, marchitándose,

Mientras él se iba tiritando;

Con tiempo ventoso tras él

Huyó con alas de golondrina.

Dejó atrás los archipiélagos

Donde crecen amarillas las margaritas,

Donde existen incontables fuentes de plata,

Y las montañas son del oro de las Hadas.

Contempló la guerra y el pillaje

Asolando más allá del mar,

Y vagó por Belmarie

Y Thellamie y Fantasie.

Se hizo casco y escudo

De coral y de marfil,

De esmeralda hizo una espada,

Y terrible fue su rivalidad

Con caballeros élficos de Aerie

Y Faerie, con paladines

Que, con cabellos dorados y ojos brillantes,

Vinieron cabalgando y le desafiaron.

De cristal era su cota de malla,

Su vaina, de calcedonia;

Guarnecida de plata en plenilunio,

Su lanza estaba trabajada en ébano.

Sus jabalinas eran de malaquita

Y estalactita- las blandió,

Se enfrentó a las libélulas

De Paradise, y las venció.

Combatió a los Dumbledors,

A los Hummerhorns y a las Honeybees,

Y conquistó el Peine Dorado;

Y volviendo a casa, por mares soleados

En un buque de hojas y gasas

Con una flor por dosel,

Se sentó y cantó, y acicaló

Y pulió su panoplia.

Se demoró por un tiempo

En pequeñas islas que yacían solitarias,

Y encontró allí poca hierba, aunque alta;

Así que al final fue el único camino

Que tomó, y volvió, y regresó a casa

Con el Peine Dorado, su mensaje

Llegó a ser recordado, ¡y también su recado!

En su alegría y su embeleso

Los había olvidado, errando

Y viajando, como un vagabundo.

De modo que ahora debe partir de nuevo

Y de nuevo empezar su góndola,

Para siempre un mensajero,

Un viajero demorado,

Errante como una pluma,

Un marinero guiado por el viento.

IV
La princesa Mee

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