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Authors: Esopo

Tags: #Cuentos, #Relatos

Las fábulas de Esopo (14 page)

BOOK: Las fábulas de Esopo
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Los buenos actos siempre son recompensados.

282 - El pastor y el joven lobo.

Encontró un pastor un joven lobo y se lo llevó. Enseguida le enseñó como robar ovejas de los rebaños vecinos. Y el lobo, ya crecido y demostrándose como un excelente alumno, dijo al pastor:

—Puesto que me has enseñado muy bien a robar, pon buena atención en tu vigilancia, o perderás parte de tu rebaño también.

Quien enseña a hacer el mal, tiene que cuidarse de sus propios discípulos.

282 - El pastor y el joven lobo.

Un padre tenía dos hijas. Una casó con un hortelano y la otra con un fabricante de ladrillos. Al cabo de un tiempo fue a visitar a la casada con el hortelano, y le preguntó sobre su situación. Ella dijo:

—Todo está de maravilla conmigo, pero sí tengo un deseo especial: que llueva todos los días con abundancia para que así las plantas tengan siempre suficiente agua.

Pocos días después visitó a su otra hija, también preguntándole sobre su estado. Y ella le dijo:

—No tengo quejas, solamente un deseo especial: que los días se mantengan secos, sin lluvia, con sol brillante, para que así los ladrillos sequen y endurezcan muy bien.

El padre meditó: si una desea lluvia, y la otra tiempo seco, ¿a cual de las dos le adjunto mis deseos?

No trates nunca de complacer y quedar bien con todo el mundo. Te será imposible.

284 - La golondrina, la serpiente y la Corte.

Una golondrina que retornaba de su largo viaje, se encontraba feliz de convivir de nuevo entre los hombres.

Construyó entonces su nido sobre el alero de una pared de una Corte de Justicia y allí incubó y cuidaba a sus polluelos.

Pasó un día por ahí una serpiente, y acercándose al nido devoró a los indefensos polluelos. La golondrina al encontrar su nido vacío se lamentó:

—Desdichada de mí, que en este lugar donde protegen los derechos de los demás, yo soy la única que debo sufrir equivocadamente.

No todo lo que beneficia a otros lo beneficia a uno.

285 - El ladrón y su madre.

Un joven adolescente robó un libro a uno de sus compañeros de escuela y se lo mostró a su madre. Ella no solamente se abstuvo de castigarlo, sino más bien lo estimuló. A la siguiente oportunidad se robó una capa y se la llevó a su madre quien de nuevo lo alabó.

El joven creció y ya adulto fue robando cada vez cosas de más valor hasta que un día fue capturado en el acto, y con las manos atadas fue conducido al cadalso para su ejecución pública.

Su madre lo siguió entre la multitud y se golpeaba violentamente su pecho de tristeza. Al verla el ladrón dijo:

—Deseo decirle algo a mi madre en su oído.

Ella acercó su oído a él, y éste rápidamente mordió su oreja cortándosela. Su madre le reclamó que era un hijo desnaturalizado, a lo que él replicó:

—¡Ah! Si me hubieras reprendido en mi primer robo del libro aquel, nunca hubiera llegado a esto y ser condenado a una ingrata muerte.

Al nuevo árbol se le endereza tierno para que crezca derecho.

286 - Los dos recipientes.

Arrastraba un río en sus aguas a dos recipientes, uno de barro cocido y otro de bronce. El de barro le dijo al de bronce:

—Por favor mantente a distancia de mí, pues si me tocas aunque sea suavemente, me haré pedazos. Y además, de ninguna manera deseo estar cerca de ti.

La amistad no se consolida fácilmente entre disímiles.

287 - El cazador y el pescador.

Regresaba un cazador con sus perros y su producto, cuando topó con un pescador que también regresaba de su pesca, ambos con sus cestas llenas.

Deseó el cazador tener los peces, y el dueño de los peces, las carnes. Pronto convinieron en intercambiarse las cestas. Los dos quedaron tan complacidos de su trato que durante mucho tiempo lo siguieron haciendo día a día.

Finalmente un vecino les aconsejó:

—Si siguen así, llegará el momento en por tan frecuente intercambio, arruinarán el placer de ello, y cada uno deseará quedarse solamente con lo que obtuvo.

Varía y alterna tus actividades para disfrutar mejor.

288 - La anciana y el recipiente de vino.

Una anciana encontró un recipiente vacío que había sido llenado con el mejor de los vinos y que aún retenía la fragancia de su antiguo contenido.

Ella insaciablemente lo llevaba su nariz, y acercándolo y alejándolo decía:

—¡Que delicioso aroma! ¡Qué maravilloso debió haber sido el vino que dejó en su vasija tan encantador perfume!

La memoria de todo lo bueno es perdurable.

289 - El ciervo en el pesebre de los bueyes.

Un ciervo perseguido por la jauría y ciego por el terror del peligro en que se encontraba llegó a una granja y se escondió entre unas pajas en un cobertizo para bueyes. Un buey amablemente le dijo:

—¡Oh, pobre criatura! ¿Por qué de esa forma, has decidido arruinarte, y venir a confiarte a la casa de tu enemigo?

Y replicó el ciervo:

—Permíteme amigo, quedarme donde estoy, y yo esperaré la mejor oportunidad para escapar.

Al final de la tarde llegó el arriero a alimentar el ganado, pero no vio al ciervo. Y aún el administrador de la finca pasó con varios de sus empleados sin notar su presencia. El ciervo congratulándose a sí mismo por su seguridad comenzó a agradecer a los bueyes su gentileza por la ayuda en los momentos de necesidad. Uno de los bueyes de nuevo le advirtió:

—Realmente deseamos tu bienestar, pero el peligro no ha terminado. Todavía falta otro hombre de revisar el establo, que pareciera que tiene cien ojos, y hasta tanto, no puedes estar seguro. Al momento ingresó el dueño, y quejándose de que no habían alimentado bien a los bueyes fue al pajar y exclamó:

—¿Por qué falta paja aquí? ¡Ni siquiera hay para que se echen!

—¡Y esos vagos ni siquiera limpiaron las telarañas!

Y mientras seguía examinando todo, vio sobresalir de entre la paja las puntas de una cornamenta. Entonces llamando a sus empleados, ordenó la captura del ciervo y su posterior sacrificio.

Nunca te refugies en los terrenos del enemigo.

290 - Las palomas, el milano y el halcón.

Unas palomas, aterrorizadas por la presencia de un milano, llamaron al halcón para que las defendiera. Inmediatamente él aceptó.

Cuando ya ellas lo habían admitido dentro de su palomar, se dieron cuenta que hacía mucho más estragos y matanzas en un día, que lo que haría un milano en un año.

Evita los remedios que son peores que la enfermedad.

291 - La viuda y su oveja.

Una pobre viuda tenía una única oveja. Al tiempo de la trasquila, y deseando tomar su lana en forma económica, la trasquiló ella misma, pero usaba la herramienta en tan mala forma que junto con la lana le cortaba también la carne. La oveja acongojada y con dolor, le dijo:

—¿Por qué me maltratas así, ama? ¿En que te puede beneficiar el agregar mi sangre a la lana? Si quieres mi carne, llama al carnicero quien me matará al instante sin sufrimiento, pero si lo que deseas es mi lana, ahí está el esquilador, quien me esquilará sin herirme.

Antes de ejercer una actividad, prepárate y entrénate adecuadamente para ejecutarla bien.Evita los remedios que son peores que la enfermedad.

292 - El pastor y el mar.

Un pastor que cuidaba su rebaño en las costas, veía al mar muy calmado y suave, y planeaba con hacer un viaje de comercio.

Entonces vendió todo su rebaño y lo invirtió en un cargamento de dátiles, y se echó a la mar. Pero vino una fuerte tempestad, y estando en peligro de hundirse la nave, tiro por la borda toda la mercancía, y escasamente escapó con vida en la barca vacía. No mucho tiempo después cuando alguien pasaba y observaba la ordenada calma del mar, él le interrumpía y le decía:

—De nuevo está el mar deseando dátiles y por eso luce calmado.

Nunca generalices conclusiones basándote en un solo suceso.

293 - El asno, el gallo y el león.

Estaban un gallo y un asno en un pastizal cuando llegó un hambriento león. Y ya iba el león a tirarse encima del asno, cuando el gallo, cuyo cantar se dice que aterroriza a los leones, gritó fuertemente, haciendo salir corriendo al león tan rápido como pudo.

El asno al ver el impacto que un simple canto del gallo realizaba, se llenó de coraje para atacar al león, y corrió tras de él con ese propósito.

No había recorrido mayor distancia cuando el león se volvió, lo atrapó y lo seccionó en pedazos.

Ten siempre presente que las cualidades de tu prójimo no son necesariamente las tuyas.

294 - Los ríos y el mar.

Se juntaron los ríos para quejarse ante el mar diciéndole:

—¿Por qué si nosotros te entregamos agua dulce y potable, haces tal trabajo, que conviertes nuestras aguas en saladas e imposibles de beber?

El mar, percibiendo que querían echarle la culpa del asunto, dijo:

—Por favor, dejen de darme agua y entonces ya no volverán a salarse sus aguas.

Antes de culpar a otros, fíjate primero si no eres el verdadero culpable.

295 - El asno juguetón.

Un asno se subió al techo de una casa y brincando allá arriba, resquebrajó el techado. Corrió el dueño tras de él y lo bajó de inmediato, castigándolo severamente con un leño. Dijo entonces el asno:

—¿Por qué me castigan, si yo vi ayer al mono hacer exactamente lo mismo y todos reían felizmente, como si les estuviera dando un gran espectáculo?

Trabaja siempre para lo que te has preparado, no hagas lo que no es de tu campo.

296 - Los tres protectores.

Una gran ciudad estaba siendo sitiada, y sus habitantes se reunieron para considerar el mejor medio de protegerse.

Un ladrillero acaloradamente recomendaba a los ladrillos como la mejor adquisición para la más efectiva resistencia.

Un carpintero, con igual entusiasmo, proponía la madera como un método preferible para la defensa.

En eso un curtidor de cueros se levantó y dijo:

—Compañeros, yo difiero de todos ustedes, y advierto que por nada cambiaré de opinión. Les afirmo que están muy equivocados: para resistir, no existe nada mejor que el cubrirse con pieles, y para eso nada tan bueno como los cueros.

Los irresponsables, los ignorantes, y los agitadores, nunca aceptan que otros puedan tener la razón, y defienden siempre intransigentemente sólo su punto de vista, aunque no tengan el menor conocimiento del tema, sin importarles las consecuencias del momento o del futuro.

297 - El lobo y los pastores cenando.

Un lobo que pasaba cerca de un palenque, vio allí a unos pastores que cenaban las carnes de un cordero. Acercándoseles, les dijo:

—¡Qué escándalo habría ya si fuera yo quien estuviera haciendo lo que ustedes hacen!

Una cosa es lo que el dueño con todo derecho decida sobre su propiedad, y otra lo que haga el ladrón con lo que no le pertenece.

298 - El asno que cargaba una imagen.

Una vez le correspondió a un asno cargar una imagen de un dios por las calles de una ciudad para ser llevada a un templo. Y por donde él pasaba, la multitud se postraba ante la imagen.

El asno, pensando que se postraban en respeto hacia él, se erguía orgullosamente, dándose aires y negándose a dar un paso más.

El conductor, viendo su decidida parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo:

—¡Oh, cabeza hueca, todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los asnos!

Nunca tomes como tuyos los méritos ajenos.

299 - El viejo perro cazador.

Un viejo perro cazador, que en sus días de juventud y fortaleza jamás se rindió ante ninguna bestia de la foresta, encontró en sus ancianos días a un jabalí en una cacería. Y lo agarró por la oreja, pero no pudo retenerlo por la debilidad de sus dientes, de modo que el jabalí escapó.

Su amo, llegando rápidamente, se mostró muy disgustado, y groseramente reprendió al perro.

El perro lo miró lastimosamente y le dijo:

—Mi amo, mi espíritu está tan bueno como siempre, pero no puedo sobreponerme a mis flaquezas del cuerpo. Yo prefiero que me alabes por lo que he sido, y no que me maltrates por lo que ahora soy.

Respeta siempre a tus ancianos, que aunque ya no puedan hacer de todo, dieron lo mejor de su vida para tu beneficio.

300 - Las liebres y los leones.

Las liebres arengaban en la asamblea y argüían que todos deberían ser iguales. Los leones entonces replicaron:

—Sus palabras, señoras liebres, son buenas, pero carecen de garras y colmillos como los que tenemos nosotros.

Acepta que todos tenemos diferentes cualidades para diferentes circunstancias.

301 - La gallina de los huevos de oro.

Un granjero y su esposa tenían una gallina que ponía un huevo de oro cada día.

Supusieron que la gallina debería contener un gran terrón del oro en su interior, y para tratar de conseguirlo de una sola vez, la mataron.

Haciéndolo así pues, encontraron para su sorpresa que la gallina se diferenciaba en nada de sus otras gallinas.

El par de ingenuos, esperando llegar a ser ricos de una sola vez, se privaron en adelante del ingreso del cual se habían asegurado día por día.

Nunca destruyas, por ninguna razón, lo que buenamente haz adquirido y te está proveyendo de bienestar.

302 - El toro y el chivo.

Un Toro, que huía de un León, se escondió en una cueva que algunos pastores habían ocupado recientemente.

Tan pronto como él entró a la cueva, un chivo que había quedado abandonado en la cueva, bruscamente lo atacó con sus cuernos. El Toro serenamente se dirigió a él:

—Deja de ponerme como tu objetivo lo más pronto que puedas. No te tengo ningún miedo, pero sí al León. Espera a que se marche aquel monstruo y te contaré lo que es la fuerza respectiva de un Chivo y la de un Toro.

Nunca te aproveches de la angustia del vecino para pensar que eres su superior.

303 - El asno y los saltamontes.

Un asno que habiendo oído el gorjeo de los saltamontes, quedó muy encantado; y deseando poseer los mismos encantos de su melodía, les preguntó con que clase de alimento ellos vivían para darles voces tan hermosas.

Ellos contestaron, —con el rocío—.

El Asno resolvió que él viviría sólo con el rocío, y al cabo de poco tiempo murió de hambre.

No hagas lo que los otros hacen o dicen, si no está dentro de tus capacidades el hacerlo.

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