Las fábulas de Esopo (17 page)

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Authors: Esopo

Tags: #Cuentos, #Relatos

BOOK: Las fábulas de Esopo
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—¿Qué clase de rey les parezco ser, oh forasteros?

El viajero mentiroso contestó:

—Usted me parece el rey más poderoso que he conocido.

—¿Y cuál es su estimación de aquellos que usted ve alrededor mío?

—Éstos, —respondió—, son compañeros dignos de usted, y sirven para ser embajadores y líderes de ejércitos.

El mono rey y todo su tribunal, satisfecho con la mentira, mandaron que un hermoso presente fuera dado al adulador.

Entonces el viajero verídico pensó para sí:

—Si una recompensa tan grande fue dada para una mentira, ¿con que regalo no puedo ser recompensado, si, según mi costumbre, digo la verdad?

El mono rey rápidamente le preguntó:

—Y a usted, ¿cómo le parecemos yo y mis amigos que están alrededor mío?

—Tú me pareces, —dijo él—, simplemente un mono, y todos estos tus compañeros, después de ti, son monos igualmente.

El rey de los monos, enfurecido al oír esas verdades, lo entregó a los dientes y las garras de sus compañeros.

A quien le gusta ser adulado, aborrece la verdad.

Busca y acepta siempre la verdad de las cosas, aunque a veces no sean de tu agrado.

341 - La alondra y sus crías.

Una alondra había hecho su nido a principios de la primavera en el joven trigo verde. Sus crías habían alcanzado casi todo su desarrollo y conocían el uso de sus alas y su cuerpo estaba ya lleno de plumas, cuando el dueño del campo, revisando su cosecha madura, dijo:

—Ha llegado el momento en que debo pedir a todos mis vecinos que me ayuden con la cosecha.

Una de las alondras jóvenes oyó su decir y lo relató a su madre, preguntándole a que lugar deberían moverse para su seguridad.

—No hay ninguna necesidad para moverse aún, mi hija —contestó—; el hombre que busca a sus amigos para ayudarle con su cosecha no está realmente preparado.

El dueño del campo vino otra vez unos días más tarde y vio que el trigo empezaba a mostrar exceso de madurez. Él dijo:

—Vendré yo mismo mañana con mis trabajadores, y con tantas segadoras como pueda alquilar, y entraré a cosechar. La alondra madre al oír estas palabras le dijo a sus hijas:

—Ahora si es el momeno para partir, mis pequeñas, ya que el hombre sí lo hará esta vez; él ya no pedirá a sus amigos manejarle su cosecha, sino que cosechará el campo él mismo.

Si quieres que lo que planeas salga como tú quieres, manéjalo tú mismo.

342 - La comadreja y los ratones.

Una comadreja, inactiva por su edad y sus enfermedades, no era capaz de agarrar a ratones como antes lo hacía.

Por lo que se hizo rodar en harina simulando ser alimento y fue a posar en una esquina oscura. Un ratón, suponiendo que era comida, saltó sobre ella, y fue agarrado al instante y devorado.

Otro cayó de una manera similar, y luego un tercero, y todavía otros después de ellos.

Un ratón mayor muy experimentado, que había evitado muchas trampas y ratoneras, observó desde una distancia segura la trampa de su enemiga mañosa y dijo:

—¡Ah! ¡Tú incapaz que yaces allí, aunque estés llena de harina, siempre te reconoceré!

Y desde entonces ella no pudo volver a cazar más ratones.

La vejez y la experiencia son las mayores fuentes de sabiduría.

343 - El joven en el río.

Un muchacho que se bañaba en un río estaba en peligro de ahogarse. Pidió ayuda a un viajero que pasaba por allí, pero en vez de darle una mano de ayuda, el hombre estuvo parado indiferentemente, y reprendió al muchacho por su imprudencia.

—¡Ay, señor! —gritó el joven—, por favor, ayúdeme ahora y repréndame después.

Dar consejos sin dar la ayuda, de nada vale.

344 - El asno y el lobo.

Un asno que se alimentaba en un prado vio a un lobo acercarse para agarrarlo, e inmediatamente pretendió ser cojo. El lobo, acercándose, preguntó la causa de su cojera.

El asno contestó que pasando por un seto él había puesto el pie sobre una espina aguda. Él solicitó al lobo que le sacara la espina, no sea que cuando se lo vaya a comer pudiera perjudicarle su garganta.

El lobo consintió y levantando en lo alto el pie del asno, daba su mente entera al descubrimiento de la espina, cuando en eso, el asno, con sus talones, dio una patada a los dientes del lobo en su boca y galopó lejos.

El lobo, siendo así terriblemente maltratado, dijo:

—Bien me pasa esto, por meterme en el arte de la curación, cuándo mi padre sólo me enseñó el oficio de carnicero.

Nunca te metas a ejecutar un oficio que aún no conoces.

345 - El pavo real y Hera.

El pavo real hizo la queja a Hera que, mientras el ruiseñor complacía cada oído con su canción, él mismo, apenas abría su boca, era el hazmerreír de todos quienes lo oían.

La diosa, para consolarlo, dijo:

—Pero tú eres excelentemente excedido en belleza y tamaño. El esplendor de la esmeralda brilla en tu cuello y despliegas una cola magnífica con el plumaje pintado.

—¿Pero con qué objetivo tengo yo,—dijo la ave—, esta belleza muda mientras que soy superado en el canto?

—La función de cada uno, —contestó Hera—, ha sido adjudicada por la voluntad de los destinos: a ti, belleza; al águila, fuerza; al ruiseñor, canto; al cuervo, augurios favorables, y a la corneja, augurios desfavorables. Y todos deben estar contentos por los atributos asignados.

Sé siempre consciente de cuáles son tus capacidades y habilidades para saber emplearlas en lo mejor posible, con plena satisfacción.

346 - El lobo, la zorra y el mono.

Un lobo acusó a una zorra de robo, pero la zorra, siendo en realidad inocente, negó totalmente la acusación.

Un mono se ofreció a juzgar el asunto entre ellos.

Cuando cada uno había declarado totalmente su caso, el mono dio esta sentencia:

—No pienso que usted, señor lobo, hubiera perdido lo que reclama; y usted, señora zorra, por sus antecedentes, creo que realmente robó lo que tan fuertemente niega.

Los deshonestos, con su mal prestigio, cuando actúan honradamente, no consiguen ningún crédito.

347 - La mosca y la mula de transporte.

Una mosca sentada en el árbol de una carreta, se dirigió a la mula que la jalaba, diciéndole:

—¡Qué lenta que es usted! ¿Por qué no va más rápido? A ver si no la pincho en su cuello con mi picadura.

—La mula de transporte contestó:

—No me interesan sus amenazas; sólo pongo atención al que se sienta más arriba de donde está usted, y es quién acelera mi paso con su fusta, o me contiene con las riendas. Váyase lejos, por lo tanto, con su insolencia, ya que sé bien cuando debo ir rápida, y cuando debo ir lenta.

Si conoces tus deberes y sabes hacer bien tu trabajo, no hagas caso a distracciones o insinuaciones ajenas.

348 - El caballo y el asno.

Un caballo, orgulloso de su parafernalia fina, encontró un asno en la carretera. El asno, que iba pesadamente cargado, caminaba despacio por el camino.

—Apenas, —dijo el caballo—, puedo yo resistir a darte una patada con mis talones, pues veo que solamente sirves para manejar cargas.

El asno mantuvo su paciencia, y sólo hizo una petición silenciosa a la justicia de los dioses.

No mucho tiempo después el caballo tuvo problemas de salud, y su dueño lo envió a trabajar a la granja.

El asno, viéndolo jalar una pesada carreta, así se mofó de él:

—¿Dónde, oh jactancioso, está ahora toda tu alegre parafernalia, y quién eres ahora reducido a la condición de cargador, a la que tan recientemente me trataste con desprecio?

Nunca te mofes de una situación incómoda de tu prójimo, pues no sabes en que momento podrías estar igual o peor que él.

349 - Los gansos y las grullas.

Gansos y grullas se alimentaban en el mismo prado, cuando un cazador de pájaros vino para entramparlos en sus redes.

Las grullas, que por ser livianas eran ligeras de ala, huyeron lejos rápidamente; mientras los gansos, siendo más pesados en sus cuerpos y por lo tanto más lentos para empezar el vuelo, fueron capturados.

Muchas veces poseer en exceso puede causarnos problemas.

350 - Los perros y la zorra.

Unos perros, encontrando la piel de un león, comenzaron a rasgarlo en pedazos con sus dientes. Una zorra, viéndolos, les dijo:

—Si ese león estuviera vivo, ustedes averiguarían pronto que las garras de él eran más fuertes que los dientes de ustedes.

No tiene nada de valor luchar contra lo que ya está derruido.

351 - El zapatero convertido en doctor.

Un zapatero incapaz de ganarse la vida con su oficio y desesperado por la pobreza, comenzó a practicar como doctor en una ciudad en la cual él no era conocido. Allí vendía una medicina, diciendo que era un antídoto para todos los venenos, y obtuvo un gran nombre para él por medio de falsas alabanzas y publicidad. Cuando el zapatero resultó caer enfermo él mismo de una enfermedad grave, el Gobernador de la ciudad determinó probar su habilidad.

Para este fin él pidió una taza, y mientras la llenaba con agua, simuló mezclar veneno con el antídoto del zapatero, mandándolo a beberlo con la promesa de una recompensa. El zapatero, con miedo de una inminente muerte, admitió que él no tenía ningún conocimiento de la medicina, y que sólo fue hecho famoso por los clamores estúpidos de la muchedumbre. El Gobernador entonces llamó a una asamblea pública y se dirigió a los ciudadanos:

—¿De que locura han sido culpables ustedes? Ustedes no han vacilado en confiar sus cabezas a un hombre, que nadie podría emplear ni siquiera para hacer los zapatos para sus pies.

Los farsantes e impostores, siempre son víctimas de sus propios actos.

352 - Hermano y hermana.

Un padre tenía un hijo y una hija, el hijo de muy buena apariencia, y ella de una fealdad extraordinaria. Mientras ellos jugaban un día como niños, por casualidad se miraron juntos en un espejo que estaba colocado en la silla de su madre. El muchacho se congratuló de su buen parecer; pero la muchacha se puso enojada, y no podía aguantar las auto-alabanzas de su hermano, interpretando todo que él decía como cosas en contra de ella. (¿y cómo podría hacerlo de otra manera?) Ella corrió a donde su padre pidiendo que castigara a su hermano, y rencorosamente lo acusó de que como muchacho, hacía uso de una cualidad que pertenece sólo a muchachas. El padre los abrazó a ambos, y el otorgando sus besos y afecto imparcialmente a cada uno, dijo:

—Deseo que ambos se examinen ante el espejo cada día: tú, mi hijo, no debes estropear tu belleza con una mala conducta; y tú, mi hija, puedes compensar tu carencia de belleza con tus grandes virtudes.

Siempre debemos respetar las cualidades y defectos ajenos, y no maltratar al prójimo presumiendo de nuestras ventajas.

353 - Las avispas, las perdices y el agricultor.

Las avispas y las perdices, vencidas con la sed, fueron donde un agricultor y le suplicaron que les diera un poco de agua para beber. Ellas prometieron ampliamente reembolsarle el favor al cual solicitaban. Las perdices declararon que ellas cavarían alrededor de sus vides y los harían producir uvas más finas. Las avispas dijeron que ellas harían la guardia y ahuyentarían a los ladrones con sus picaduras. Pero el agricultor las interrumpió, diciendo:

—Tengo ya dos bueyes, que, sin hacer cualquier promesa, hacen todas estas cosas. Es seguramente mejor para mí darles el agua a ellos que a ustedes.

Cuando tengas necesidad de pedir algún favor, pídelo humilde y directamente sin promesas a cambio.

Luego de recibirlo, si te lo dan, entonces como agradecimiento ofrece alguno de tus servicios por si desean aceptarlo.

354 - La casa del perro.

En el invierno, un perro enroscado en un espacio tan pequeño como le era posible debido al frío, pensó en hacerse una pequeña casa.

Sin embargo, cuando el verano volvió otra vez, él se dormía estirado en su máxima longitud y se creía él mismo ser de un gran tamaño.

Entonces mejor consideró que no sería un trabajo tan fácil ni tan necesario hacer tal casa que lo pudiera acomodar.

Muchas veces son las circunstancias del momento, y no las verdaderas necesidades, las que determinan nuestras actitudes.

355 - Las aves, las bestias y el muciélago.

Las aves y las bestias se encontraban en guerra, y cada grupo era por turnos el vencedor. Un murciélago, temiendo los vaivenes inciertos de la lucha, siempre se aliaba al lado del que él sentía era el más fuerte en ese momento.

Cuando la paz fue proclamada, su conducta cambiante fue notoria para ambos combatientes. Por lo tanto, siendo condenado por cada grupo por su traición, fue conducido y señalado ante la luz del día, y de aquí en adelante se ocultó en escondrijos oscuros, volando siempre sólo por la noche.

Cuando otros están en disputa, lo mejor es mantenerse en la neutralidad, o aliarse sinceramente con solamente uno de los bandos, si compartes sus planteamientos.

356 - La zorra y el león enjaulado.

Una zorra vio a un león encerrado y abatido en una jaula, y poniéndose cerca de él, amargamente lo injurió.

El león dijo a la zorra:

—No eres tú quien me hiere, sino quienes me tienen en esta desgracia que me ha acontecido.

—No te burles de tu enemigo si no fuiste tú quien lo venció.

No te burles de tu enemigo si no fuiste tú quien lo venció.

357- El búho y las aves.

Un búho, en su sabiduría, aconsejó a las aves que cuando ciertas bellotas comenzaran a salir, las alejaran de la tierra y así no pudieran crecer. Ella dijo que las bellotas producirían un fruto, del cual un veneno irremediable sería extraído y por el cual ellas serían capturadas.

El Búho después les aconsejó que desenterraran las semillas del lino, que los hombres habían sembrado, pues era una planta que no les presagiaba nada bueno. Y, finalmente, el búho, viendo acercarse a un arquero, predijo que este hombre, estando parado en un mismo sitio, lanzaría dardos armados con plumas que volarían más rápido que las alas de ellas mismas.

Las aves no dieron crédito a estas palabras de advertencia, y más bien pensaron que el búho estaba fuera de sí y dijeron que estaba loco.

Pero después, ante los hechos, descubrieron que sus palabras eran ciertas, y ellas se admiraron de su conocimiento y la juzgaron de ser la más sabia de las aves.

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