Las intermitencias de la muerte (6 page)

BOOK: Las intermitencias de la muerte
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Media hora después el casete estaba en manos del ministro del interior.

Este lo oyó, lo volvió a oír, lo oyó por tercera vez, después preguntó, Ese director de servicio es persona de confianza, Hasta hoy no he tenido el menor motivo de queja, respondió la jerarquía, Tampoco el mayor, espero, Ni el mayor ni el menor, dijo la jerarquía, que no había notado la ironía. El ministro sacó el casete del grabador y desenrolló la cinta. Cuando hubo terminado, la puso sobre un cenicero de cristal y le acercó la llama de un mechero. La cinta comenzó a arrugarse, a retorcerse, y en menos de un minuto estaba transformada en un enredo ennegrecido, quebradizo e informe. Ellos también deben de haber grabado el diálogo con el director de servicio, dijo la jerarquía, No importa, cualquiera podría simular una conversación por teléfono, con dos voces y una grabadora, es más que suficiente, lo que aquí cuenta es que nosotros destruyamos nuestra cinta, quemado el original quedan quemadas de antemano todas las copias que se podrían hacer, No necesita que le diga que la telefonista conserva los registros, Providenciaremos que ésos desaparezcan también, Sí señor, y ahora, si me lo permite, me retiro, lo dejo para que pueda pensar en el asunto, Ya está pensado, no se vaya, Realmente no me sorprende, usted goza del privilegio de tener un pensamiento agilísimo, Lo que acaba de decir sería una lisonja si no fuera realidad, es verdad, pienso con rapidez, Aceptará la propuesta, Haré una contrapropuesta, Me temo que no la acepten, los términos que usó el emisario, además de perentorios, eran más que amenazadores, habrá nuevos vigilantes en coma si la respuesta no es la que esperamos, éstas fueron las palabras, Querido amigo, la respuesta que vamos a darles es precisamente que esperen, No comprendo, Querido amigo, su problema, y lo digo sin ánimo de ofender, es que no es capaz de pensar como un ministro, Culpa mía, lo lamento, No lo lamente, si alguna vez lo llaman para servir al país en funciones ministeriales verá como el cerebro le da una vuelta en el preciso momento en que se siente en un sillón como éste, ni se imagina la diferencia, Alimentar fantasías no me llevaría muy lejos, soy un funcionario, Conoce el dicho antiguo, nunca digas de esta agua no beberé, Ahora mismo tiene usted delante agua bastante amarga para beber, dijo la jerarquía apuntando los restos de la cinta quemada, Cuando se sigue una estrategia bien definida y se conocen con suficiencia los datos de la cuestión, no es difícil trazar una línea de acción segura, Soy todo oídos, señor ministro, Pasado mañana, su director de servicio, puesto que será él quien responda al emisario, él es el negociador por parte del ministerio, y nadie más, dirá que estamos de acuerdo en examinar la propuesta que nos hicieron, pero inmediatamente adelantará que la opinión pública y la oposición al gobierno jamás permitirían que esos miles de vigilantes fueran retirados de su misión sin una explicación aceptable, Y está claro que la explicación aceptable no puede ser que la maphia se ocupa ahora del negocio, Así es, aunque se podría haber dicho lo mismo con términos mejor elegidos, Perdone, señor ministro, me ha salido sin pensar, Bien, llegados a este punto, el director de servicio presentará una contrapropuesta, que podremos llamar también sugerencia alternativa, o sea, los vigilantes no serán retirados, permanecerán en los lugares donde ahora se encuentran, pero desactivados, Desactivados, Sí, creo que la palabra es bastante clara, Sin duda, señor ministro, sólo he expresado mi sorpresa, No veo de qué, es la única manera que tenemos de no parecer que cedemos al chantaje de esa banda de bellacos, Aunque en realidad hayamos cedido, Lo importante es que no lo parezca, que mantengamos la fachada, lo que suceda detrás ya no será de nuestra responsabilidad, Por ejemplo, Imaginemos que interceptamos ahora un transporte y detenemos a los tipos, no es necesario decir que esos riesgos ya estaban incluidos en la factura que los parientes tuvieron que pagar, No habrá factura ni recibo, la maphia no paga impuestos, Es una manera de hablar, lo que interesa en este caso es el hecho de que todos acabaremos ganando, nosotros, que nos quitamos un peso de encima, los vigilantes, que no volverán a ser lastimados en su integridad física, las familias, que descansarán sabiendo que sus muertos-vivos se convertirán finalmente en vivos-muertos, y la maphia, que cobrará por el trabajo, Un arreglo perfecto, señor ministro, Que además cuenta con la fortísima garantía de que nadie está interesado en abrir la boca, Creo que tiene razón, Tal vez, estimado amigo, su ministro le esté pareciendo demasiado cínico, De ningún modo, señor ministro, sólo admiro la rapidez con que ha conseguido poner todo en pie, tan firme, tan lógico, tan coherente, La experiencia, amigo, la experiencia, Voy a hablar con el director de servicio, le transmitiré sus instrucciones, estoy convencido de que hará bien el recado, tal como le dije antes, nunca me ha dado la menor razón de queja, Ni la mayor, creo, Ni ninguna de éstas, ni ninguna de aquéllas, respondió la jerarquía, que por fin comprendió la finura del jocoso toque.

Todo, o casi todo, para ser más precisos, pasó como el ministro había pronosticado. Exactamente a la hora establecida, ni un minuto antes, ni un minuto después, el emisario de la asociación de delincuentes que se hacía llamar maphia telefoneó para oír lo que el ministerio tenía que decirle. El director de servicio desempeñó con nota alta la incumbencia que le había sido encomendada, fue firme y claro, persuasivo en la cuestión fundamental, es decir, los vigilantes permanecerían en sus puestos, aunque desactivados, y tuvo la satisfacción de recibir a cambio, y luego transmitir a la jerarquía, la mejor de las respuestas posibles en la circunstancia actual, la de que la sugerencia alternativa del gobierno iba a ser atentamente examinada y así que pasaran veinticuatro horas se realizaría otra llamada telefónica. Así sucedió. Del examen resultó que la propuesta del gobierno podría ser aceptada, pero con una condición, la de que sólo serían desactivados aquellos vigilantes que se mantuvieran leales al gobierno, o, dicho con otras palabras, aquellos a quienes la maphia, simplemente, no los hubiera convencido para colaborar con el nuevo patrón, o sea, ella misma. Hagamos un esfuerzo por entender el punto de vista de los criminales. Colocados ante una compleja operación de larga duración a escala nacional, y teniendo que emplear una buena parte de su más experimentado personal en las visitas a las familias que en principio pudieran estar inclinadas a deshacerse de sus seres queridos para loablemente ahorrarles sufrimientos no sólo inútiles sino eternos, estaba muy claro que les convenía, en la medida de lo posible, y utilizando para tal sus armas preferidas, corrupción, soborno, intimidación, aprovechar los servicios de la gigantesca red de informadores ya montada por el gobierno. Contra esa piedra de repente lanzada en medio del camino la estrategia del ministro del interior patinó con grave daño para la dignidad del estado y del gobierno. Atrapado entre la espada y la pared, entre escila y caribdis, entre martillo y tenazas, corrió a comentar con el primer ministro el inesperado nudo gordiano que se acababa de presentar. Lo malo era que las cosas habían ido demasiado lejos para que ahora se pudiera dar marcha atrás. El jefe del gobierno, pese a tener más experiencia que el ministro del interior, no encontró mejor salida para el conflicto que proponer una nueva negociación, ahora con el establecimiento de una especie de numerus clausus, algo así como el veinticinco por ciento del número total de vigilantes en actividad que, como máximo, pasaría a trabajar para la otra parte. Una vez más le correspondería al director de servicio transmitir a un interlocutor ya impaciente la plataforma conciliatoria con la que, forzados por su propia ansiedad que alentaba esperanzas, el jefe del gobierno y el ministro del interior confiaban en que el acuerdo finalmente sería homologado. Sin firmas, dado que se trata de un acuerdo entre caballeros, de esos que basta con empeñar la palabra simplemente, prescindiendo, como nos explica el diccionario, de formalidades legales.

Era no tener la menor idea de lo retorcido y maligno que es el espíritu de los maphiosos. En primer lugar, no establecieron ningún plazo para la respuesta, dejando sobre ascuas al pobre ministro del interior, ya resignado a entregar su carta de dimisión. En segundo lugar, cuando al cabo de varios días decidieron que deberían telefonear fue sólo para decir que todavía no habían llegado a ninguna conclusión acerca de si la plataforma sería tolerablemente conciliatoria para ellos, y, de paso, así como quien no quiere la cosa, aprovecharon la ocasión para informar que no tenían ninguna responsabilidad en el lamentable hecho de que el día anterior hubieran sido encontrados en pésimo estado de salud otros cuatro vigilantes. En tercer lugar, gracias a que toda espera tiene su fin, tanto si es feliz como infeliz, la respuesta que la dirección general maphiosa comunicó al gobierno, vía director de servicio y jerarquía, se dividía en dos puntos, a saber, punto a, el numerus clausus no sería de veinticinco por ciento, sino de treinta y cinco, punto b, siempre que lo consideraran conveniente para sus intereses, y sin necesidad de previa consulta a las autoridades y menos aún consentimiento, la organización exigía que le fuera reconocido el derecho a traspasar vigilantes para su propio servicio, en los lugares donde se encontraran vigilantes desactivados, siendo obvio decir que aquéllos ocuparían los lugares de éstos. Era tomar o dejar. Ve alguna manera de escapar de esta disyuntiva, le preguntó el jefe del gobierno al ministro del interior, Ni siquiera creo que exista, señor, si nos negamos supongo que tendremos cuatro vigilantes inutilizados para el servicio y para la vida cada día que pase, si aceptamos, estaremos en manos de esa gente dios sabe por cuánto tiempo, Para siempre, o al menos mientras haya familias que se quieran ver libres a cualquier precio de los estorbos que tienen en casa, Eso acaba de darme una idea, No sé si debo alegrarme, He hecho lo mejor que podía, señor primer ministro, si me he convertido en un estorbo de otro tipo sólo tiene que decir una palabra, Adelante, no sea tan susceptible, qué idea es ésa, Creo, señor primer ministro, que nos encontramos ante un clarísimo ejemplo de oferta y demanda, Y eso viene a propósito de qué, estamos hablando de personas que en este momento sólo tienen una manera de morir, Tal como en la duda clásica acerca de qué apareció primero, si el huevo o la gallina, tampoco se puede distinguir siempre si la demanda precedió a la oferta o si, por el contrario, fue la oferta la que puso en movimiento la demanda, Estoy viendo que no sería mala política sacarlo de la cartera de interior y ponerlo en la de economía, No son tan diferentes como se supone, señor primer ministro, de la misma manera que en el interior existe una economía, existe también en la economía un interior, son vasos comunicantes, por decirlo así, No divague, dígame cuál es la idea, Si a aquella primera familia no se le hubiese ocurrido que la solución del problema podría estar esperando al otro lado de la frontera, tal vez la situación en que hoy nos encontráramos sería diferente, si muchas familias no hubiesen seguido el ejemplo después, la maphia no habría aparecido queriendo explotar un negocio que simplemente no existiría, En teoría es así, aunque, como sabemos, ellos sean capacísimos de exprimir de una piedra el agua que no tiene y después venderla más cara, pero de un modo u otro sigo sin ver qué idea es esa suya, Es simple, señor primer ministro, Ojalá lo sea, En pocas palabras, estancar el caudal de oferta, Y eso cómo se conseguiría, Convenciendo a las familias, en nombre de los más sagrados principios de humanidad, de amor al prójimo y de solidaridad, para quedarse con sus enfermos terminales en casa, Y cómo cree que se podrá producir ese milagro, Estoy pensando en una gran campaña de publicidad en todos los medios de difusión, prensa, televisión y radio, incluyendo manifestaciones en la calle, sesiones de aclaración, distribución de panfletos y pegatinas, teatro de calle y de sala, cine, sobre todo dramas sentimentales y dibujos animados, una campaña capaz de emocionar hasta las lágrimas, una campaña que induzca al arrepentimiento a los parientes desviados de sus deberes y obligaciones, que haga a las personas solidarias, abnegadas, compasivas, estoy convencido de que en poquísimo tiempo las familias pecadoras serían conscientes de la imperdonable crudeza de su actual comportamiento y regresarían a los valores transcendentales que todavía no hace mucho eran sus más sólidos fundamentos, Mis dudas aumentan cada minuto, ahora me pregunto si no debería ofrecerle la cartera de cultura, o la de los cultos, para la que también le encuentro cierta vocación, O también puede, señor primer ministro, reunir las tres carteras en un mismo ministerio, Y ya puestos, también la de economía, Sí, por eso de los vasos comunicantes, Para la que no serviría, querido amigo, sería para la de propaganda, esa idea de una campaña de publicidad que haga regresar a las familias al redil de las almas sensibles es un perfecto disparate, Por qué, señor primer ministro, Porque, en realidad, campañas de ese tipo sólo le sirven a quien las cobra, Hemos hecho muchas, Sí, con los resultados que se conocen, además, volviendo a la cuestión que nos debe ocupar, aunque su campaña tuviera resultado, no sería ni para hoy ni para mañana, y yo tengo que tomar una decisión ahora mismo, Aguardo sus órdenes, señor primer ministro. El jefe del gobierno sonrió desalentado, Todo esto es ridículo, absurdo, dijo, sabemos muy bien que no tenemos dónde elegir y que las propuestas que hemos hecho sólo han servido para agravar la situación, Siendo así, Siendo así, y si no queremos cargar nuestra conciencia con cuatro vigilantes al día empujados a golpes hasta el portón de entrada de la muerte, no nos queda otro camino que no sea aceptar las condiciones que nos han propuesto, Podíamos desencadenar una operación policial relámpago, una redada, meter en la cárcel a unas cuantas docenas de maphiosos, tal vez consiguiéramos que dieran marcha atrás, La única manera de liquidar al dragón es cortarle la cabeza, limarle las uñas no sirve de nada, Para algo servirá, Cuatro vigilantes por día, recuerde, señor ministro del interior, cuatro vigilantes por día, es mejor reconocer que nos encontramos atados de pies y manos, La oposición nos va a atacar con la mayor violencia, nos acusarán de haber vendido el país a la maphia, No dirán país, dirán patria, Peor todavía, Esperemos que la iglesia nos eche una mano, imagino que serán receptivos al argumento de que, además de fornecerles unos cuantos muertos útiles, tomamos esta decisión para salvar vidas, Ya no se puede decir salvar vidas, señor primer ministro, eso era antes, Tiene razón, será necesario inventar otra expresión. Hubo un silencio. Después el jefe del gobierno dijo, Acabemos con esto, dé las instrucciones necesarias a su director de servicio y comience a trabajar en el plan de desactivación, también necesitamos saber cuáles son las ideas de la maphia acerca de la distribución territorial del veinticinco por ciento de vigilantes que constituirá el numerus clausus, Treinta y cinco por ciento, señor primer ministro, No le agradezco que me haya recordado que nuestra derrota todavía es más grande que la que ya desde el principio parecía inevitable, Es un triste día, Las familias de los cuatro siguientes vigilantes, si supieran lo que está pasando aquí, no lo llamarían así, Y pensar que esos cuatro vigilantes mañana podrán estar trabajando para la maphia, Así es la vida, querido titular del ministerio de los vasos comunicantes, Del interior, señor primer ministro, del interior, Ése es el depósito central.

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