Lo que esconde tu nombre (38 page)

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Authors: Clara Sánchez

BOOK: Lo que esconde tu nombre
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-—Eso cambia las cosas —dijo Fred—. Antes has jurado que no habías entrado nunca en el baño y ahora reconoces que sí, ya no eres fiable.

—No lo juré, sólo dije que no había entrado y se lo dije a Frida, no a vosotros. No quería que Frida usara esta información en mi contra.

—Haces bien en decirnos la verdad —dijo Karin mirando a su marido con reprobación—. Es normal que viviendo aquí hayas entrado alguna vez en nuestra habitación y en nuestro baño y también sería normal que hubieses mirado mis vestidos y que te los hubieses probado.

—No, no me los he probado, no me atrevería, no son míos.

—¿Te gustan?

—Son realmente preciosos. Sólo los vi una vez.

—Es normal —dijo Karin dirigiéndose a Fred.

—Pero ¿qué tiene ese líquido para que Alice ponga en peligro vuestra amistad?

—Nuestra amistad no está en peligro —dijo Fred—. No nos une la amistad sino la Hermandad. Hay hermanos que no se soportan y sin embargo no pueden dejar de ser hermanos. No hay nada que nos pueda separar para siempre.

—¿Y qué hacemos ahora? —pregunté ingenuamente, sabiendo que alguien me estaba probando: ellos, Frida o Alice. Era como estar ante un examen del que no se sabe ni una sola respuesta porque tampoco se entienden las preguntas.

Les dije que me encontraba mal, que creía que tenía gripe y que esta situación tan desagradable me había empeorado y que me marchaba a Madrid. Ya no podía más, me encontraba sola, iba a tener un hijo y estaba con una familia que no era la mía. Y por mucho que ellos dijesen que eran como mis abuelos, no lo eran porque mis verdaderos abuelos me habrían creído a mí y no a una extraña. Pero para ellos Frida no era una extraña, la extraña era yo. Tenían más confianza en la asistenta que en mí, y lo entendía, yo era una recién llegada, no era su nieta, me habían encontrado en la playa vomitando, sola, y me habían traído a esta casa que Frida conocía mucho antes que yo. Según hablaba se me habían ido llenando los ojos de lágrimas y ahora había explotado. Tenía verdaderas ganas de explotar. No era su nieta, ellos no eran mis abuelos, era una empleada como Frida a la que pagaban, y me pagaban muy bien, por cierto, por eso estaba con ellos, pero no todo se podía pagar con dinero, me acababan de acusar de robar y yo no había robado nunca nada en mi vida, y hasta aquí habíamos llegado. El llanto mezclado con la tos me dejó sin habla. Los dedos doblados de Karin me acercaron el vaso. Bebí y bebí y me serené un poco.

—Me voy a jugar al golf, al aire libre pienso mejor —dijo Fred.

Seguía envuelta en mi tos cuando volvió vestido con los pantalones de cuadros, los zapatos blancos y negros y la gorra que usaba para jugar. Cogió del armario de la entrada la bolsa con los palos y salió. Cuando oí arrancar el Mercedes dije:

—Yo voy a recoger mis cosas. Ha llegado el momento de decir adiós.

Subí arriba con una gran sensación de libertad, no habían tratado de retenerme, me marchaba, me libraba de esta pesadilla. Comería por ahí y estaría tumbada en la playa hasta la hora de verme con Julián y despedirme de él. Ahora que habíamos descubierto que el famoso líquido era una estafa, mi deber con la humanidad estaba cumplido y ya no tendría que hacer ninguna otra heroicidad el resto de mi vida. Me marchaba a un mundo normal donde la gente toma lo que le receta un médico normal.

Me extrañó que Karin, que no soportaba que nadie actuase por propia voluntad, me dejara subir. Cuando llegué a la habitación, la ventana estaba abierta y se oía cantar a los pájaros y parecía que todo era como antes. Estaba agotada por el malestar físico y por tener que salir del atolladero con el mayor grado de sinceridad posible, pero no tenía más remedio que sobreponerme. El único amigo que tenía aquí no podía con su alma y de los demás no podía fiarme. Así que cogí la mochila, la abrí y metí en ella mis cuatro trapos pensando que si Fred y Karin no se parecían en nada a aquellos ancianos de la playa que ayudaban a chicas como yo, ¿cuántas veces me habría equivocado y habría juzgado demasiado bien o demasiado mal a la gente? Tampoco se puede uno pasar la vida sospechando de cada uno que se le cruza en el camino para poder acertar. Hay gente que enseguida se da cuenta de lo que hay debajo de una cara o de una sonrisa. Yo, tenía que admitirlo, era lenta, y por eso Fred y Karin me habían explotado en la cara, como en cierto modo también Julián.

Con lo que me habían pagado tendría para vivir una temporada. Después de hacer todo esto, pasé la mano por la última balda del armario por si me dejaba algo, y en ese instante oí los nudillos de Karin tocando en la puerta. ¡Adelante!, dije antes de que entrara, que es lo que ella iba a hacer de un momento a otro.

—No deberías irte así, no te encuentras bien, estás resfriada. Puede que tengas gripe. Quédate unos días hasta que mejores, cuando te recuperes nosotros mismos te llevaremos al autobús o al avión o donde tú quieras, mientras tanto descansa.

Veía la cara de bruja de Karin y me daba miedo. Yo era más joven y más fuerte y podría con ella en caso de llegar a las manos y sin embargo me daba miedo. Ella conocía terrores que yo no había visto nunca y perversidades que ni se me pasaban por la imaginación, intuía que aunque estuviésemos solas no sería tan fácil vencerla.

—No, he decidido marcharme hoy —dije poniéndome las botas y la mochila a la espalda. Quiero irme antes de que llegue Fred.

—No tan rápido —dijo Karin, cogiéndome el bolso. Era un bolso de ante marrón con flecos y el asa muy larga para llevarlo cruzado sobre el pecho. Era un bolso suave, cómodo, que iba mucho con mi estilo. Me lo había regalado Santi. Todo lo que me regalaba Santi me quedaba muy bien. Estaba pensando en esta tontería mientras Karin abría el bolso, era como si necesitara evadirme de lo que estaba pasando en ese momento. No entendía por qué Karin hurgaba en mi bolso, era un acto demasiado agresivo incluso para Karin. Y cuando reaccioné, cuando estaba a punto de decirle que metiera sus sucias y retorcidas manazas en sus cosas sacó algo envuelto en papel higiénico, lo desenvolvió y era una de las ampollas que usaba Karin.

—No quería creer a Frida, me negaba a pensar que nos estabas traicionando, y mira..., tenía razón.

—La ha puesto Frida ahí —dije con un hilo de voz—. Está colgada de Alberto y yo le estorbo.

—No digas tonterías. A estas horas Frida estará dando cuenta a la Hermandad de lo que ha pasado, ¿y cómo voy a defenderte después de lo que he visto?...

—Te juro, Karin —la interrumpí—, que no cogí ni guardé en el bolso esa ampolla, te lo juro por lo que tú quieras.

No me podía creer que yo estuviera diciendo algo así.

—No puedo traicionarles. Me has puesto en una encrucijada. O ellos o tú.

—Si no puedo hacer nada para demostrar que yo no he sido, me marcho.

—Espera —dijo Karin cortándome el paso y con el bolso en la mano—, en estas condiciones no llegarías ni a la vuelta de la esquina.

Karin retrocedió, me tiró el bolso en la cama, salió y cerró la puerta con llave.

Me quedé pasmada.

—Es por tu bien, querida —dijo detrás de la puerta.

Me senté en la cama y miré por la ventana. No veía la forma de llegar hasta abajo. Estaba en un segundo piso bastante alto y no había ninguna tubería cerca de la que agarrarme y no podía correr riesgos en mi estado. Podría tratar de abrir la puerta de una patada, aunque no estaba segura de tener tanta fuerza como para romperla. Karin me había encerrado, me había secuestrado.

Me tumbé en la cama. Ojalá tuviera poderes sobrenaturales y pudiera comunicarme mentalmente con Julián. Ojalá él notara que algo no iba bien y viniera a buscarme. Claro que cómo iba a venir a buscarme un hombre de ochenta años tan delgado que hasta un niño podría romperle un hueso. Ojalá Alberto presintiese que estaba metida en un lío y viniese a buscarme corriendo. Ojalá me quisiera. Ojalá mis padres hiciesen lo que en otras circunstancias no les perdonaría que hiciesen, presentarse aquí y buscarme recurriendo incluso a la policía si hacía falta. Ojalá mi hermana se cabrease con el inquilino y viniese a hablar con él y el inquilino le dijese que yo había ido por allí con una mujer mayor, que él pensaba que era mi abuela y que mi hermana sintiera curiosidad y me buscase. Por favor, venid a buscarme, pensé con todas mis fuerzas. Ojalá el espíritu del Salva ese del que hablaba Julián estuviese ahora en esta habitación y me enviara señales para poder salir porque al ser un espíritu lo vería todo y se daría cuenta de algún punto flaco por donde poder escapar.

Salva, dije, tú que has estado en un campo de concentración, tú que estuviste muchas veces al borde de la muerte antes de morir, mándame fuerza y sabiduría para salir de ésta. Pienso en ti, Salva, en lo fuerte que fuiste y en lo astuto que fuiste para vencer al mal. Métete en mi cabeza, Salva, y dime lo que tengo que hacer. Déjame que piense con tu cerebro y que no necesite aprender todo lo que tú aprendiste para no dejarme dominar por el miedo.

Tengo ochenta y siete años, pensé, tengo ochenta y siete años y os conozco, me habéis explotado y torturado y sé cómo haceros frente. Uno, sois vampiros del infierno y no sois capaces de vivir sin chuparles la vida a otros. Dos, por consiguiente, no se debe confiar jamás en vosotros bajo ningún concepto porque engañaréis y haréis todo lo necesario para chuparme la sangre. Tres, deberé volverme como vosotros para que me dejéis en paz. Cuatro, sois seres de la noche, y la noche oculta las verdaderas intenciones, los verdaderos deseos...

Yo aún era hija del día y veía las cosas bajo la luz del día, pero imaginemos que esa luz se apagase, ¿cómo serían esas mismas cosas en las tinieblas? Cerré los ojos. Cogí el saquito de arena que me había regalado Julián y lo apreté fuerte. No, no era como cerrar los ojos porque con los ojos cerrados no se veía nada. En la oscuridad se sigue viendo pero de otra manera, no se ve todo como en el día, sino algunas cosas que tienen más resplandor o que sobresalen por algo. Cerré las contraventanas y eché las cortinas, me tumbé en la cama a ver qué veía. Por debajo de la puerta entraba un filo de luz. Y ese filo de luz, esos granos de luz, se concentraron en mi barriga. Mi barriga.

Los ojos de los que miran en la oscuridad no verían de mí el brillo de los ojos ni el pendiente de mi nariz, verían a mi futuro hijo en mi barriga. Así que no era una locura pensar que Karin no se había expuesto a que yo descubriese sus secretos sólo para chuparme mi tiempo y mi energía, para que la acompañase a vivir como a ella le gustaba. Karin no me había encerrado aquí porque yo sospechase de ella y Fred y de su famoso líquido transparente, podrían haberse deshecho de mí. Lo hacían porque querían a mi hijo. Traté de no pensarlo pero me vino a la mente la película
La semilla del diablo
y me sentí realmente mal. Cinco. No te dejes sugestionar por el mal. La gran especialidad del mal es que creas que tiene más poder que el bien.

Mi hijo me protegía, mientras estuviera en mí no me harían nada. Debería aprender a moverme en la oscuridad del mal y ver lo que ellos veían. Debería ser más lista de lo que había sido hasta ahora y no dejarme cegar por la luz.

Todo lo que ellos necesitaban era vida.

Buscaban todo lo que tuviera vida.

Pasó una eternidad hasta que oí la puerta de la calle. Fred acababa de llegar. Él y Karin hablarían de mí en voz baja porque no les oía. Fui hasta la puerta y me separé cuando sonaron sus pisadas en la escalera. Unas pesadas y las otras arrastrándose por el pasillo hasta mi cuarto. La llave giró y entraron. Yo estaba sentada en la cama. Me tumbé cara a la ventana y les di la espalda.

—Karin me ha dicho lo que ha ocurrido y que no lo puedes explicar, ¿o puedes?

No contesté, estaba pensando cómo levantarme de un salto y salir corriendo escaleras abajo.

—Seamos sensatos. Karin ha echado la llave porque no sabía cómo reaccionar, lo ha hecho para protegerte. Si de nosotros dependiera te dejaríamos marchar, pero no se trata de nosotros, sino de la Hermandad. Si la

Hermandad se entera de que pensabas sacar de nuestro círculo el fármaco se agravaría mucho la situación para ti, ¿comprendes? Tenemos que pensar juntos qué hacer.

—Ni siquiera vamos a preguntarte para qué querías la ampolla —dijo Karin—, ¿para venderla en el mercado negro?, ¿piensas que es una droga?

Seguía sin contestar y de espaldas a ellos. Tenía que morderme la lengua para no decirles lo que sabía del líquido, pero cuando se acercaron más y los sentí más cerca, su aliento rozándome en la nuca, me volví de golpe y me levanté.

—Sabéis de sobra que yo no cogí el inyectable. No lo cogí, no lo cogí. Es una trampa.

—Sería peligroso para la gente de la calle que este medicamento circulara sin control. Está fabricado sólo para nosotros —dijo Karin—. Nosotros corremos con los riesgos de sus posibles contraindicaciones, no nos importa. No puede salir de aquí.

—El problema —continuó Fred— es que Frida se lo habrá dicho a Alice y Alice se lo habrá dicho a Sebastian, y a estas alturas todo el mundo estará revolucionado.

Ya no podían engañarme, veía en su oscuridad. Veía las mismas cosas que ellos.

—Habrá que pensar qué hacer —dijo Karin sentándose en la cama.

—Sí, habrá que idear algo —dijo Fred rascándose la barbilla.

—Ya lo tengo —dijo Karin mirándome sonriente—, diremos que ha sido un error mío, que la puse en la caja, en que sólo quedaba una, para tener dos y que luego me olvidé.

No dije nada.

—Pero —intervino Fred— se lo creerán a medias. Tendrás que entrar en la Hermandad para que este incidente quede en familia. En el momento en que formes parte de la Hermandad te atendrás a una jerarquía, a unas normas y todos nos sentiremos más seguros, tú, nosotros y ellos.

La oscuridad me decía que si ponían tanto tesón en que entrara en la Hermandad era porque a partir de ese momento me encontraría en una cárcel sin barrotes. Los cerrojos estarían en mi mente.

—No hay otra salida —dijo uno de los dos.

Ellos estaban en la oscuridad. En la luz estaba Julián, que pronto empezaría a preocuparse por mí.

—¿Y qué hay que hacer para entrar en la Hermandad?

Ambos sonrieron. Se acercaron más a mí y me pusieron las manos sobre los hombros.

—Verás qué bien —dijo Karin—. Tu vida va a dar un cambio espectacular. No tendrás que preocuparte de nada. Serás nuestra protegida y todo esto —dijo dando una media vuelta por la habitación— será para ti cuando nosotros faltemos.

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