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Authors: Jesús Sánchez Adalid

Tags: #Histórico

Los milagros del vino (57 page)

BOOK: Los milagros del vino
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»Hasta que una mañana, cuando rendida ya de tanto vagar en mis sombras quedé profundamente dormida, desperté percibiendo, aunque de manera lejana y poco cierta, el aroma tan particular del perfume de nardos.

»Todavía no había abierto los ojos, y permanecí así, muy quieta, hallando al menos el ligero alivio de aquel recuerdo tan sublime que me concedía una tregua en la guerra contra mis demonios.

«Entonces me sobresalté de repente y salí de mi embeleso al escuchar ligeras pisadas en la alcoba. Una de las criadas había entrado y recogía el velo que me sirvió para embozarme en Jerusalén cuando derramé el perfume sobre los pies de Yeshúa, y que yo había dejado, al llegar, colgado de una percha de la que no se había movido. ¡He ahí el misterio! Permanecía el maravilloso perfume impregnando la tela que la muchacha había agitado y se había esparcido por la habitación.

»—¿Qué haces con eso? —le grité enfadada a la criada porque había tocado esa reliquia profanándola.

»—Está sucio… —balbució ella atemorizada por mi rabia—; me pareció oportuno lavarlo… ¿Por qué te enojas?

»—¡Déjalo ahí!

»Lo soltó y salió despavorida de la habitación. Yo me quedé llorando, devuelta a mi angustia.

»Pero, al instante, un algo, como una especie de casi imperceptible presentimiento se despertó en lo más profundo de mi alma. Sin saber por qué, me levanté como una convaleciente de la cama, lenta y prudentemente, extasiada aún por todo lo que me evocaba el perfume de nardo, con el pecho estremecido por tan secretos atisbos que me hacían preguntarme si el sol luciría afuera. Salí de la alcoba y me topé con una cálida y azul mañana de primavera. El campo estaba extrañamente hermoso y puro, y el aire, ligero, como en las montañas, lleno de cantos de pájaros y de mil aromas confundidos.

»No pensé en nada, ni busqué nada, sino que acabé entregándome a la belleza de aquella visión, a la nítida percepción de los colores, de lo próximo y lo lejano, de la quietud del valle; me dejé acunar, como si todavía siguiera medio en sueños, atraída a la vez por una paz envolvente. En vano se resistía ya mi tenebroso espíritu al influjo que ejercía sobre él aquella luz renovada. Algo me embelesaba indescriptiblemente y, con los ojos muy abiertos, miraba de frente, boquiabierta, extraviada de mí misma, mientras todo mi ser se abría y un invisible poder me iba llenando de contento. El corazón me latía deprisa, aunque de manera dulce, tranquila e inexplicable. ¡Era algo encantador! Una fuerza ajena me dominaba y crecía un anhelo que pronto se desbordó en lágrimas; pero estas lágrimas eran diferentes a las anteriores. «Entonces, de manera espontánea, me brotó un canto:

¡
Oh, Adán! ¡Adonai
!

Mi señor, mi amado
.

¿
Dónde está mi amor
?

¡
Ay de mi luz! ¡Ay de mi primavera
!

¡
Nadie más que yo te amó
!

¡
Oh, Adón! ¡Adonai
!

«Paralizada, observaba unas vestiduras flotar ligeramente a lo lejos, entre la viña recién brotada. ¡Era él!, con la faz fresca y dulce, venía a mi encuentro caminando por el valle; y se colocó al pie de la cuesta, con una sonrisa de inenarrable alegría, en una actitud de gracia y dignidad incomparables… «¡Qué bello es!»

»Me lancé ladera abajo para abrazarle…

¡
Ay, Adón! ¡Ay, Adonai
…!

¡
Adonai vive, Adón ha resucitado
!

¡
Grande es el Señor! ¡Adonai es poderoso
!

»Toda la divinidad que entonces se me apareció me ha protegido desde aquel día reverentemente, porque la he conservado en el alma como un talismán. Mi vida ha seguido, y si, tras ese reencuentro, los demonios amenazaban con lanzarme de un abismo a otro, se ahogaba inmediatamente todo pensamiento sombrío y toda potencia oscura se desvanecía, ¡porque lo eternal sobrevive ya en mí y reina y luce con una claridad indestructible…!

Capítulo 70

Un retazo de sol matutino pasó por encima de los ojos cerrados de Podalirio. La luz se filtraba a través de sus párpados, y se hacía más fuerte al moverse desde la ventana de su alcoba. Descubrió que había dormido hasta tarde y eso fue una sorpresa agradable, porque sintió que el sueño había sido hondo y largo y había dejado tras de sí una inexplicable sensación de libertad. Después de tan largo viaje, el descanso, los aromas familiares de la casa y el goce de la propia cama le hicieron sentirse feliz. Entonces fue capaz de comprender con sumo placer que la sabiduría había sido liberada en la inmensidad de uno mismo. Tal sucede con los sueños profundos e intensos, los cuales se parecen a la muerte, pues otorgan una fuente de eternidad y conocimiento que no puede alcanzarse despierto.

Permaneció muy quieto, sin ningunas ganas de moverse, saboreando aquel instante pleno de paz, en el que disfrutaba al sentirse despojado de muchos temores y soledades, así como de los viejos residuos de autocompasión que le habían acompañado durante años.

Y pensó: «Nada hay como regresar de un largo viaje. Es una sensación difícil de explicar. Porque al sentirse uno de nuevo en casa, todo rejuvenece. Quizás será que el hombre no envejece, no se marchita, no es como la hierba, ni como las hojas que ya no son capaces de reencontrarse con su árbol, caídas, arrastradas por el viento y convertidas finalmente en tierra. El hombre está hecho para retornar… Porque, aunque la perfección la buscamos lejos, ¡está aquí!, en el círculo inmediato de las cosas; no está más allá de las estrellas, ni en la profundidad del saber, ni en el laberinto de los secretos del pasado, ni en los arcanos velados de los santuarios… ¡Que nadie se apropie de tan grande misterio! ¡Que nadie lo administre nunca más! ¡Que callen todos los hierofantes…!»

En tal estado, Podalirio se sentía ligero e iluminado; con fuerza suficiente para echar la vista atrás, hacia el poso y el sedimento oscuro de su pasado, para enviar hacia allí algo de esa luz y llegar a entender muchas cosas. Vagó por los recuerdos más lejanos, por la infancia, por Siracusa y la casa de Ortigia; buscó los rostros de sus padres, y estuvo a punto de dar con ellos entre la niebla del tiempo; luego navegó por el mar de Jonio y alcanzó la salutífera y parsimoniosa atmósfera de Epidauro, donde rememoró el aroma de los pinos y la solemne gravedad de las piedras; finalmente alcanzó Corinto, y experimentó muy cercana la presencia amorosa y maternal de Nana, la tranquilidad consejera de Galión y, en las alturas de la Acrocorinto, la enormidad de la belleza y la dulzura de Eos, el majestuoso culto de Afrodita, la sensualidad, el placer, el vino y el inconmensurable milagro de la vida, hecha para perdurar, pero al fin sin demonios.

JESÚS SÁNCHEZ ADALID, (1962) es de Villanueva de la Serena (Badajoz). Se licenció en Derecho por la Universidad de Extremadura y realizó los cursos de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Ejerció de juez durante dos años, tras los cuales estudió Filosofía y Teología. Además se licenció en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Salamanca.

Su amplia y original obra literaria ha conectado con una variada multitud de lectores gracias a la veracidad de sus argumentos y a la intensidad de sus descripciones, que se sustentan en la observación y la documentación. Sus novelas constituyen una penetrante reflexión acerca de las relaciones humanas, la libertad individual, el amor, el poder y la búsqueda de la verdad.

La obra de Sánchez Adalid se ha convertido hoy en un símbolo de acuerdo y armonía entre Oriente y Occidente, entre las religiones, razas y pueblos que forman la humanidad. Porque su ideario se sostiene sobre la base de que cualquier cultura necesita de la mezcla de muchas influencias. Sobre todo, en un mundo desgarrado por la intolerancia y el fanatismo.

Ha publicado con gran éxito
La luz del Oriente
,
El mozárabe
http://epubgratis.me/node/26015
,
Félix de Lusitania
,
La tierra sin mal
,
En compañía del sol
,
El cautivo
,
La sublime puerta
,
El caballero de Alcántara
http://epubgratis.me/node/29546
,
Los milagros del vino
http://epubgratis.me/node/29992
y
Galeón
.

Más obras disponibles:
http://epubgratis.me/taxonomy/term/916
(
El camino mozárabe
,
Alcazaba
).

En 2007 ganó el premio Fernando Lara por su novela
El alma de la ciudad
.

En Extremadura ha sido distinguido con la Medalla de Extremadura y el premio Extremeños de Hoy.

Jesús Sánchez Adalid ha colaborado en Radio Nacional, en el diario
Hoy
y en las revistas
National Geographic Historia y Vida nueva
.

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